Para una contribución a la crítica de Podemos
(VI)
Sobre la crisis y los diferentes capitalistas
La realidad supera a la ficción. Vamos a poner un ejemplo práctico sobre lo que hemos visto hasta ahora, tomando los datos de la estructura económica productiva de la comunidad autónoma de Aragón en 1994, del mismo modo que podríamos utilizar la estructura económica productiva de cualquier territorio análogo en cualquier momento de la historia.
En la formación social capitalista de Aragón la estructura económica productiva descansa en las empresas y trabajadores que aparecen en el cuadro siguiente1:
Cuadro nº 1
Si reparamos en las empresas que tienen entre 1 y 50 trabajadores que aparecen en el cuadro nº 1, vemos que son 33.678 (13.885 + 12.665 + 7.128 = 33.678) que ocupan a 149.110 asalariados (13.885 + 37.383 + 97.842 = 149.110).
Estos empresarios (capitalistas, puesto que sus relaciones de producción son relaciones de producción capitalistas con el único objeto de hacer crecer sus capitales), representan el 98,25 % sobre el total de los empresarios en Aragón, en tanto que los asalariados que ocupan representan el 54,53% de todos los trabajadores de Aragón.
Si suponemos una crisis en Aragón idéntica a la expuesta en el ejemplo de la República Ejemplar, esto es, con una tasa de ganancia g´ negativa de -0,75, que era la que resultaba de la situación inicial de la que partía el capitalista, que como se recordará era la siguiente:
D = 120
C = 100
V = 20
D´ = 210
Se recordará también, que el capitalista del ejemplo de la República Ejemplar a pesar de estar en crisis no tuvo necesidad de cerrar su empresa, porque lo que no consiguió ganar en ella mediante el proceso de producción P, lo pudo hacer gracias a la posición socio-política que ocupaba, la que le proporcionó el instrumento extraeconómico singular de poderle prestar dinero al Estado.
Con ello, a pesar de estar en crisis terminó acrecentando su capital, que es el primer y último objetivo de cualquier capitalista, aunque para ello se tuvo que modificar la estructura ideológica y la estructura política del Estado, al tener que convencer el gobierno (estructura ideológica) a la mayor parte de la sociedad de las bondades de los proyectos que quería realizar, y tener que elaborar una nueva ley (estructura política) que le permitiera tomar dinero prestado del capitalista, y otra para garantizar al mismo la devolución del dinero tomado a préstamo, más sus correspondientes intereses.
No es aleatorio el hecho de haber elegido el grupo de las 33.678 empresas de Aragón que incluyen a las comprendidas entre 1 y 50 asalariados, sino para dejar con ello fuera de discusión la posibilidad de que ninguna de estas empresas tiene capacidad efectiva, ni por separado ni en conjunto, para poder modificar a su favor las estructuras ideológicas y políticas de Aragón, menos aún las del Estado español y todavía menos las de la Unión Europea o las del mundo entero, lo que representa una diferencia sustancial entre el grupo de empresas elegidas y el capitalista de la República Ejemplar, que sí disponía de ese mecanismo extraeconómico de poder variar las estructuras ideológica y política para utilizarlas a su favor, que fue precisamente lo que le salvó del cierre a su empresa.
