Tras las elecciones
Nueve problemas estratégicos vistos desde Euskal
Herria
Ramón Zallo
Vientosur
08/06/2019
1. El régimen
del 78 continúa en involución
La derrota casi
dulce de las derechas –más que un triunfo del PSOE- en el 28-A, confirmada
parcialmente el 26-M, no ha despejado los elementos de involución que se
fraguaron con el Gobierno de Rajoy: Ley mordaza, reformas del Código Penal,
reducción del gasto público y social, aplicación del 155 con su rol de espada
de Damocles permanente en Catalunya, cordón sanitario sobre EHBildu mientras se
sigue exprimiendo la política anti ETA…
Esa derrota ha
sido un alivio pero la involución no está conjurada ni mucho menos. El PSOE no
ha sido nada claro respecto a lo que hará, lo que indica más dosificación
oportunista que giro político en profundidad para los próximos tiempos. Parece
probable que haga algunas correcciones en materia de derechos civiles, con más
postureo y miedo a la derecha que coherencia democrática y valentía.
Sánchez habla
de diálogo pero ni siquiera toma la iniciativa para un modelo federal y, como
ya lo hiciera en momentos de tensión, no dudaría en recurrir al 155. Asimismo
ya se verá si, pasado el tiempo, gestiona unos hipotéticos indultos tras las
previsibles largas y duras condenas a los presos políticos catalanes, lo que
incluso podría demorar hasta que haya pronunciamientos en Estrasburgo. En el
ínterin lograría así tener descolocados y ensimismados a ERC y PxCat en
perjuicio de redefinir un proyecto nacional.
Tras estas dos
elecciones hay un cambio de ciclo; no volvemos hacia atrás de 1977 pero tampoco
iremos mucho más allá que desandar algunas políticas del PP visto qué tipo de
izquierda –centroizquierda- ganó. No son probables una reforma constitucional
progresista ni –más allá de avances competenciales- saltos soberanistas ni una
neta política social de izquierda, visto el programa del PSOE. Hubiera venido
bien un movimiento como el 15M o una coincidencia temporal reivindicativa entre
Catalunya y Euskal Herria para esos saltos. Pero no es el caso.
Sin embargo
tampoco es el tiempo de terciarlo todo al juego parlamentario e institucional.
Temáticamente y en el turno social, que seguro que aparecerá, hay movimientos
poderosos y vivos –soberanismo, feminismo, pensionistas, sindicatos…- y franjas
sociales (femenina, juvenil..) que pueden esperar decisiones políticas
favorables que, de no producirse, minarían las bases sobre las que se asienta este
nuevo tiempo institucional. Hay muchas luchas pendientes en el horizonte y hay
movimientos para ello poniendo las izquierdas el trabajo institucional a su
servicio.
2. La
involución ha dado lugar a un gobierno de los jueces
Lo más
preocupante de esa involución es la manifestación política del “Gobierno de los
Jueces” –nacido en la etapa antiterrorista y culminado con la intromisión del
TC en la reforma de un Estatut refrendado- que con su lógica de hierro y plazos
largos hace desaparecer las soluciones políticas a los problemas porque éstos
se abordan desde una dimensión delictivo-política impidiendo salidas políticas.
Quedan pendientes un sinfín de procesos en Catalunya, en Euskal Herria… o
ejecuciones de sentencias como son los casos de Gara o Herriko Tabernak,
abogados … Nos tendrán acordonados al menos hasta 2030.
La mirada
institucional española sobre los derechos de las comunidades diferentes ha
abandonado la política y se ha traducido desde el 1-0 de 2017 en acoso
represivo, político, judicial e ideológico. Y con su amenaza en el largo plazo
para cualquier disidencia significativa se ha instalado en la mentalidad
española la idea del 155 como el último muro, siendo los jueces los “guardias
de la noche”.
Dejando a salvo
la justicia ordinaria, el “gobierno de jueces” es una degeneración de la
democracia, un gobierno de una elite profesional aupada por cooptaciones y
fuera de controles democráticos, por encima de parlamentos electos, y que tiene
como misión política asegurar que no todo proyecto democrático sea posible
siendo la unidad nacional forzosa el pilar central e intocable del régimen. En
lo político son los encargados de traducir jurídicamente la ideología más
extrema de defensa del Estado a cualquier precio. Véase cómo han conducido
Marchena y fiscalía el juicio al procés o la decisión y expresiones del TS
sobre la exhumación de Franco.
