domingo, 24 de julio de 2022

La larga transición ha comenzado

 

Pensar es muy importante, pero exige silencio, esfuerzo, discusión serena, un ambiente propicio al debate de ideas. ¿Cuáles son los cuatro escenarios conectados entre sí que es necesario conocer bien y que marcarán duraderamente nuestras vidas?


La larga transición ha comenzado

 

Manolo Monereo

El Viejo Topo

24 julio, 2022 

 

Querida Ana:

Me haces tantas preguntas que me dejan paralizado y en duda. Hemos perdido la visión global del mundo, sus tendencias básicas. Se puede decir que vamos de hecho en hecho, de acontecimiento en acontecimiento, cada vez más asustados. Si en medio de todo esto hay una guerra en el corazón de Europa, y además vivimos una gigantesca manipulación comunicacional-cognitiva, tenemos motivos para alarmarnos seriamente.

La historia avanza a saltos, la normalidad y la excepción se relacionan en el espacio y en el tiempo. Lo que antes nos parecían verdades cotidianas, hoy entran en un periodo de cuestionamiento. El presente ya no es lo que era y el futuro tampoco. La pandemia nos ha hecho interiorizar nuestras fragilidades, lo mucho que dependemos unos de otros y que todos y todas necesitamos ayuda. Nuestra autonomía es siempre provisional y las crisis nos muestran que no hay personas al margen o fuera de la sociedad sabiendo -es bueno recordarlo- que esta es profundamente desigual y en la que el poder está en manos de los grandes grupos financieros y empresariales regidos por una ley de hierro basada en el beneficio. Su ética consiste en convertir vicios privados en virtudes públicas a través del omnisciente y omnipresente mercado capitalista. 

Es bueno hablar de la pandemia. Nuestra debilidad, nuestra fragilidad puede ser un motor del cambio hacia una sociedad más justa e igualitaria o el inicio de un nuevo proceso de opresión, control y sobreexplotación. Lo que se llama el gran resert no es otra cosa que el nombre que se le pone a una contrarrevolución preventiva que intenta, una vez más, usar las nuevas tecnologías como instrumento de dominación. Los que mandan han aprendido mucho, sus técnicas han penetrado en nuestra consciencia, donde se elaboran los sueños, se crea el sentido común, se organiza el pensamiento crítico y, sobre todo, se fundamentan las rebeldías justicieras. Saben cómo somos cada vez más, nos conocen con mucha precisión y manipulan demandas, necesidades, aspiraciones y esperanzas.

Pensar es muy importante, pero exige silencio, esfuerzo, discusión serena, un ambiente propicio al debate de ideas. La clave es la de siempre: no aceptar lo dado como evidente y cuestionar las informaciones, los valores y las ideologías que transmiten unos medios de comunicación cada vez más controlados por el poder, por los poderes económicos, tecnológicos, políticos y comunicacionales-cognitivos. Un dato del que partir es que las crisis desvelan la realidad que la normalidad oculta. Las relaciones de fuerza, los discursos de los grandes grupos financieros, la prepotencia de la patronal, aparecen tal como son realmente. Nos lo dicen abiertamente, tenemos que vivir peor, los salarios tienen que ir por detrás de la inflación, la guerra en Ucrania nos obliga a sacrificios y, de nuevo, nuestras pensiones, nuestros derechos conquistados están en peligro. 

Como en otras épocas de nuestra historia, el miedo se empieza a convertir en una segunda piel. No nos deja pensar, no nos deja organizarnos ni luchar. Buscamos soluciones que den seguridad, que ordenen nuestro mundo y que, es una ilusión, generen un poco de futuro. Muchas veces pasamos de la izquierda a la derecha y circulamos muy cerca del poder. Votar al poder y a los que mandan está en nuestro imaginario. Durante años fuimos súbditos; la política era estar callados y pensar para adentro conviviendo con la delación, la injusticia y hasta con el crimen. Estas cosas dejan huella. Sabemos que se transmiten de generación en generación. Votar al poder es elegir a los que mandan y no se presentan a las elecciones, convertir el miedo en elección libre y democrática, Vox mediante.

Sí, querida Ana, el mundo está cambiando aceleradamente. Los de mi edad veremos solo un resplandor, un prólogo; tú lo verás en versión completa para bien o para mal. Organizar la esperanza siempre ha sido una tarea colectiva que exige compromiso, coraje moral y lucha social. ¿Qué está pasando delante de nuestros ojos?