Este grupo de capitalistas aragoneses (siempre y cuando no sean apéndices o formen parte de los grandes grupos de capitales), los pequeños y medianos empresarios, únicamente tienen en común con el capitalista de la República Ejemplar que disponen de un proceso de producción P para acrecentar sus capitales. Pero en cambio, a diferencia del mismo, no tienen a su disposición ningún instrumento extraeconómico a través del cual puedan obtener la parte de beneficios que pudiera sustituir a las pérdidas que en caso de crisis se producirían en sus respectivos procesos de producción P, que los que se relacionan directamente con el proceso de producción P concreto que cada uno de ellos realice con el objeto de procurar elevar por encima de 1 la tasa de ganancia g´ particular, de manera que su campo de acción para “luchar” contra la crisis queda necesariamente circunscrito a poder actuar sobre:
D
C
V
D´
Veamos a continuación el hipotético comportamiento que podría tener el grupo de capitalistas elegido de Aragón, ante una situación de crisis idéntica a la del capitalista de la República Ejemplar, que obtuvo una tasa de ganancia g´ negativa de -0,75, como resultado de la situación inicial de la que partió, que fue:
D = 120
C = 100
V = 20
D´ = 210
La situación inicial de la que parten los capitalistas de Aragón es la acabada de citar, la que tuvo el capitalista de la República Ejemplar, y como se ha señalado no podrán actuar de hecho y de forma efectiva para salir de la crisis más que sobre el proceso de producción P particular de cada uno de ellos, y más concretamente, sobre el capital variable V, es decir, los salarios.
Teóricamente podrían hacerlo también sobre el dinero D´, o sea, incrementando la entrada de dinero D´ procedente del incremento de las ventas de sus mercancías en el mercado. Pero esta teoría pertenece más al campo de la ficción que de la realidad, toda vez que la esencia de la crisis reside precisamente en que se producen más mercancías de las que pueden ser vendidas, como consecuencia del incremento constante de la productividad a la que se ven sometidos todos los capitalistas entre sí por la ley de la competencia (todos contra todos) para producir más al coste más bajo posible para vender lo más posible. Si se pudiera vender toda cuanta mercancía se produce originando beneficios, la crisis capitalista jamás aparecería, pero ello es imposible, ya que el mercado, por amplio que se pueda considerar, siempre tiene límites.
Supongamos que mediante milagro de la Virgen del Pilar se llega a un piadoso y amoroso acuerdo entre los 33.678 capitalistas considerados y sus 149.110 asalariados, de modo que los salarios queden reducidos a la mitad (de 20 a 10) y aceptados de buen grado por todos para salir de la crisis, y así el capital variable V (salarios) que tenía el capitalista de la República Ejemplar, que era de 20, en virtud de dicho milagro, para los capitalistas de Aragón queda reducido a 10. Con lo que la situación inicial para estos para salir de la crisis sería:
D = 120
C = 100
V = 10
D´ = 210
Si aplicamos las fórmulas que ya hemos visto con anterioridad a esta nueva situación inicial, vemos que:
PV = D´ – D = 210 – 110 = 100
g´ = PV/ D = 100/ 120 = –0,83
Con lo que se demostraría que el grupo de capitalistas que venimos considerando hasta aquí (el pequeño y mediano empresario aragonés), no podría ni siquiera recuperar el dinero inicial D invertido, a pesar de haber reducido los salarios a la mitad (de 20 a 10) para salir de la crisis, puesto que la tasa de ganancia g´ que obtendría sería menor de 1, concretamente, de –0, 83, es decir, que perdería dinero, por lo que no se podría salir de la crisis.
Si ahora del mismo cuadro nº 1 tomamos a un capitalista de los que ocupan a más de 1.000 asalariados, nos encontraremos con uno de ellos, por ejemplo, GM-OPEL, en Figueruelas (Zaragoza), tan empresario desde el punto de vista jurídico como la fontanería de dos asalariados que nos podamos encontrar en cualquier rincón de Aragón. Sin embargo, GM-OPEL se parece más al capitalista de la República Ejemplar, al disponer igual que él -como veremos a continuación- de instrumentos extraeconómicos que le permiten mantener su tasa de ganancia g´ por encima de 1, o sea con ganancias, aunque en su proceso productivo P directo y particular, sea negativa, que es la constante en la inmensa mayoría de los capitalistas cuando el sistema está en crisis.
Si el capitalista de la República Ejemplar pudo acrecentar su capital a pesar de la crisis y cuando el resto de la sociedad se empobrecía (gracias a su capacidad de poderle prestar dinero al Estado), el capitalista GM-OPEL por pertenecer a una formación social capitalista mucho más desarrollada, no es que le pueda prestar dinero al Estado (que no se lo presta), sino que al contrario, como si de un auténtico señor feudal se tratara con derecho a pernada sobre Aragón, le puede exigir al Estado (con el beneplácito social y aceptación política generalizada) que le “done” gratuitamente y sin contrapartida efectiva alguna, la cantidad de dinero necesaria para poder seguir acrecentando sus capitales.
