lunes, 1 de noviembre de 2021

Portugal envía un mensaje claro y diáfano a la izquierda española. Portugal envía un mensaje claro y diáfano a la izquierda española. [Por izquierda limpia de polvo y paja los trabajadores deberíamos entender todo lo que tienda en la práctica a mejorar las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población. Y todo lo que no sea esto, furrufalla semántica, se diga lo que se diga y se ponga quien se ponga una camiseta comercial con la fotografía del Che, por cierto, fomentada por Coca Cola, gorra incluida. Los trabajadores constituimos la inmensa mayoría de la población, aquí y en cualquier otra parte del mundo mundial. Que los trabajadores tenemos que lograr una mayoría significativa en el Congreso de los Diputados ofrece pocas dudas. Hay que lograrla, pero sabiendo (que esto sí es discutible que lo sepamos) que no tenemos ningún sistema político democrático, sino un sistema basado en la “democracia representativa”. Pariente mío, por favor, que no es lo mismo joder que estar jodiendo ni es lo mismo comer que estar comiendo ni lo mismo trabajar que estar trabajando. Si a la democracia representativa imperante aquí, allá y acullá, la rascamos una mijitilla la pintura y la palabrería de la que se reviste para dar el pego democrático, pronto se ve que constituye el seguro de la salvaguarda de los intereses de los grandes capitales, porque impide de forma legal, y aceptada por una mayoría significativa de la sociedad (que aquí está el problema, cuñao), que no se realice ningún cambio efectivo para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, o sea, que no se logre nada efectivo que mejore las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población. Siendo esto así (¿o es que no es así, cuñao?) es necesaria la mayoría amplia de izquierdas (no por la diferencia de dos, tres o nueve diputados) en el Congreso porque es en él donde se legisla. Pero para que lo legislado se pueda aplicar en la práctica a favor de los intereses de los trabajadores (por ejemplo, cuñao: que la banca devuelva al Estado los miles de millones de euros que se ha llevado en forma de regalo que le han hecho los gobiernos del PP y del PSOE y que no devolverá porque el sistema de democracia representativa le ampara legalmente) hace falta la fuerza política efectiva y permanente que representaría la organización efectiva y real de los trabajadores, y esta organización, que tendremos cuando la tengamos, tiene que estar fuera del Congreso para garantizar que lo que acuerde el Congreso a favor de los trabajadores tenga todas las garantías de su aplicación práctica, porque la vida es un ejercicio práctico, y no la bandada de gorriones en vuelo que dicen que me van a dar (que un trabajador no es únicamente un tío vestido con un mono azul, cuñao, que lo es también otro tío y otra tía vestidos con bata blanca en un laboratorio, o un profesor, o un escardador de arroz o un mecánico de bicicletas, o una escardadora de arroz o una mecánica de bicicletas –que no se me pasa por alto, cuñao, que yo estoy puesto en esto del lenguaje inclusivo-, en fin, trabajador es cualquier persona que con su esfuerzo personal aporte algo positivo a la sociedad, incluyendo lógicamente, a las mujeres que sin salir ni haber salido nunca de sus casas a ningún trabajo asalariado preparan el puchero. Cuñao, ¿te has puesto a pensar alguna vez en un trabajo más importante y útil para la sociedad que el necesario para la preparación de un puchero?). El motor del cambio social está en la organización efectiva de los trabajadores (no representativa y pare usted de contar) y además constituye el seguro contra los golpes de Estado a los que invariablemente recurren los grandes capitales cuando en el Congreso, incluidos los que están basados en la democracia representativa, se toman acuerdos que no son del gusto de un señor presidente del Consejo de administración de un gran banco y algunas banquetas y manchurretas varias]

 

Portugal envía un mensaje claro y diáfano a la izquierda española

 

Por Iñigo Sáenz de Ugarte

29/10/2021 

Rebelion  /| España

Fuentes: El Diario

En España pocas veces se mira hacia el oeste, es decir hacia Portugal. En los últimos años, la izquierda ha encontrado motivos para hacerlo. Antes de que la moción de censura llevara a Pedro Sánchez al poder en 2018, en ese país se había marcado el camino con un pacto de los socialistas portugueses con los dos partidos que están a su izquierda. Uno de ellos, el partido comunista, nunca se sintió muy cercano a los socialdemócratas. Pero al final se consiguió un acuerdo parlamentario en el que ambas partes dieron un ejemplo de pragmatismo. El primer ministro, António Costa, intentaría reducir el déficit presupuestario, mientras que los socios lo apoyarían en la Asamblea a cambio de medidas que mitigaran el coste social.