Paralelamente,
una parte del otro pilar de la Transición, el ejército, ha enseñado la patita
en la crisis del “a por ellos” expresando simpatías patrióticas por Vox. Son
secuelas vivas, de larga duración, de la Transición.
Confrontar con
el Gobierno de los jueces es abrir el debate público sobre la democracia,
revisar legislaciones para evitar intromisiones y modificar completamente la
estructura del poder judicial poniéndole a salvo del diktat político en
la sombra.
3. Balance
desigual de los dos factores disruptivos del régimen en la década: 15M y
soberanismo catalán
El 15M -y su
expresión política genuina, Podemos- y el soberanismo -en choque frontal con el
Estado- fueron esos factores disruptivos pero han corrido distinta suerte. UP
se desploma -de 5,2 mil en 2016 a 2,25 mill. en las europeas- y, en cambio, el
nacionalismo catalán se mantiene reiteradamente en el casi 50% pero sin
sobrepasarlo en todas las contiendas.
Ahora mismo el
nacionalismo catalán es el único factor que cuestiona todavía el régimen de 78
puesto que la pugna entre las izquierdas españolas por cambiarlo o continuarlo
se ha decantado del lado de esta segunda opción por miedo a las derechas. Pero
también se debe a las inconsistencias de Podemos que ahora se debate entre
ofrecerse como muleta del PSOE -como insiste Iglesias- o reemprender la labor
de querer ser alternativa a un PSOE acomodaticio y sin proyecto que lo cifra
todo en el miedo a la derecha. De todos modos el soberanismo catalán con toda
la fuerza que tiene en Catalunya es capaz de mantener al régimen en crisis pero
no de solventarla, al ser un fenómeno acantonado que, además, no suscita
solidaridad democrática sino aversión y pulsión nacionalista en España. Esa es
su debilidad incluso si superara el 50%. Dada la naturaleza del régimen
ese % no es un Rubicón político, aunque lo sería moral.
El otro factor
disruptivo, Unidas Podemos (UP) lo tiene mal y a ello se añade el infantilismo
de un Errejón que amenaza con crear un partido alternativo para reabsorber
Podemos; o sea dividir aún más y ser mejor muleta. Lo de los “significantes
vacíos” da mucho de sí pero las laclauianos parten de la hipótesis
errónea de que lo vacío puede y debe llenarse, aunque Oteiza –y en eso de los
vacíos sabía más que nadie- ya explicó que el vacío es simplemente el vacío y
tiene su propio significado.
Tras haber
disuelto sus apoyos sociales, UP colapsó y lo tiene mal, aunque no imposible,
para rehacerse en un papel distinto al de asaltar los cielos. En cambio el
soberanismo catalán no ha colapsado y mantiene su peso, pero no sus opciones,
porque tras el castigo del 155 político, judicial y social, se demuestra lo
ilusorio de apagar la luz y marcharse de España (ignorando la naturaleza del
régimen) y deberá encontrar la vía para una geometría variable que le permita
combinar liderazgos institucionales, mantener vivos los movimientos y avanzar
en acumulación de fuerza y en alianzas externas, también en España. Difícil
pero no imposible.
Se trata de una
apuesta que debería antojarse más de soberanismo que de independentismo.
Soportar el chaparrón represivo y judicial -con sus tiempos largos- y hacer
políticas progresistas y de cambio que amplíen su espacio social y proyectarlas
hacia la convicción colectiva de que es necesaria una República Catalana,
independiente o no, será una difícil tarea. No obstante, una base sólida de la
que partir para un nuevo pacto ciudadano es la defensa que hace la inmensa
mayoría de catalanes y catalanas del derecho de decisión.
Ello lleva al
dilema de si operar en exclusiva en política de bloque independentista en
Catalunya (o sea ERC, PDeCAT, CUP, Omniun, ANC, CDR..) -como hasta ahora y con
los problemas que ha traído- o los partidos a efectos institucionales deben
poder jugar en unos temas tanto al bloque soberanista abierto como en otros a
alianzas de geometría variable en clave de programas de izquierda para ir
avanzando ante las bases populares no soberanistas.
