miércoles, 1 de diciembre de 2021

¿Más competentes o más ignorantes? Competencias básicas y menosprecio del conocimiento

 

La retórica innovadora, propalada por supuestos expertos, ahora ya empieza a materializarse en la legislación: la educación se adapta a las necesidades del siglo XXI, que son las necesidades de determinados intereses económicos y actores corporativos. ¿Cuáles son las implicaciones sociales que comportarán los nuevos cambios?


¿Más competentes o más ignorantes? Competencias básicas y menosprecio del conocimiento

 

Rosa Cañadell

El Viejo Topo

1 diciembre, 2021 

 


“Los nuevos currículos de Secundaria, una «revolución» que deja elegir a los docentes el contenido de las asignaturas”[i]. El enunciado del citado artículo se desprende de los borradores de currículo de Secundaria que el Ministerio de Educación ha enviado a las comunidades autónomas.

Ya hace tiempo nos anunciaron que, con la nueva Ley LOMLOE, los estudiantes tendrán que “memorizar menos” y “saber hacer más”. Es lo que se viene a llamar “enfoque competencial” y que se pretende imponer en todas las etapas educativas obligatorias y también en el Bachillerato. De hecho, tampoco es nada nuevo, ya en la LOE del 2006 se citaban las “competencias educativas”, lo que entraba en gran contradicción con una enumeración exhaustiva de los contenidos a impartir.

Como dice Andreu Navarra, “a estas alturas nos preguntamos cuál es el criterio racional para seguir tomando las competencias como modelo general o de aplicación preceptiva. Un modelo recomendado por la Unión Europea hace veinte años y que ha demostrado no funcionar en diversos países (por ejemplo, Finlandia) y tantas dudas despierta”[ii].

En Cataluña, la nueva Ley de Educación (LEC 2009) también introducía las Competencias educativas, pero no fue hasta el 2019 que por primera vez las familias de los chicos y chicas que estudiaban en los institutos iban a recibir las notas de una manera diferente. El nuevo Decreto del Departamento de educación exigía que las evaluaciones ya no se hicieran por asignaturas, sino por “Competencias básicas”. Todo ello después de un gran bombardeo, desde 2016, sobre la “necesidad de la innovación educativa”, patrocinado por «Escola Nova 21» (Fundació Bofill, La Caixa, la UOC i Unescocat) en donde, con gran despliegue mediático, se proponía “una transformación del sistema educativo para que se actualice, adoptando plenamente un propósito dirigido a desarrollar competencias para la vida en nuestro contexto histórico”.

De hecho, estamos asistiendo a un ataque sin precedentes a nuestro sistema público de educación. Un ataque diseñado desde ya hace mucho tiempo pero que, con la excusa de la crisis, se ha aplicado con una gran celeridad, generalizándose y profundizándose. Estamos hablando de la usurpación de la educación por parte del neoliberalismo, y de sus promotores: los bancos, las multinacionales y el mundo financiero. Ya que son justamente estas organizaciones las que han inventado y promocionando dichas ‘competencias básicas”.

¿Qué son y de donde provienen las Competencias básicas?

Entre finales de 2007 y principios de 2008 comienza una reflexión sobre los «nuevos empleos» y las habilidades apropiadas para estos puestos de trabajo. La nueva comunicación de la Comisión Europea sobre «nuevas capacidades para nuevos empleos», se centra en las necesidades de los empleadores que requieren habilidades «blandas» tales como habilidades de comunicación, análisis, resolución de problemas y espíritu emprendedor. Se trata de definir las «competencias» que los empresarios necesitan de sus trabajadores. Así aparecieron lo que se denomina «competencias básicas», y todo apunta a que esta llamada “educación competencial” ha venido para quedarse. Así lo expresa la nueva ley de Educación LOMLOE, el nuevo Conseller de educación de la Generalitat de Cataluña, y también la OCDE, la UE, EL Banco Mundial y, curiosamente, también Telefónica, Google, La Caixa, BBVA, la Fundación Bofill y toda una gran cohorte de “expertos” que nos traen la “buena nueva” educativa que va a solucionar todos los problemas de nuestro sistema educativo. Todo ello, con gran difusión mediática.

Pero, ¿qué son las competencias básicas? Las «Competencias» no son una metodología pedagógica para ayudar a que todos los niños y jóvenes aprendan mejor, tampoco una demanda del profesorado, ni un ideal de las familias, son una exigencia del mundo económico vehiculado por la OCDE. Tampoco son una novedad, pues desde los años 90 que se están intentando introducir. En el 2006 el Parlamento europeo ya aprobó un cuadro de «competencias clave» necesarias por «el aprendizaje a lo largo de la vida, el desarrollo personal, la ciudadanía activa, la cohesión social y la empleabilidad», a iniciativa de la OCDE y El Banco Mundial.

Para entender este repentino interés en “transformar la educación” y “adaptarla a las necesidades del siglo XXI”, debemos tener en cuenta que la expansión neoliberal en un mundo cada vez más globalizado llegó también a la educación, modificando la política educativa oficial con el objetivo de responder a la sociedad de mercado y a las necesidades del mundo financiero, lo cual implica un cambio del sentido y de los objetivos que durante muchos años ha tenido la educación. Se trata de abandonar la idea de la educación como servicio público, como un derecho básico de toda la ciudadanía que tenga por objetivo proporcionar una formación integral, y eso se hace con el propósito de redefinir y planificar una educación al servicio de la economía, entendida ya no como un derecho universal sino como una inversión personal[iii].

El neoliberalismo en la educación tiene como objetivos principales: 1) abrir el mercado educativo para que las empresas privadas puedan realizar negocios en este mercado; 2) reducir el gasto público destinado en la educación y aumentar la privatización y la contribución de los ciudadanos y las empresas en su financiación; 3) ofrecer una formación al servicio de las empresas, adecuándola a las necesidades del mercado de trabajo; 4) disminuir la capacidad de la educación de generar conocimiento y pensamiento crítico; 5) transmitir los nuevos valores neoliberales de competitividad y desigualdad; y 6) precarizar las condiciones del trabajo docente. Se trata de «posponer y supeditar los conocimientos humanísticos y críticos a la adquisición de competencias más próximas al mundo empresarial y al terreno laboral»[iv].

El menosprecio del conocimiento

Tal y como tratamos de explicar en el libro que lleva este mismo nombre, El menosprecio del conocimiento[v], para la OCDE la cuestión principal no son tanto los conocimientos que la escuela tiene que transmitir sino como la educación «puede promover el tipo de habilidades transferibles que se pueden utilizar para hacer frente y adaptarse a la incertidumbre y el cambio económico» Así, en la educación por competencias, «el conocimiento como tal deja de ser el objetivo central del proceso educativo, y pasa a jugar un papel secundario, dando prioridad a las técnicas para la resolución de problemas: el saber hacer»[vi].

Con el aprendizaje por competencias, como explica Nico Hirtt, «el papel de la escuela ya no es el de transmitir saberes concretos (lo que en buena pedagogía implica evidentemente el ser capaz de aplicarlos), sino solamente el de enseñar a utilizar cualquier saber, preferentemente en situaciones complejas e inéditas»[vii]. En la práctica, ello implica aparcar todo aprendizaje que vaya en el sentido de ampliar la cultura, estimular el espíritu crítico, fomentar la creatividad, el pensamiento libre, la capacidad de análisis de la realidad y la capacidad de transformar la sociedad.

Resumiendo, las “competencias básicas” son aquellas habilidades que las empresas han decidido que necesitan para el futuro del mundo laboral. Y para imponerlas, y para que sean menos costosas por el Estado, se recomienda que las instituciones privadas colaboren en esta tarea. Y esto es lo que explicaría el porqué, tanto desde la nueva Innovación educativa (Escola Nova 21), como desde las empresas y bancos (Telefónica, Google, La Caixa, Banco Santander, etc.), ya hace tiempo que se está promocionando esta práctica. Y, finalmente, se ha convertido en ley.

La excusa de todo es la adaptación de la educación a las “necesidades del siglo XXI”. Andreas Schleicher, director del área educativa de la OCDE y creador del informe PISA, declaraba hace poco en el diario El País (18/06/2021): “La educación en España prepara a los alumnos para un mundo que ya no existe”. Está claro que la educación tiene que preparar para el mundo del trabajo, pero no es ésta su misión principal. La educación es un valor social y debe trabajar para la realización personal y la mejora de la sociedad. No queremos educar para que los y las jóvenes «se adapten» en el nuevo mundo del trabajo, sino para que tengan herramientas para defenderse de la creciente explotación y precariedad. Y, para eso, son totalmente insuficientes las “competencias básicas” y algunas de las “nuevas innovaciones”.

Asimismo, a pesar de que encontramos muchos enunciados que nos hablan de las “evidencias” de la mejora del aprendizaje con el enfoque competencial, no existen estudios serios que den fe de ello. De hecho, el único estudio sobre la experiencia Escola Nova 21 fue realizado por el Consell Superior d’Avaluació de Catalunya en noviembre de 2020, y las consecuencias que se pueden extraer son estas: en aquellos centros educativos en que, durante tres años, ha sido aplicada la promoción de las “competencias básicas” y, por lo general, la retórica sobre la “nueva innovación” no existen resultados educativos más positivos que en el resto[viii].

Pero, además , con la excusa de la “innovación educativa” se están implementando otras medidas claramente neoliberales: proyectos «singulares» que desmiembran el concepto de educación pública igual para todo el mundo y que estimulan la competencia entre los centros; direcciones empresariales que “eligen” a dedo al profesorado y lo dejan atemorizado por miedo a perder su plaza; disminución continuada del gasto público, empresas que entran en las escuelas… que no hace más que privatizar el sistema y consolidar las desigualdades sociales del alumnado.

