OPERACIÓN PAPERCLIP: LOS CIENTÍFICOS NAZIS RECLUTADOS POR ESTADOS UNIDOS
Al término de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos llevó a trabajar a
instituciones académicas y entidades militares estadounidenses a unos 1.600
científicos alemanes
Algunos de ellos habían tenido responsabilidad directa en las atrocidades
del III Reich, incluso los hubo que fueron juzgados por crímenes de guerra y
las autoridades estadounidenses procuraron su absolución
ELDIARIO.ES
16/05/2015 - 19:05h
Algunos científicos alemanes que formaban parte de la
Operación Paperclip
Se cumplen 70 años de la caída del III
Reich –el 8 de mayo para los aliados occidentales, el 9 para los soviéticos,
aunque la rendición general alemana se produjo el día 7– y, pese a que los
historiadores han estudiado a fondo este periodo, es difícil evitar la
tentación de las conspiraciones y los agujeros negros de información. La
incomprensión que flota sobre las atrocidades cometidas por el régimen nazi
contribuye a que así sea, pero también las operaciones secretas de los aliados.
Una que ha suscitado comentarios de
todos los colores es el reclutamiento de científicos alemanes tras la guerra.
La Unión Soviética y Estados Unidos fueron los países que más se beneficiaron
del conocimiento de estos científicos, que habían trabajado en proyectos
punteros de cohetes, armas químicas y biología avanzada, sosteniendo la
producción de las bombas V2 con mano de obra esclava o llevando a cabo
aberrantes experimentos médicos con humanos.
La diferencia entre la Unión Soviética y
Estados Unidos, sin embargo, estriba en que la primera trató a los científicos
como ciudadanos de segunda clase. Por lo general, obtuvo de ellos toda la
información posible sobre sus trabajos bajo el régimen nazi y después los
devolvió a Alemania. Mientras que los del otro lado del Atlántico recibieron
responsabilidades y honores, sobre todo los implicados en los programas de
cohetes. Este comentario lo
hace Annie Jacobsen, quien tras una exhaustiva investigación publicó Operation
Paperclip, un libro de 600 páginas donde narra en profundidad el
reclutamiento por parte de Estados Unidos de científicos alemanes después de la
guerra.
En el libro, que toma el título de la
operación, se cuenta cómo los investigadores que fueron llevados a Estados
Unidos disfrutaron de beneficios que no se correspondían con su papel en la
guerra. Se expidieron visados, se suspendieron juicios y se evitó el
cumplimiento de algunas sentencias. Los documentos relativos a su trabajo
durante el conflicto fueron declarados secretos.
En total fueron 1.600 investigadores los
que fueron recolocados en instituciones académicas y militares estadounidenses,
amparados por una campaña de propaganda donde se los calificaba de “buenos
científicos”. No todos lo eran.
Una bomba V2. Los aliados estaban muy interesados en los conocimientos que
los alemanes habían adquirido en cohetes
Operación
Alsos: los estertores de la guerra
A medida que los aliados avanzan en la
conquista de Italia, y posteriormente en su progreso por Francia tras el
Desembarco de Normandía, se encarga a un equipo de científicos estadounidenses
buscar toda la información posible acerca del programa nuclear alemán. Es la Operación
Alsos y forma parte del Proyecto Manhattan, que acabaría por
desarrollar la bomba atómica.
La operación, liderada por el físico
Samuel Goudsmit, tenía como objetico recopilar cualquier cosa que tuviera que
ver con las armas ABC (atomic, biological and chemical). Descubrieron que el
programa nuclear alemán no estaba tan avanzado como en Estados Unidos, aunque
las armas biológicas y químicas sí habían progresado mucho. Donde más se había
profundizado era en el desarrollo de cohetes. Las instrucciones iniciales de
Goudsmit eran hacerse con cohetes y documentación para después llevarla a
Estados Unidos, hasta que en un determinado momento alguien se dio cuenta de
que era mucho más importante conseguir a los científicos. El problema era que
se desconocía el nombre de muchos de ellos.
De
científicos nazis a héroes nacionales en EEUU
Originalmente llamada Operación
Overcast, la captura de científicos alemanes empezó a tomar forma con el descubrimiento de la Lista Osenberg,
encontrada en unos baños de la Universidad de Bonn. Esta había sido elaborada a
principios de 1943 por las autoridades alemanas y contenía los nombres de
científicos, ingenieros y otros técnicos que luchaban en el frente. Alemania ya
flaqueaba y se creyó que estos hombres serían de mayor utilidad en un
laboratorio que con un fusil.
