Vivir al
día no resuelve nada; simplemente posterga lo inaplazable. Y nos sume en el
desconcierto. Sin proyecto de país, todo vale y nada sirve. Y el futuro se
oscurece, aunque se siga andando a trompicones. Y ahí (afuera y dentro) están
las derechas.
El futuro es hoy, vivir al día nada resolverá
El Viejo Topo
4 septiembre, 2023
Se trata de algo más que un juego de estrategias. Sánchez y Feijoo están en lo mismo: llegar al gobierno y, a la vez, preparar las condiciones para ir a nuevas elecciones. Las dos cosas son una. Feijóo se sabe, por poco, en desventaja: los números no le dan para ser jefe de gobierno. Sánchez parece que lo tiene más fácil y que llegará a gobernar de nuevo. Un gobierno, dicho sea, al paso, diferente al anterior: el eje gira a la derecha (PNV/Junts); Sumar más débil que Unidas Podemos; y, fundamental, la cuestión nacional-territorial en el centro del debate público.
Es una cosa
curiosa. Se lleva años advirtiendo sobre los enormes peligros de la llegada de
las derechas al gobierno y de sus consecuencias políticas, sociales y
económicas. Ahora parece que se entrevé la posibilidad de un PP más moderado
capaz de pactar hasta con Junts. De nuevo vivir al día y no saber lo que pasa.
El PP está a cuatro votos de ser gobierno, es decir, hay un empate estratégico
entre los dos bloques que organizan las mayorías políticas en nuestro país. No
hubo victoria, solo se evitó la derrota. Dicho de otro modo, la izquierda de
gobierno ganó porque movilizó a su alicaído electorado no en función de un
proyecto en positivo, sino porque hizo del miedo a las derechas el eje de su campaña
electoral. El miedo, lo sabemos, funciona, pero tiene un tiempo limitado.
Los empates
estratégicos se rompen sumando o restando, o ambas cosas a la vez. El bloque de
las derechas tiene proyecto y, sobre todo, un imaginario social que ha
colonizado ampliamente el sistema político-constitucional del 78 y todos y cada
uno de sus símbolos. No hablo solo de la monarquía, de la bandera o de las
FFAA, hablo de la Constitución; mejor dicho, de una lectura de la misma que ha
ido erosionado los fundamentos de todo el sistema. Baste pensar en los derechos
sociales o en la llamada cuestión territorial. La izquierda hoy carece de un
proyecto alternativo de país. Lo tuvo y fue refrendado en las plazas:
garantizar los derechos sociales, democratizar la economía y los medios de
comunicación, modificar un sistema electoral injusto que promueve el
bipartidismo, reforma constitucional y proceso constituyente, la lucha contra
la corrupción. Se podría continuar.
La clave del
poder de las derechas ha sido los consensos básicos que se han ido construyendo
y que bloquean las políticas que pudieran limitar y democratizar los grandes
poderes: alineamiento férreo con la política exterior norteamericana,
pertenencia a la OTAN y a su estrategia de impedir, cueste lo que cueste, la emergencia
de un nuevo orden multipolar; acuerdo con la Unión Europea del euro y
aceptación consciente con sus políticas neoliberales. Se dirá que todo esto es
consecuencia, en gran medida, de las políticas implementadas por el PSOE; ese
ha sido y es el gran problema de la izquierda española. Más claro, el partido
de Pedro Sánchez es el sistema, la otra pata del sistema y la polarización
existente se da en el territorio marcado por la derecha.
Hace unos días
Urtasun, portavoz de Sumar, habló de la poca ambición programática del PSOE y,
días después, Yolanda Díaz dijo que el gobierno de coalición era inevitable.
Negociar así no es muy prometedor. Debatir mirando de reojo a las elecciones
anticipadas es el escenario… El 2024 es año electoral: europeas, gallegas, vascas
y, con más margen, las catalanas. El juego de Feijóo es inteligente y no exento
de riesgos; por lo pronto tendrá que definir, por primera vez, un programa
solvente. Nada fácil. Los equilibrios con Vox serán difíciles de mantener y los
guiños a Junts y al PNV poco creíbles. La pregunta es pertinente: ¿por qué ir
hasta el final en una batalla que no se puede ganar? Se vuelve a hablar de
tamayazos, de complicidades con la Casa Real y demás juegos palaciegos. Todo es
posible.
