jueves, 21 de noviembre de 2024

Recordando a Gramsci

 

El optimismo de la voluntad es hoy más necesario que nunca. Posiblemente estemos a punto de quedar encerrados en una espantosa caja de Pandora; recordar a Gramsci es más oportuno que nunca. Y pongámoslas en práctica antes de que el Monstruo nos devore.


Recordando a Gramsci


Elena Basile

El Viejo Topo

21 noviembew 2024

 


EL OPTIMISMO DE LA VOLUNTAD

Los dos conflictos ruso-ucraniano e israelí-palestino fueron importantes porque iluminaron la corrupción del espacio político-mediático occidental y la alianza entre el dólar, la oligarquía financiera y las clases dominantes europeas. La traición de los intereses de los pueblos europeos y de los ideales de paz y prosperidad fue posible gracias al «hacking» de las clases dominantes –el chantaje de la elite financiera europea cuyo dinero fluye hacia los paraísos fiscales estadounidenses se puede rastrear en Internet–, la creación de una sociedad transnacional del uno por ciento que encuentra su interés en la militarización del dólar y no en la riqueza nacional. Ya he escrito extensamente sobre ello en este medio y no volveré. Esto explica el comportamiento de la elite alemana que persigue los intereses estadounidenses y ha puesto a su país de rodillas. El peligro nuclear nunca ha estado tan cerca como en las últimas semanas. Junto con el desastre medioambiental, ha aumentado la sensación de precariedad. La indignación moral ha surgido en una sociedad civil dormida, gracias a la cobertura en vivo por televisión y redes sociales del exterminio de inocentes en Palestina.

Estos son factores que podrían volverse disruptivos. El poder del lobby israelí en la política estadounidense y las fuertes influencias que impone sobre gran parte de la clase dominante europea, así como sobre los medios occidentales, nunca han sido tan evidentes. Los múltiples llamamientos a la comunidad judía, similar al de Franco Fortini en 1989, y recientemente la hermosa carta de Raniero La Valle en la que nos invita a distinguir entre crítica al Gobierno de Israel y antisemitismo, para no crear confusión y sembrar odio y violencia, parecen caer en oídos sordos. La parcialidad de la prensa y de los gobiernos occidentales, considerando la crueldad del exterminio de víctimas inocentes (los 15.000 niños muertos podrían llenar un estadio), parece ahora blasfema, inaceptable. Las contradicciones del capital son igualmente ingobernables. El sistema basado en el minotauro, la deuda estadounidense, implosiona. Se reniega de los principios clave del liberalismo económico. Occidente se refugia, cierra las puertas al comercio, opta por el proteccionismo para proteger sus ineficientes economías y pone fin a la globalización, temiendo a su rival estratégico, China, y al avance de los Estados emergentes. El mundo multipolar se perfila claramente en el horizonte de Kazán, construido sobre lógicas cooperativas y no unipolares.

En este contexto, algo puede finalmente cambiar si la sociedad civil consciente, los movimientos y los partidos disidentes logran unirse en torno a un proyecto común cuyo hito no puede dejar de ser la oposición a los conflictos y a la política neoconservadora estadounidense. La opinión pública podría convertirse en uno de los factores determinantes del punto de inflexión en Europa. Los países llamados del núcleo duro, fundadores y mediterráneos, podrían constituir una oposición al proyecto de las oligarquías armamentistas y financieras encarnadas por los distintos Ruttes y Von der Leyen. La burocracia de la OTAN y de Europa quiere una guerra permanente en el continente a expensas de las sociedades civiles europeas. El 2% del PIB en armamento decreta la muerte del Estado de Bienestar y el fin de cualquier negociación real entre capital y trabajo. La guerra permitirá la transformación gradual de la oligarquía liberal en autoritarismo, cuyas sombras ya están apareciendo en el sector de la información. Basta pensar en la censura de los medios de comunicación rusos, la exclusión de los atletas rusos de las competiciones deportivas y la cancelación de conferencias universitarias «incómodas». Uniendo el frente de la disidencia, movilizando a la población crítica y escéptica, los pueblos de la Europa continental y mediterránea podrían favorecer un proceso virtuoso basado en el rechazo de la militarización del dólar, en el retorno a la diplomacia y al diálogo con China, Rusia y los emergentes. Los BRICS lideran el camino hacia una reforma del multilateralismo. Europa puede convertirse en el principal interlocutor en la transición hacia un mundo multipolar, cooperativo, intercultural e interreligioso, capaz de aceptar diferentes culturas en pie de igualdad. La lógica de la dominación daría paso a una coordinación multilateral basada en normas. La identidad humanista europea no puede ser borrada por este paréntesis bárbaro en el que burocracias y oligarquías diseñan proyectos genocidas y supremacistas. Podemos volver al bien común, a la diplomacia de suma distinta de cero, contra los líderes socialistas, democristianos y liberales que han traicionado sus más nobles tradiciones.

