P O R
AUGUST BEBEL
La mujer y el
trabajador tienen esto en común: los dos están oprimidos. Esta opresión ha
sufrido modificaciones en cuanto a la forma, según el tiempo y el país, pero la
opresión se ha mantenido. A través de la historia, los oprimidos tuvieron
habitualmente conciencia de su opresión, y esta conciencia condujo a
modificaciones y alivios en su situación. Pero ellos no pudieron determinar la
verdadera naturaleza de esta opresión. Tanto en la mujer como en el trabajador,
este conocimiento data de nuestros días.
Era necesario
antes de nada conocer la verdadera naturaleza de la sociedad y de las leyes,
que sirvieron de base a su desarrollo, antes de desencadenar, con alguna
posibilidad de éxito, un movimiento para poner fin a situaciones reconocidas
como injustas. La importancia y la extensión de un movimiento semejante
dependen de la conciencia de las capas golpeadas y de la libertad de movimiento
que ellas tengan.
Bajo esta doble
relación la mujer es inferior al trabajador, tanto por los usos y la educación
como por la libertad que le es dada. Por otra parte, las condiciones mantenidas
durante una larga serie de generaciones acaban por convertirse en costumbres:
la herencia y la educación las hacen aparecer como " naturales " a
las dos partes interesadas. Es así como la mujer acepta todavía hoy su
situación de inferioridad como una cosa evidente por sí misma. Nos cuesta mucho
demostrarle que su situación es indigna de ella, y que ella debe buscar por
convertirse en un miembro de la sociedad que posea los mismos derechos que el
hombre, y sea su igual bajo toda relación.
Si hay muchos
puntos parecidos entre la situación de la mujer y la del obrero, también hay
una diferencia esencial: la mujer es el primer ser humano que tuvo que sufrir
la servidumbre. Ella ha sido esclava, antes de que lo fuera el esclavo.
Toda
dependencia social encuentra su origen en la dependencia económica del oprimido
frente a la del opresor. Desde tiempos inmemoriales, la mujer se encuentra en
esta situación; la historia del desarrollo de la sociedad humana nos lo enseña.
Auguste Bebel : La Mujer y el Socialismo .
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