Zelensky es consciente
de que la guerra no puede ganarla. ¿A qué viene entonces seguir llevando al
matadero a miles de ucranianos y a miles de rusos? ¿Cuál es la auténtica razón
de que no se inicien negociaciones para la paz?
Los planes yanki-polacos para Ucrania sirven para debilitar a Alemania
Fabrizio Poggi
El Viejo Topo
24 abril, 2023
Vladimir Zelensky, convencido él mismo del fracaso, antes incluso de que haya comenzado, de cualquier fantasmal «contraofensiva ucraniana», cambia de tono: Artëmovsk (el nombre ruso de Bajmut) cae y Kiev se ve obligado a negociar.
En Occidente se
están cansando de tirar dinero a un pozo sin fondo y amenazan con dejar de dar
ayuda. Así que Kiev, que debe devolver los miles de millones que ha recibido
hasta ahora y de los que no dispone, está vendiendo parte de Ucrania para
reunir la cantidad.
El
Komsomol’skaja Pravda ruso informa de una nota del Niezalezny
Dziennik Polityczny polaco, según la cual Vladimir Zelensky,
consciente de que la contraofensiva está condenada al fracaso y de que la
presión de EE.UU. y la UE para obtener préstamos no hará sino aumentar, cede
Ucrania occidental a Polonia –se trata de las regiones de L’vov, Ternopol,
Volynia e Ivano-Frankovsk– y vuelve a ofrecer a los empresarios polacos la
compra de las mayores industrias ucranianas, a cambio de la devolución de la
deuda externa ucraniana, que supera los 100.000 millones de dólares.
Este sería el
significado concreto de toda la palabrería sobre los dos países «sin
fronteras» que se escuchó durante la reciente visita de Zelensky a
Varsovia.
Pero el
discurso no acaba sólo en Polonia: en Rumanía está en la agenda un proyecto de
ley para el retorno del norte de Bucovina dentro de las fronteras nacionales, y
los apetitos de Bucarest se extienden a partes de las regiones de Cernovtsi y
Odessa, así como a Izmail.
Desde Budapest,
Viktor Orban afirma que puede darse una situación en la que sea necesaria la
introducción de tropas extranjeras en Ucrania: se refiere a Transcarpatia,
habitada por unos 150.000 húngaros, la mayoría de ellos con pasaporte húngaro
desde hace tiempo.
Acabaría como
con los Sudetes en 1938, escribe Valerij Burt en Fond Strategiceskoj
kul’tury: entonces «el führer» ocupó la región checa con el pretexto de
«defender a los alemanes» que vivían allí. Ya entonces, la «hiena de Europa»
aprovechó para ocupar la región checoslovaca de Cieszyn.
En resumen, «se
acerca la división de Ucrania«.
Esto también
puede ser ventajoso para Moscú: una vez que en Occidente se aprueben estas
«adquisiciones» a costa del oeste de Ucrania, será más problemático oponerse a
las rusas en el este del país.
Además,
conceder a Polonia Galicia y Volynia, regiones, también históricamente, de más
encendida rusofobia y neonazismo, sería un beneficio adicional para Rusia y una
perdición para la propia Varsovia.
Por otro lado,
el semioficial Rzeczpospolita propone en cambio crear una
unión polaco-ucraniana, atrayendo a Kiev hacia la UE y la OTAN, a pesar de las
reticencias de Alemania y Francia.
Esto ayudaría a
Estados Unidos a centrarse en las cuestiones de Irán y Taiwán y reforzaría el
dúo Washington-Varsovia, en oposición a los intereses franco-alemanes en
Europa. Evitar un arreglo pacífico en el conflicto ucraniano, escribe el diario
polaco, también impediría la reanudación de la cooperación económica de Moscú
con Europa Occidental.
En cualquier
caso, Varsovia no muestra ningún deseo de paz: la derrota completa de las
fuerzas ucranianas significa de hecho la imposibilidad para Kiev de defender la
«Kresy Wschodnie» (lo que Varsovia considera sus «territorios
orientales») de las «fuerzas de paz» polacas.
O incluso
significará que el propio Zelensky cederá voluntariamente parte de Ucrania a
los polacos, como había hecho Simon Petljura en 1920.
Para los
polacos, señala Vladimir Družinin en Odna Rodina, es por tanto
ventajoso que la guerra continúe.