¿Qué otra cosa es la paz justa a la que se refieren los actuales dirigentes políticos sino al repudio de la tenaz labor de mediación que, sobre la base de factores militares, políticos y económicos, busca producir resultados lo más ventajosos posible para ambas partes en guerra? Las “situaciones en las que todos ganan” acuñadas por el pragmatismo anglosajón parecen excluidas de la Europa maniquea, delirante, nacionalista y militarista. Las consignas de halcones como el ex Ministro sueco Bildt y el actual Secretario General de la OTAN Rutte, repetidas por muchos políticos europeos, la academia y la prensa, basadas en la necesidad de un rearme para responder a la amenaza rusa y china, carecen de fundamento. La política imperial estadounidense no puede prescindir de enemigos (identificados como China, Rusia, Irán y Corea del Norte). Todo esto está transformando a Ucrania en un país anti-Rusia, armando a Taiwán y aislando a Irán a través de una alianza de países árabes suníes. Estados Unidos –divide y vencerás– asegura el vasallaje de sus aliados.

Los BRICS tienen problemas de desarrollo económico y se centran en la cooperación, la interconectividad, la infraestructura y el transporte. China hoy no tiene mitos imperialistas. El militarismo de Beijing es inducido por Occidente. Es una respuesta al rearme y al nacionalismo de Taiwán, impulsado por Washington. La diplomacia de los BRICS funciona. La competencia objetiva entre China y Rusia en Eurasia ha encontrado una salida en la cooperación. China y la India, antagonistas tradicionales, pudieron mediar. El equilibrio de intereses ha surgido incluso entre Arabia Saudita e Irán. En la genealogía de Europa, la Venus del pasado, mosaico de culturas y de calidad de vida, cuna del humanismo cristiano y laico, del espiritualismo judío, existe esta aspiración a la cooperación, a un universalismo concreto orientado al respeto del pluralismo. La élite político-burocrática actual encarna, en cambio, la barbarie de la historia europea: supremacismo blanco, colonialismo, nacionalismo basado en la pureza religiosa y étnica.

Los actuales movimientos y partidos de la disidencia pueden ser los motores de una alianza transnacional europea, alimentada por el bloque social de los perdedores, desde las pequeñas industrias hasta los trabajadores extranjeros regularmente integrados, desde los trabajadores manuales hasta los estudiantes, hasta la clase media empobrecida y los pensionistas, habitantes de los suburbios, hasta trabajadores agrícolas, hasta autónomos que ya no tienen profesión: todos excluidos de la sociedad clasista y belicista en construcción. El despertar de los intelectuales sería esencial para cimentar desde un punto de vista político y cultural la Europa social del futuro, centrada en la cuestión social y promoviendo una nueva estructura multipolar de relaciones internacionales. Una Europa fundada sobre nuevas bases, plural en sí misma y respetuosa de la diversidad de los intereses nacionales, pero al mismo tiempo capaz de desarrollar una estrategia geopolítica unitaria en nombre de esa idea de neutralidad anhelada por el filósofo Morin. La tan celebrada identidad europea coincide, por tanto, con un núcleo de propósitos comunes: la salvación del holocausto nuclear, del autoritarismo en avance, de la sociedad de vigilancia digital, de la destrucción de la cultura humanista; el redescubrimiento de un nuevo sentido de comunidad, el valor de la solidaridad social, de la pietas cristiana, de la cooperación entre los pueblos. Un punto de inflexión a construir con los países más parecidos de la Europa continental y mediterránea, con el protagonismo de lo que queda de las fuerzas político-culturales socialdemócratas, cristianas y liberales que han sobrevivido a la homologación neoliberal, nacionalista, militarista y clasista de hoy. La información sigue siendo la primera batalla. La Ley Digital Europea fue el primer paso de una censura que cerrará los pequeños espacios que quedan. Incluso en este sector se necesitarían economías de escala, para federar los distintos canales de YouTube, radios y televisiones independientes, a fin de tener fondos suficientes para una comunicación que llegue a una audiencia competitiva con la formada por la corriente principal. Me parece que este es el deber que podría guiar una acción política de amplio alcance, el largo y laborioso camino hacia un renacimiento humanista.

 

Fuentela fionda

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