Y de esta manera, como si en la Edad Media estuviéramos, sin ningún sonrojo y sin que haya ofendido la dignidad personal de nadie, “el presidente de GM, Carl Forster, ante las penurias financieras del grupo norteamericano (que datan de mucho antes de la crisis de 2008), defendió independizar Opel para garantizar su supervivencia. Pero reclamó la ayuda pública (es decir detraer fondos del Estado con los que éste está financiando políticas sociales o de otro tipo, como por ejemplo, la investigación, para entregárselos a GM-OPEL) de 3.300 millones a los gobiernos interesados (España, Alemania, Gran Bretaña, Bélgica y Polonia), que apuntalarían la compra de Opel por parte de inversores privados”.2
Respondiendo al deseo feudal del presidente de GM-OPEL, el gobierno de Aragón acordó en 2008 destinar (o sea, dejar de financiar todas o en parte algunas políticas sociales públicas o de investigación, por ejemplo) 5.891.000 euros a la GM en tres años.3
Con lo expuesto hasta este punto se ve meridianamente claro, porque salta a la vista a poco que se mire (excepto para el que ideológicamente no lo quiera ver), que más allá de la igualdad teórica jurídica, la realidad muestra que existen dos tipos de capitalistas bien diferenciados, y no necesariamente con absoluta identidad de intereses.
Por un lado están los que por su posición socio-económica pueden chantajear, coaccionar y determinar a favor de sus intereses las políticas de los gobiernos, en contra y a pesar de los intereses generales de toda la sociedad (hasta empobrecerlas si llega el caso), y por otro los que no pueden hacerlo, entre quienes se encuentran los pequeños y medianos capitalistas considerados de Aragón.
El caso de GM-Opel que afecta directamente y en concreto en Aragón no es único, ni se produce exclusivamente en Aragón porque existan o se den determinadas condiciones específicas, sino que es ley general del modo de producción capitalista.
Cuando se declara una crisis, cualquier pequeño o mediano empresario está más cerca de pasar a engrosar las filas de los asalariados que los grandes capitalistas. Por ello se tiene que plantear como una tarea política importante y de las primeras a nivel ideológico (forma personal de percibir la realidad), el desmontar y denunciar el concepto abstracto de empresario en general, por lo que tiene de engañoso y por su inutilidad para comprender y explicar la realidad social que se pretende transformar, y establecer que una cosa es el gran capitalista y otra bien distinta los pequeños y medianos empresarios, que son aquellos que sometidos y dependientes económica, política e ideológicamente a los primeros (igual que los asalariados, pero en distinta forma y grado), se juegan su patrimonio personal, y en más de una ocasión, el de su familia o amigos por avalarles ante la banca, sin ningún poder efectivo para poder reaccionar contra la crisis
Con la crisis ganan los grandes grupos de capitales. Las grandes empresas, asegurándose la tasa de ganancia g´ mediante la coacción y chantaje a través de todos los medios extraeconómicos de los que disponen. Pero no ganan todos los capitalistas en general. Y la crisis la sufren y la pagan en primer los asalariados, y a continuación los pequeños y medianos capitalistas, los pequeños y medianos empresarios, de los que los grandes grupos de capital, y por ese orden, extraen sus ganancias.
Por tanto no son lo mismo (al margen de la consideración jurídico-teórica) el gran capital que los pequeños y medianos capitalistas, por consiguiente, objetivamente no pueden tener los mismo intereses, y esta diferenciación entre unos y otros no es una simple cuestión superficial de diferencia de matiz, sino algo fundamental que organizaciones políticas como Podemos o cualquier otra que se proponga transformar la sociedad económica, política e ideológicamente de la sociedad de forma democrática, han de tener en cuenta a la hora de formar mayorías en aras de esa transformación social.
