El proceso de destitución
iniciado contra Trump salpica el presente y el pasado de Ucrania.
DIARIO
OCTUBRE / noviembre 27, 2019
El Presidente
ucraniano Volodymyr Zelensky
Con el
procedimiento de destitución de Trump que ha iniciado el Congreso de Estados
Unidos, el partido demócrata persigue dos objetivos. El primero es impedir la
victoria de Trump en las próximas elecciones presidenciales. El segundo es
mantener la desestabilización en las fronteras de Rusia, es decir, en Ucrania.
Hay otros
objetivos que van íntimamente ligados a ambos, como tapar toda la basura que
han acumulado en Ucrania desde el Golpe de Estado de 2014, de la que el hijo de
Biden no es más que un ejemplo.
Es la
segunda tentativa de destitución que comienzan contra Trump y es aún más
fraudulenta que la anterior, aunque el asunto merece la pena porque el
gobierno de Obama es el que apoyó a los nazis ucranianos, no sólo para
destituir al anterior Presidente Yanukovich sino con vistas a lo mismo que
1941: una escalada militar contra Rusia (el segundo Plan Barbarroja).
En los
tiempos de Maidan el Vicepresidente de Obama, Joe Biden, fue el encargado de
antener los contactos con Ucrania, a través de Victoria Nuland, la jefa del
Departamento de Estado para Asuntos Euroasiáticos.
Nuland
admitió que el Departamento de Estado había gastado 5.000 millones de dólares
para apoyar a los grupos antirusos en Maidan, aunque no concretó la
participación de las hordas nazis, como Svoboda o Pravy Sektor, que acturon
como fuerza de choque en la desestabilización.
Ahora se
sabe que el Batallón Azov mantiene vínculos con los grupos racistas que operan
en Estados Unidos y que han cometido graves matanzas, como las de Christchurch
y El Paso, r lo que el asunto vuelve a tomar un cariz distinto. Los nazis
ucranianos se vuelven contra sus patrocinadores y el partido demócrata pide que
el Departamento de Estado incluya a los nazis en el listado de organizaciones
terroristas, como ya hemos publicado aquí.
Una potencia
mundial conducida hasta la ruina
Cuando en
1990 logró su independencia, Ucrania era la décima potencia mundial, pero lo ha
ocurrido como a todos esos países en los que se descubre petróleo: se convierte
en una maldición. En el caso de Ucrania la maldición es su vecindad con Rusia y
los imperialistas necesitan que se convierta en una pesadilla para Moscú, lo
mismo que Polonia o los países bálticos.
Ucrania
tenía 52 millones de habitantes en 1990 y ha perdido 20 desde su independencia.
Ocupa el último lugar entre los 42 países del continente europeo en términos de
renta per cápita, con 1.830 euros, frente a una media europea de 14.739 euros.
En una
recinte conferencia del Instituto Schiller celebrada los días 16 y 17 de
noviembre en Bad Soden, Alemania, la economista ucraniana Natalia Vitrenko,
Presidenta del Partido Socialista Progresista de Ucrania, afirmó que el
gobierno de Obama y Biden había acelerado la destrucción económica del país.
En 2016 el
equipo de Trump propició un cambio de política hacia Rusia que, naturalmente,
está repercutiendo sobre Ucrania, donde hay mucha mierda que lavar. Sometido a
una enorme presión, la nueva política de Trump se ha vuelto contra sus colaboradores
una y otra vez y, finalmente, contra él mismo, lo que pone de manifiesto el
tipo de fuerzas que prevalecen en Washington, por encima de unos u otros
presidentes.
Pero si esas
fuerzas prevalecen por encima de Trump, prevalecen mucho más sobre el nuevo
Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. El 25 de julio en la conversión
telefónica entre ambos, Trump describió a los que rodeaban al antiguo
Presidente ucraniano Poroshenko como “personas muy malas”. A Zelensky le han
puesto una pistola en la cabeza, dice The Gray Zone, que no descarta que
organicen un segundo Maidan en su contra, o incluso que le asesinen, si
continúa negociando con Putin. Luego siempre pueden decir que fueron las
milicias del Donbas…
A Zelensky
le aprietan los nazis, pero también el FMI, es decir, el capital financiero
internacional porque va tener que recortar los presupuestos en salud, educación
y seguridad social.
El
relanzamiento de las negociaciones de paz en el Formato Normandía, que no se
había reunido desde hace tres años, se produce en esa situación. Para que
culminen no basta con saber lo que harán Alemania y Francia sino si eso estará
en sintonía con lo que haga Washington, es decir, que tipo de políticas se
impondrán en Washington, si triunfará la destitución, si Trump gana las
siguientes elecciones (o si las gana alguien como Biden), si le permiten sacar
adelante sus planes…
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