Se debe ensayar
fuera de la lógica de bloques en la gestión institucional -y más cuando el
PDeCat debe aclararse sobre su lugar social- sin perjuicio de que el espacio
común de la solidaridad con los represaliados y el derecho de decisión deben
estar por encima de cualquier consideración. El eje ERC, En comú y CUP y el
impuso de Omnium y ANC así como de las organizaciones civiles pueden abrir un
espacio amplio hegemonizado por las izquierdas independentista y decisionista.
Sin embargo la decisión de Barcelona En Comú de disputar a la triunfadora ERC
la alcaldía mediante acuerdo con el PSC y apoyándose en Cs-Valls, no va en esta
dirección.
Desde luego la
filosofía de Iglesias y Errejón de subordinación de las cuestiones catalana y
vasca a una política central contra el Estado y liderada por UP, quien después
ya abordaría el tema de las nacionalidades ha sido desmentida rotundamente.
Menos mal que no se les hizo caso. La cuestión nacional ha resultado ser mucho
más inasimilable e irredenta que la cuestión del poder central y lleva dentro
además cuestiones sociales adjuntas, vinculadas a movimientos y no solo a
siglas, lo que invita a que la lideren en algunos campos o países precisamente
las izquierdas, como ERC, EHBildu, Mareas, En comú, Compromis, Nueva Canarias
….
Ahora cabe
enderezar el rumbo mediante una hipotética alianza entre soberanismos catalán,
gallego, valenciano, canario, vasco…. con UP- En Comú-Mareas- otros grupos, y
que ejerza de núcleo aglutinador frente a las involuciones y a la línea dura
austericida que acompañará a la próxima recesión. Es lo deseable.
4. Del
bipartidismo al bipartidismo asistido
Se ha teorizado
sobre el fin definitivo del bipartidismo pero hay riesgo de vuelta al
bipartidismo con muleta, al bipartidismo asistido.
El PSOE ha
capitalizado el miedo a la derecha -y tras los fracasados amagos de Cs de
hegemonizar la derecha y el rol minoritario de VOX- parece cuestión de tiempo
que lo mismo pueda ocurrir con el PP que es la apuesta más sólida para las
clases dominantes acabando con Casado y sus veleidades aznaristas. Dada
la endeblez programática del PSOE y el motivo de desesperación social por el
que recibió los votos pueden no pasar muchos años antes de una vuelta al poder
de la derecha con sus criaturas saturnales (Cs, Vox) de satélites.
Podemos y Cs
que vinieron a desafiar el bipartidismo, se ubican ya en otra dimensión a la de
hace 3 y 4 años. Ninguno de los dos puede ya aspirar a sustituir a la formación
líder de su espacio y UP es la que lo tiene peor porque tiene pocas bazas para
negociar –a diferencia de Cs- salvo sus escaños en el Congreso y una crisis
interna profunda y permanente que le devora las energías y la confianza social.
Donde sí ha
desaparecido el bipartidismo de Estado es en Catalunya y en la CA de Euskadi
donde se ha sustituido por otro bipartidismo, PNV y EHBildu, necesitados de
alianzas (PSE y quizás PP en el caso de PNV; y UP en el caso de Bildu).
Lo que no ha
funcionado es la política de Frente único de izquierdas de Elkarrekin Podemos
(EP) porque simplemente el PS de Euskadi nunca ha querido ni querrá. El PNV le
ofrece visibilidad e institucionalidad; esa lógica está aceptada entre sus
votantes desde hace años y el PNV no le hace la vida incómoda programáticamente;
y, además Bildu es anatema para el PSE. El precio de esa estrategia, calcada de
Madrid, ha sido que Podemos pierda votos hacia el PSE y PSN (más en Bizkaia y
parte en Gipuzkoa) y hacia EHBildu (más en Navarra y Araba) dilapidando en 4
años 2/3 de su peso electoral, bastante más que la media podemita.
EP debería
repensar su estrategia hacia una alianza estable y de respeto mutuo con
EHBildu. Si en derechos sociales no plantea ningún problema, tampoco debería
haberlo tenido en lo nacional puesto que la estrategia de EHBildu no va mucho
más allá del reconocimiento y el ejercicio en el largo plazo del derecho de
decisión así como del bilateralismo para el medio plazo, a lo que se añade un
salto cualitativo en derecho sociales blindados estatutariamente. Ahí tenía que
haber estado EP y no ha estado. También se comprueba que el independentismo
como horizonte de unos es compatible tanto con el soberanismo -que también
alberga una pulsión patriótica- de otros así como, por puro principio
democrático, con el decisionismo de los de más allá. Pareció estar apuntado a
ello EP pero, en la práctica, se desapuntó de forma temprana para hacer
seguidismo socialista a cambio de nada renunciando a asumir la responsabilidad
que le tocaba desde 2015, como primera fuerza y para representar la
“transversalidad” vasca. Una política timorata con malos resultados.
5. Catalunya y
Euskadi demoi autocentrados
Abundo en lo
apuntado en mi anterior artículo. En Catalunya y en la CA de
Euskadien las últimas elecciones generales –un ámbito en el que habitualmente
los partidos de ámbito territorial se minorizan por la polarización a escala
estatal-, los electorados vasco y catalán se han comportado como cuerpo social
en un espacio democrático dado, como demoi independientes dando su voto
preferente a fuerzas soberanistas. Se trata de un movimiento centrípeto de
autocentramientoy defensa de su espacio político, pero no de ensimismamiento
puesto que ha ocurrido cuando sus fuerzas principales (PNV, ERC, EHBildu…) han
apostado por hacer también política de Estado. Obviamente en el terreno más
propicio de las elecciones municipales han mejorado respecto a las generales de
hace un mes con 84.000 más EHBildu y con 40.000 votos más el PNV pero, en el
caso de ERC, tienen 313.000 más que hace 4 años pero 200.000 menos respecto a
hace un mes.
O sea, en el
caso de Euskadi, no somos soberanos pero nuestro demoscasi lo es y
comienza a comportarse como tal con preferencia por las corrientes de clave
vasca para cualquier elección, lo que no es definitivo ni por encima de
cualquier circunstancia. Y eso tan solo 4 años después de que apostara por el
cambio en España en las elecciones generales de 2015, dando nada menos que la
primera plaza a Podemos, algo que puede interpretarse como el último acto de
intentar cambiar España como parte de España y desde una óptica de
izquierda-izquierda.
Ahora es otra
tesitura más compleja. Algo así como que somos soberanos subjetivamente, lo
queremos ser políticamente y sabemos que no nos lo reconocerán jurídicamente.
Esto último también está subjetivizado vistos los límites del movimiento Gure
Esku que no consiguió arrastrar directa y establemente al electorado
soberanista ni superar la barrera de la desidia del aparato del PNV.
6. Crisis
democrática, populismos y ascensos de los soberanismos democráticos.
Hay una crisis
de la democracia misma y de los bipartidismos (binarios). El castigo sufrido en
la crisis económica y la decepción de los electores por incumplimiento de los
programas electorales y de los compromisos políticos, rebaja sobremanera la
idea de la democracia como solucionadora de problemas para quedarse solo con la
idea de democracia–procedimiento, o sea, de reglas. Ello relaja la comunión con
una ideología o la fidelidad a una sigla, jugando con más fuerza factores como
el cálculo (el voto útil) o el voto a la contra (voto para dañar a otro) o la
abstención (por desprecio o decepción).
Los cambios
producidos con la formalización y vaciamiento de la democracia al uso como
marco de participación y de canalización de aspiraciones, está en el origen del
desapego a los partidos tradicionales y ha dado lugar a la emergencia de
populismos de derecha e izquierda, de naturaleza absolutamente distinta, siendo
en Europa los primeros muy dominantes.
El populismo
simplifica la complejidad de los retos políticos en unos cuantos aparentes
nudos gordianos (inmigración, actitud ante UE, fiscalidad…) nudos que podrían
ser cortados por la audacia y claridad del “líder” o del partido carismático a
quien se le otorgaría margen para hacer y deshacer. Hay un momento en que esas
ofertas de los nuevos populismos, presentadas como acontecimiento con
nuevos paradigmas –en el sentido de Alain Badiou- y con técnicas de marketing,
levantan expectación y llenan las plazas; pero, en algunos caos, la ilusión
tiende a durar la experiencia de un tiempo si no hay raíces en el tejido social
o respuestas reales a lo que se decía que iban a resolver. Véase si no el caos
tras el Brexit. De todas formas la extrema derecha en Europa ha venido para
quedarse.
En la CA
Euskadi –en Catalunya se da algo parecido- las cosas funcionan, en parte, de
otra manera porque democracia, defensa de la comunidad y programa de clase se
dan también en los nacionalismos periféricos y defensivos que por definición
son populistas. También hay crisis democrática -no se resuelven los grandes
problemas- pero se canalizan suficientemente los de intendencia y los de
resistencia jugando al completo la dialéctica entre dos contrarios: el de
gestión que encarna el PNV y el de alternativa que encarna EHBildu.
Hay paraguas
comunitarios y populistas estables de larga tradición democrática que implican
adhesiones anímicas. Tal es el caso alrededor de PNV -nacionalismo sistémico de
centro- y EHBildu -izquierda nacionalista reivindicativa y alternativa- que
pasan mejor el envite de la fidelización y de la implicación ideológica y
emocional a lo largo del tiempo que otros, aunque tampoco llenen las plazas
como antaño ni movilicen fácilmente a sus fieles como consecuencia del largo
bloqueo de sus proyectos. Obviamente ofrecen programas adaptados a lo concreto
y social. Son partidos–pueblo, con raíces sólidas y, en parte, permeables entre
si.
Recordar
también que fuera de tiempos electorales sus capacidades de movilización para
temas sensibles (presos, Alderdi Eguna..) se mantienen pero no así en citas
regulares (Aberri Eguna, campañas electorales..) a falta de un proyecto al
alcance de la mano mezclado con un agravio medular (caso del catalanismo en las
Diadas desde 2011).
Recordar
también que la pérdida de transparencia, rendición de cuentas y credibilidad y
de comunicación permanente con las bases sociales y formas democráticas de
actuación serían demoledores para esa ventaja que ostentan los partidos-pueblo
cercanos respecto a los partidos -Estado.
7. Una
encrucijada en Navarra
Recordar que
Geroa Bai, junto con EHBildu, a pesar de crecer electoralmente pierden la
interesante posibilidad de reeditar el Gobierno del cambio en Navarra por
desplome (Podemos) o bajón (Izquierda-Ezkerra pierde 1) de los socios. Nadie
sabe cómo acabará el culebrón de Navarra una vez mejorada la posición de
Navarra Suma respecto a las legislativas tanto en Ayuntamientos como en el
Parlamento de Navarra.
La situación
sin embargo depende de la altura de miras de un PSN (2ª fuerza) para fraguar
una alianza (PSN+ Geroa+ UP+ I-E) sin negociar con EHBildu, a quien veta, y del
que necesita como agua de mayo su abstención. Claro que si EHBildu no logra
sentarle a hablar al PSN siempre podría repartir sus 7 escaños con 2 en contra
y 5 de abstención, justo para bloquear a UPN (Navarra suma) y como aviso de que
puede amargarle la legislatura a un PSN sectario.
Junto a ello la
otra tarea relevante es volver a hilar complicidades por abajo de cara al
futuro entre las fuerzas más activas (EHBildu, Podemos, IE) así como con la
fuerza de centro izquierda que es Geroa Bai (PNV con independientes
progresistas, algunos procedentes de la extinta Euskadiko Ezkerra). Y ello sin
perjuicio de experimentar con los hipotéticos y dudosos avances que pudieran
producirse en el PSN si consigue quitarse de encima la tutela capadora de
Ferraz y la vis antivasquista que tradicionalmente la han relegado a un lugar
de voyeur en la propia Navarra. ¡Si los sitiados de Amaiur levantaran la
cabeza!