Feijóo, creo,
va a intentar romper el empate y configurarse como una oposición consistente a
un gobierno que sabe débil y que inevitablemente va a entrar en el terreno
minado de la cuestión nacional-territorial. Negociar con el inquilino de
Waterloo será difícil y el aparato judicial no estará pasivo. El
independentismo está en horas bajas y el conflicto entre Esquerra y Junts se
agudizará en un año pre-electoral. En el centro, el gobierno, su política, su
estructura y composición. De Bruselas viene consolidación fiscal y el fin de las
alegrías presupuestarias. La desindustrialización europea seguirá avanzando en
beneficio de los EEUU y el eje de gravedad de la Unión continuará girando hacia
el Este. Las noticias del frente ucraniano no son buenas y habrá que dedicar
muchos más medios a las políticas de defensa y de seguridad, con la perspectiva
de un conflicto general en el Sahel. El débil impulso reformista del gobierno
está en cuestión; no parece que los grandes temas económicos, fiscales y
sociales estén el centro de las preocupaciones de Pedro Sánchez. La consigna es
durar, durar.
Sumar nació
para gobernar; se plegará, con mayor o menor entusiasmo, a los criterios
básicos definidos por el PSOE, insisto, en un contexto determinado por la
alianza PNV/Junts. El escenario ya lo vivimos: negociaciones, conflictos y
postureo de cara a la galería de los votantes que los medios convertirán
inevitablemente en mercadeo de prebendas, en discriminaciones y enfrentamiento
entre comunidades, por cierto, controladas en su mayoría por el PP. La cuestión
nacional-territorial es la gran debilidad del PSOE. Carece de un proyecto
solvente y tiene miedo a abrir el debate del título VIII de la Constitución.
Las derechas unificadas se emplearán a fondo con el objetivo explícito de
dividir y neutralizar la base electoral de las izquierdas, empezando por
Cataluña.
Ganar a las
derechas, romper el empate estratégico con el bloque político-social de
derechas, exigiría un gobierno de coalición protagonista de la vida pública, en
base a un conjunto coherente de reformas económicas, sociales y
constitucionales que hicieran visible un proyecto alternativo de país. En este
sentido durar es perder, aplazar la derrota y entregar el gobierno; la victoria
a las derechas. El PSOE seguirá existiendo; por ahora, sigue siendo el sistema.
Lo que puede desaparecer es la izquierda, las fuerzas políticos-sociales que
siguen teniendo una perspectiva transformadora y socialista
el gobierno, su
política, su estructura y composición. De Bruselas viene consolidación fiscal y
el fin de las alegrías presupuestarias. La desindustrialización europea seguirá
avanzando en beneficio de los EEUU y el eje de gravedad de la Unión continuará
girando hacia el Este. Las noticias del frente ucraniano no son buenas y habrá
que dedicar muchos más medios a las políticas de defensa y de seguridad, con la
perspectiva de un conflicto general en el Sahel. El débil impulso reformista
del gobierno está en cuestión; no parece que los grandes temas económicos,
fiscales y sociales estén el centro de las preocupaciones de Pedro Sánchez. La
consigna es durar, durar.
Sumar nació
para gobernar; se plegará, con mayor o menor entusiasmo, a los criterios
básicos definidos por el PSOE, insisto, en un contexto determinado por la
alianza PNV/Junts. El escenario ya lo vivimos: negociaciones, conflictos y
postureo de cara a la galería de los votantes que los medios convertirán
inevitablemente en mercadeo de prebendas, en discriminaciones y enfrentamiento
entre comunidades, por cierto, controladas en su mayoría por el PP. La cuestión
nacional-territorial es la gran debilidad del PSOE. Carece de un proyecto
solvente y tiene miedo a abrir el debate del título VIII de la Constitución.
Las derechas unificadas se emplearán a fondo con el objetivo explícito de
dividir y neutralizar la base electoral de las izquierdas, empezando por
Cataluña.
Ganar a las
derechas, romper el empate estratégico con el bloque político-social de
derechas, exigiría un gobierno de coalición protagonista de la vida pública, en
base a un conjunto coherente de reformas económicas, sociales y
constitucionales que hicieran visible un proyecto alternativo de país. En este
sentido durar es perder, aplazar la derrota y entregar el gobierno; la victoria
a las derechas. El PSOE seguirá existiendo; por ahora, sigue siendo el sistema.
Lo que puede desaparecer es la izquierda, las fuerzas políticos-sociales que
siguen teniendo una perspectiva transformadora y socialista.
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