La OEA mintió sobre las elecciones y el golpe en
Bolivia
REBELION
Marketwatch
27.11.2019
Los hechos no muestran nada sospechoso en la
reelección de Evo Morales
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¿Cuál es la
diferencia entre una mentira descarada (decir que algo es cierto sabiendo que
es falso) y una representación material premeditada que consigue el mismo fin?
Veamos un ejemplo que difumina los límites entre las dos, hasta el punto de que
la distinción prácticamente se desvanece.
Y las
consecuencias son bastante serias; esta tergiversación (o mentira) ha
desempeñado un papel muy importante en el golpe militar de Bolivia que tuvo
lugar la semana pasada. Este golpe militar derrocó al Gobierno del presidente
Evo Morales antes de que terminara su mandato actual, un mandato que nadie
discute que ganó democráticamente en 2014.
Más represión
violenta e incluso una guerra civil podría ser lo siguiente.
La misión de la
OEA
La Organización
de los Estados Americanos (OEA) envió una Misión de Observación Electoral a
Bolivia, con la tarea de monitorizar las elecciones nacionales que tuvieron
lugar el 20 de octubre en ese país. El día después de las elecciones, antes
incluso del recuento total de los votos, la misión publicó un comunicado de
prensa en el que anunciaba su “profunda preocupación y sorpresa por el cambio
drástico y difícil de justificar en la tendencia de los resultados
preliminares…”.
A lo que se
refería la OEA es a esto: hay un “conteo rápido” oficioso de los resultados de
la votación que realiza una empresa que sube resultados a una página web, a
medida que las actas de escrutinio están disponibles. A las 19:40 del día de
las elecciones, se había verificado el 83,8% de los votos y no se produjeron
nuevas actualizaciones durante 23 horas (más información sobre esto después).
Cuando se
publicó de nuevo una actualización con un 95% del recuento, la ventaja de
Morales había pasado del 7,9% antes de la interrupción a poco más del 10%.
Este margen era
importante porque, para poder ganar sin necesidad de celebrar una segunda
vuelta, un candidato tiene que conseguir una mayoría absoluta, o al menos un
40% y un margen de 10 puntos sobre el segundo candidato. Este margen, que
aumentó hasta el 10,6% cuando se completó el recuento oficial, suponía la
reelección de Morales sin necesidad de una segunda vuelta.
La ventaja de
Morales fue en continuo aumento
Veamos, si
tuvieras algo de experiencia en elecciones o puede que incluso en aritmética,
¿qué es lo primero que te gustaría saber sobre esos votos que llegaron después
de la interrupción? Te podrías preguntar, ¿la gente de esas zonas era diferente
a la media de la gente que vivía en los distritos del primer 84%? Y, también,
si el cambio en el margen que sacó Morales fue repentino o fue una tendencia
gradual que continuó a medida que se publicaban más actas de escrutinio.
Puede incluso
que quieras formular estas preguntas antes de expresar “profunda preocupación y
sorpresa” sobre lo que sucedió, en particular en una situación política muy
polarizada que ya se estaba poniendo violenta.
Este gráfico
muestra que la ventaja que sacaba el presidente Morales (puntos azul claro) y
su partido en las elecciones parlamentarias (puntos azul oscuro) aumentó a un
ritmo constante durante la mayor parte del recuento. No se produjo ningún
incremento repentino al final para que se superara el umbral del 10%.
Un vistazo a
estos datos demuestra que el cambio en la ventaja de Morales fue en realidad
paulatino y continuo, y comenzó a producirse muchas horas antes de que se
detuvieran las actualizaciones del recuento preliminar. Eso se puede apreciar
en la gráfica de los resultados.
Es la geografía
¿Por qué
sucedió esto? La respuesta es sencilla y no tan inusual: la gente que vive en
las zonas que más se tardaron en contar eran más favorables al MAS (el partido
de Morales, Movimiento al Socialismo) que la gente que habita en las zonas que
se contaron antes. De ahí el aumento gradual y continuo en la ventaja de
Morales, gracias al cual los votos después de la interrupción le situaron por
encima del umbral.
La OEA publicó
dos comunicados de prensa, un informe preliminar y una auditoría preliminar
sobre las elecciones. ¿Cuántos de estos comunicados menospreciaban los
resultados electorales como quedaba implícito en la cita anterior sobre
“profunda preocupación y sorpresa”? Tres. ¿Cuántos incluían algo sobre la
diferencia entre el porcentaje de votantes de Morales/MAS en las zonas cuyo
recuento se hizo más tarde y los resultados anteriores? Ninguno.