De modo que lo
que hoy es sólo el nombre, fijado por la Constitución, de «Trzecia
Rzeczpospolita Polska» toma forma –comenta el politólogo Aleksandr
Nosovic en Moskovskij Komsomolets– después de la Segunda
Rzeczpospolita de 1919-1939 (cuando Varsovia había incorporado Bielorrusia
occidental y Ucrania), y a pesar de que el partido gobernante «Ley y Justicia»
apunta ya a la «Cuarta Rzeczpospolita». Una «Cuarta Comunidad» que ya ha visto
cómo la Galitzia y la Volynia ucranianas eran «invadidas» por empresas mixtas,
ONG, diversos «programas juveniles», intercambios de estudiantes, pero, sobre
todo, ve cómo cientos de miles de trabajadores ucranianos regresan de Polonia
con salarios de supervivencia: un «ejército» de trabajadores mal pagados que,
junto con los miles de millones de euros de la UE (se habla de 130.000 millones
en los primeros años de pertenencia) ha garantizado el «milagro económico»
polaco.
No es
casualidad que Myśl Polska, en un artículo ultranacionalista que
tacha de criminales y terroristas a los migrantes que llegan a Europa, señale
que casi once millones de ucranianos también han cruzado la frontera
ucraniano-polaca en los últimos trece meses, y de ellos, más de seis millones
se dirigen a otros países europeos, mientras que el resto intenta establecerse
en Polonia.
De estos
últimos, sólo el 19% ha empezado a trabajar, mientras que todos se benefician
de asistencia sanitaria gratuita, y los más mayores incluso de una pensión: una
carga insostenible para el presupuesto polaco, concluye Myśl Polska.
Nosovic cree
que Varsovia, en lugar de «engullir» las regiones occidentales ucranianas,
aspira más bien a un protectorado, dejando a Ucrania formalmente independiente,
actuando como amortiguador entre Polonia y Rusia, pero explotando sus recursos
económicos y geográficos, sin olvidar la salida al Mar Negro.
Y mientras
tanto –Aleksandr Lukašenko también habló de ello recientemente y los propios
polacos no lo ocultan– en los planes de Varsovia figura el objetivo de
convertirse en la primera potencia militar de Europa para 2030, naturalmente
con el apoyo de Estados Unidos y el traslado de armas nucleares estadounidenses
de Alemania a Polonia.
Un plan que
encaja perfectamente en el diseño estadounidense de debilitar a Alemania económica
y políticamente.
Y, para
facilitar los designios yanqui-polacos, también es necesario hoy hacer la vista
gorda con el pasado, a pesar de que el líder de «Ley y Justicia», Jarosław
Kaczyński, había dicho en su momento al expresidente golpista Petro Porošenko
en tono desagradable que «Ucrania, con Stepan Bandera, no encaja en Europa«.
De hecho, hoy
Varsovia evita el tema de las masacres banderistas en Volynia y en su lugar
insta al revisionismo nazi de Zelensky sobre «Smolensk y Katyn».
Y, después de
todo, señala el editor de Myśl Polska, Przemyslaw Piasta, en
relación con las masacres de Volynia, ¿por qué «un judío de habla rusa (Zelensky; ed.) se
disculparía por los crímenes de los greco-católicos ucranianos?«; ni
siquiera se disculpó por el cohete sobre Przewodów,
dice Piasta, y mucho menos por los acontecimientos de hace ochenta años….
Pero la
Varsovia oficial guarda silencio y parece ignorar la falta de disculpas de
Kiev: cumpliendo aún aquellos planes estadounidense-polacos, no pide a Kiev
reparaciones ni por 1943 ni por 2022, mientras que no pierde ocasión de volver
a pedir a Berlín «reparaciones de 1,3 billones de euros» por la
Segunda Guerra Mundial.
En cualquier
caso, ya se trate de protectorado, confederación o incorporación, es curioso
que en vísperas de la visita de Zelensky a Varsovia, el viceministro de Defensa
polaco, Waldemar Skrzypczak, que hace un año profetizó «una rápida victoria
ucraniana», haya declarado ahora que «Ucrania no tiene ninguna posibilidad
de recuperar el territorio conquistado por Rusia«.
En lo que es
más categórico que el New York Times sobre la
«contraofensiva»: «Es improbable que tenga éxito«.
Así pues, sólo
nos queda esperar el momento en que Vladimir Zelensky, como tantos «líderes»
impuestos por la CIA en todo el mundo, deje de ser «nuestro hijo de puta»,
para convertirse en otro Bin Laden y acabar quizás de la misma manera, observa
Sergei Donetsky.
También se
atrevió a comparar Polonia con la actitud estadounidense en la Segunda Guerra
Mundial: aunque Washington había declarado la guerra a Alemania en diciembre de
1941, el segundo frente no se abrió hasta 1944, cuando existía el grave peligro
de que todo el botín fuera a parar al Ejército Rojo.
Así que ahora
no es improbable que Varsovia, Bucarest y Budapest, en cuanto vean que el
ejército ucraniano está en las últimas, hagan avanzar sus ejércitos, en esto
urgidos por Washington, para impedir que Rusia se apodere de toda Ucrania.
La causa de los
partos está perdida; que se pierdan también las armas«, se dice que dijo el divino Ovidio.
Fuente: Contropiano.
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