Balance de una década en que la izquierda europea intentó asaltar el cielo
Derrota de Syriza y fin de ciclo
08.07.2019
La derrota electoral de Syriza en favor de los
conservadores de Nueva Democracia seguramente provoque en muchas
personas de izquierda un cierto sentido de melancolía ante la década que
queda atrás en Europa. Esta derrota electoral cierra un ciclo amplio y
debe servir para hacer un balance histórico de toda una década en que la
izquierda europea intentó sin éxito, y a través de diversas fórmulas,
romper con la hegemonía política y socio-económica de la gran burguesía
europea y sus políticas de austeridad que trasladaban los costes de la
salida de la crisis en las espaldas de las clases populares.
En
septiembre de 2008 el hundimiento del banco Lehman Brothers dio inicio a
la gran recesión mundial que durante la década siguiente provocaría
graves consecuencias económicas, sociales y políticas en todo el mundo.
En Europa esa crisis conoció dos momentos álgidos, en 2009 cuando se
muestran plenamente los efectos iniciales de la crisis proveniente del
epicentro norteamericano, y en 2010 cuando estalla la crisis griega [2]
y se agrava la crisis en Europa adoptando las instituciones europeas y
los gobiernos del viejo continente los programas de rescates bancarios y
la estrategia de austeridad como política para salir de la crisis
mediante el traslado de los principales sacrificios sobre las espaldas
de las clases populares.
Esta situación en Europa generó cuatro
respuestas socio-políticas consecutivas, aunque solapándose en el
tiempo. La primera fue una clásica respuesta basada en la clase
trabajadora a través de sus sindicatos de clase. El paradigma de esta
respuesta es, sobre todo, el ciclo de huelgas que tuvieron lugar en
Francia en 2010, fue un enfrentamiento social frontal de la clase
trabajadora contra el Estado. La segunda también fue clásica,
correspondió a una respuesta desde los partidos de la izquierda. Su
paradigma fue la coalición de partidos de la izquierda radical Syriza,
luego transformada en partido político, mediante la vía de acceso al
poder del Estado para, desde allí, buscar cambiar las políticas de
austeridad impuestas desde Europa. La tercera respuesta fue más
novedosa, correspondió a un movimiento de carácter transversal dirigido
fundamentalmente por las clases medias golpeadas por la crisis. Su
paradigma fue Podemos, que utilizó, como en el caso anterior, la vía
electoral para alcanzar el poder del Estado y, desde allí, poder aplicar
su programa político anti-austeridad. Finalmente, la cuarta respuesta
también es novedosa, y se concreta en el ascenso de una derecha radical
populista y xenófoba.
En tanto que las tres primeras han ido
fracasando sucesivamente - siendo la última la derrota electoral de
Syriza en las recientes elecciones de este mes de julio, y que ha
servido para realizar este balance- la última ha ido creciendo por toda
Europa y se ha consolidado con fuerza en determinados países. A
continuación analizaremos las tres primeras respuestas, en tanto que la
última ya ha sido estudiada en profundidad en mi último libro Derecha radical. Auge de una ola reaccionaria mundial.
La clase obrera y sus sindicatos contra la austeridad
Dentro
del enfrentamiento sindical originado contra las consecuencias de la
crisis se pueden encontrar dos modelos diferentes. El primer modelo de
contestación social lo podríamos denominar difuso o discontinuo, y fue
el predominante durante la crisis. Su característica es que dio lugar a
algunos conflictos, incluso alguna huelga general, pero no fue
persistente en el tiempo, y por lo tanto fueron conflictos que no
produjeron desbordamientos, y cuando existió este peligro, el cambio de
gobierno fue utilizado como cortocircuito. Fue el caso de Letonia que a
principios de 2009 conoció movilizaciones y la caída del gobierno. De
Italia, que conoció desde 2009 manifestaciones y una huelga general en
mayo de 2010, con movilizaciones más radicales de los estudiantes en
diciembre de 2010. De Gran Bretaña, con una débil respuesta sindical a
los recortes del gobierno conservador (dos manifestaciones sindicales en
octubre de 2010 y marzo de 2011), y una contestación más seria también
por parte de los estudiantes. De Islandia, cuyas protestas en enero de
2009 llevaron a la caída del gobierno. De Portugal, con una huelga
general en noviembre de 2010. De Irlanda, con manifestaciones en
noviembre de 2010 contra el duro plan de austeridad impuesto por el
gobierno.
El segundo modelo fue el de enfrentamiento sindical
abierto. En este modelo, los sindicatos apostaron por un enfrentamiento
duro y persistente con el objetivo claro de hacer fracasar los planes de
austeridad de sus gobiernos y evitar que los duros ajustes recayesen
sobre la clase obrera y las clases populares en general. Solo dos países
siguieron este modelo, Grecia y Francia, y con dos situaciones muy
diferentes. Grecia fue el primer país al que la UE tuvo que acudir a
rescatar, después de conocerse que las graves irregularidades del
gobierno conservador de Nueva Democracia - el que ahora acaba de ganar
las elecciones - habían llevado al país a la bancarrota, y de ser objeto
de un ataque fondo por parte de los especuladores internacionales. Las
ayudas a Grecia fueron condicionadas a draconianos planes de austeridad
que hicieron caer en picado las condiciones y nivel de vida de los
sectores populares griegos.
La primera huelga general tuvo lugar
en diciembre de 2008 bajo el gobierno conservador, y tras el asesinato
de un joven manifestante, a la que siguió otra más en abril de 2009
contra los planes de austeridad de los conservadores, pero esto no sería
más que un preámbulo, y las movilizaciones entraron en un impasse hasta
la celebración de las elecciones parlamentarias a finales de septiembre
de ese año, que ganó ampliamente el Pasok. Inmediatamente el nuevo
gobierno comenzó a aplicar medidas de austeridad que hicieron que en
febrero de 2010 se rompiese la ilusión de las clases populares griegas
en que un gobierno progresista, al que acababan de votar, defendería sus
intereses. En febrero comenzó la cadena de huelgas generales,
acompañadas de manifestaciones, que intentaron frenar la ofensiva
antipopular del gobierno socialdemócrata, dos huelgas en febrero, una en
abril, otra en mayo, dos en junio, otra en julio. Después de esta
ofensiva concentrada de los sindicatos sin obtener resultados, la
intensidad decayó, solo al final de año tuvieron lugar otras dos nuevas
huelgas generales en noviembre y diciembre.
En noviembre de 2010
se celebraron elecciones locales y regionales, eran un test para
conocer el impacto político de esta fase intensa de movilizaciones. El
resultado fue una muy alta abstención en relación con lo habitual en
Grecia, la victoria del Pasok, y un débil avance de las organizaciones a
la izquierda de éste. El ciclo de enfrentamiento sindical abierto no
consiguió modificar las políticas de austeridad impuestas por la troika
para el rescate, pero sembró las condiciones políticas para que un
reagrupamiento de la izquierda política, Syriza, terminase por alcanzar
el gobierno cuatro años más tarde.
El segundo país de Europa
donde se aplicó este modelo de enfrentamiento sindical abierto fue
Francia. Bajo un gobierno conservador, el menor impacto de la crisis
económica respecto a otros países europeos había supuesto que las
medidas de ajuste aplicadas fuesen de menor intensidad. El cierre de
empresas había dado lugar a conflictos puntuales y el primer acto de las
movilizaciones se produjo en enero de 2009 en Guadalupe, con una huelga
general contra la carestía de la vida. Pocos días después tendría lugar
la primera huelga general francesa, acompañada de manifestaciones, que
abriría un ciclo de movilizaciones que iría creciendo hasta alcanzar su
clímax en octubre de 2010. Aunque en marzo tuvo lugar la segunda huelga
general de 2009, a partir de ese momento las movilizaciones decayeron
durante más de un año, pudiéndose decir que Francia se situaba también
dentro del primer modelo. Sin embargo en la primavera de 2010, el
proyecto de reforma de las pensiones del gobierno Sarkozy reactivó las
movilizaciones con una intensidad que superó durante algunos meses a la
de los sindicatos griegos.
Por lo tanto, en mayo de 2010 arrancó
un ciclo de intensas movilizaciones sindicales con tres características
principales, las huelgas generales eran acompañadas con numerosas
manifestaciones por todo el país, en realidad el seguimiento de las
huelgas no fue muy intenso más allá de los transportes y algunos
servicios públicos, pero los sindicatos consiguieron sostener en esos
meses unas fuertes movilizaciones en las calles en torno a los tres
millones y medio de manifestantes; en segundo lugar los sindicatos
consiguieron mantener un elevado apoyo de la opinión pública, a pesar de
las incomodidades que las manifestaciones y las huelgas producían,
especialmente cuando, en la fase final, intentaron bloquear el país
cortando el suministro de combustible; y, finalmente, mantuvieron la
unidad sindical, consiguieron el apoyo de toda la izquierda y sumaron al
movimiento estudiantil en la misma lucha. Todo un ejemplo de estrategia
que, junto a su tradición de luchas, compensó con creces su debilidad
de afiliación.
En mayo y junio de 2010 se produjeron dos huelgas
generales, y tras el paréntesis del verano, los sindicatos echaron todo
el peso entre septiembre y noviembre, antes de que el proyecto de
pensiones de Sarkozy se convirtiese en una ley aprobada por el
Parlamento. En octubre se realizaron siete huelgas generales, algo
insólito en las últimas décadas en Europa. En sectores importantes,
sobretodo el relacionado con los combustibles, se dio un salto
cualitativo con el sistema de huelgas renovables - es decir, que cada 24
horas se decidía su continuación - y el bloqueo de los depósitos de
combustibles con el objeto de paralizar el país. Prácticamente se
alcanzó el límite donde pueden llegar las movilizaciones obreras dentro
de la legalidad burguesa sin entrar en una fase insurreccional. Las
comparaciones con el mayo del 68 se hicieron inevitables en ese intenso
mes de octubre, porque alcanzados esos niveles de movilización la
situación empieza a ser en cierto modo incontrolable y cualquier
acontecimiento imprevisto podía romper la estrategia de apuesta elevada
pero controlada de ambas partes. Pero el tiempo jugaba en contra de los
sindicatos como bien sabían éstos y el propio Sarkozy. La conversión en
ley del proyecto por el Parlamento suponía una barrera que los
sindicatos no iban a traspasar. Por ello forzaron las movilizaciones en
octubre al máximo, y por eso mismo el gobierno conservador aguantó ese
mes absolutamente inflexible. La ley de pensiones fue votada por el
Parlamento a finales de octubre y ratificada a primeros de noviembre.
Las movilizaciones cesaron súbitamente y los sindicatos fueron
derrotados en la batalla más importante hasta ese momento en Europa a
causa de las consecuencias de la crisis.
Podemos: El populismo de izquierdas y su proyecto transversal contra la crisis
En
este caso el paradigma se ha desarrollado en España, terminando por dar
lugar a la creación de Podemos y su intento fallido de desplazar al
PSOE como principal fuerza en el bloque progresista-izquierdas y
alcanzar el gobierno para llevar a cabo su programa. Pero antes haremos
un breve repaso de cómo se llegó al surgimiento de dicha alternativa.
En
el caso español podemos diferenciar dos ciclos políticos y de
movilizaciones. El primero se desarrolló hasta la mitad del 2011, sus
características principales fueron: el protagonismo indiscutible de los
sindicatos en las protestas; la división sindical entre los sindicatos
mayoritarios y los sindicatos nacionalistas y otros minoritarios más
combativos; la incapacidad de estos últimos para conseguir éxitos
importantes de movilización y para crecer y ser una alternativa a los
mayoritarios, con la excepción del País Vasco y Galicia; la actitud
ambigua de los sindicatos mayoritarios en relación al gobierno
socialista convocando una huelga contra la reforma laboral y luego
pactando la reforma de las pensiones; el giro neoliberal del gobierno
Zapatero y la derrota electoral del PSOE; y el estancamiento en un nivel
electoral bajo del principal partido de la izquierda, IU.
A
partir de la mitad de 2011 podemos hablar del inicio de un segundo ciclo
político y de movilizaciones en España que va a coincidir con el ciclo
de gobierno conservador conseguido por la victoria electoral mayoritaria
del PP. También en este caso se puede hablar de dos etapas, la primera
cubriría los dos primeros años del gobierno Rajoy, caracterizada por un
gran número de decisiones que continuaron e intensificaron las tomadas
por la segunda etapa del gobierno Zapatero, es decir, buscando una
salida de la crisis a costa de las clases populares con toda una batería
de medidas de recortes de prestación y derechos.
En esta primera
etapa la iniciativa de las movilizaciones empezó a ser compartida entre
los sindicatos y el conjunto de movimientos sociales que se desplegaron
a partir del 15-M. Los sindicatos mantuvieron el protagonismo en las
grandes protestas como las dos huelgas generales convocadas contra el
gobierno Rajoy o algunos otros conflictos sectoriales importantes como
el de los mineros. Los indignados también consiguieron movilizaciones
espectaculares como la manifestación mundial del 15 de octubre de 2011,
pero, sobre todo, fecundaron toda una serie de movimientos sociales
contra la ofensiva desatada por el gobierno Rajoy contra las clases
populares, fueron las grandes movilizaciones contra los desahucios, o
contra los recortes en la sanidad y en la educación que recorrieron todo
el año 2012 y 2013 en una protesta llevada a cabo casi sin pausa
durante esos dos años.
Esta primera etapa de movilizaciones vino a
coincidir con la primera parte de la legislatura caracterizada por la
práctica ausencia de elecciones, y, por tanto, no fue posible
transformar los cambios de correlación de fuerzas en la calle en
posiciones de poder institucional capaces de revertir las decisiones del
gobierno conservador e implementar un programa favorable a las clases
populares. Sin embargo, a partir de mayo de 2014 las elecciones europeas
abrieron un ciclo electoral de año y medio y, justamente, este hecho
abrió la segunda etapa de este nuevo ciclo político y de movilizaciones.
De otro lado los inicios de esta segunda etapa se hicieron notar
también en los movimientos sociales. Es con la cercanía del nuevo ciclo
electoral que una parte de los movimientos sociales se plantearon la
batalla electoral para conseguir posiciones de poder y apareció la
opción de Podemos.
Podemos justificó su aparición como nuevo
participante político en dos argumentos, el de canalizar políticamente
el descontento y las movilizaciones que representaba el 15-M, y superar
los techos electorales que históricamente había obtenido IU y que la
impedían ser alternativa de gobierno. Los objetivos que se marcaron eran
claros y, en función de ellos, es como hay que juzgar a estas alturas
su éxito o fracaso. El primero consistía en desplazar al PSOE en la
hegemonía en el campo progresista-izquierda, pensando que en España se
repetiría el escenario de Grecia, un PSOE que seguiría la senda de la
marginalidad del Pasok [3] , y un Podemos siguiendo la senda de
Syriza, pero, además, complementariamente, también pretendía hacer
desaparecer electoralmente a IU como expresión de una izquierda
desfasada que ya no respondería al momento histórico. El segundo
objetivo era llegar al gobierno para poner en práctica su programa.
Conquistar la hegemonía en la izquierda desplazando al PSOE y marginando
a IU era solo un paso necesario para convertirse realmente en
alternativa de gobierno, su modelo era Syriza o, incluso inicialmente,
Venezuela y Bolivia.
Podemos se presentaba como un proyecto
populista, transversal, que pretendía superar el eje tradicional
izquierda-derecha por otro basado en arriba-abajo. Buscando en la
clásica oposición establecida por el populismo entre el pueblo y las
élites (la casta en su argot original) el apoyo para conseguir el apoyo
que Syriza había conseguido en Grecia.
Globalmente se trataba de
un proyecto transversal dónde su dirección política la detentaba una
clase media ilustrada, fundamentalmente profesores universitarios, que
pretendía representar no los intereses de la clase obrera sino de
sectores populares trasversales donde, sin embargo, predominaba la
visión de esas clases medias ilustradas. No obstante, rápidamente, ese
proyecto, aparentemente común y unido por las expectativas que daban las
encuestas a Podemos, empezó a mostrar la existencia en su seno de tres
sub-proyectos diferenciados, cuyo enfrentamiento interno subió de tono
conforme las encuestas y los resultados electorales mostraban que sus
ambiciosos objetivos iniciales se alejaban de la posibilidad de ser
alcanzados. A la vez que Syriza claudicaba ante la troika y abandonaba
los objetivos para los que había llegado al gobierno, Podemos veía
alejarse simplemente la posibilidad de alcanzar el gobierno.
De manera que, ante unos resultados electorales continuamente a la baja [4]
que demostraban su incapacidad de hacer desaparecer a IU, desplazar de
la hegemonía de la izquierda al PSOE, y alcanzar el gobierno, la
dirección de Podemos forzó un giro que llevaría a romper sus costuras
internas. En primer lugar se ofreció a formar gobierno con el PSOE en
2015, lo cual fue rechazado por los socialistas y, en segundo lugar, se
inclinó en 2016 por formar una alianza electoral con IU bajo en nombre
de Unidos Podemos, lo cual provocó que esta alianza obtuviera un millón
de votos menos que seis meses antes por separados. Este cambio en las
alianzas y estrategia llevó aparejado un cambio en los principios
rectores, se volvía al eje derecha-izquierda y se basculaba a posiciones
socialdemócratas clásicas, es decir, se abandonaba la estrategia
nacional-populista sin que mediase una discusión interna y una decisión
de todo el partido. Era, pues, inevitable que la profundidad de los
cambios y la forma de llevarlos a cabo, aun utilizando el método de
consultas plebiscitarias, terminases llevando a la ruptura interna de
Podemos, la del sectores errejonistas acusando a la dirección de Podemos
de abandonar la transversalidad por la ubicación clásica de izquierda
que había representado IU; la del sector anticapitalista por buscar la
alianza con el PSOE y bascular a posiciones socialdemócratas.
Podemos
intentó llegar al gobierno en alianza con el PSOE en diciembre de 2015
y, nuevamente en julio de 2019. En ambos casos los socialistas
rechazaron esa alianza de gobierno aunque si buscaron su apoyo a través
de un acuerdo programático [5] . Llegados a este punto podría
decirse que, al contrario que Syriza, Podemos no ha podido testear su
capacidad de poner en práctica su programa al no conseguir llegar al
gobierno. Pero esto es cierto a medias. En las elecciones municipales y
autonómicas de 2015 el denominado "espacio del cambio" [6] ,
apoyado por Podemos, consiguió hacerse con bastantes ayuntamientos
importantes - los ayuntamientos del cambio - desde los que se quiso
presentar un modelo de gestión que diese credibilidad a Podemos y sus
aliados. Después de cuatro años la opinión pública ha reconocido la
gestión honrada y en favor de las clases populares que se hizo en esos
ayuntamientos pero, a pesar de ello, en las elecciones municipales de
2019 la mayoría de ellos se perdieron [7] .
Sea cual sea
el cómo se vaya a desarrollar en el futuro Unidas Podemos, lo que es
innegable es que su ensayo de reproducir el éxito de Syriza en España ha
terminado en un fracaso. Además, y en el momento de escribir este
artículo, los pronósticos son que los problemas internos de Unidas
Podemos pueden agravarse aún más.
Syriza: Cuando la izquierda radical llegó al gobierno en Europa para derrotar a la troika
Syriza [8]
ganó las elecciones en enero de 2015 apoyándose en el largo ciclo de
protestas y movilizaciones - que ya hemos descrito someramente al
principio - que se abrió en Grecia en 2008 frente a las agresiones
sociales impuestas por el establishment europeo a través de la troika
(BCE, Comisión Europea y FMI). Su victoria tuvo que esperar que las
condiciones fuesen madurando según se profundizaba la crisis y el pueblo
griego descartaba electoralmente otras alternativas, como la del Pasok,
de gobierno. En la primera vuelta de las elecciones griegas de 2013, el
17 de mayo, Syriza tuvo un ascenso espectacular, pasando del 5%
obtenido en 2009 al 17%. En la segunda vuelta, un mes más tarde, el
porcentaje ascendió al 27%, pero las fuerzas reaccionarias griegas e
internacionales tomaron claramente conciencia del peligro y pusieron en
marcha la contraofensiva: reagrupamiento de la derecha, campaña
propagandística del miedo, y amenazas veladas y abiertas.
Cuando
finalmente Syriza llegó al gobierno se encontró con que heredaba un país
económicamente devastado por las políticas de austeridad que había
impuesto la troika y que habían llevado al país a una situación peor que
al inicio de la crisis pese a los graves recortes realizados sobre las
condiciones de vida de las clases populares. Así, en 6 años de crisis el
PIB había caído un 25%, la tasa de paro se había situado en un 26% (53%
en el paro juvenil), el 23% de los griegos vivían en riesgo de pobreza,
la reducción del gasto sanitario había sido del 9% anual, las pensiones
se habían reducido entre un 35%y un 50%, 70.000 millones habían huido
del sistema financiero, y la deuda había pasado de un 113% del PIB en
2008 a un 175% en 2014.
El programa de Syriza se proponía
revertir esta situación con varias actuaciones como eran las medidas de
urgencia destinadas a ayudar a los sectores sociales más damnificados
por la crisis y las políticas de recortes, los programas para conseguir
la recuperación y el crecimiento económico, la creación de empleo, y las
reformas de la administración con el objeto de acabar con la
corrupción. Pero todo ello pasaba por un punto esencial, la
renegociación de la deuda externa y de las condiciones impuestas por el
rescate, y este punto se convirtió, inevitablemente, en un campo de
batalla entre el gobierno de Syriza y la troika, en el principal escollo
del nuevo gobierno de izquierda para poder continuar con su programa
electoral como expresión de los intereses de las clases populares.
El
gobierno de Syriza se encontraba en una posición de doble debilidad en
este pulso, debilidad económica por las condiciones de su economía que
hemos señalado anteriormente, y debilidad política por no poder contar
con gobiernos aliados en la UE que le fuesen afines y apoyasen su
demanda de reestructuración de la deuda y de fin de las políticas de
austeridad impulsadas desde la Alemania de Ángela Merkel. Las
negociaciones comenzadas en febrero escenificaron claramente ese
enfrentamiento al mismo tiempo que el aislamiento del gobierno griego
por parte del resto de los gobiernos europeos. Además de este
aislamiento otros dos elementos ayudaron a debilitar aún más la posición
negociadora de Syriza, el primero fue el agravamiento de la fuga de
capitales que se produjo en Grecia durante las negociaciones y según se
tensaban las posiciones, llegando a alcanzar los 1.500 millones diarios,
poniendo al gobierno griego ante el riesgo de una debacle bancaria; el
segundo fue la amenaza de ser obligada a abandonar el euro e incluso la
UE (Grexit).
La postura rígida de la troika, y la necesidad de
Syriza de evitar traspasar sus líneas rojas - con fuertes tensiones en
su seno por las cesiones que iba realizando en la negociación - si no
quería sufrir una derrota estratégica y entrar en la senda de
claudicaciones de la socialdemocracia y, por tanto, poner final a su
proyecto, llevaban a un escenario de ruptura casi inevitable.
Cuando
la situación de las negociaciones parecía desesperada para Syriza,
Tsipras planteó la convocatoria de un referéndum al pueblo griego como
el último expediente para acumular fuerzas en el interior e intentar
romper, con una victoria, la dinámica que la troika había impuesto en
las negociaciones. El resultado de la consulta fue toda una demostración
de dignidad del pueblo griego, con un 61% apoyando al gobierno de
Tsipras frente a un 38% aceptando las condiciones de la troika. El
recurso al referéndum pareció enviar la señal de que estaba dispuesto a
la ruptura con la troika y que se estaba preparando para ello, es decir,
para la posibilidad de la salida del euro, lo que significaría que el
gobierno griego disponía de un plan B elaborado y dispuesto para ponerse
en práctica cuando se llegase a un callejón sin salida. La convocatoria
del referéndum significaría, entonces, la búsqueda del respaldo interno
necesario para dar ese importante paso. Sin embargo, a pesar del
resultado masivo del no, inmediatamente Syriza realizó más concesiones,
buscó el apoyo de los partidos pro-austeridad que habían pedido el sí y,
finalmente, aceptó un tercer rescate en unas condiciones más leoninas
que las exigidas en los dos rescates anteriores. La brusquedad de este
giro, y la profundidad de la derrota que esto suponía, está más allá de
lo que podría ser un comportamiento previsible.
Para encontrar
una experiencia de gobierno en Europa de un partido a la izquierda de la
socialdemocracia hay que retroceder muchas décadas. Siempre en
circunstancias muy especiales, tal vez a la revolución de los claveles
en Portugal, a los breves gobiernos de coalición tras el fin de la
segunda guerra mundial, o a los frentes populares. Para encontrar en
Europa partidos de izquierda con el apoyo popular cosechado por Syriza
también hay que retroceder décadas y situarse en los momentos de gran
capacidad de arrastre del PCI o el PCF antes de la debacle del
socialismo real.
Por ello la experiencia de Syriza era tan
importante para la izquierda europea, siempre en posiciones
minoritarias, siempre alejada del poder. Representaba la posibilidad de
demostrar que eran posibles gobiernos de izquierdas dentro de la UE, que
eran posibles oponerse desde el poder a las políticas neoliberales. No
iba a ser fácil, solo los ilusos podían pensar que Syriza podía
conseguir todos sus objetivos, pero sí que los defendería con coherencia
y que sus concesiones sería a cambio de contraprestaciones que
rompiesen la asfixia de la austeridad que ahogaba a los griegos. No se
trataba de superar el capitalismo, sino más modestamente de poner freno
al neoliberalismo. La claudicación de Syriza y las condiciones en que se
produjo esa claudicación, después de un apoyo masivo del pueblo en el
referéndum para enfrentarse a la troika, representó un duro golpe a toda
la izquierda europea que esperaba que Syriza se convirtiese en un
modelo para alcanzar la victoria electoral, para enfrentarse a los
poderes de la troika, y para defender una salida de la crisis favorable a
las clases populares.
Con la claudicación de Tsipras ante la
troika, traicionando el resultado del referéndum que él mismo convocó,
en realidad acabó lo que representaba Syriza. Hubo una ruptura total muy
brusca y el partido que siguió con tal nombre ganó unas nuevas
elecciones, convocadas inmediatamente para evitar una rebelión interna,
abandonando los críticos el partido y formando otro nuevo, Unidad
Popular, que no consiguió entrar en el parlamento. Sin embargo el
partido de Tsipras ya no representaba lo que fue Syriza hasta la
victoria en el referéndum. Se trataba, pues, de un caso más de
transformación en la historia en el que una sigla partidaria no tiene
nada que ver con lo que fue en el pasado, sea el PS chileno actual en
relación con el PS de la época de Allende, o el PC Chino actual en
relación con el PC Chino de la época de Mao, por poner dos ejemplos
entre otros muchos.
Irónicamente, Syriza cumplió un papel
funcional para la troika. Bajo los gobiernos de Nueva Democracia o el
Pasok, la troika no fue capaz de controlar política, social y
económicamente a Grecia, continuaron las movilizaciones y las huelgas
generales, y los reemplazos de gobiernos ante esas presiones. Pero
Syriza terminó siendo el instrumento en manos de la troika para
"pacificar" a la rebelde Grecia y estabilizar un gobierno que, por
primera vez en muchos años, prácticamente ha terminado la legislatura y
ha cumplido con las exigencias impuestas por la troika en el memorándum
del tercer rescate. Ahora, el ciclo se cierra como en un círculo
perfecto y Syriza devuelve el poder al partido responsable del
hundimiento de Grecia y la política de rescates, Nueva Democracia.
Conclusiones
Hemos
analizado los tres modelos empleados por la izquierda durante la década
de la crisis para enfrentarse a la agenda social y económica de la gran
burguesía europea, que hizo que los costes para gestionar y salir de la
gran recesión recayesen sobre las clases populares, para restablecer,
así, el mecanismo de acumulación de capital y recortar derechos sociales
y avances que la clase obrera había conquistado en las últimas décadas.
De los tres modelos seguidos por la izquierda, dos utilizaron
la vía política y uno la sindical. El país más golpeado por las
consecuencias de la crisis, Grecia, transitó por los dos modelos,
primero el sindical, con una dura lucha de los sindicatos griegos y,
luego, el político, con la victoria de Syriza. En el modelo griego hubo
una conjunción de cuatro fenómenos que permitió el único acceso de la
izquierda radical al gobierno en Europa en esta década pasada. Fue el
país más golpeado por las consecuencias de la crisis, dónde las clases
populares sufrieron las mayores caídos en sus niveles de vida. Este solo
fenómeno, el hundimiento en la miseria, se repite habitualmente en
muchos países no desarrollados y, en ausencia de los otros fenómenos,
vemos que la salida elegida por las poblaciones de esos países son las
migraciones desesperadas y la renuncia a intentar transformar las
condiciones socio-económicas y políticas en sus países. El segundo
fenómeno en Grecia fue la existencia de sindicatos de clase combativos
que promovieron movilizaciones y huelgas generales y, de esta manera,
evitaron la caída en la resignación de la clase obrera, resignación que
solo se instaló con la claudicación de Syriza. El tercer fenómeno fue
que los dispersos partidos políticos de la izquierda dejaron de lado las
posturas sectarias y consiguieron reagruparse en Syriza, que apareció a
los ojos de la mayoría de los griegos como la última posibilidad de
revertir la situación. Finalmente, el último fenómeno fue que las
alternativas políticas anteriores traicionaron las esperanzas que había
depositado en ellas el pueblo griego, tanto los conservadores de Nueva
Democracia como los socialistas del Pasok.
Pero, como ya lo hemos
analizado, si Syriza se encontró con unas condiciones favorables para
llegar al gobierno, sin embargo, tenía todas las condiciones en contra
para poder llevar a cabo su programa. Se enfrentó a un enemigo muy
poderoso para su fuerza, la troika, heredó un país en la bancarrota, y
se encontró con el aislamiento político en la UE, sin un solo gobierno
aliado que pudiese apoyar sus demandas.
El segundo modelo fue el
del enfrentamiento puramente sindical, el francés. La pregunta en este
caso es la de porque, ofreciendo los sindicatos franceses el mismo
ejemplo de combatividad que los griegos, sin embargo el modelo francés
no transitó a la segunda etapa política como en Grecia. Cuatro elementos
le diferencian de éste último. Primero los efectos sociales de la
crisis en Francia no tuvieron nada que ver con los de Grecia, la grandes
movilizaciones sindicales lo fueron contra una reforma de las pensiones
no contra un hundimiento generalizado del nivel de vida. Segundo, en
Grecia el gobierno socialista había defraudado antes de la llegada de
Syriza y, por lo tanto, era una alternativa quemada, mientras que en
Francia la alternativa socialista aún no había defraudado y fue la que
se benefició del desgaste de Sarkozy por los sindicatos, para llevar a
la presidencia a Hollande, fue entonces cuando los socialistas
defraudaron a las clases populares. Tercero, la izquierda en Francia no
consiguió el nivel de reagrupamiento y atracción que alcanzó Syriza.
Finalmente, y tal vez el factor más importante, en Francia existía una
derecha radical populista xenófoba potente, el Frente Nacional (hoy
Reagrupamiento Nacional), que atrae con su mezcla de reivindicaciones de
izquierda (anti-globalización, anti-establishment) y
nacionalistas-xenófobas, a parte del electorado de izquierdas.
El
tercer modelo fue político, el de Podemos, se trata del más diferente
de los tres. Primero porque no fue precedido por luchas sindicales - en
España las movilizaciones sindicales fueron discontinuas y sin
enfrentamiento frontal, ya lo hemos visto - sino por un movimiento
espontáneo transversal, el 15-M, que aportó el combustible para el
despegue político de Podemos antes de terminar agotándose. Segundo,
porque Podemos no solo no fue un reagrupamiento de la izquierda sino un
proyecto contra la izquierda política existente, IU, a la que
consideraba inicialmente un modelo inservible para postularse como
alternativa de gobierno.
Las causas del fracaso de este modelo
son de dos órdenes, externas e internas. Entre las externas se pueden
señalar tres. La primera es que Podemos llegaba al final del ciclo de la
crisis, en Europa ya había fracasado el modelo francés y el griego, en
España se acabó el ciclo de movilizaciones intensas y se producía una
cierta recuperación económica. La segunda es que, al contrario que en
Grecia o Francia, en España los socialistas se encontraron con un nuevo
liderazgo innovador y audaz, el de Pedro Sánchez, que hizo que el PSOE
recuperará el terreno electoral perdido a favor de Podemos y alcanzase
el gobierno de nuevo, desplazando a la coalición Unidas Podemos a una
posición subsidiaria. La tercera es la agudización del problema
separatista catalán, provocando que el conflicto nacionalista desplazase
de la agenda política al conflicto social. Entre las causas internas,
ya habíamos mencionado las divisiones y abandonos internos debido a los
enfrentamientos de proyectos en el seno de Podemos, pero también los
errores y contradicciones de Unidas Podemos en relación con el conflicto
catalán.
Hoy la izquierda europea vuelve a encontrarse en la
difícil situación de actor marginal y sin capacidad para marcar la
agenda, como lo expresan las derrotas que acabamos de analizar, y otras
menos dramáticas, como las recientes en las elecciones al parlamento
europeo. Durante un tiempo la izquierda europea, en alguno de los
modelos ensayados, concitó el apoyo de amplios sectores sociales. No fue
en muchos países, pero tampoco consiguió una victoria clave en alguno
de ellos que fuese capaz de servir de modelo en otros países. Las
derrotas han puesto de manifiesto las dificultades objetivas existentes
para superar el modelo neoliberal o incluso, a nivel más modesto, para
alcanzar la hegemonía en el campo progresista-izquierda, pero también
son una prueba de las carencias internas de la izquierda como proyecto
alternativo en las condiciones históricas del siglo XXI. Descubrir esas
dificultades objetivas y esas carencias internas es una tarea
fundamental para poder intentar relanzar cualquier proyecto de izquierda
con un mínimo de posibilidades de éxito.