Por otro lado, se está devaluando y culpabilizando al profesorado. De repente, y en los momentos de más recortes, aparece la idea (altamente difundida por los medios de comunicación) de que «la educación no funciona” y que el problema es que el «profesorado no está preparado por la educación del siglo XXI». Y, por lo tanto, hay que cambiarlo todo. Todo aquello que se ha hecho hasta ahora no sirve: ni contenidos, ni memoria, ni profesor/a que enseñe. Ahora el profesorado ha «de acompañar» el aprendizaje del alumnado y los niños y jóvenes tienen que escoger “itinerarios educativos” según sus necesidades y motivaciones, como si las necesidades y las motivaciones no tuvieran nada que ver con el entorno cultural y económico del alumnado. Finalmente, “lejos de favorecer la innovación pedagógica el planteamiento por competencias encierra a los docentes en una burocracia rutinaria”[ix].

Sin embargo, dentro de un sector de profesorado progresista, este enfoque ha encontrado cierto consenso, porque se ha asimilado a las pedagogías constructivistas. Pero esa asimilación supone un error: en el enfoque constructivista las diferentes prácticas pedagógicas tienen el objetivo de ayudar a consolidar los saberes, mientras que en el enfoque por “competencias” los conocimientos quedan reducidos a una herramienta al servicio de la actividad del alumno, es decir, de la competencia correspondiente. Su objetivo es más el aprendizaje en el «saber hacer» que en el “aprender», y con la evaluación por “competencias» se refuerza todavía más la devaluación del conocimiento, puesto que lo importante es saber lo justo para poder aplicarlo. Como explican los autores de Escuela o Barbarie, “el planteamiento por competencias […] es el de un sistema que profundiza en las desigualdades y que abandona por completo su misión ilustrada de elevar el nivel cultural e intelectual de la población”[x].

El desprecio de las clases magistrales, de la utilización de la memoria, de los libros de texto (convertidos en digitales) y de todo aquello que se hacía, son también elementos que dificultan la transmisión del conocimiento. La memoria es absolutamente necesaria para retener los conocimientos y sin conocimientos no hay cultura, no hay comprensión de la realidad, no hay capacidad de análisis, no hay posibilidad de tener espíritu crítico, ni hay tampoco posibilidad de ampliar el propio conocimiento. «Cuanto más se desprecia la memoria y el aprendizaje de datos, más se favorece que el alumnado recurra a la memorización mecánica, puesto que no tienen en mente los datos y referencias que les permitan articular una comprensión significativa de lo que estudian»[xi].

Finalmente, es evidente que hay que mejorar la educación, pero cualquier innovación educativa debería tener como objetivo buscar aquellas prácticas educativas que mejor ayuden a aprender y a preparar personas libres y cultas, críticas y solidarias, y no trabajadores productivos o emprendedores competitivos. La escuela no puede ser una mera fábrica de jóvenes precarios, sumisos e incultos, y esto es precisamente lo que está intentando la deriva neoliberal en la educación y algunas de las nuevas prácticas “innovadoras”.

Alejar a los alumnos del acceso al conocimiento implica tener ciudadanos sin capacidad crítica, lo cual los convierte en ciudadanos dóciles y fáciles de manipular. Y los más perjudicados son precisamente los que más necesitan esos conocimientos, los más desfavorecidos socialmente, porque, bajo la retórica del progreso en la educación, les estafan los contenidos que les permitirían comprender las causas, políticas y económicas, que los han llevado a su situación. Debemos denunciar todas estas estrategias y organizar la lucha por una educación pública, democrática y verdaderamente emancipadora.

Notas

[i] Sánchez Caballero, Daniel. “Los nuevos currículos de Secundaria, una «revolución» que deja elegir a los docentes el contenido de las asignaturas”. El Diario. 21/10/2021

[ii] Navarra, Andreu (2021). Prohibido aprender. Un recorrido por las leyes de educación de la democracia. Ed. Anagrama.

[iii] Cañadell, Rosa. (2013). ¿Qué pasa con la educación? Preguntas (y respuestas) más frecuentes. Ed. El Viejo Topo.

[iv] Díez Gutiérrez, Enrique Javier. (2018). Neoliberalismo educativo. Ed. Octaedro.

[v] Cañadell, Rosa; Corominas, Albert & Hirtt, Nico. (2020). El menosprecio del conocimiento. Ed. Icaria.

[vi] Hirtt, Nico. “L’approche par compétences : une mystification pédagogique”. Appel pour une école démocratique (Aped). 01/10/2009.

[vii] Hirtt, Nico. «La educación en la era de las competencias». Revista electrónica interuniversitaria de formación del profesorado. Vol. 13, nº 2, 2010, pp. 108-114.

[viii] “A pesar del esfuerzo, dedicación, propuestas a dedo, acosos, explotación laboral, fines de semana de trabajo y otros daños colaterales, las propuestas de Eduard Vallory y la Fundación La Caixa, las consecuencias, en cuanto a resultados educativos, son nulos”. Díez, Xavi. “L’escola Nova 21 certifica el seu fracàs”. Espai de dissidència. 07/02/2021.

[ix] Hirtt, Nico. «La educación en la era de las competencias»…

[x] Fernández Liria, Carlos; García, Olga & Galindo, Enrique. (2017). Escuela o barbarieEntre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda. Ed. Akal.

[xi] Serra, Eva. “Entrevista a Enrique Galindo: Educación por competencias vs competencias de la educación”. Catalunya Vanguardista. 28/11/2019.

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