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Unidas Podemos: una proposición
Rebelión
Cuarto Poder
11-06.2019
Misión
cumplida. Esto es lo que habrá dicho Pedro Sánchez a Merkel y a Macron. España
ya es un país normal, un país plenamente europeo. Tenemos a la extrema derecha
en las instituciones, Podemos se ha visto reducido a las dimensiones
tradicionales de la izquierda no socialista y, como en Portugal, la
socialdemocracia hegemoniza un mapa político que hasta hace bien poco nos
parecería imposible. Tanta normalidad nos mata.
Hasta ahora el
debate real estaba en la dimensión de los adjetivos: resultados malos,
malísimos, o simplemente desastrosos. No entraré en eso. La reacción de los
aparatos de Unidas Podemos también la normal: repliegue y llamamiento a la
unidad ante las previsibles dificultades de una negociación política con el
Partido Socialista. Se han perdido, entre unas elecciones y otras, más de dos
millones de votos y el papel de Unidas Podemos ya no es, ni de lejos, lo que
fue. UP es una fuerza importante, influyente, ya no es determinante. Se puede
explicar de una u otra forma, poniendo los acentos en dificultades internas o
externas y, hasta se puede, rizando el rizo, considerar que son los resultados
menos malos posibles. Lo decisivo, estamos en una “problemática IU”
El repliegue no
ayuda. El orgullo de partido es bueno, pero no debe servir como instrumento
para ocultar un retroceso electoral que solo se puede definir como derrota.
Hirschman nos lo enseñó hace muchos años: si no se promueve la “voz” de los
inscritos, de los afiliados y afiliadas, lo que vendrá es la “salida”, a medio
y a largo plazo, que ninguna lealtad podrá impedir. Reconocer la derrota y
abrirse a un debate general, tomando la iniciativa y haciendo una
lectura -lo más veraz posible- de unos resultados electorales malos y
proponer, desde la humildad, elementos de una estrategia capaz de situarnos, de
nuevo, en un lugar preferente en la vida pública española.
Algunos de
nosotros hemos venido planteando, desde hace tiempo, elementos para un análisis
crítico y autocrítico que los resultados electorales hacen hoy obligatorio. Lo
primero y fundamental, una lógica de apertura frente a una lógica de repliegue,
lo segundo, la centralidad de la política, de una política no politicista e
implicación de la militancia en la solución de unos problemas que no pueden
quedar en una élite dirigente alejada de los círculos. Lo que se pide es
grandeza, pensar en grande, precisamente en los momentos difíciles y evitar que
el debate democrático sea sustituido por descalificaciones, insinuaciones y, lo
que es peor, atribuir a lógicas conspirativas lo que son legítimas posiciones
políticas.
Política y
apertura a los mecanismos de voz. Se debería plantear con toda normalidad la
necesidad de una asamblea extraordinaria en torno a octubre o noviembre de este
año. Dar seguridad, a los hombres y mujeres que siguen creyendo en Podemos, que
habrá un debate de verdad, riguroso, colectivo, con voluntad de integración.
Pido perdón por adelantado, lo he propuesto muchas veces y sigo en ello: necesitamos
unos estados generales para la alternativa. Hoy, más que nunca, hace falta
un proyecto viable de país, capaz de suscitar adhesión y compromiso, dirigido a
las mayorías sociales desde la voluntad explícita de que podemos cambiar una
realidad para mejor y ofrecer futuro a unos jóvenes que hacen de la precariedad
un modo de vida que les conduce a la pobreza.
La audacia
también en los métodos. Pablo Iglesias debería encabezar un manifiesto (lo
podríamos llamar el manifiesto de los cien) como base para iniciar un debate de
masas más allá de los límites actuales de Podemos y abierto a IU, al PCE, Equo
y demás confluencias. Dicho manifiesto tendría una parte analítica
especialmente rigurosa que intente explicar las causas de un retroceso político
especialmente duro y, sobre todo, una propuesta-sintetizada en doce o trece
ideas fuerza- que centrara el debate y ayudase a una síntesis final. Debate sí,
y de masas, abierto a un espacio que se ha ido estrechando en los últimos
tiempos, desde convicciones razonadas y razonables capaces de organizar una
pasión justiciera.
Otro elemento,
en paralelo, sería la constitución de una “federación” de partidos, con normas
comunes, con la vocación de traducir una coalición parlamentaria en una fuerza
política viva, autónoma, vinculada a los territorios, a los lugares de trabajo
y estudio. Se deberían constituir comités unitarios a todos los niveles y
asambleas de base comunes. La discusión del manifiesto y la participación
activa en los debates debería de ser un estímulo fundamental en busca de una
dialéctica unitaria que se ha ido perdiendo (a veces dramáticamente) en los
últimos tiempos. La idea clave es la de proceso, con la política en el puesto
de mando y la creación de instrumentos que fomenten la solidaridad y el sentido
de pertenencia a un proyecto común.
Para terminar
esta modesta proposición, la necesidad de construir un “sujeto político
unitario” con voluntad de mayoría y de gobierno. Las dos cosas van unidas: una
mayoría para gobernar desde un proyecto propio, solvente, viable social y
políticamente. Ni programa máximo, ni programa mínimo, programa para la
acción consciente que mueva a mayorías, que genere, lo repito, compromiso e
ilusión. Tres ideas aprendidas del feminismo como estilo y método de trabajo:
a) autoestima; b) reconocimiento y c) democratización sustancial del poder y de
los tiempos sociales.
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