Notas
Jesús Sánchez Rodríguez, Licenciado
y Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la UNED. Se pueden
consultar otros artículos y libros del autor en el blog: http://miradacrtica.blogspot.com/
[2]
La recaída en la crisis un año y medio después de iniciarse su fase
aguda se diferenció por el lugar en que se originó, la deuda soberana de
algunos Estados europeos en lugar de los problemas de los grandes
bancos estadounidenses, pero tuvo un cierto parecido en la reacción de
los actores públicos. En septiembre de 2008 la administración Bush dejo
que el banco Lehman Brothers se hundiese, y solo tras la constatación de
las graves consecuencias de esa decisión, que puso al sistema
financiero internacional al borde del abismo, se produjo una rápida
rectificación para implementar una masiva ayuda financiera a la banca en
graves dificultades. Posteriormente, los socios europeos no dejaron
hundir a Grecia, pero casi, las dudas interminables sobre si acudir en
su rescate fueron equivalentes a la decisión de Bush; solo tras percibir
las gravísimas consecuencias para la zona euro se acudió a salvar in
extemis a Grecia.
El segundo aspecto relacionado con la crisis
griega, y la tardía reacción de los gobiernos de la eurozona, fue el
multimillonario plan aprobado por los ministros de economía de la UE
para blindar el euro y las medidas excepcionales del BCE de comprar
bonos de los países. Una vez más en año y medio el capitalismo fue
salvado de la catástrofe por la intervención de los Estados mediante el
aporte masivo de dinero, la primera vez para sostener el sistema
financiero, la segunda para frenar el ataque especulativo contra la
eurozona a través de los países más debilitados.
[3] Hoy refundado como Movimiento para el Cambio, Kinal en griego.
[4]
Un breve balance de la trayectoria electoral es el siguiente: en las
elecciones europeas de 2014 Podemos obtuvo 5 eurodiputados, e IU 6. En
las europeas de 2019, Unidas Podemos bajó a 6 eurodiputados. En las
elecciones autonómicas de 2015 Podemos se sitúo en las distintas
comunidades entre la 3ª y 4ª posición con entre el 9% y el 20%, en las
elecciones autonómicas de 2019 simplemente han desaparecido de muchos
parlamentos autonómicos. En las elecciones generales de 2015 obtuvo 69
diputados e IU 2, en las elecciones generales de 2016 Unidos Podemos
pasó a tener 71 diputados, pero perdiendo un millón de votos con la
alianza, y en las elecciones generales de 2019 Unidas Podemos cayó hasta
los 42 diputados. Es decir, entre 2015-16 Podemos, o luego Unidas
Podemos, alcanzó su techo electoral, siempre muy lejos de poder marcar
la agenda política y, luego, entró en declive.
[5] En el
momento de publicar este trabajo continúan las negociaciones entre el
vencedor de las elecciones en 2019, el PSOE con 124 diputados, y UP con
42. Las discusiones se han bloqueado no en torno a la discusión del
programa de gobierno, del que apenas se ha hablado, sino por la
exigencia de UP de tener ministros en el futuro gobierno, a lo que el
PSOE de momento se niega, fundamentalmente por la desconfianza en UP en
relación con el conflicto catalán, dónde estos últimos mantienen
posiciones de simpatías con los secesionistas catalanes. Pero
independientemente de cómo terminen las negociaciones, el proyecto
original de Podemos que hemos descrito ha fracasado.
[6]
Podemos no se presento como tal partido a las elecciones municipales,
salvo casos contados, porque no tenía una estructura partidista capaz de
controlar las miles de candidaturas que podrían presentarse y porque se
construyeron alianzas muy variadas a partir de diferentes movimientos,
como ocurrió en Madrid por ejemplo.
[7] Ciertamente en
la pérdida del poder municipal ha pesado mucho la ruptura de Podemos con
sus aliados y las rupturas internas dentro del propio Podemos, pero
también hay otras causas en la gestión que explican esa pérdida y que no
se han terminado de discutir.
[8] Syriza se había
conformado como una coalición de distintos partidos de izquierda al
calor de la rebelión social que recorría Grecia durante varios años, y
tras la traición del Pasok a su programa y a los intereses populares
echándose en brazos de la derecha y apoyando los planes de recortes y
sacrificios impuestos desde Bruselas a cambios de los rescates. También
representaba el fin del aislamiento y la incomprensión entre diversos
partidos que, bajo la presión de la rebelión social en curso, ofrecían
con su unidad una alternativa política a las clases sociales en
oposición al frente de derechas formado por los socialdemócratas y
conservadores. Por primera vez durante la crisis económica que recorría
Europa la izquierda aparecía como alternativa real de gobierno.
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