El modelo portugués ha durado casi seis años. El Bloque de Izquierda (BE), con 19 escaños, y el Partido Comunista (PCP), con doce, votaron el miércoles en contra de los presupuestos presentados por Costa, lo que supone el fin del Gobierno. El presidente de Portugal, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, ya había anunciado que convocaría elecciones anticipadas en los próximos meses si las cuentas no salían adelante. Es muy posible que las urnas no ofrezcan un veredicto muy diferente al actual y que el PS –ahora con 108 escaños sobre 230– continúe como partido más votado, pero con una salvedad. La extrema derecha se convertirá en uno de los principales grupos de la Cámara.

Da la impresión de que España y Portugal transitan por rumbos similares. La duda ahora es si se repetirá aquí lo que acaba de suceder allí. El Gobierno de Pedro Sánchez se encuentra en la misma tesitura. Ofrece unos presupuestos expansivos gracias a la previsión de la llegada de los fondos europeos, pero sus socios le piden más y que cumpla las promesas sobre varias reformas legislativas. Para sumar otro tema común de debate, el BE y el PCP también exigían una reforma laboral y el PS prefería dejar las cosas como están por temor a la reacción en Bruselas.

Costa había ofrecido un aumento de 40 euros en el salario mínimo hasta alcanzar los 705 euros mensuales, así como un incremento del gasto en sanidad de 700 millones. Eran ofertas moderadas, coherentes con la insistencia de Costa en mantener la disciplina fiscal, pero insuficientes para sus aliados. La pandemia provocó en 2020 una caída del 8,4% en el PIB, la mayor sufrida desde los años treinta. La previsión para este año, que probablemente se verá revisada a la baja como en otros países europeos, es de un crecimiento del 4,8%.

Los socialistas se quedaron a ocho escaños de la mayoría absoluta en las elecciones de 2019. Muchos sospechan que el partido de Costa no se siente alarmado por la posibilidad del fin anticipado de la legislatura. La última encuesta de hace solo unos días no les garantiza mucho margen para sus aspiraciones. Les ofrece un 38%, dos puntos más que en 2019, mientras que el principal partido de la derecha, el PSD, se queda a diez puntos de distancia. El Bloco de Esquerda pierde la mitad de sus votos con el 5,1%. La coalición que encabezan los comunistas se mantiene en números similares con un 5,6%.

La gran diferencia con respecto a hace solo dos años es la irrupción de Chega, el partido de extrema derecha, que tuvo solo un diputado entonces y que ahora podría convertirse en la tercera fuerza política con un 9,2%. Es otro elemento que juega en paralelo a la situación de España y que supondría una baza propagandística que Vox intentará aprovechar.

Las elecciones aún no tienen fecha. Los medios portugueses creen que lo más probable es que sean entre mediados y finales de enero.

Los seis años de Gobierno de Costa no deben entenderse como un periodo único. Hasta las elecciones de 2019, hubo un acuerdo firmado entre el PS y sus dos aliados. Los socialistas mejoraron los resultados en esos comicios y decidieron manejarse en solitario en el Gobierno con acuerdos puntuales. Es decir, al revés de lo ocurrido en España.

La estrategia del PS no ha funcionado en relación a la votación que no se podía perder, la de los presupuestos, en el momento en que hay que gestionar la recuperación económica. Las recientes elecciones municipales, en las que perdió la alcaldía de Lisboa, ya fueron un aviso de que correr hacia las urnas no es una apuesta muy inteligente en un momento en que los electorados no han terminado de superar el castigo de la pandemia y de sus consecuencias económicas. Como se ha visto en Alemania, pueden reaccionar de forma inesperada.

Cuando Costa llegó al poder a finales de 2015, la derecha portuguesa calificó de «geringonça» (un artilugio mal montado) su pacto con el BE y el PCP. Al final, lo que ha sido una chapuza ha sido la incapacidad de alcanzar un acuerdo presupuestario que permita completar la legislatura después de haber gestionado la primera llegada de los fondos de la UE. Los partidos del Gobierno de coalición en España y sus aliados parlamentarios pueden tomar nota de lo que ha sucedido en Portugal. Lo mismo les conviene esta vez alejarse un poco del modelo portugués.

Fuente: https://www.eldiario.es/politica/portugal-envia-mensaje-claro-diafano-izquierda-espanola_129_8436959.html

*++

 

No hay comentarios: