Deutschland über alles (pero mejor no lo digas muy alto)
INSURGENTE.ORG
/ 11 julio 2022
No parece que últimamente, especialmente desde la intervención rusa en Ucrania, Alemania pueda verse reflejada con orgullo en un himno, el suyo, que no anda sobrado de semejante sentimiento. “Deutschland, Deutschland über alles/über alles in der Welt: Alemania, por encima de todo en el mundo”.
Si ya en febrero Alemania decidiera hacer aspavientos
de castigar a Rusia como la que más, paralizando nada menos que el Nord Stream
2, ahora resulta que está alarmada e indignada, no vaya a ser que Rusia utilice
políticamente el Nord Stream 1 cerrándolo. O sea, que me apunto como vulgar
pirata a las sanciones caprichosamente calculadas por el gran sheriff
occidental contra Rusia, pero que a esta no se le ocurra… sencillamente
defenderse y sancionarme por más que le hayamos secuestrado miles de millones
en dólares, en oro, etc. Papelón insostenible el de una Alemania, que con
Francia, ha hecho dejación de su condición de garante de los acuerdos de Minsk
que, entre otras cosas, obligaban al gobierno de Kiev a dejar de machacar al
Donbass como venía haciendo desde el 2014 tras el golpe del Maidán.
Verdaderamente ridícula y bochornosa
la actitud del gobierno de Berlín, que ha hecho saltar todas las alarmas en un
país que, de pasar a buscar (como siempre) su lebensraum (espacio vital), resulta que ve caer empresas enteras
mientras se le anuncia que se le va a cercenar “a todo gas” sus condiciones más
vitales… de vida. Y todo, mientras EEUU se pasa por el forro los “principios
que hay que mantener ante el eje del mal” y decide que ahora igual no conviene
castigar tanto a Venezuela y a Irán; en fin, los anglosajones apropiándose en
exclusiva del término realpolitik… alemán para más escarnio.
Cada vez más analistas se apuntan a que un objetivo
primordial de EEUU (por más inconfesable que sea) es el de mantener atadas las
pretensiones de Alemania de tirar por su cuenta en sus planes de creación de su
propio bloque europeo. Unas pretensiones que, desde luego, no son menos
imperiales que las de EEUU, pero necesitadas de una agenda bien diferente que
la estadonuidense; lo que incluía, por un buen tiempo, no tener relaciones
tumultuosas con el gigante ruso. Una agenda “pacífica” que, en definitiva,
entraba en total contradicción con la de un elefante yanqui, que, herido en su
hegemonía, necesita ir creando cacharrerías aquí y allá, a ser posible no muy
lejos de sus aliados para que estos sigan siéndolos como en los mejores tiempos
de la Guerra Fría. No en vano, EEUU sigue manteniendo más de 20 bases militares
en suelo germano.
El caso es que, efectivamente, desde
el principio de las sanciones a Rusia, surgen voces desde diversos estamentos
alemanes, empezando por la misma patronal, asegurando que es la ruina para
Alemania cortar sus relaciones con Rusia. En estos días ha sido Yasmin Fahimi,
la lideresa de la Federación Alemana de Sindicatos, quien afirmaba (gritaba
desesperadamente habría que decir) al Bild
am Sonntag que “los cortes de gas natural en Alemania provocarían el
colapso de industrias enteras”, que “industrias
enteras en Alemania están en riesgo de colapso debido a los cuellos de
botella del gas: aluminio, vidrio y la industria química [y que] tal colapso tendría consecuencias masivas para
toda la economía y el empleo en Alemania». Ya antes, desde la municipalidad de Hamburgo se
anunciaba que, de seguir así las cosas, habría que racionar el agua caliente.
En realidad, desde hace mucho años,
los gobiernos de Alemania dejan que otros países, y otros actores de “la
sociedad civil” en el suyo propio, digan lo que al ejecutivo alemán no se le
puede ocurrir decir. Ya se lo advertía a Merkel en 2006 el presidente iraní,
Ahmadinejad, en una carta donde le recordaba lo que ella sabía de sobra: la
constante utilización contra Alemania de su derrota en la Segunda Guerra
Mundial y del Holocauto. Y añadía algo de rabiosa actualidad: “lo más lamentable [es] que algunas autoridades de esta nación [alemana] consideren que ellos y su pueblo merecen esta
situación y la defienden. ¿No es esto una de las cosas extrañas del mundo?” (*)
Un año antes, en medio de los
crecientes acuerdos entre Alemania y Rusia (impulsados a todo lo alto por
Gerard Schröder), oh casualidad, la administración Bush decidía “defender a sus
aliados europeos”, que no habían solicitado nada, colocando en Checoslovaquia
un escudo antimisiles dirigidos hacia el este, provocando la legítima cólera
del gobierno de Putin, a quien entonces el inefable George Bush-hijo le
tranquilizaba diciendo que no iban dirigidos contra el “amigo que es Rusia”
sino contra «radicales o
extremistas” a
algún que otro régimen renegado (léase Irán) que intente “extorsionar al mundo libre para promover sus
objetivos ideológicos”. Como
por casualidad también. Alemania, que se había añadido al grupo de 5 potencias
que negociaba con Irán el acuerdo nuclear, estaba interesada en rebajar
tensiones con la gran nación persa.
