La
retórica innovadora, propalada por supuestos expertos, ahora ya empieza a
materializarse en la legislación: la educación se adapta a las necesidades del
siglo XXI, que son las necesidades de determinados intereses económicos y
actores corporativos. ¿Cuáles son las implicaciones sociales que comportarán
los nuevos cambios?
¿Más competentes o más ignorantes? Competencias
básicas y menosprecio del conocimiento
El Viejo Topo
1 diciembre, 2021
“Los nuevos
currículos de Secundaria, una «revolución» que deja elegir a los docentes el
contenido de las asignaturas”[i].
El enunciado del citado artículo se desprende de los borradores de currículo de
Secundaria que el Ministerio de Educación ha enviado a las comunidades
autónomas.
Ya hace tiempo
nos anunciaron que, con la nueva Ley LOMLOE, los estudiantes tendrán que
“memorizar menos” y “saber hacer más”. Es lo que se viene a llamar “enfoque
competencial” y que se pretende imponer en todas las etapas educativas
obligatorias y también en el Bachillerato. De hecho, tampoco es nada nuevo, ya
en la LOE del 2006 se citaban las “competencias educativas”, lo que entraba en
gran contradicción con una enumeración exhaustiva de los contenidos a impartir.
Como dice
Andreu Navarra, “a estas alturas nos preguntamos cuál es el criterio racional
para seguir tomando las competencias como modelo general o de aplicación
preceptiva. Un modelo recomendado por la Unión Europea hace veinte años y que
ha demostrado no funcionar en diversos países (por ejemplo, Finlandia) y tantas
dudas despierta”[ii].
En Cataluña, la
nueva Ley de Educación (LEC 2009) también introducía las Competencias
educativas, pero no fue hasta el 2019 que por primera vez las familias de los
chicos y chicas que estudiaban en los institutos iban a recibir las notas de
una manera diferente. El nuevo Decreto del Departamento de educación exigía que
las evaluaciones ya no se hicieran por asignaturas, sino por “Competencias
básicas”. Todo ello después de un gran bombardeo, desde 2016, sobre la
“necesidad de la innovación educativa”, patrocinado por «Escola Nova 21»
(Fundació Bofill, La Caixa, la UOC i Unescocat) en donde, con gran despliegue
mediático, se proponía “una transformación del sistema educativo para que se
actualice, adoptando plenamente un propósito dirigido a desarrollar competencias
para la vida en nuestro contexto histórico”.
De hecho,
estamos asistiendo a un ataque sin precedentes a nuestro sistema público de
educación. Un ataque diseñado desde ya hace mucho tiempo pero que, con la
excusa de la crisis, se ha aplicado con una gran celeridad, generalizándose y
profundizándose. Estamos hablando de la usurpación de la educación por parte
del neoliberalismo, y de sus promotores: los bancos, las multinacionales y el
mundo financiero. Ya que son justamente estas organizaciones las que han
inventado y promocionando dichas ‘competencias básicas”.
¿Qué son y de donde provienen las Competencias básicas?
Entre finales
de 2007 y principios de 2008 comienza una reflexión sobre los «nuevos empleos»
y las habilidades apropiadas para estos puestos de trabajo. La nueva
comunicación de la Comisión Europea sobre «nuevas capacidades para nuevos
empleos», se centra en las necesidades de los empleadores que requieren
habilidades «blandas» tales como habilidades de comunicación, análisis,
resolución de problemas y espíritu emprendedor. Se trata de definir las
«competencias» que los empresarios necesitan de sus trabajadores. Así
aparecieron lo que se denomina «competencias básicas», y todo apunta a que esta
llamada “educación competencial” ha venido para quedarse. Así lo expresa la
nueva ley de Educación LOMLOE, el nuevo Conseller de educación de la
Generalitat de Cataluña, y también la OCDE, la UE, EL Banco Mundial y,
curiosamente, también Telefónica, Google, La Caixa, BBVA, la Fundación Bofill y
toda una gran cohorte de “expertos” que nos traen la “buena nueva” educativa
que va a solucionar todos los problemas de nuestro sistema educativo. Todo
ello, con gran difusión mediática.