  • El fracaso de ese constructo que se llamó la globalización neoliberal. Era –y sigue siendo– el gran proyecto de la pax norteamericana. Los EEUU se convirtieron en la “híper potencia”, derrotaron al “imperio del mal” y no tenían alternativa. Se pusieron manos a la obra para construir un mundo a su imagen y semejanza; los ganadores siempre se han creído con el derecho a explotar su victoria. Unas veces lo hicieron por las buenas; otras –casi siempre– por las malas; sus enemigos se convirtieron en enemigos de todos y fueron combatidos ferozmente: Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia… Su objetivo estratégico era claro: impedir el surgimiento de una potencia o conjunto de potencias que pudieran cuestionar el dominio y el control de EEUU en el mundo.
  • La crisis ecológico-social del planeta. Se habla tan vanamente de los problemas medioambientales, se comercia tanto con ellos y se abusa sin medida y consideración sobre supuestas e inocuas soluciones que corremos el peligro de no tomárnosla en serio. Que los equilibrios básicos que reproducen la vida en nuestro planeta se están modificando dramáticamente lo viene diciendo la comunidad científica desde hace muchos años. Crisis climática, de recursos, energética se anudan en un planeta finito que empiezan a descontar futuro. ¿Dónde está lo nuevo? En el engarce dramático entre cambios geopolíticos, escasez de recursos y conflictos político-militares generalizados.
  • La gran transición geopolítica. A pesar de todos los esfuerzos de los EEUU y de la OTAN, el mundo avanza, los pueblos siguen aspirando a su soberanía, al control de sus recursos, reclamando en todas partes bienestar social, justicia y una democracia sustancial. Ha ocurrido muchas veces en la historia. Los imperios, de una manera u otra, acaban generando sus alternativas. China, en apenas dos siglos, ha salido -a través de un proceso difícil y muy duro- del dominio de Occidente y vuelve a una historia de la que nunca se fue del todo. Con ella llegan India, Indonesia, Paquistán, Indochina. África y América Latina no quieren seguir siendo objeto de la historia y pretenden ser protagonistas determinantes de la misma. Esto no lo para nadie; insisto, nadie; o quizás sí, pero sería el final de la especie humana sobre el planeta. La tijera se cierra entre el infierno climático o el invierno nuclear.
  • El largo declive de Occidente. Decía un viejo maestro, Aníbal Quijano, que el llamado descubrimiento de América significó el nacimiento de tres capítulos esenciales de nuestra vida: la modernidad, el capitalismo y el racismo. El dominio euroamericano se desplegó en un mundo que se fue convirtiendo cada vez más en ancho y ajeno. Las banderas del libre comercio llegaron a todas partes precedidas de los cañones de los grandes buques holandeses, británicos, franceses y norteamericanos. Ellos convirtieron a Occidente en el mundo e impusieron a sangre y a fuego su cultura, sus valores, su religión. Siempre el racismo como clasificación social dominante y, en medio, un proceso sistemático de aculturación social que nunca consiguió matar del todo identidades, lenguas, imaginario y tradiciones.

Querida Ana, como verás, se trata de una transición de época histórica de dimensiones inéditas. Se podría hablar de transición civilizatoria. ¿Dónde está el problema? Antes lo he insinuado, en la guerra. En la literatura académica se habla de la “Trampa de Tucídides”. El conocido historiador griego dio cuenta de las guerras del Peloponeso que tenían como fundamento la rivalidad existencial entre una potencia dominante (Esparta) y una potencia emergente (Atenas). ¿Dónde está la trampa? Consiste en elucidar si esta rivalidad conduce o no necesariamente a la guerra. Lo intento explicar desde los problemas reales de hoy. En primer lugar, hay consenso en que EEUU está perdiendo peso económico, tecnológico y empresarial. En segundo lugar, se constata que este país sigue siendo –con mucha diferencia– la mayor potencia militar del mundo. Posee 800 bases repartidas en más de 80 países y, junto con la OTAN, tiene un gasto militar que es el 60% del mundial. En tercer lugar, se conoce desde hace tiempo que ha emergido una nueva gran potencia (China) que, de una u otra forma, está cuestionado el control y el dominio de EEUU sobre el mundo; todo esto en un proceso histórico en el que el eje del poder está transitando del Oeste al Este, de Occidente a Oriente.

El problema es el siguiente: ¿estará dispuesto EEUU a aceptar pacíficamente una transición a un mundo multipolar, de dominio compartido entre grandes potencias que fundamente un nuevo orden internacional? No lo creo. Me gustaría decir que sí, pero no lo veo posible. De hecho, desde que los EEUU controlan y organizan el mundo, hemos vivido una sucesión de guerras interminables, de conflictos bélicos permanentes, casi siempre mal resueltos por la gran potencia norteamericana. Todas han tenido la misma característica, la enorme superioridad militar de los EEUU y de la OTAN. José Luis Fiori lo ha definido muy bien: la potencia desafiada produce continuamente orden y desorden, conflictos y guerras en una espiral sin fin.

