Portugal envía un mensaje
claro y diáfano a la izquierda española
29/10/2021
Rebelion /| España
Fuentes: El
Diario
En España pocas
veces se mira hacia el oeste, es decir hacia Portugal. En los últimos años, la
izquierda ha encontrado motivos para hacerlo. Antes de que la moción de censura
llevara a Pedro Sánchez al poder en 2018, en ese país se había marcado el camino
con un pacto de los socialistas portugueses con los dos partidos que están a su
izquierda. Uno de ellos, el partido comunista, nunca se sintió muy cercano a
los socialdemócratas. Pero al final se consiguió un acuerdo parlamentario en el
que ambas partes dieron un ejemplo de pragmatismo. El primer ministro, António
Costa, intentaría reducir el déficit presupuestario, mientras que los socios lo
apoyarían en la Asamblea a cambio de medidas que mitigaran el coste social.
El modelo
portugués ha durado casi seis años. El Bloque de Izquierda (BE), con 19
escaños, y el Partido Comunista (PCP), con doce, votaron el miércoles en contra
de los presupuestos presentados por Costa, lo que supone el fin del Gobierno. El presidente de
Portugal, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, ya había anunciado que
convocaría elecciones anticipadas en los próximos meses si las cuentas no
salían adelante. Es muy posible que las urnas no ofrezcan un veredicto muy
diferente al actual y que el PS –ahora con 108 escaños sobre 230– continúe como
partido más votado, pero con una salvedad. La extrema derecha se convertirá en
uno de los principales grupos de la Cámara.
Da la impresión
de que España y Portugal transitan por rumbos similares. La duda ahora es si se
repetirá aquí lo que acaba de suceder allí. El Gobierno de Pedro Sánchez se
encuentra en la misma tesitura. Ofrece unos presupuestos expansivos gracias a
la previsión de la llegada de los fondos europeos, pero sus socios le piden más
y que cumpla las promesas sobre varias reformas legislativas. Para sumar otro
tema común de debate, el BE y el PCP también exigían una reforma laboral y el
PS prefería dejar las cosas como están por temor a la reacción en Bruselas.
Costa había
ofrecido un aumento de 40 euros en el salario mínimo hasta alcanzar los 705
euros mensuales, así como un incremento del gasto en sanidad de 700 millones.
Eran ofertas moderadas, coherentes con la insistencia de Costa en mantener la
disciplina fiscal, pero insuficientes para sus aliados. La pandemia provocó en
2020 una caída del 8,4% en el PIB, la mayor sufrida desde los años treinta. La
previsión para este año, que probablemente se verá revisada a la baja como en
otros países europeos, es de un crecimiento del 4,8%.
Los socialistas
se quedaron a ocho escaños de la mayoría absoluta en las elecciones de 2019.
Muchos sospechan que el partido de Costa no se siente alarmado por la
posibilidad del fin anticipado de la legislatura. La última encuesta de hace solo unos días no les
garantiza mucho margen para sus aspiraciones. Les ofrece un 38%, dos puntos más
que en 2019, mientras que el principal partido de la derecha, el PSD, se queda
a diez puntos de distancia. El Bloco de Esquerda pierde la mitad de sus
votos con el 5,1%. La coalición que encabezan los comunistas se mantiene en números
similares con un 5,6%.
La gran
diferencia con respecto a hace solo dos años es la irrupción de Chega, el
partido de extrema derecha, que tuvo solo un diputado entonces y que ahora
podría convertirse en la tercera fuerza política con un 9,2%. Es otro elemento
que juega en paralelo a la situación de España y que supondría una baza
propagandística que Vox intentará aprovechar.
Las elecciones
aún no tienen fecha. Los medios portugueses creen que lo más probable es que
sean entre mediados y finales de enero.
Los seis años
de Gobierno de Costa no deben entenderse como un periodo único. Hasta las
elecciones de 2019, hubo un acuerdo firmado entre el PS y sus dos aliados. Los
socialistas mejoraron los resultados en esos comicios y decidieron manejarse en
solitario en el Gobierno con acuerdos puntuales. Es decir, al revés de lo
ocurrido en España.
La estrategia
del PS no ha funcionado en relación a la votación que no se podía perder, la de
los presupuestos, en el momento en que hay que gestionar la recuperación económica.
Las recientes elecciones municipales, en las que perdió la alcaldía de Lisboa,
ya fueron un aviso de que correr hacia las urnas no es una apuesta muy
inteligente en un momento en que los electorados no han terminado de superar el
castigo de la pandemia y de sus consecuencias económicas. Como se ha visto en
Alemania, pueden reaccionar de forma inesperada.
Cuando Costa
llegó al poder a finales de 2015, la derecha portuguesa calificó de «geringonça» (un artilugio mal montado) su pacto con el
BE y el PCP. Al final, lo que ha sido una chapuza ha sido la incapacidad de
alcanzar un acuerdo presupuestario que permita completar la legislatura después
de haber gestionado la primera llegada de los fondos de la UE. Los partidos del
Gobierno de coalición en España y sus aliados parlamentarios pueden tomar nota
de lo que ha sucedido en Portugal. Lo mismo les conviene esta vez alejarse un
poco del modelo portugués.
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