Pero, ¿qué son
las competencias básicas? Las «Competencias» no son una metodología pedagógica
para ayudar a que todos los niños y jóvenes aprendan mejor, tampoco una demanda
del profesorado, ni un ideal de las familias, son una exigencia del mundo
económico vehiculado por la OCDE. Tampoco son una novedad, pues desde los años
90 que se están intentando introducir. En el 2006 el Parlamento europeo ya
aprobó un cuadro de «competencias clave» necesarias por «el aprendizaje a lo
largo de la vida, el desarrollo personal, la ciudadanía activa, la cohesión
social y la empleabilidad», a iniciativa de la OCDE y El Banco Mundial.
Para entender
este repentino interés en “transformar la educación” y “adaptarla a las
necesidades del siglo XXI”, debemos tener en cuenta que la expansión neoliberal
en un mundo cada vez más globalizado llegó también a la educación, modificando
la política educativa oficial con el objetivo de responder a la sociedad de
mercado y a las necesidades del mundo financiero, lo cual implica un cambio del
sentido y de los objetivos que durante muchos años ha tenido la educación. Se
trata de abandonar la idea de la educación como servicio público, como un
derecho básico de toda la ciudadanía que tenga por objetivo proporcionar una
formación integral, y eso se hace con el propósito de redefinir y planificar
una educación al servicio de la economía, entendida ya no como un derecho
universal sino como una inversión personal[iii].
El
neoliberalismo en la educación tiene como objetivos principales: 1) abrir el
mercado educativo para que las empresas privadas puedan realizar negocios en
este mercado; 2) reducir el gasto público destinado en la educación y aumentar
la privatización y la contribución de los ciudadanos y las empresas en su
financiación; 3) ofrecer una formación al servicio de las empresas, adecuándola
a las necesidades del mercado de trabajo; 4) disminuir la capacidad de la
educación de generar conocimiento y pensamiento crítico; 5) transmitir los
nuevos valores neoliberales de competitividad y desigualdad; y 6) precarizar
las condiciones del trabajo docente. Se trata de «posponer y supeditar los
conocimientos humanísticos y críticos a la adquisición de competencias más
próximas al mundo empresarial y al terreno laboral»[iv].
El menosprecio del conocimiento
Tal y como
tratamos de explicar en el libro que lleva este mismo nombre, El
menosprecio del conocimiento[v],
para la OCDE la cuestión principal no son tanto los conocimientos que la
escuela tiene que transmitir sino como la educación «puede promover el tipo de
habilidades transferibles que se pueden utilizar para hacer frente y adaptarse
a la incertidumbre y el cambio económico» Así, en la educación por
competencias, «el conocimiento como tal deja de ser el objetivo central del
proceso educativo, y pasa a jugar un papel secundario, dando prioridad a las
técnicas para la resolución de problemas: el saber hacer»[vi].
Con el
aprendizaje por competencias, como explica Nico Hirtt, «el papel de la escuela
ya no es el de transmitir saberes concretos (lo que en buena pedagogía implica
evidentemente el ser capaz de aplicarlos), sino solamente el de enseñar a
utilizar cualquier saber, preferentemente en situaciones complejas e inéditas»[vii].
En la práctica, ello implica aparcar todo aprendizaje que vaya en el sentido de
ampliar la cultura, estimular el espíritu crítico, fomentar la creatividad, el
pensamiento libre, la capacidad de análisis de la realidad y la capacidad de
transformar la sociedad.
Resumiendo, las
“competencias básicas” son aquellas habilidades que las empresas han decidido
que necesitan para el futuro del mundo laboral. Y para imponerlas, y para que
sean menos costosas por el Estado, se recomienda que las instituciones privadas
colaboren en esta tarea. Y esto es lo que explicaría el porqué, tanto desde la
nueva Innovación educativa (Escola Nova 21), como desde las empresas y bancos
(Telefónica, Google, La Caixa, Banco Santander, etc.), ya hace tiempo que se
está promocionando esta práctica. Y, finalmente, se ha convertido en ley.