La ideología dominante capitalista (estructura ideológica) ha presentado y hecho creer a la sociedad que el modo de producción capitalista es algo natural, y que el día que desaparezca desaparecerá junto al mismo todo vestigio de civilización y orden apareciendo en su lugar el caos de la nada.
Hoy sabemos que tal concepto del modo de producción capitalista es absoluta y radicalmente falso, porque objetivamente es el producto de la historia realizada por el trabajo del individuo. El presente es una síntesis de toda la historia, de todo lo que hizo el individuo en el pasado y de todo lo que hace en el presente.
Hoy sabemos, por lo que conocemos del pasado, que los poderes establecidos y dados por naturales y “queridos” por Dios del modo de producción capitalista, ni son naturales ni tienen que ver con deidad alguna y por consiguiente tampoco son inalterables, sino variables y modificables según transcurre el desarrollo de la historia, por lo que es lógico pensar que se les pueden hacer frente para sustituirlos por estrictas razones históricas y en la medida que impiden la satisfacción de las necesidades sociales, mediante la razón y la organización política correspondiente.
En su momento la esclavitud según la ideología dominante también fue algo “natural”, porque así lo habían establecido los dioses para la Humanidad, pero ocurrió que ese orden “natural” de la esclavitud querido por los dioses, fue desbancado y arrinconado en el cajón de la historia por otro orden que ideológicamente también se presentaba como “natural” y divino: el feudalismo. Pero ocurrió que a este orden, tan “natural” como los anteriores, el feudalismo, tan querido por Dios, al igual que los anteriores como el anterior (aquí ya desaparecen incluso hasta las decenas o centenas de dioses existentes hasta entonces para ser reemplazados también por un Dios más potente y único) también fue desbancado y arrojado al cajón de la historia, como los anteriores, por otro orden tan “natural” y querido por Dios para sus criaturas: el capitalismo, que lógicamente desde la visión ideológica capitalista también es el orden “natural” que Dios quiere. Y este orden “natural”, el capitalismo, también será arrojado al cajón de la historia exactamente igual que fueron arrojados todos los demás, por otro orden económico, político e ideológico nuevo: el Socialismo. Y no por deseo expreso ni ocurrencia genial de nadie, sino porque el Socialismo, de la misma forma que todos los anteriores modos de producción habidos, responde al desarrollo histórico de la humanidad que no puede ser detenido.
No se puede tener por “natural” lo que simplemente obedece a la óptica capitalista (ideología) en función de sus propios intereses (mantener por encima de un determinado nivel la tasa de ganancia g´) que los grandes de capitales financieros que dominan las compañías eléctricas pueden hacer y de hecho acaban de hacer, obligar al gobierno de España (que no es el gobierno nacional y mucho menos independiente, sino supeditado cada vez más a los intereses de los grandes grupos de capitales, algunos denominados nacionales, y otros extranjeros incluso de nombre) a una subida de las tarifas eléctricas que han determinado un diferencial de precios de hasta un 60% para algunas empresas asentadas en el Estado español con respecto de Alemania, lo que ha supuesto el cierre de más de 20 de ellas4. La guerra declarada y abierta no es solamente entre el capital y el trabajo (siendo ésta la fundamental), sino también entre los grandes capitalistas, y entre éstos y los pequeños y medianos capitalistas (pequeños y medianos empresarios).
Privatizaciones
En este sentido, no tiene nada de “natural” (salvo la justificación ideológica de los intereses de los grandes capitales), la estrategia de los grandes grupos capitalistas dominantes (mediante los gobiernos que están a su servicio) de hacer que las empresas más rentables del Estado pasen a sus manos sin desembolsar dinero propio, tal y como ocurre en una compraventa normal, lo que no deja de ser un robo directo al patrimonio de todos los ciudadanos, aunque legal.
