Carta abierta a Juan Carlos I,
emérito defraudador fiscal
Por Jesús Maraña | 21/05/2022 | España
Fuentes: Info
Libre
Muy Señor Mío
(o no tanto):
Leo estos días
en algunos periódicos y escucho en varias emisoras de radio numerosos mensajes
dirigidos a usted con gran aparato adulador, felicitándose por su “regreso” a
España, revindicando todo tipo de hazañas protagonizadas por Su Majestad
Emérita en beneficio de la democracia y hasta calculando la aportación
económica que sus generosas gestiones desde la Jefatura del Estado
habrían supuesto para la caja común (ver aquí). Esta campaña está coordinada por la
denominada Concordia Real Española, y en ella participan desde conocidos
empresarios y afamados periodistas muy amigos suyos hasta aristócratas de
rancio o reciente abolengo (ver aquí).
Permítame un
inciso personal. Como tantos millones de contribuyentes, yo he cumplido siempre
escrupulosamente mis deberes con Hacienda. Vengo educando a mis hijas en la
cultura de la responsabilidad y la justicia fiscal. Es la base de cualquier
otro anhelo democrático para quienes defendemos el Estado del Bienestar como el
mejor sistema de convivencia de la historia de la humanidad. Dice literalmente
la Constitución en su artículo 31-1: “Todos contribuirán al
sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica
mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de
igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance
confiscatorio”.
Llevo casi
cuarenta años cotizados y pagando impuestos por una media de más de tres días
de cada siete trabajados. Es lo que tiene pertenecer, fundamentalmente, a la
clase social de los asalariados (dentro de la cual, por supuesto, hay grados,
niveles de ingresos, de bienestar y de precariedad). No me quejo, de
hecho me siento un privilegiado en comparación con demasiadas
realidades humanas que conozco.
Sin acritud,
pero desde una irritación profunda, quiero trasladarle lo siguiente: usted
es un defraudador fiscal. No es verdad que la justicia haya
dictaminado su inocencia respecto a diferentes delitos, como insisten sus
amigotes, aduladores, abrazadores varios y dirigentes de las derechas que
pretenden convertir este asunto en un elemento más del siempre pendiente debate
entre monarquía y república. La Fiscalía archivó su investigación porque
consideró que esos presuntos delitos no se podían juzgar, bien por
haber prescrito o bien por una interpretación generosísima de la inviolabilidad
de la Corona establecida en esa misma Constitución que decreta la
justicia y la progresividad fiscal. Las regularizaciones fiscales que Su
Majestad Emérita abonó sólo cubren una mínima parte de los ingresos que
por las razones antedichas no han podido ser investigados penalmente, y,
además, le fue permitido realizarlas cuando ya hasta en Abu Dabi se sabía que
estaba siendo investigado, cosa que no se le habría aceptado a contribuyente
alguno, por sólidos que fueran sus servicios a la democracia o sus sufrimientos
en la lucha antifranquista (ver aquí).
Si le parece
–como le insistirá su queridísimo Carlos Herrera– que el párrafo anterior es
fruto de un republicanismo sectario o de un izquierdismo antimonárquico, ciego
ante el otro plato de la balanza en el que debemos poner su papel en la
Transición, en el 23F o en la consecución de las Olimpiadas (otras historias
para desarrollar con calma), le ruego repase no sólo el informe de
archivo de la Fiscalía (ver aquí) sino también el comunicado que su propio
hijo, Felipe VI, hizo público el 15 de marzo de 2020, el mismo día que
España entraba en estado de alarma por la pandemia (ver aquí). Refleja negro sobre blanco la confirmación (muy
tardía) de la existencia de un patrimonio opaco en paraísos
fiscales y la renuncia (imposible legalmente) a toda futura herencia que tenga
que ver con esa fortuna contaminada y clamorosamente irregular.
Deje de ofender
a la inteligencia pretendiendo aparecer como víctima y mártir del
socialcomunismo o de su propio hijo. Nada ni nadie ha hecho más daño a la
máxima institución del Estado que usted mismo
Aunque sé que
no es usted muy aficionado a la lectura, le sugiero un simple vistazo a otro
documento: el discurso de entronización que pronunció su hijo Felipe VI tras
su abdicación en 2014. Comprobará que hizo un hincapié muy especial en el
compromiso de “transparencia” y “ejemplaridad” para abrir una “nueva época” (ver aquí). A sabiendas de que la institución monárquica que le
llevó al trono tenía el prestigio por los suelos desde el caso Nóos y
otras sospechosas andanzas más propias de la prensa cardiaca, su hijo supo ver
que estaba obligado a trazar una línea bien gruesa que le alejara radicalmente
de los cuarenta años de reinado anterior. No sé si se ha percatado Su Majestad
Emérita, pero su ruidoso regreso a Sanxenxo y, sobre todo, esa campaña
de blanqueo puesta en marcha por tierra, mar y aire deja de nuevo en
papel mojado el compromiso de decencia y transparencia adquirido por su hijo.
A ver si me
entiende: si España fuera una república y su presidente hubiera actuado como
usted lo ha hecho, ya le anticipo que mi crítica sería exactamente la
misma en lo que se refiere a la denuncia de su fraude fiscal y la
opacidad de un patrimonio que no surge por esporas ni se justifica por
los recursos públicos asignados. Entre otras muchas diferencias entre
república y monarquía, como bien sabe Su Majestad Emérita, resulta que quien le
ha sustituido tampoco ha sido votado por la ciudadanía, y por eso le
afecta y ensucia mucho más su impresentable actuación.
Jamás me
atrevería a dar consejos ni a un becario, de modo que no se me pasa por la
cabeza hacerlo con un ex Jefe del Estado. Simplemente creo que tengo derecho,
como ciudadano y contribuyente, a exigirle que a estas alturas del oscuro
culebrón que Su Majestad Emérita ha protagonizado, deje de ofender a la
inteligencia pretendiendo aparecer como víctima y mártir del
socialcomunismo o de su propio hijo. Nada ni nadie ha hecho más daño a la
máxima institución del Estado que usted mismo, y por eso nos debe unas
cuantas explicaciones, unas disculpas meridianas y un mutis por el foro que le
lleve a una posición discreta desde la que no cause más perjuicios a la higiene
democrática (con permiso de la justicia británica que aún mantiene alguna causa
abierta).
Atentamente.
P.D. Regresa usted a Sanxenxo, camino de la Zarzuela,
en la misma semana en que hemos conocido nuevos audios sobre la
operación más sucia de las protagonizadas desde el PP en sus tres décadas de
existencia: la llamada Kitchen. Lo escuchado no deja lugar a
dudas sobre las mentiras de María Dolores de Cospedal o Esperanza
Aguirre ante la justicia (ver aquí). Hay un nexo letal entre el caso de Su Majestad
Emérita y el de los audios grabados por Villarejo: las cloacas del Estado han
funcionado a máximo rendimiento como mínimo hasta anteayer (no son cosa del
pasado), y lo peor no son las corrupciones que tapaban, sino la impunidad con
la que sus protagonistas (del rey abajo, demasiados) actuaban. Hágase
la luz.
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