¿ Por qué se mata a las mujeres?
KAOSENLARED
21.09.2019
El machismo es una enfermedad social y personal, pero también
una limitación cultural alimentado por todas las religiones en el mundo, y va
unido a la prevalencia del sistema capitalista y el patriarcado con su división
de clases y género.
¿ Como lleva al feminicidio?¿ Por qué se mata a las mujeres?
¿ Como lleva al feminicidio?¿ Por qué se mata a las mujeres?
El asesinato de mujeres, tan frecuente en España,
pero también en otros países de Europa, como en Francia, o en los «civilizados»
países nórdicos; en Rusia, y en todos los continentes, es algo
repugnante que merece nuestra más encendida repulsa. ¿Cómo es posible que
suceda esto? Y sobre todo, ¿por qué?.. ¿Qué puede llevar a un hombre a
convertirse en un monstruo capaz de acabar con la vida de alguien con quien
compartió cama, mesa, a menudo hijos, momentos alegres y problemas
de toda índole a los que se tuvieron que enfrentar juntos? ¿Qué puede llevar a
un hombre al extremo de matar a su compañera incluso delante de sus propios
hijos, dejándolos marcados de por vida por un trauma que tal vez
nunca puedan superar por más años que vivan?… Es difícil penetrar hasta el
último por qué en la cabeza de un asesino, pero parece que en la mayoría de
casos tiene que ver con los celos, con divorcios no asumidos por el
asesino, con que la ex mujer tenga una nueva pareja, o con que se quiera
separar y no lo aguante más. ¿ Y qué es lo que le tiene que aguantar? Con
frecuencia los malos tratos verbales, las palizas y el desamor de
mil modos manifiesto. Cuando ella denuncia a la policía, no siempre
es tomada en serio, y además corre el riesgo de morir cuando se entera el
monstruo de casa. Y cuando el juez la escucha, pueden suceder dos cosas: que
haga caso a la policía que le quitó importancia al asunto, o que envíe a la
cárcel al sujeto. Pero la cárcel no es algo eterno, y el sujeto sale
un día para desgracia de su antigua mujer, que de ahí en adelante vivirá en un
ay o será asesinada por venganza al cabo de los años, como tantas veces.
El imperio machista.
Violar, maltratar, prostituir, casar a la fuerza,
son verbos corrientes referidos a las mujeres en todas partes, no
solo en Europa o en España en particular. Ser vendidas o raptadas para
convertirlas en esclavas sexuales, o arrojadas a la basura por el
hecho de ser niñas, impedirles asistir a las escuelas, impedirles que vistan
como deseen, tengan relaciones con quien quieran siendo solteras y hasta que
conduzcan un auto, forma parte de la misma onda criminal de la que el asesinato
físico sería la culminación del otro, del asesinato moral, que es el primero
que da la cara en forma de prohibiciones, insultos y malos tratos de toda
clase. Unos, en áfrica o en Oriente; otros, en las Américas. Así que ante esta
onda criminal que llega a ser un tsunami fatal para miles de mujeres cada día
en el mundo, tenemos que intentar saber qué hay detrás, qué fuerza se pone en
marcha que provoca estas olas contra nuestras hermanas las mujeres y tan a
menudo se las lleva por delante. Por eso están empezando a rebelarse
colectivamente en todo el Planeta, con toda la razón y más aún.
Ni una más muerta por un criminal descontrolado, sí, esto es
lo que deseamos, pero ¿cómo evitarlo?.. ¿Qué oculta en lo profundo
el asesino, el violador o el maltratador que parece no existir para
el resto de sus vecinos?
Viejos y malos cimientos a levantar
Es difícil negar a estas alturas que los dos
peores inventos de consecuencias fatales para la condición de las mujeres han
sido la aparición de la propiedad privada y el patriarcado. Ambos
medularmente unidos. Sin estos dos condicionantes hubiera sido
imposible lo que ha venido sucediendo con ellas a lo largo de la
historia de la humanidad.
El amor a la propiedad privada, que el capitalismo ha
convertido en intocable – a no ser que el Estado la precise, claro- subyace en
el asesino que dice “la maté porque era mía”. Tenía la propiedad,
porque el sistema patriarcal le viene otorgando ese derecho siglo a siglo. Y
quien tiene la propiedad sobre algo ofrece toda clase de resistencia a que la
propiedad se rebele y no quiera ser más propiedad, o que otro se la
arrebate despojándole de algo suyo. Porque el derecho de propiedad
no solo es sagrado para el capitalismo, sino exclusivo para el poseedor. Esta
visión de la pareja ha calado tan profundamente en la mente de tantos que no
conciben perder algo que a su limitado entender era suyo y carecía del derecho
a dejar de serlo. Y esta sería una parte de la podredumbre de los cimientos
sociales del capitalismo patriarcal que sin duda tienen que ser saneados con
urgencia. Hay un trabajo inmenso por delante para destruir lo construido por
detrás siglo a siglo, milenio a milenio. No hay mal que no tenga compañía ni
razón de ser, y este del machismo patriarcal no puede ser
la excepción.
La perversa actitud de las religiones
Aquí hacen su aparición los fundamentalismos religiosos.
Porque si entre las religiones oficiales existen toda clase de diferencias de
planteamientos teológicos, jerárquicos, filosóficos, y de otros tipos, en algo
sí están unánimemente de acuerdo: la mujer es un ser inferior y un objeto de
deseo, como quien tiene una mascota. Pero esta es una gran mascota: cocina para
uno, lava su ropa, limpia y ordena la casa, cuida a su prole y produce gozo
sexual. ¿Se podría tener mascota mejor? ¿Para qué perder el tiempo
con el amor altruista que exige esfuerzo, como el compartir esas tareas?
Los negacionistas las quieren invisibles.
Cuando el rabino, el cura, el pope, el imán, defienden que la
mujer está peldaños abajo del varón; que es débil, peligrosa para el alma, de
tendencias libertinas, y hasta sin alma- como el catolicismo defendió hasta
finales de la Edad Media- y que hay que dominar hasta el maltrato
físico si es necesario, están proporcionando armas al asesino y reforzando el
sistema capitalista y patriarcal del que forman parte todas las religiones
institucionales por más diferentes que sean sus nombres. El status inferior de
la mujer judía, de la mujer musulmana, de la mujer hindú, de la mujer católica
da pie para que exista un patriarca en cada casa don derecho de propiedad y
dominio. Es curioso ver con qué facilidad, el clero, que les impide su acceso
al sacerdocio, les facilita el acceso al cuarto de las escobas y
cómo hasta el mismísimo papa se hace servir por monjitas, y no
por monjitos.
A los males señalados, contra nuestras hermanas, que ya son
legión, no podía faltar otro sin el cual sería difícil que su perverso éxito
fuera tan duradero. Se trata de su invisibilidad cultural. Excelentes
escritoras, artistas, místicas, científicas, maestras, filósofas y de otras
profesiones de alto valor son habas contadas en el gran jardín del
machismo. Y hasta para llegar a esos mínimos tuvieron y tienen que batallar los
suyo. No se puede permitir- piensan estos catetos- que las mujeres sean
iguales; que pretendan ponerse a nuestra altura, piensan los
catetos. Y si es escritora, el marido puso muchas veces su nombre en las
portadas o ella firmó con un seudónimo. El caso es que siempre se quiso evitar
al máximo hacerlas visibles. Si eran inteligentes y de espíritu libre “había
que “domarlas”; si eran hermosas había que esconderlas, si querían votar había
que negarles el voto, si en sociedad querían dar una
opinión contraria a su marido, tenían que callar. Para el resto,
pueden ver su vida cotidiana en los países árabes más fanáticos. Tantas cosas
que todos sabemos y muchas más que no sabemos. Menos mal que poco a poco están
consiguiendo – a base, eso sí, de muerte y represión- ponerse en su sitio, que
es el de la igualdad de género.
La hora de la igualdad de género
Poner límites a la propiedad de las tierras, poner límites a
la propiedad de los medios de producir riqueza, poner límites al poder de los
varones en casa, ir poco a poco construyendo horizontalidad en la economía, la
política, la cultura y el género es hoy prioritario no solo porque es
moralmente insostenible la verticalidad jerárquica del mundo en todos los
aspectos, sino porque es materialmente insoportable y la conciencia humana cada
vez admite menos estos desniveles y se rebela, ahora con el empuje femenino. La
mujer ya no quiere ser florero ni educar a las hijas para servir a los varones
de casa. Ya no quiere ser machista. Esa época ya está amortizada con creces a
base de dolor.
La mujer se ha rebelado definitivamente y
ahora tendría que sanear los TRIPLES cimientos podridos de este
mundo: el capitalismo patriarcal y su diversa prevalencia cultural,
espiritual y artística y las religiones patriarcales, porque juntas
proporcionan cobertura moral a los que defienden “la maté porque era
mía”.
Ha llegado el momento histórico en que la mujeres sean simplemente
suyas, de ellas mismas, vamos. Ojalá que fuese a la vez el momento en que los
trabajadores y trabajadoras del mundo hiciesen lo mismo con las riquezas que
producen, que recordasen a todos que son ellos Y ELLAS los ricos, y
no quienes se las quedan para su goce, su derroche, sus inversiones peligrosas
y sus guerras.
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