Las privatizaciones realizadas por los diferentes gobiernos de España, buscan que los grandes grupos capitalistas aseguren en el presente y en el futuro la tasa de ganancia g’, ante una previsión de bajada de la misma. Suelen ser de dos tipos. El primero es la venta directa de aquellas empresas que no eran consideradas de interés para el Estado (desde un punto de vista elemental de sentido común, cabría preguntarse si que el Estado disponga de ingresos de sus propias empresas para poder financiar proyectos autónomos concretos al margen e independientemente de los poderes financieros, tiene o no interés para la sociedad en general). Entre 1985 y 1996 a través del INI y TENEO vendieron 68 empresas5 de sectores tales como automoción, transporte marítimo, turismo, electrónica, bienes de equipo, y otros.
Lo ingresos producidos por la venta de estas empresas (que antieconómicas no podían ser, puesto que de haberlo sido ningún capitalista las habría querido comprar), se dedicó a la financiación de algunas empresas deficitarias que quedaron en manos del Estado, pero también a financiar el desarrollo de algunas de las propias empresas privatizadas.
El otro tipo de privatización respondía al rimbombante nombre de “desinversión” (recuperar lo que se tiene invertido) sacando las empresas rentables a Bolsa, a través de una Oferta Pública de Venta de acciones (OPV). Quedaría por saber para qué se quiere recuperar el dinero invertido y qué se quiere hacer con él. A don José María Aznar se le llenaba la boca diciendo que era para hacer caja. Hacer caja sí, por supuesto, ya sería el colmo vender algo y encima no hacer caja, pero ¿para qué?
A través de este último procedimiento se privatizaron empresas vitales para los intereses del Estado español como ENDESA, REPSOL, ARGENTARIA, TELEFÓNICA Y ENCE, que le produjeron unos ingresos al Estado de 10.200 millones de euros. Tendríamos que preguntarnos cuantos ingresos habría producido al Estado español estás mismas empresas de no haber sido privatizadas y en qué medida estos ingresos habrían disminuido la deuda pública española, en estos momentos (septiembre 2014) materialmente imposible de pagar, porque se debe todo lo que se produce en un año (PIB); o cuando menos, en qué se aplicaron aquellos 10.200 millones de euros, la rentabilidad obtenida derivada de su aplicación, y la mejora social que como consecuencia de ello se produjo.
No tienen absolutamente nada de “natural”, y absolutamente todo de un esquilmo a la inmensa mayoría de la sociedad y una ofensa personal a la misma que habría resultado inadmisible desde todos los puntos de vista -y por tanto irrealizable-, de haberse tenido socialmente conciencia de ello, que los denominados rescates a bancos y grandes empresas (que, desprovistos de eufemismos, consisten en reponer en esos bancos y grandes empresas el mismo dinero que sus principales dirigentes se han llevado a su peculio personal mediante exorbitantes sueldos, injustos planes de jubilación, abusivas primas, enormes gastos de representación, etc.), sea repuesto a la fuerza con dinero público detraído de bajadas de salarios, bajadas de pensiones, incrementos de impuestos indirectos que afectan a la inmensa mayoría de la sociedad y en nada o en muy poco, precisamente a quienes se han llevado el dinero que se repone, cuando no mediante el robo legal directo a pequeños ahorradores como en el caso de las preferentes, haciendo de intermediarios directos para dicho robo la propia banca.