Al final
resulta que la interrupción en el recuento rápido tampoco fue una señal de
juego sucio.
El recuento
rápido no tiene valor legal
El recuento
rápido se realiza además del recuento oficial y no tiene valor legal para
determinar los resultados. Su intención, ni promesa, nunca fue ser un recuento
completo; en anteriores elecciones ni siquiera llegó al 84%.
Se trata solo
de una serie de instantáneas, realizadas por una empresa contratada, para
proporcionar resultados preliminares antes de que termine el recuento oficial.
Tendría sentido que las autoridades electorales no quisieran que se publicaran
al mismo tiempo dos tipos de resultados, que son intrínsecamente diferentes, en
una situación política polarizada y violenta.
Para aquellos
que prefieran los números antes que los gráficos: el margen de Morales al
terminar el recuento del 84% de los votos era del 7,9%, como ya se ha indicado.
Si observamos los restantes 16 distritos y preguntamos: ¿cuál era el margen de
Morales antes de la interrupción en las zonas donde se ubican estos distritos
cuyo recuento se hizo más tarde? Ese margen era del 22%. De nuevo, una
explicación sencilla del motivo por el cual aumentó tanto su margen con los
resultados posteriores.
Para obtener un
análisis estadístico más convincente, podemos hacer una proyección sobre recuento
restante (y por tanto total) basándonos en el primer 84% que se publicó. Y, ¡oh
sorpresa!, la proyección del margen final de Morales según el primer 84%
escrutado resulta ser de algo más del 10%.
Es difícil, por
no decir casi imposible, creer que la misión de la OEA, o de sus superiores en
el Departamento de Cooperación Electoral y Observación, sintieran una “profunda
preocupación y sorpresa” y aun así fueran demasiado incompetentes para siquiera
fijarse en esos datos.
Tres mentiras
Por ese motivo,
afirmo que han mentido en al menos tres ocasiones: en el primer comunicado de
prensa, en el informe preliminar y en la auditoría preliminar. Por lo tanto,
hay que mostrarse profundamente escéptico ante las acusaciones que presentaba
esta y sus posteriores publicaciones, a menos que puedan ser verificadas por
investigadores independientes a partir de los datos públicos disponibles.
De cualquier
modo, la OEA ni siquiera es tan independiente en este momento, ya que el
gobierno de Trump ha apoyado activamente el golpe militar y Washington cuenta
con más aliados de derechas en la OEA que hace tan solo unos años.
Por no
mencionar que EE.UU. aporta el 60% de su presupuesto. Pero claro, la OEA ya
faltó estrepitosamente a su misión de monitorizar elecciones en el pasado y
ayudó a revertir los resultados de las elecciones según las preferencias de
EE.UU. y sus aliados: de forma destructiva en las elecciones de 2000 en Haití,
y de nuevo en el mismo país en 2011.
Más pruebas: en
las últimas tres semanas, la OEA no ha querido contestar a las preguntas de los
periodistas, de manera oficial, sobre las declaraciones o informes que realizó
desde que tuvieron lugar las elecciones.
Quizá tengan
miedo de que un reportero curioso formule preguntas como estas: ¿existe una
diferencia entre las preferencias políticas de las personas que habitan en las
zonas cuyo recuento se publicó después en comparación con las primeras? ¿Acaso
no explica eso por qué la ventaja de Morales terminó sobrepasando el 10% cuando
se completó el recuento de los votos de las zonas pro-Morales? ¿Se molestaron
siquiera en considerar este factor?
Como soy
economista, creo en los incentivos y ofrezco 500 dólares al primer periodista
que consiga una respuesta sustancial, y oficial, a estas preguntas de un representante
de la OEA. Incluso si la respuesta resulta finalmente ser una mentira.
Mark Weisbrot
es codirector del Centro para la Investigación Económica y Política (CEPR, por
sus siglas en inglés) que se encuentra en Washington D.C. El CEPR es una
organización de investigación y educación que se estableció para fomentar el
debate democrático sobre los asuntos económicos y sociales más importantes que
afectan a las vidas de las personas. También es el autor de Fracaso: En qué
se equivocaron los ‘expertos’ sobre la economía global (2015, Oxford
University Press).
Este artículo
se publicó en Marketwatch.
Traducción
de Álvaro San José.
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