La lista llegó a las manos en Estados
Unidos, concretamente las del mayor Robert Staver, y se elaboró un nuevo
listado con las personas de mayor interés. La búsqueda ya estaba organizada. El
primer nombre era el de Wernher
von Braun, miembro del partido nazi y de las SS, era el responsable
del diseño de las bombas-cohete V2.
Durante el conflicto von Braun visitó
varias veces la planta de la compañía Mittlewerk, donde mano de obra esclava
trabajaba en unas condiciones deplorables para construir las V2. Posteriormente
el científico diseñaría los cohetes que lanzaron el primer satélite de Estados
Unidos al espacio y catapultaron al hombre a la Luna con el Programa Apolo. Por
sus méritos estuvo a punto de ser condecorado con la Medalla Presidencial de la
Libertad, hasta que alguien se opuso por su pasado nazi.
Si el pecado de von Braun fue mirar
hacia otro lado, otros los cometieron mayores. Cuando la Operación Paperclip
dio comienzo, algunos de los científicos eran recluidos en el Castillo de
Kransberg (cerca de Frankfurt), donde eran entrevistados exhaustivamente. Entre
ellos estaban nombres como los de Arthur Rudolph o Walter
Dornberger, a quien se condenó por usar condiciones esclavistas para
producir los V2, como responsable del programa de cohetes. Tras dos años de
cárcel en Reino Unido salió para desarrollar misiles teledirigidos al otro lado
del Atlántico.
Rudolph tuvo
un contacto más directo si cabe con la mano de obra esclava. Trabajó en las
instalaciones subterráneas de Nordhausen, donde Mittlewerk había trasladado la
producción de V2. Durante las extenuantes jornadas de montaje de los cohetes se
calcula que murieron 20.000 personas. Rudolph acabó
trabajando en el programa espacial de la NASA, aunque sería de los pocos que
fueran investigados tardíamente. En 1983 el Departamento de Justicia de Estados
Unidos le dio la opción de volver a Alemania o ser juzgado por crímenes de
guerra. Escogió la primera.
Aparte de los cohetes, a Estados Unidos
le interesaban otros ámbitos. Uno de los casos más flagrantes es el del doctor Otto
Ambros, de quien decían era el químico favorito de Hitler. Tomó
parte en la invención del gas sarín (la ‘a’ es por su apellido) y también
inventó la goma sintética, un material que Alemania necesitaba desesperadamente
para su esfuerzo bélico al reducirse el suministro de goma natural. Para producir
este compuesto a Ambros se le puso a cargo de una fábrica de esclavos en
Auschwitz. Por este papel fue condenado en los Juicios de Núremberg por
asesinato masivo y esclavismo, aunque sería liberado posteriormente. Haría
carrera en el Departamento de Energía de Estados Unidos.
Algunos de estos científicos ocupan su
propia parcela de honor en el país que los acogió. El jefe de desarrollos
técnicos de la Luftwaffe Siegfried
Knemeyer, a quien Hermann Göring tomó como consejero personal, acabó
trabajando para la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Cuando se retiró fue
condecorado con la Department of Defense Distinguished Civilian Service Award.
Más méritos se le atribuyeron al oficial de las SS Kurt
Debus, que dirigió el JFK Space Center de la NASA y que aún hoy
tiene un premio con su nombre.
La
polémica que sembró Paperclip
A la vez que empezaba la Operación
Paperclip se había encargado al oficial estadounidense Leopold Alexander, judío
austriaco y de profesión médico, que entrevistara a científicos nazis para
encontrar a los que fueran responsables de crímenes de guerra y llevarlos a los
futuros juicios en Núremberg. Algunos de ellos se escaparon delante de sus
narices por la intercesión de la Operación Paperclip, como Theodor Benzinger,
cuyo nombre figuraba en la lista de los que iban a ser juzgados, pero tres
semanas antes de que comenzara el proceso se le tachó de la lista y se propició
su traslado a Estados Unidos.
Benzinger dirigió la Estación
Experimental de la Fuerza Aérea en la Alemania de Hitler. Su obituario, de 1999, en The New York Times
alababa sus logros como científico, al servicio de la Marina estadounidense, y
su invención del termómetro de oído. Pero no decía que formaba parte de un
grupo de doctores que trabajaba estrechamente con Himmler y cuando este mostraba
vídeos de los experimentos médicos nazis, Benzinger hacía las introducciones,
según recoge Annie Jacobsen.
A pesar de ser una operación secreta,
The New York Times, la revista Newsweek y otros medios publicaron información
sobre Paperclip ya en diciembre de 1946. Entre los científicos estadounidenses,
no todos estaban dispuestos a trabajar con sus los nuevos reclutas alemanes.
Personalidades influyentes de la sociedad estadounidense, como Albert Einstein
o Eleanor Roosevelt, se opusieron públicamente al programa.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario