Pensar es muy importante, pero exige silencio, esfuerzo,
discusión serena, un ambiente propicio al debate de ideas. ¿Cuáles son los
cuatro escenarios conectados entre sí que es necesario conocer bien y que
marcarán duraderamente nuestras vidas?
La larga transición ha
comenzado
El Viejo Topo
24 julio, 2022
Querida Ana:
Me haces tantas
preguntas que me dejan paralizado y en duda. Hemos perdido la visión global del
mundo, sus tendencias básicas. Se puede decir que vamos de hecho en hecho, de
acontecimiento en acontecimiento, cada vez más asustados. Si en medio de todo
esto hay una guerra en el corazón de Europa, y además vivimos una gigantesca
manipulación comunicacional-cognitiva, tenemos motivos para alarmarnos
seriamente.
La historia
avanza a saltos, la normalidad y la excepción se relacionan en el espacio y en
el tiempo. Lo que antes nos parecían verdades cotidianas, hoy entran en un
periodo de cuestionamiento. El presente ya no es lo que era y el futuro
tampoco. La pandemia nos ha hecho interiorizar nuestras fragilidades, lo mucho
que dependemos unos de otros y que todos y todas necesitamos ayuda. Nuestra
autonomía es siempre provisional y las crisis nos muestran que no hay personas
al margen o fuera de la sociedad sabiendo -es bueno recordarlo- que esta es
profundamente desigual y en la que el poder está en manos de los grandes grupos
financieros y empresariales regidos por una ley de hierro basada en el
beneficio. Su ética consiste en convertir vicios privados en virtudes públicas
a través del omnisciente y omnipresente mercado capitalista.
Es bueno hablar
de la pandemia. Nuestra debilidad, nuestra fragilidad puede ser un motor del
cambio hacia una sociedad más justa e igualitaria o el inicio de un nuevo
proceso de opresión, control y sobreexplotación. Lo que se llama el gran
resert no es otra cosa que el nombre que se le pone a una
contrarrevolución preventiva que intenta, una vez más, usar las nuevas
tecnologías como instrumento de dominación. Los que mandan han aprendido mucho,
sus técnicas han penetrado en nuestra consciencia, donde se elaboran los
sueños, se crea el sentido común, se organiza el pensamiento crítico y, sobre
todo, se fundamentan las rebeldías justicieras. Saben cómo somos cada vez más,
nos conocen con mucha precisión y manipulan demandas, necesidades, aspiraciones
y esperanzas.
Pensar es muy
importante, pero exige silencio, esfuerzo, discusión serena, un ambiente
propicio al debate de ideas. La clave es la de siempre: no aceptar lo dado como
evidente y cuestionar las informaciones, los valores y las ideologías que transmiten
unos medios de comunicación cada vez más controlados por el poder, por los
poderes económicos, tecnológicos, políticos y comunicacionales-cognitivos. Un
dato del que partir es que las crisis desvelan la realidad que la normalidad
oculta. Las relaciones de fuerza, los discursos de los grandes grupos
financieros, la prepotencia de la patronal, aparecen tal como son realmente.
Nos lo dicen abiertamente, tenemos que vivir peor, los salarios tienen que ir
por detrás de la inflación, la guerra en Ucrania nos obliga a sacrificios y, de
nuevo, nuestras pensiones, nuestros derechos conquistados están en peligro.
Como en otras
épocas de nuestra historia, el miedo se empieza a convertir en una segunda
piel. No nos deja pensar, no nos deja organizarnos ni luchar. Buscamos
soluciones que den seguridad, que ordenen nuestro mundo y que, es una ilusión,
generen un poco de futuro. Muchas veces pasamos de la izquierda a la derecha y
circulamos muy cerca del poder. Votar al poder y a los que mandan está en
nuestro imaginario. Durante años fuimos súbditos; la política era estar
callados y pensar para adentro conviviendo con la delación, la injusticia y
hasta con el crimen. Estas cosas dejan huella. Sabemos que se transmiten de
generación en generación. Votar al poder es elegir a los que mandan y no se
presentan a las elecciones, convertir el miedo en elección libre y democrática,
Vox mediante.
Sí, querida
Ana, el mundo está cambiando aceleradamente. Los de mi edad veremos solo un
resplandor, un prólogo; tú lo verás en versión completa para bien o para mal.
Organizar la esperanza siempre ha sido una tarea colectiva que exige
compromiso, coraje moral y lucha social. ¿Qué está pasando delante de nuestros
ojos?
- El fracaso de ese constructo que se llamó la globalización neoliberal.
Era –y sigue siendo– el gran proyecto de la pax norteamericana.
Los EEUU se convirtieron en la “híper potencia”, derrotaron al “imperio
del mal” y no tenían alternativa. Se pusieron manos a la obra para
construir un mundo a su imagen y semejanza; los ganadores siempre se han
creído con el derecho a explotar su victoria. Unas veces lo hicieron por
las buenas; otras –casi siempre– por las malas; sus enemigos se
convirtieron en enemigos de todos y fueron combatidos ferozmente:
Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia… Su objetivo estratégico era claro:
impedir el surgimiento de una potencia o conjunto de potencias que
pudieran cuestionar el dominio y el control de EEUU en el mundo.
- La crisis ecológico-social del planeta. Se habla tan vanamente de los
problemas medioambientales, se comercia tanto con ellos y se abusa sin
medida y consideración sobre supuestas e inocuas soluciones que corremos
el peligro de no tomárnosla en serio. Que los equilibrios básicos que
reproducen la vida en nuestro planeta se están modificando dramáticamente
lo viene diciendo la comunidad científica desde hace muchos años. Crisis
climática, de recursos, energética se anudan en un planeta finito que
empiezan a descontar futuro. ¿Dónde está lo nuevo? En el engarce dramático
entre cambios geopolíticos, escasez de recursos y conflictos
político-militares generalizados.
- La gran transición geopolítica. A pesar de todos los esfuerzos de los
EEUU y de la OTAN, el mundo avanza, los pueblos siguen aspirando a su
soberanía, al control de sus recursos, reclamando en todas partes
bienestar social, justicia y una democracia sustancial. Ha ocurrido muchas
veces en la historia. Los imperios, de una manera u otra, acaban generando
sus alternativas. China, en apenas dos siglos, ha salido -a través de un
proceso difícil y muy duro- del dominio de Occidente y vuelve a una
historia de la que nunca se fue del todo. Con ella llegan India,
Indonesia, Paquistán, Indochina. África y América Latina no quieren seguir
siendo objeto de la historia y pretenden ser protagonistas determinantes
de la misma. Esto no lo para nadie; insisto, nadie; o quizás sí, pero
sería el final de la especie humana sobre el planeta. La tijera se cierra
entre el infierno climático o el invierno nuclear.
- El largo declive de Occidente. Decía un viejo maestro, Aníbal Quijano,
que el llamado descubrimiento de América significó el nacimiento de tres
capítulos esenciales de nuestra vida: la modernidad, el capitalismo y el
racismo. El dominio euroamericano se desplegó en un mundo que se fue
convirtiendo cada vez más en ancho y ajeno. Las banderas del libre
comercio llegaron a todas partes precedidas de los cañones de los grandes
buques holandeses, británicos, franceses y norteamericanos. Ellos
convirtieron a Occidente en el mundo e impusieron a sangre y a fuego su
cultura, sus valores, su religión. Siempre el racismo como clasificación
social dominante y, en medio, un proceso sistemático de aculturación
social que nunca consiguió matar del todo identidades, lenguas, imaginario
y tradiciones.
Querida Ana,
como verás, se trata de una transición de época histórica de dimensiones
inéditas. Se podría hablar de transición civilizatoria. ¿Dónde está el
problema? Antes lo he insinuado, en la guerra. En la literatura académica se
habla de la “Trampa de Tucídides”. El conocido historiador griego dio cuenta de
las guerras del Peloponeso que tenían como fundamento la rivalidad existencial
entre una potencia dominante (Esparta) y una potencia emergente (Atenas).
¿Dónde está la trampa? Consiste en elucidar si esta rivalidad conduce o no
necesariamente a la guerra. Lo intento explicar desde los problemas reales de
hoy. En primer lugar, hay consenso en que EEUU está perdiendo peso económico,
tecnológico y empresarial. En segundo lugar, se constata que este país sigue
siendo –con mucha diferencia– la mayor potencia militar del mundo. Posee 800
bases repartidas en más de 80 países y, junto con la OTAN, tiene un gasto
militar que es el 60% del mundial. En tercer lugar, se conoce desde hace tiempo
que ha emergido una nueva gran potencia (China) que, de una u otra forma, está
cuestionado el control y el dominio de EEUU sobre el mundo; todo esto en un
proceso histórico en el que el eje del poder está transitando del Oeste al
Este, de Occidente a Oriente.
El problema es
el siguiente: ¿estará dispuesto EEUU a aceptar pacíficamente una transición a
un mundo multipolar, de dominio compartido entre grandes potencias que
fundamente un nuevo orden internacional? No lo creo. Me gustaría decir que sí,
pero no lo veo posible. De hecho, desde que los EEUU controlan y organizan el
mundo, hemos vivido una sucesión de guerras interminables, de conflictos
bélicos permanentes, casi siempre mal resueltos por la gran potencia
norteamericana. Todas han tenido la misma característica, la enorme
superioridad militar de los EEUU y de la OTAN. José Luis Fiori lo ha definido
muy bien: la potencia desafiada produce continuamente orden y desorden,
conflictos y guerras en una espiral sin fin.