Que la Alemania del “lebensraum” se está viendo
entrampada letalmente en un callejón sin salida (y no precisamente por Rusia) –
y que, por tanto, no es de fiar lo que diplomáticamente exprese- se ve en que
la marioneta anglosajona de Zelensky se atreve a tratarla con agresividad y
desprecio, evidentemente con el aval de la administración de Biden, a quien
tampoco le interesa decirle a las claras a Alemania que “si yo no, tú tampoco”.
Que la marioneta de Zelensky no se fíe del apoyo unánime occidental tiene su
lógica. Empezando por no dar crédito a Alemania. Y presiona y presiona para que
esta se siga humillando.
Así, en esta semana, el
vicecanciller y ministro de Economía de Alemania, Robert Habeck, hacía un
llamado público a Canadá para que liberase la turbina del gasoducto Nord Stream
1 que está varada en el país debido a las sanciones impuestas a Rusia y que es
clave para los flujos de gas. «Necesitamos
capacidades en Nord Stream 1 para llenar nuestro almacenamiento», afirmaba Habeck en declaraciones a
Bloomberg, agregando que “las
capacidades de almacenamiento llenas en Alemania no solo son importantes para
el mercado alemán, sino también para el mercado europeo y para la seguridad
del suministro en Europa«. La verdad es que leyendo esto no es para fiarse de
la determinación del núcleo central de la UE con las sanciones, por más que el
cabo furriel Borrell vaya lanzando amenazas horribles contra el malvado Putin.
Rápidamente el gobierno de Kiev
expresaba su oposición a que Canadá devolviese la turbina del gasoducto Nord
Stream, ni a Alemania ni a la rusa Gazprom, pues de hacerlo ambos países
(Canadá y Alemania) atentaban contra las sanciones a Rusia. Pues bien, este
domingo (10 de julio) Europa Press publicaba que el ministro
canadiense de Recursos Naturales, Jonathan Wilkinson, ha anunciado que se
devolverá la turbina a Alemania porque su economía está sufriendo “dificultades muy significativas, y los propios
alemanes correrán el riesgo de no poder calentar sus hogares a medida que se
acerca el invierno». Pendientes
estamos de la reacción del monigote de Zelensky; más bien, de cómo sus jefes
anglo-occidentales le dictan que le conviene reaccionar.
Sin duda que EEUU, tal como desde estas páginas se
venía alertando desde hace años, ha terminado por lanzar un misil a Europa,
dirigido a la sala de máquinas teutona. Y se está cargando el proyecto de
autonomía imperial de Alemania. Desde luego que no es cuestión de quejarse de
que a esta le estén saliendo mal sus intentos de reeditar el Tercer Reich por
vías “más amables”, utilizando para ello el señuelo de la interminable
construcción de la Unión Europea.
Por lo que se ve, este golpe geostratégico de envergadura
en el corazón de Europa –que llevaba EEUU queriendo dar buscando para ello la
provocación constante a Rusia- no dejará de traer nefastas consecuencias
en lo económico y en lo social a todos los pueblos del viejo continente
empezando por el pueblo alemán. Es de esperar que sea este pueblo el que rompa
definitivamente contra toda veleidad “reichana” en su país. Y se decida a tomar
el testigo de lo mejor de la república de Weimar. De lo mejor, es decir, a
partir de la semilla ensangrentada plantada por la gran Rosa Luxemburgo y el
gran Karl Liebknecht. Y que, si grandeza quiere, retome la no menos grande
historia del partido de Marx y Engels que terminó por ser traicionado cuando
sus dirigentes avalaron la política de guerra del 14. Bueno será recordarlo en
este ambiente cada vez más bélico que actualmente vivimos en nuestro
continente.
Al fin y al cabo, el pueblo alemán
daría así el verdadero sentido de grandeza con que el que los revolucionarios
liberales redactaron el himno a mitad del siglo XIX, que era a favor “sobre
todo” (über alles) de la unidad de Alemania, hasta entonces dividida en estados
de corte autoritario. Promovían una construcción alemana que no rindiera
pleitesía a ninguna monarquía o keiser alguno. Ojalá el pueblo alemán sacara
provecho de la degeneración y la degradación imperialistas a varias bandas en
curso para retomar lo mejor de su historia. Ciertamente, el único proyecto
“vital” de grandeza que le queda por probar, para que no fracase, es el de
convertir a su país en un “espacio” de la liberación social para sí mismo y
para Europa toda entera. Ese sí que es un lebensraum que (nos) merece la pena.
(*)
https://adversariometapolitico.wordpress.com/2012/10/16/carta-de-ahmadinejad-a-merkel-2006/
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