La excusa de
todo es la adaptación de la educación a las “necesidades del siglo XXI”.
Andreas Schleicher, director del área educativa de la OCDE y creador del
informe PISA, declaraba hace poco en el diario El País (18/06/2021): “La
educación en España prepara a los alumnos para un mundo que ya no existe”. Está
claro que la educación tiene que preparar para el mundo del trabajo, pero no es
ésta su misión principal. La educación es un valor social y debe trabajar para
la realización personal y la mejora de la sociedad. No queremos educar para que
los y las jóvenes «se adapten» en el nuevo mundo del trabajo, sino para que
tengan herramientas para defenderse de la creciente explotación y precariedad.
Y, para eso, son totalmente insuficientes las “competencias básicas” y algunas
de las “nuevas innovaciones”.
Asimismo, a
pesar de que encontramos muchos enunciados que nos hablan de las “evidencias”
de la mejora del aprendizaje con el enfoque competencial, no existen estudios
serios que den fe de ello. De hecho, el único estudio sobre la experiencia
Escola Nova 21 fue realizado por el Consell Superior d’Avaluació de Catalunya
en noviembre de 2020, y las consecuencias que se pueden extraer son estas: en
aquellos centros educativos en que, durante tres años, ha sido aplicada la
promoción de las “competencias básicas” y, por lo general, la retórica sobre la
“nueva innovación” no existen resultados educativos más positivos que en el
resto[viii].
Pero, además ,
con la excusa de la “innovación educativa” se están implementando otras medidas
claramente neoliberales: proyectos «singulares» que desmiembran el concepto de
educación pública igual para todo el mundo y que estimulan la competencia entre
los centros; direcciones empresariales que “eligen” a dedo al profesorado y lo
dejan atemorizado por miedo a perder su plaza; disminución continuada del gasto
público, empresas que entran en las escuelas… que no hace más que privatizar el
sistema y consolidar las desigualdades sociales del alumnado.
Por otro lado,
se está devaluando y culpabilizando al profesorado. De repente, y en los
momentos de más recortes, aparece la idea (altamente difundida por los medios
de comunicación) de que «la educación no funciona” y que el problema es que el
«profesorado no está preparado por la educación del siglo XXI». Y, por lo
tanto, hay que cambiarlo todo. Todo aquello que se ha hecho hasta ahora no
sirve: ni contenidos, ni memoria, ni profesor/a que enseñe. Ahora el
profesorado ha «de acompañar» el aprendizaje del alumnado y los niños y jóvenes
tienen que escoger “itinerarios educativos” según sus necesidades y
motivaciones, como si las necesidades y las motivaciones no tuvieran nada que
ver con el entorno cultural y económico del alumnado. Finalmente, “lejos de
favorecer la innovación pedagógica el planteamiento por competencias encierra a
los docentes en una burocracia rutinaria”[ix].
Sin embargo,
dentro de un sector de profesorado progresista, este enfoque ha encontrado
cierto consenso, porque se ha asimilado a las pedagogías constructivistas. Pero
esa asimilación supone un error: en el enfoque constructivista las diferentes
prácticas pedagógicas tienen el objetivo de ayudar a consolidar los saberes,
mientras que en el enfoque por “competencias” los conocimientos quedan
reducidos a una herramienta al servicio de la actividad del alumno, es decir,
de la competencia correspondiente. Su objetivo es más el aprendizaje en el
«saber hacer» que en el “aprender», y con la evaluación por “competencias» se
refuerza todavía más la devaluación del conocimiento, puesto que lo importante
es saber lo justo para poder aplicarlo. Como explican los autores de Escuela
o Barbarie, “el planteamiento por competencias […] es el de un sistema que
profundiza en las desigualdades y que abandona por completo su misión ilustrada
de elevar el nivel cultural e intelectual de la población”[x].