Un ejemplo indiscutible de estas realidades lo constituyen las recientes declaraciones de Joaquín Almunia (el dirigente no-socialista del PSOE que ni siquiera ganaba las elecciones dentro de su propio partido con todo el apoyo político del aparato de poder del mismo), cuando era Comisario de la Competencia de la Unión Europea: “Desde 2008, los Estados miembros han inyectado 608.000 millones de dinero público en los bancos para evitar la quiebra del sistema. De ellos, en torno a un 10% corresponde a los contribuyentes españoles, de 110 bancos de la UE que supone un 25% de todos los activos han recibido ayudas públicas”. “Pero además de los 608.000 millones inyectados directamente en el capital de los bancos – algunos estudios apuntan que una cuarta parte jamás se recuperarán-, los Veintiocho concedieron avales por valor de 835.000, pico alcanzado en 2009”.6
Estos auténticos atropellos y avasallamientos a la inmensa mayoría de la sociedad no lo llevan a cabo los grandes grupos de capitales, sino los parlamentos, los gobiernos y otras instituciones y organismos que actúan en su nombre como instrumentos políticos a su servicio a cambio de unos platos de lentejas, creando leyes o modificando las existentes, para legitimar la parte de los salarios indirectos que ha de arrebatárseles a los trabajadores a través de los diferentes mecanismos (pensiones, sanidad, enseñanza, becas, ayudas sociales, etc.), para ser puestos en manos de los grandes grupos de capitalistas a través de mecanismos complejos que aseguren la tasa de ganancia g´.
La ley no crea ningún hecho. La ley regula hechos ya existentes, situaciones dadas, por lo que esperar que la ley cree las condiciones para salir de la crisis es tanto como esperar el canto del lucano.
Los presuntos cambios que promueven las leyes es cambiar algún aspecto de lo ya existente para que su fundamento no cambie nada. Se legisla “contra” la crisis, pero en realidad lo que se hace es regular algunos de sus efectos de modo que estos no sobrepasen un determinado límite que pueda poner en peligro el sistema, pero no se legisla para erradicar el origen de la crisis que está en el modo de producción basado en relaciones de explotación, y no se hace, porque no se puede hacer hasta que en la práctica no aparezca el hecho de querer erradicar las relaciones de producción capitalistas.
En España ha habido importantes cambios legislativos que sin embargo, como no afectaban a las relaciones de producción, ni se proponían hacerlo, no se traducían en efectivas mejoras de las condiciones de vida a niveles generales de la sociedad, sino para redistribuir privilegios y ajustar situaciones de poder de los diferentes grupos de capitales que entraban en pugna por adquirir pociones de ventaja con respecto de los demás.
Uno de estos cambios se produjo en 1945 (plebiscitada en 1947) con la promulgación de la Ley sobre la Sucesión a la Suprema Magistratura del Estado, mediante la cual el General Franco podía elegir a su sucesor como Regente.
Tal Ley, contrariamente al pensamiento del pretendiente don Juan, es apoyada por el aparato oficial, el clero e incluso la mayoría de los monárquicos que abandonan a don Juan. El Consejo Privado del Conde de Barcelona, el pretendiente don Juan, hubo de ser disuelto y estuvo constituido por “91 miembros…, se conectan 81 de ellos, evidentemente, con lo más pimpante del latifundismo español, y a su vez, se ligan a los grupos de los siete grandes (Bancos Español de Crédito, Hispano Americano, Bilbao, Vizcaya, Central, Urquijo y Popular Español) nada menos que 39 de los mismos. Con puestos, no ya en los grupos, sino en los propios Consejos de estos 7 Bancos, existen 13 Consejeros. Pasando a porcentajes, el grupo gran capitalista-latifundista supone el 67% de los miembros del citado Consejo Privado; el de los 7 grandes Bancos se vincula con el 43% de los miembros de tal Consejo, y finalmente, tienen puestos en los Consejos de Administración de los 7 grandes, el 14% -porcentaje ciertamente muy alto- de los miembros del mencionado Consejo Privado, que sube al 32% si se suman los latifundistas y la representación del Banco Exterior de España. Hay que poner punto final a estas consideraciones. El pueblo que, aparentemente ‘callado, sufre y llora‘, parece en este momento lejano. Sin embargo, a poco que se detenga uno a pensar, a escuchar, ahí está, incluso vociferando. Ahí están también las instituciones que en su favor hay que transformar….” 7