8. EHBildu en
proceso de cambio
La coalición
EHBildu ha salido reforzada tras las dos elecciones últimas tanto en la CAE
como en Navarra. Sube en todos los espacios urbanos pero sigue siendo una asignatura
pendiente su implantación en algunas relevantes poblaciones de tradición obrera
guipuzcoana, en la Margen Izquierda vizcaína, en muchos barrios de Bilbao, en
Gasteiz o el sur de Navarra. Tras la pérdida de Iruña y el amago en Gasteiz no
gobierna ninguna gran institución.
De todos modos,
lo más pendiente es un balance crítico post- ETA, sobre el pasado, que pesa
-por su demora- como una losa, debilitando su credibilidad y autoestima y que
es condición para penetrar más allá de los círculos sociales abertzales
tradicionales y especialmente en la juventud.
El salto
cualitativo programático de los cuatro últimos mediante acercamiento a tramas
de sociedad civil la conforman como una corriente de izquierda de espectro
amplio y de base militante que reconstruye su tejido social. No son ajenos a
ello la inmersión local ni su apoyo a los movimientos como Gure Esku o Sare.
Igualmente ha
hecho seguimiento atento de los debates en torno a la Euskal Herria deseable y
posible en el Libro Blanco sobre los territorios de Vasconia (de Eusko
Ikaskuntza) o el brillante trabajo sobre el “nuevo estatus” (proyecto de nuevo
Estatuto político) que pretende no solo poner artículos a un acuerdo político
entre PNV y EHBildu -y del que el PNV parece arrepentido- sino pensar el país
como nation building, como construcción nacional y social
simultáneamente, con un desarrollo especialmente relevante de los derechos
sociales en claves de derechos subjetivos y obligaciones públicas en un proceso
estatuyente (con ramalazos constituyentes) y como proyecto colectivo en claves
de modernidad y cambio social. Volveré sobre ello.
9. El derecho
de decisión sacrificado por el PNV
A pesar de que
PNV y EHBildu tenían mayoría absoluta para su acuerdo estatutario y solo
pendiente de darle ropaje jurídico, el PNV se inventó una “comisión técnica”
–en la que participarían todas las fuerzas parlamentarias- para dar forma
jurídica articulada al acuerdo político de autogobierno entre PNV y EHBildu. El
objetivo inconfesable de meter al zorro en el gallinero no era otro que aguar y
empantanar el acuerdo con EHBildu.
En la Comisión
técnica las contribuciones de PP, PSE, Podemos y PNV han sido escasas en la
idea compartida implícita de dejar pasar el tiempo para que se acabe la
legislatura y dejar el tema para la próxima con otra relación de fuerzas. O
sea, otra década perdida tras el ensayo de Ibarretxe en la década anterior. Eso
-dejar los proyectos en la “barra de hielo”- la ha hecho innumerables veces el
PNV (con EITB, con Ley del AV, con Ley de patrimonio, ley de cooperativas…).
Resultado: solo EHBildu se lo ha trabajado con un equipo de apoyo para cumplir
plazos porque el compromiso era a fecha fija (junio 2019) y para esta
legislatura. Y ahora, ante la presentación en la mesa de un texto articulado
casi terminado – como borrador para discusión por parte de EHBildu- el PNV de
Ortuzar amenaza con que si Bildu no lo retira se disolverá la ponencia de
autogobierno. Es de una desfachatez increíble.
Parece una
incógnita ya despejada saber si la ponencia de Estatuto continuará en la
dirección del derecho a decidir con que se formuló en el acuerdo PNV-EHBildu o
hay un giro para contentar a Sánchez. Depende del PNV. El intenso cambio de
cromos esperado en temas competenciales –salvo que PSOE pacte con Cs y todo
quede en un cuento de la lechera- implicará piezas a sacrificar para este
tiempo, y una de ellas es seguro que será el derecho de decisión a pesar de las
querencias del PNV guipuzcoano, de nuevo sacrificado.
Pero también
depende de Elkarrekin Podemos hacer honor a su compromiso con el derecho a
decidir y dejar de empeñarse en soslayarlo, como en los últimos tiempos, en
aras a ser mero flanco del PSE. Mala estrategia que, a pesar de todo, el
secretario Lander Martínez defendía después de las elecciones generales (Deia
30-4-19). Perdidos en su laberinto la salida está en otra alianza y en otra
estrategia.
08/06/2019
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