El desprecio de
las clases magistrales, de la utilización de la memoria, de los libros de texto
(convertidos en digitales) y de todo aquello que se hacía, son también
elementos que dificultan la transmisión del conocimiento. La memoria es absolutamente
necesaria para retener los conocimientos y sin conocimientos no hay cultura, no
hay comprensión de la realidad, no hay capacidad de análisis, no hay
posibilidad de tener espíritu crítico, ni hay tampoco posibilidad de ampliar el
propio conocimiento. «Cuanto más se desprecia la memoria y el aprendizaje de
datos, más se favorece que el alumnado recurra a la memorización mecánica,
puesto que no tienen en mente los datos y referencias que les permitan
articular una comprensión significativa de lo que estudian»[xi].
Finalmente, es
evidente que hay que mejorar la educación, pero cualquier innovación educativa
debería tener como objetivo buscar aquellas prácticas educativas que mejor
ayuden a aprender y a preparar personas libres y cultas, críticas y solidarias,
y no trabajadores productivos o emprendedores competitivos. La escuela no puede
ser una mera fábrica de jóvenes precarios, sumisos e incultos, y esto es
precisamente lo que está intentando la deriva neoliberal en la educación y
algunas de las nuevas prácticas “innovadoras”.
Alejar a los
alumnos del acceso al conocimiento implica tener ciudadanos sin capacidad
crítica, lo cual los convierte en ciudadanos dóciles y fáciles de manipular. Y
los más perjudicados son precisamente los que más necesitan esos conocimientos,
los más desfavorecidos socialmente, porque, bajo la retórica del progreso en la
educación, les estafan los contenidos que les permitirían comprender las
causas, políticas y económicas, que los han llevado a su situación. Debemos
denunciar todas estas estrategias y organizar la lucha por una educación
pública, democrática y verdaderamente emancipadora.
Notas
[i] Sánchez Caballero, Daniel. “Los nuevos currículos de Secundaria, una
«revolución» que deja elegir a los docentes el contenido de las
asignaturas”. El Diario. 21/10/2021
[ii] Navarra, Andreu (2021). Prohibido aprender. Un recorrido por
las leyes de educación de la democracia. Ed. Anagrama.
[iii] Cañadell, Rosa. (2013). ¿Qué pasa con la educación? Preguntas (y
respuestas) más frecuentes. Ed. El Viejo Topo.
[iv] Díez Gutiérrez, Enrique Javier. (2018). Neoliberalismo
educativo. Ed. Octaedro.
[v] Cañadell, Rosa; Corominas, Albert & Hirtt, Nico. (2020). El
menosprecio del conocimiento. Ed. Icaria.
[vi] Hirtt, Nico. “L’approche par compétences : une mystification
pédagogique”. Appel pour une école démocratique (Aped). 01/10/2009.
[vii] Hirtt, Nico. «La educación en la era de las competencias». Revista
electrónica interuniversitaria de formación del profesorado. Vol. 13, nº 2,
2010, pp. 108-114.
[viii] “A pesar del esfuerzo, dedicación, propuestas a dedo, acosos,
explotación laboral, fines de semana de trabajo y otros daños colaterales, las
propuestas de Eduard Vallory y la Fundación La Caixa, las consecuencias, en
cuanto a resultados educativos, son nulos”. Díez, Xavi. “L’escola Nova 21
certifica el seu fracàs”. Espai de dissidència. 07/02/2021.
[ix] Hirtt, Nico. «La educación en la era de las competencias»…
[x] Fernández Liria, Carlos; García, Olga & Galindo, Enrique.
(2017). Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje
y el delirio de la izquierda. Ed. Akal.
[xi] Serra, Eva. “Entrevista a Enrique Galindo: Educación por competencias
vs competencias de la educación”. Catalunya Vanguardista.
28/11/2019.
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