Otro momento histórico (pero sin el idealismo ni la altura de miras que se le atribuye) y las pruebas a la vista están, es el denominado periodo de la transición política que va desde la muerte de Franco en 1975 hasta la aprobación de la actual Constitución Española mediante referéndum en 1978, en el cual los diferentes grupos capitalistas, los más dinámicos (que no tiene que ver nada con la bondad) frente a los más reaccionarios intentan reubicarse en la posición más ventajosa posible de la situación que se avecinaba, cuyo análisis de esa coyuntura política la hace cabalmente Felipe González Márquez al afirmar que “por primera vez aparece de forma manifiesta la gran contradicción entre una derecha que quiere cambiar el marco político para seguir defendiendo sus intereses y la ultraderecha, que sabe que incluso ese cambio de marco, aunque la derecha controle el poder, supone la pérdida de sus privilegios, mantenidos por un capitalismo de rapiña, de especulación, de corrupción. A eso se añade la explosión de las ansias de libertad popular y ya tenemos montado el rompecabezas”.8 En estas condiciones socio-políticas, parece llegado el momento de que“las fuerzas progresistas de la sociedad tendrían que llegar a un compromiso de futuro para la transformación de la sociedad capitalista y el avance hacia el socialismo. Cuando hablamos de que hay que superar el 51% queremos decir que para avanzar hacia el socialismo hay que contar con un consenso popular suficientemente amplio como para que la derecha esté disuadida de cualquier golpe (…) Porque partimos de la base que la lucha de clases se plantea en términos prácticamente iguales en Carmona que en el Bajo Llobregat (…) cambiando todo lo cambiable, que entre socialistas es todo, salvo la necesidad de transformar la sociedad capitalista en sociedad socialista”.9
Ni que decir tiene que esta cita es de Felipe González, pero del Felipe González marxista, porque hasta hace poco, excepto que se fuera idiota por los cuatro costados, no se podía uno declarar socialista renunciando al mismo tiempo al marxismo, a la ciencia y a la filosofía descubiertas por Marx, esto es, al materialismo histórico y al materialismo dialéctico, del que más de cuatro imbéciles, sin haber comprendido una sola letra ni de la ciencia ni de la filosofía marxista, dan al marxismo por muerto.
¿Hay que tomar el poder político? Por supuesto. Pero la transformación social no es cuestión de leyes ni de intencionalidad política, sino de controlar el proceso productivo para ponerlo al servicio de las necesidades materiales y espirituales de toda la sociedad, y esto a su vez, sin el conocimiento previo de la realidad que se quiere transformar y sin la formación continúa de quienes que realizar esa transformación, sencillamente es imposible.
Continuará…
__________
1# Estudio de la situación actual de la economía aragonesa, pág. 95. UGT, noviembre 1994. Si se tratara de analizar la formación social aragonesa a fecha de 2014, únicamente habría que actualizar los datos
2# Eliseo Oliveras. La UE se planta ante la caza de subvenciones de GM para Opel. El Periódico de Aragón, 14.03.1009
3# El gobierno de Aragón concede a GM una subvención de casi 6 millones de euros para la fabricación del nuevo Meriva. Comarcalización de Aragón, comarcas.es, 25-11-2008
4# Lorena López/Rubén Estebler. Veintiuna grandes industrias paran por la subida de la luz en la bolsa eléctrica. Eleconomista.es. 12-12-2013
5# SEPI.ES: Seat, Enansa, Trasatlántica, Marsans, Entursa, Secoinsa, Teisincro, La Maquinista Terrestre y Marítima, Ateinsa, Fábrica San Carlos, G.E. Álvarez, Artespaña, La Luz y Oesa entre otras más pequeñas
6# Adolfo Lorente. La UE ha inyectado 608.000 millones para rescatar bancos. Heraldo de Aragón, pág. 35, 24-09-2014
7# Juan Velarde Fuertes, Catedrático de la Universidad de Madrid, prólogo a la obra de Juan Muñoz, “El poder de la banca en España, 2ª edición, edit. Zero, Madrid, 1970
8# Felipe González. Avance/Intervención, Colección de actualidad, número 1, pág. 50. Edit. Avance, abril 1976, Barcelona
9# Felipe González. Obra citada, pág. 54 y 55
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