La guerra de
Ucrania hay que verla en este contexto: el gigantesco esfuerzo para impedir o
frenar el declive. EEUU sabe perfectamente que, en apenas 6 o 7 años, el mundo
girará definitivamente hacia Oriente y que China se convertirá –ya en parte lo
es– en la gran potencia regional. No lo consentirá e irá a la guerra. De hecho,
la guerra en Ucrania lo es por delegación; el objetivo no es otro que debilitar
a China golpeando a su retaguardia estratégica. Como suele decir Biden, en esta
guerra los ucranianos lucharán hasta el último hombre, pondrán los muertos y la
OTAN seguirá dirigiendo la operación.
La pregunta hay
que hacérsela: ¿si hubiese una Europa independiente y soberana habría una
guerra en Ucrania? Sin un acuerdo entre Europa y Rusia no habrá ni paz ni
seguridad para nuestros pueblos. La OTAN sirve para convertir a los Estados
europeos en aliados subalternos de EEUU y de sus grandes opciones estratégicas
que poco o nada tienen que ver con nuestros intereses y nuestras necesidades.
Querida amiga,
quisiera termina invitándote a una reflexión que tiene que ver con el presente
y, sobre todo, con el futuro. Hay cuatros escenarios conectados entre sí que es
necesario conocer bien y que marcarán duraderamente nuestras vidas. Del primero
ya he hablado al principio de esta larga carta, el escenario
comunicacional-cognitivo. De esto ya sabemos mucho, los grandes medios se han
convertido en terminales del aparato de inteligencia y (des)información de la
OTAN. Han desaparecido, en muy poco tiempo, las voces críticas, se han cerrado
medios de comunicación, a mi juicio, ilegalmente y nos llega solo una opinión
convertida en discurso disciplinario.
Un segundo
escenario tiene que ver con la guerra en Ucrania. No quiero dedicarle más
tiempo. Poco a poco la verdad, la otra verdad, la prohibida, irá apareciendo y
tendremos una visión más equilibrada. Hay siempre un peligro manifiesto: la
escalada; es decir, que Rusia vaya avanzando y que EEUU incremente, cada vez
más, su potencial de fuego y que, sobre todo, el marco geográfico se amplíe.
Esto empieza a estar ya delante de nuestros ojos.
El tercer
escenario es el Mar de China Meridional. EEUU está repitiendo lo que hizo en su
momento con la URSS y ahora con Rusia: organizar una coalición de Estados
contra China con el objetivo de aislarla, asediarla y agotarla en una
estrategia prolongada de desgaste. Lo que se quiere conseguir es propiciar un
cambio de régimen; es decir, crear una situación que conduzca a una
inestabilidad económica, división política y étnica y al conflicto social.
Nunca cederán hasta -repito- llegar al enfrentamiento militar. De hecho, se
busca, como en Ucrania, que este se localice en y por Taiwan.
El cuarto
escenario está en formación y empezamos a tener noticias. Me refiero a África
y, específicamente, a la África subsahariana. Muchos se han sorprendido del
espectacular giro de la política de Pedro Sánchez sobre Marruecos y sobre el
Sáhara. Yo no. Marruecos se va a convertir en el Estado-gendarme del Magreb que
es aliado estratégico de EEUU y de la OTAN, pieza clave para el control geopolítico
de un continente que explosiona y que cada vez está más lejos de Occidente. La
nueva frontera se está marcando en el Sahel y todo apunta a un conflicto
político militar entre Marruecos y Argelia. España se convierte en aliado
estratégico de un Marruecos que nos tiene tomada la medida y que sabe defender
sus intereses con firmeza.
En estos días
se llora mucho sobre las muertes en la frontera de Melilla. Lágrimas de
cocodrilo e hipocresía institucionalizada. Marruecos cumple con el papel
asignado. La UE y España le exigen el estricto cumplimiento de lo acordado. Es
típico en nuestro mundo asignar a otros el trabajo sucio. Pero no nos
equivoquemos, de aquí al 2050 la mitad de crecimiento mundial de la población
estará en África. Sus problemas demográficos, económicos y climáticos se
agudizarán dramáticamente. Como viene diciendo la OTAN desde hace muchos años,
las migraciones se convertirán en un problema político-militar de grandes
dimensiones.
Termino
definitivamente. Muchos piensan que hoy poco o nada se puede hacer, solo
resignarse, aguantar y esperar mejores tiempos. Nunca he creído en eso. No hay
las alternativas individuales. Si algo me dice la experiencia es que las
personas, para hacer política de verdad, necesitan dotarse de un proyecto, organizarse,
crear vínculos sociales e insertarse sólidamente en el conflicto social y
territorial. Así es como se han obtenido las conquistas históricas, los
derechos sociales y políticos que, como la vida enseña, son siempre
provisionales y reversibles.
Este debate nos
llevaría muy lejos, y, como dicen las series, continuará.
Fuente: Revista Éxodo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario