La
población española sigue ajena a la tormenta que se alza en el horizonte. Las
decisiones de la cumbre de la OTAN en Madrid (atizar aún más las guerras en
África) no han merecido atención. El Sahel será el nuevo escenario bélico
próximamente.
España en guerra
El Viejo Topo
19 julio, 2022
España está en
guerra. No es una frase exagerada ni un ejercicio retórico. El suministro de
armas a Ucrania para combatir a terceros (las milicias del Dombass y el
ejército ruso) nos pone en la mira de los misiles y armas rusas. No ha habido
declaración de guerra formal ni siquiera debate parlamentario. El gobierno del
PSOE sabía que contaba, si hubiera sido necesario, con el apoyo de la derecha y
la ultraderecha; los grupos de izquierda, sin rumbo, sin propuesta alternativa,
apabullados por la campaña publicitaria y temerosos de perder su espacio
institucional, lanzan frases hueras o simplemente callan como hizo Yolanda Díaz
y dan por buena la situación. El añorado Domenico Losurdo hablaría de esa “izquierda ausente”.
La población
española sigue ajena a las nubes de tormenta que se alzan en el horizonte. Las
decisiones tomadas en la cumbre de la OTAN en Madrid (atizar aún más las
guerras en África) no han merecido atención. La prensa nos entretiene con
banalidades: los grandes temas de la reunión fueron las indumentarias y los
menús de los invitados. Lo anecdótico oculta las graves decisiones que se
toman. Pocas cosas han trascendido a la opinión pública. El movimiento
anti-OTAN aunque ha conseguido movilizarse ha estado plagado, como casi
siempre, de sectarismos y divisiones. La llamada “izquierda institucional” ha
intentado controlar y amordazar la protesta. El peso de los cargos en el
ejecutivo hace ser muy circunspectos a esos dirigentes políticos, antaño muy
críticos con la OTAN y que hoy la justifican como mal menor. El desarme
ideológico de la izquierda es en parte responsable de la actual situación de
confusión en la ciudadanía.
El conflicto
ucraniano no acabará con la tensión OTAN-Rusia; será, cuando acabe esta guerra,
un episodio más al que seguirán otros. No volveremos a la situación anterior al
24 de febrero.
La sumisión del
actual gobierno “progresista” a los dictados de EEUU nos debería avergonzar
como país; tanto es así que el presidente Biden sólo informó al
ejecutivo español de que iba a ampliar la base de Rota para dar cabida a dos
nuevos destructores. Insisto, sólo informó. UP afirmó que el
presidente español ni los había consultado. Pedro Sánchez ha utilizado la
cumbre de la OTAN en Madrid como plataforma política personal; se trataba de
ofrecerse para otros cargos si llegaba la ocasión. Nos quiso vender que
Ceuta y Melilla quedarían bajo el amparo de la organización a través del
artículo 5; Jens Stoltenberg, el Secretario General de la organización atlántica,
lo corrigió rápidamente, aclarando que la supuesta intervención no sería
automática sino que estaría en función de los acuerdos políticos entre países
(es decir de los intereses de EEUU).
En ese contexto
se entiende la posición de sumisión promovida por Pedro Sánchez y su ministro
de Exteriores José Manuel Albares y las acciones posteriores, es así como se
explica la traición perpetrada por este gobierno al Pueblo Saharaui. Y por si
no fuera poco el ministro de exteriores se ha encargado, con sus declaraciones,
de acentuar la enemistad con Argel. El penúltimo exabrupto del diplomático ha
sido acusar a Rusia de la “agresión que habíamos recibido por parte de
Argelia”. Pero hay más: la toma de posición a favor de la monarquía alauita
nos arrastrará a una guerra más que probable en el Sahel. La tensión
argelino-marroquí ha subido de tono desde la última cumbre de la OTAN.
El Sahel
africano será el nuevo escenario bélico en los próximos meses. La visita del
ministro de exteriores a Rabat a comienzos del mes de julio apunta a definir el
apoyo de España en caso de conflicto. Si hace pocas semanas fueron las tropas
de la OTAN las que hicieron maniobras militares en el reino de Marruecos con la
participación de Israel (las denominadas African Lion 22), ahora son las tropas
rusas las que anuncian ejercicios militares conjuntos con Argel. Para detener
el ansia belicista marroquí que cree que su posición es de fuerza, Argel
corresponde con un enorme desfile militar, mostrando su armamento más
sofisticado. Mientras, la prensa fantasea con la posibilidad de que Rusia esté
interesada en una base naval en Oran. Es evidente que la tensión en la frontera
se ha agudizado desde que Argel y Marruecos rompieron sus relaciones
diplomáticas el año pasado. En este momento el control militar está sellando
zonas fronterizas donde el contrabando entre los dos países era una forma de
vida.
Las
inadmisibles declaraciones del presidente de Gobierno sobre la matanza de
inmigrantes en Melilla muestran, por si quedaban dudas, nuestra sumisión a los
intereses de EEUU. Marruecos es la potencia regional en la zona a
expensas de nuestro país. Las declaraciones de Pedro Sánchez, defendiendo a la
gendarmería marroquí, han provocado un profundo rechazo en el conjunto de la
sociedad española. No es, como se ha pretendido justificar después, un problema
de interpretación.
El actual
gobierno muestra los límites de su “progresismo” y, parafraseando al poeta, el
gobierno PSOE-UP se afana en ser “blando con las espuelas y duro con las
espigas”. La apuesta decidida por la guerra (incrementando en 1000 millones de
aquí al final de año el presupuesto en Defensa), el abandono de la reforma
fiscal, el recorte las pensiones mediante la privatización y el posible pacto
de rentas dibujan los límites de la acción de gobierno. Pedro Sánchez se
muestra incapaz de arbitrar soluciones factibles a la crisis social que se
avecina. La devastación social en la izquierda, provocada por una política que
quiere paliar con gestos lo que son políticas neoliberales, abre camino a la
futura victoria de la derecha. Pedro Sánchez ya asume que su destino personal
no es renovar mandato en el palacio de la Moncloa sino, tal vez, ocupar los
despachos de la OTAN en Bruselas.
Mientras, el
ministro Albares nos muestra que es un triste hombre, aunque ignoro si es un
hombre triste. Olvidado en la cumbre Atlántica de hace unas semanas,
(obviamente su jefe lo eclipsó) nadie parece haber prestado atención a las
declaraciones del ínclito ministro de exteriores español. Nadie prestó atención
al señor Albares porque nuestra posición de vasallaje nos invisibiliza en el
concierto internacional. Para hacerse notar y, como si la situación no
fuera ya suficientemente explosiva, nuestro jefe de embajadores se permite
echar más gasolina al fuego. La arrogancia del personaje es inversamente
proporcional al peso específico que tiene como diplomático. Hace pocos días nos
enemistaba con Mali con unas declaraciones amenazantes. En plena cumbre de la
OTAN en Madrid (claro anuncio de la orientación de las futuras relaciones con
el Sahel), amenazó con la intervención militar en ese país. Sus palabras,
recogidas por las agencias, son enormemente imprudentes. Afirmó que «no
se descarta una intervención de la OTAN en Mali si fuera necesario», «Si
es necesario y la situación constituye una amenaza para nuestra seguridad, lo
haremos«. Queda solo una duda, si se refería a los grupos
yihadistas, (por cierto, financiados como sabemos por Occidente) o a los
militares rusos de la compañía privada Wagner. Sin duda estará satisfecho;
alguien lo tiene en cuenta. Nuestro ministro se comporta, si me permiten la
comparación, como esos pequeños perrichuelos que suplen su falta de talla con
sus ladridos. Las declaraciones no son casuales: coinciden con la adopción por
parte de la Alianza Atlántica del nuevo concepto que considera al Sahel como
zona de “interés estratégico”. No ha sido sólo una baladronada de Albares. El
actual incidente se enmarca en el deterioro creciente de las relaciones
diplomáticas españolas con los países del Sahel y el Norte de África.
Mali llamó
inmediatamente a consultas al embajador español en Bamako. El hombre
fuerte del país ha puesto al ministro en su sitio. El coronel Assimi Goïta
denunció públicamente que, desde la intervención de la OTAN en Libia en 2011,
el terrorismo ha ido expandiéndose por toda la zona. Se puede apreciar,
desde esa perspectiva, que hay una relación de causa efecto entre las
intervenciones militares de Occidente y el desarrollo de grupos terroristas. La
aparición de estas organizaciones, como en el caso de Siria, es la excusa
perfecta para invocar la necesidad de las guerras humanitarias. Es un recurso
ampliamente utilizado en las últimas décadas: primero invadir un país para
imponer la “democracia” y eliminar al “dictador” de turno que molesta; después
quedarse para defender al país de los terroristas que los “defensores” han
creado, al tiempo que se lo depreda. Es el caso de Irak, Siria o Libia.
Malí es un
ejemplo. Los grupos terroristas, afincados durante décadas en zonas cada vez
más amplias del territorio, han contado con armamento superior al del ejército.
Unas fuerzas armadas con graves problemas de corrupción que han sido apoyadas
por las potencias coloniales, en este caso Francia. Mali, como otras antiguas
colonias francesas, sigue en un estado de postración social y económica que
sólo se explica porque la antigua metrópoli sigue parasitando la riqueza de
esta nación.
El ejército
francés, que había desplegado durante décadas unos 5500 efectivos, comenzó a
retirarse del país el 31 de enero. Acababa para los franceses la operación
Takuba Task Force, entre grandes muestras de alegría por parte de la población.
Su hueco ha sido ocupado por unos 2500 soldados de la compañía rusa Wagner que
conjuntamente con el ejército maliense han conseguido muy buenos resultados en
la lucha contra los yihadistas. El enfado francés es mayúsculo. Emmanuel Macron
y el presidente de Senegal, hace pocas fechas, pedían la retirada de los
Wagners de la zona. La marcha del ejército francés provocará, a su
vez, el fin de la operación europea EUTM-MALI, donde España. Alemania y otros
países mantenían una fuerte presencia militar (nuestro país tiene unos 600
militares en la zona). También el programa Minusma diseñado por la ONU
para estabilizar políticamente el país y que contaba con 13289 militares y 1920
policías fenecerá a medio plazo.
La intervención
de la ONU, tal y como se ha llevado a cabo hasta el momento, supeditaba los
intereses del país africano, como ocurre en otros muchos, a los designios de
las antiguas potencias coloniales. Nuestro gobierno, por otra parte, nos
implica en más conflictos sirviendo a los intereses de terceros países. Nuestro
papel en los nuevos escenarios es un triste papel. Así nos va.
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