El optimismo de la
voluntad es hoy más necesario que nunca. Posiblemente estemos a punto de quedar
encerrados en una espantosa caja de Pandora; recordar a Gramsci es más oportuno
que nunca. Y pongámoslas en práctica antes de que el Monstruo nos devore.
Recordando a Gramsci
Elena Basile
El Viejo Topo
21 noviembew 2024
EL OPTIMISMO DE
LA VOLUNTAD
Los dos
conflictos ruso-ucraniano e israelí-palestino fueron importantes porque
iluminaron la corrupción del espacio político-mediático occidental y la alianza
entre el dólar, la oligarquía financiera y las clases dominantes europeas. La
traición de los intereses de los pueblos europeos y de los ideales de paz y
prosperidad fue posible gracias al «hacking» de las clases dominantes –el
chantaje de la elite financiera europea cuyo dinero fluye hacia los paraísos
fiscales estadounidenses se puede rastrear en Internet–, la creación de una
sociedad transnacional del uno por ciento que encuentra su interés en la
militarización del dólar y no en la riqueza nacional. Ya he escrito
extensamente sobre ello en este medio y no volveré. Esto explica el
comportamiento de la elite alemana que persigue los intereses estadounidenses y
ha puesto a su país de rodillas. El peligro nuclear nunca ha estado tan cerca
como en las últimas semanas. Junto con el desastre medioambiental, ha aumentado
la sensación de precariedad. La indignación moral ha surgido en una sociedad
civil dormida, gracias a la cobertura en vivo por televisión y redes sociales
del exterminio de inocentes en Palestina.
Estos son
factores que podrían volverse disruptivos. El poder del lobby israelí en la
política estadounidense y las fuertes influencias que impone sobre gran parte
de la clase dominante europea, así como sobre los medios occidentales, nunca
han sido tan evidentes. Los múltiples llamamientos a la comunidad judía,
similar al de Franco Fortini en 1989, y recientemente la hermosa carta de
Raniero La Valle en la que nos invita a distinguir entre crítica al Gobierno de
Israel y antisemitismo, para no crear confusión y sembrar odio y violencia,
parecen caer en oídos sordos. La parcialidad de la prensa y de los gobiernos
occidentales, considerando la crueldad del exterminio de víctimas inocentes
(los 15.000 niños muertos podrían llenar un estadio), parece ahora blasfema,
inaceptable. Las contradicciones del capital son igualmente ingobernables. El
sistema basado en el minotauro, la deuda estadounidense, implosiona. Se reniega
de los principios clave del liberalismo económico. Occidente se refugia, cierra
las puertas al comercio, opta por el proteccionismo para proteger sus
ineficientes economías y pone fin a la globalización, temiendo a su rival
estratégico, China, y al avance de los Estados emergentes. El mundo multipolar
se perfila claramente en el horizonte de Kazán, construido sobre lógicas
cooperativas y no unipolares.
En este
contexto, algo puede finalmente cambiar si la sociedad civil consciente, los
movimientos y los partidos disidentes logran unirse en torno a un proyecto
común cuyo hito no puede dejar de ser la oposición a los conflictos y a la política
neoconservadora estadounidense. La opinión pública podría convertirse en uno de
los factores determinantes del punto de inflexión en Europa. Los países
llamados del núcleo duro, fundadores y mediterráneos, podrían constituir una
oposición al proyecto de las oligarquías armamentistas y financieras encarnadas
por los distintos Ruttes y Von der Leyen. La burocracia de la OTAN y de Europa
quiere una guerra permanente en el continente a expensas de las sociedades
civiles europeas. El 2% del PIB en armamento decreta la muerte del Estado de
Bienestar y el fin de cualquier negociación real entre capital y trabajo. La
guerra permitirá la transformación gradual de la oligarquía liberal en
autoritarismo, cuyas sombras ya están apareciendo en el sector de la información.
Basta pensar en la censura de los medios de comunicación rusos, la exclusión de
los atletas rusos de las competiciones deportivas y la cancelación de
conferencias universitarias «incómodas». Uniendo el frente de la disidencia,
movilizando a la población crítica y escéptica, los pueblos de la Europa
continental y mediterránea podrían favorecer un proceso virtuoso basado en el
rechazo de la militarización del dólar, en el retorno a la diplomacia y al
diálogo con China, Rusia y los emergentes. Los BRICS lideran el camino hacia
una reforma del multilateralismo. Europa puede convertirse en el principal
interlocutor en la transición hacia un mundo multipolar, cooperativo,
intercultural e interreligioso, capaz de aceptar diferentes culturas en pie de
igualdad. La lógica de la dominación daría paso a una coordinación multilateral
basada en normas. La identidad humanista europea no puede ser borrada por este
paréntesis bárbaro en el que burocracias y oligarquías diseñan proyectos
genocidas y supremacistas. Podemos volver al bien común, a la diplomacia de
suma distinta de cero, contra los líderes socialistas, democristianos y
liberales que han traicionado sus más nobles tradiciones.
¿Qué otra cosa
es la paz justa a la que se refieren los actuales dirigentes políticos sino al
repudio de la tenaz labor de mediación que, sobre la base de factores
militares, políticos y económicos, busca producir resultados lo más ventajosos
posible para ambas partes en guerra? Las “situaciones en las que todos ganan”
acuñadas por el pragmatismo anglosajón parecen excluidas de la Europa maniquea,
delirante, nacionalista y militarista. Las consignas de halcones como el ex Ministro
sueco Bildt y el actual Secretario General de la OTAN Rutte, repetidas por
muchos políticos europeos, la academia y la prensa, basadas en la necesidad de
un rearme para responder a la amenaza rusa y china, carecen de fundamento. La
política imperial estadounidense no puede prescindir de enemigos (identificados
como China, Rusia, Irán y Corea del Norte). Todo esto está transformando a
Ucrania en un país anti-Rusia, armando a Taiwán y aislando a Irán a través de
una alianza de países árabes suníes. Estados Unidos –divide y vencerás– asegura
el vasallaje de sus aliados.
Los BRICS
tienen problemas de desarrollo económico y se centran en la cooperación, la
interconectividad, la infraestructura y el transporte. China hoy no tiene mitos
imperialistas. El militarismo de Beijing es inducido por Occidente. Es una
respuesta al rearme y al nacionalismo de Taiwán, impulsado por Washington. La
diplomacia de los BRICS funciona. La competencia objetiva entre China y Rusia
en Eurasia ha encontrado una salida en la cooperación. China y la India,
antagonistas tradicionales, pudieron mediar. El equilibrio de intereses ha
surgido incluso entre Arabia Saudita e Irán. En la genealogía de Europa, la
Venus del pasado, mosaico de culturas y de calidad de vida, cuna del humanismo cristiano
y laico, del espiritualismo judío, existe esta aspiración a la cooperación, a
un universalismo concreto orientado al respeto del pluralismo. La élite
político-burocrática actual encarna, en cambio, la barbarie de la historia
europea: supremacismo blanco, colonialismo, nacionalismo basado en la pureza
religiosa y étnica.
Los actuales
movimientos y partidos de la disidencia pueden ser los motores de una alianza
transnacional europea, alimentada por el bloque social de los perdedores, desde
las pequeñas industrias hasta los trabajadores extranjeros regularmente
integrados, desde los trabajadores manuales hasta los estudiantes, hasta la
clase media empobrecida y los pensionistas, habitantes de los suburbios, hasta
trabajadores agrícolas, hasta autónomos que ya no tienen profesión: todos
excluidos de la sociedad clasista y belicista en construcción. El despertar de
los intelectuales sería esencial para cimentar desde un punto de vista político
y cultural la Europa social del futuro, centrada en la cuestión social y
promoviendo una nueva estructura multipolar de relaciones internacionales. Una
Europa fundada sobre nuevas bases, plural en sí misma y respetuosa de la
diversidad de los intereses nacionales, pero al mismo tiempo capaz de
desarrollar una estrategia geopolítica unitaria en nombre de esa idea de
neutralidad anhelada por el filósofo Morin. La tan celebrada identidad europea
coincide, por tanto, con un núcleo de propósitos comunes: la salvación del
holocausto nuclear, del autoritarismo en avance, de la sociedad de vigilancia
digital, de la destrucción de la cultura humanista; el redescubrimiento de un
nuevo sentido de comunidad, el valor de la solidaridad social, de la pietas
cristiana, de la cooperación entre los pueblos. Un punto de inflexión a construir
con los países más parecidos de la Europa continental y mediterránea, con el
protagonismo de lo que queda de las fuerzas político-culturales
socialdemócratas, cristianas y liberales que han sobrevivido a la homologación
neoliberal, nacionalista, militarista y clasista de hoy. La información sigue
siendo la primera batalla. La Ley Digital Europea fue el
primer paso de una censura que cerrará los pequeños espacios que quedan.
Incluso en este sector se necesitarían economías de escala, para federar los distintos
canales de YouTube, radios y televisiones independientes, a fin de tener fondos
suficientes para una comunicación que llegue a una audiencia competitiva con la
formada por la corriente principal. Me parece que este es el deber que podría
guiar una acción política de amplio alcance, el largo y laborioso camino hacia
un renacimiento humanista.
Fuente: la fionda
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