La guerra de Ucrania hay que verla en este contexto: el gigantesco esfuerzo para impedir o frenar el declive. EEUU sabe perfectamente que, en apenas 6 o 7 años, el mundo girará definitivamente hacia Oriente y que China se convertirá –ya en parte lo es– en la gran potencia regional. No lo consentirá e irá a la guerra. De hecho, la guerra en Ucrania lo es por delegación; el objetivo no es otro que debilitar a China golpeando a su retaguardia estratégica. Como suele decir Biden, en esta guerra los ucranianos lucharán hasta el último hombre, pondrán los muertos y la OTAN seguirá dirigiendo la operación.

La pregunta hay que hacérsela: ¿si hubiese una Europa independiente y soberana habría una guerra en Ucrania? Sin un acuerdo entre Europa y Rusia no habrá ni paz ni seguridad para nuestros pueblos. La OTAN sirve para convertir a los Estados europeos en aliados subalternos de EEUU y de sus grandes opciones estratégicas que poco o nada tienen que ver con nuestros intereses y nuestras necesidades.

Querida amiga, quisiera termina invitándote a una reflexión que tiene que ver con el presente y, sobre todo, con el futuro. Hay cuatros escenarios conectados entre sí que es necesario conocer bien y que marcarán duraderamente nuestras vidas. Del primero ya he hablado al principio de esta larga carta, el escenario comunicacional-cognitivo. De esto ya sabemos mucho, los grandes medios se han convertido en terminales del aparato de inteligencia y (des)información de la OTAN. Han desaparecido, en muy poco tiempo, las voces críticas, se han cerrado medios de comunicación, a mi juicio, ilegalmente y nos llega solo una opinión convertida en discurso disciplinario.

Un segundo escenario tiene que ver con la guerra en Ucrania. No quiero dedicarle más tiempo. Poco a poco la verdad, la otra verdad, la prohibida, irá apareciendo y tendremos una visión más equilibrada. Hay siempre un peligro manifiesto: la escalada; es decir, que Rusia vaya avanzando y que EEUU incremente, cada vez más, su potencial de fuego y que, sobre todo, el marco geográfico se amplíe. Esto empieza a estar ya delante de nuestros ojos.

El tercer escenario es el Mar de China Meridional. EEUU está repitiendo lo que hizo en su momento con la URSS y ahora con Rusia: organizar una coalición de Estados contra China con el objetivo de aislarla, asediarla y agotarla en una estrategia prolongada de desgaste. Lo que se quiere conseguir es propiciar un cambio de régimen; es decir, crear una situación que conduzca a una inestabilidad económica, división política y étnica y al conflicto social. Nunca cederán hasta -repito- llegar al enfrentamiento militar. De hecho, se busca, como en Ucrania, que este se localice en y por Taiwan.

El cuarto escenario está en formación y empezamos a tener noticias. Me refiero a África y, específicamente, a la África subsahariana. Muchos se han sorprendido del espectacular giro de la política de Pedro Sánchez sobre Marruecos y sobre el Sáhara. Yo no. Marruecos se va a convertir en el Estado-gendarme del Magreb que es aliado estratégico de EEUU y de la OTAN, pieza clave para el control geopolítico de un continente que explosiona y que cada vez está más lejos de Occidente. La nueva frontera se está marcando en el Sahel y todo apunta a un conflicto político militar entre Marruecos y Argelia. España se convierte en aliado estratégico de un Marruecos que nos tiene tomada la medida y que sabe defender sus intereses con firmeza.

En estos días se llora mucho sobre las muertes en la frontera de Melilla. Lágrimas de cocodrilo e hipocresía institucionalizada. Marruecos cumple con el papel asignado. La UE y España le exigen el estricto cumplimiento de lo acordado. Es típico en nuestro mundo asignar a otros el trabajo sucio. Pero no nos equivoquemos, de aquí al 2050 la mitad de crecimiento mundial de la población estará en África. Sus problemas demográficos, económicos y climáticos se agudizarán dramáticamente. Como viene diciendo la OTAN desde hace muchos años, las migraciones se convertirán en un problema político-militar de grandes dimensiones.

Termino definitivamente. Muchos piensan que hoy poco o nada se puede hacer, solo resignarse, aguantar y esperar mejores tiempos. Nunca he creído en eso. No hay las alternativas individuales. Si algo me dice la experiencia es que las personas, para hacer política de verdad, necesitan dotarse de un proyecto, organizarse, crear vínculos sociales e insertarse sólidamente en el conflicto social y territorial. Así es como se han obtenido las conquistas históricas, los derechos sociales y políticos que, como la vida enseña, son siempre provisionales y reversibles. 

Este debate nos llevaría muy lejos, y, como dicen las series, continuará. 

Fuente: Revista Éxodo.

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