sábado, 13 de septiembre de 2025

Remilitarizando Europa

 

El rearme europeo es mucho más que el aumento del gasto militar: estamos ante un auténtico cambio de paradigma que pretende impulsar no solo el gasto armamentístico, sino favorecer una reindustrialización europea en clave militar.


Remilitarizando Europa

 

Miguel Urbán

El Viejo Topo

13 septiembre, 2025 

 


La remilitarización, clave de bóveda del nuevo proyecto de la Europa potencia

El pasado mes de marzo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunciaba a bombo y platillo un plan para rearmar a Europa ante el peligro ruso y la imprevisibilidad del histórico sheriff norteamericano. Un nuevo aumento, sin precedentes, del gasto militar europeo: hasta ochocientos mil millones en cuatro años. Para ello, se propone relajar las omnipresentes reglas de disciplina fiscal, permitiendo el endeudamiento de los Veintisiete; se favorecerán nuevos préstamos a los Estados mediante la reforma del Banco Europeo de Inversiones (BEI) e, incluso, se permitirá a los gobiernos desviar dinero destinado a los fondos de cohesión para el gasto militar. Lo que nunca fue posible para construir una Europa social, ahora es posible para construir una Europa de la guerra.

Hace tan solo cinco años comenzaba la legislatura europea con la Eurocámara declarando la emergencia climática que dio paso a la justificación política del llamado Pacto Verde Europeo; ahora, la Comisión Europea acaba de anunciar el rearme europeo. Así, hemos pasado de la era del Pacto Verde a la militarización de la economía europea. Una buena muestra de cómo la invasión rusa de Ucrania se ha convertido en un elemento disruptivo clave para justificar una reconfiguración de la integración de la Unión Europea en clave militar.

Pero nos equivocaríamos si pensáramos que las veleidades militaristas de las élites europeas responden a un sentimiento coyuntural de inseguridad ante la amenaza rusa. Más bien, es parte fundamental de un proyecto estructural de largo aliento que pretende reorientar la Unión Europea como potencia en un contexto geopolítico de policrisis, marcado por una nueva carrera de recolonización del mundo y agudización de la competencia interimperialista. En este contexto, la remilitarización de Europa juega varios roles clave en el nuevo proyecto de UE-potencia, tanto externos –hablar el lenguaje duro del poder en el marco de la necesidad de asegurar las rutas comerciales que permiten el abastecimiento de las materias primas esenciales de las que carece Europa– como internos: construir un nuevo modelo de integración europea ya no solo basado en el mercado, sino también en lo securitario/militar; a la vez que se emprende un cambio de modelo productivo mediante una reindustrialización en clave militar. Pero vayamos por partes.

La militarización como proyecto de integración europea
La Unión Europea lleva sumergida en una crisis existencial prácticamente desde que perdió el horizonte de un proyecto de unidad política a partir de las sendas derrotas en referéndum del proyecto de Constitución Europea en Francia y Países Bajos. Un rechazo popular al modelo de integración europea que no solo fue desoído desde las instituciones y élites europeas, sino que, por el contrario, aceleró el paso de las reformas estructurales con la máxima de mejor decretar que preguntar. En ausencia de una constitución política, se ahondó en el constitucionalismo de mercado en el conjunto de las normas comunitarias, destacando el Tratado de Lisboa que, aunque no tiene formalmente el carácter de una Constitución, se erigió como un acuerdo entre Estados con rango constitucional. Una especie de Constitución económica neoliberal que consagró las famosas reglas de oro: estabilidad monetaria, equilibrio presupuestario, competencia libre y no falseada.

La aplicación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, por el que se ejecutó la separación británica de la UE, produjo una cierta crisis existencial en unas instituciones europeas que parecían asistir impasibles a su lento desmoronamiento. Pero, justamente, la salida del Reino Unido del club europeo abrió una posibilidad hasta entonces bloqueada por los británicos: la integración militar. En su discurso sobre el estado de la Unión de 2016, con el referéndum del Brexit aún caliente, el expresidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, rompió el tradicional tabú europeo en cuestiones militares para hablar de un fondo de defensa común, un “cuartel general europeo” y una “fuerza militar común” para “complementar a la OTAN”. De esta forma, en los pasillos de Bruselas, se abría paso la vieja aspiración militarista, defendida ardientemente por una Francia necesitada de un Ejército europeo para velar por sus intereses neocoloniales en África.

Con motivo del 60º aniversario del Tratado de Roma y con el Brexit como telón de fondo, la Comisión Europea presentó el Libro Blanco sobre el futuro de Europa, donde se llamaba la atención sobre los peligros que para Europa suponía ser un “poder blando” en un contexto donde “la fuerza puede prevalecer sobre la ley”. Una clara invitación a reforzar el gasto militar para poder hablar el lenguaje duro del poder. Porque la Europa a la carta que ya diseñaba el Libro Blanco de Juncker tenía un menú muy concreto y reducido: quienes quieran y puedan están invitados a sumarse a más Europa en las áreas de defensa y seguridad. Por fin, ahí quedaba la puerta abierta a la integración militar.

Así, al menos ocho años antes del anuncio de Ursula von der Leyen sobre el plan de rearme europeo, la militarización de la UE era ya la gran (y por lo visto única) apuesta estratégica de las élites europeas. De esta forma, se empieza a desarrollar la “cooperación reforzada” entre los Estados miembros, con el objetivo de crear un Fondo Europeo de Defensa, una industria militar y armamentística común y una mayor coordinación policial y militar, con el tantas veces anunciado Ejército europeo en el horizonte. Un plan de integración militar europeo donde emerge un concepto clave: la autonomía estratégica, que se convierte desde entonces en una especie de maná milagroso para solucionar todos los problemas de una UE sin proyecto existencial.

La autonomía estratégica europea era más armas
En este contexto, llegamos a la primera Comisión von der Leyen, que inicia su mandato trabajando, dos años antes de la invasión de Ucrania, en el desarrollo del Strategic Compass, un plan de acción para reforzar la política de seguridad y defensa de la UE con el horizonte de 2030. Aprobado finalmente por los Estados miembros en marzo de 2022, en el contexto del inicio de la guerra en Ucrania, esta Brújula Estratégica se adaptó rápidamente al nuevo contexto y se utilizó como justificación de una política decidida previamente: “Este entorno de seguridad más hostil nos obliga a dar un salto decisivo y exige que aumentemos nuestra capacidad y nuestra voluntad de actuar, reforcemos nuestra resiliencia y garanticemos la solidaridad y la asistencia mutua”1.

De esta forma, el Strategic Compass repite varias veces que “la agresión de Rusia a Ucrania constituye un cambio tectónico en la historia europea” al que la UE tiene que responder. ¿Y cuál es la principal recomendación de esta Brújula Estratégica? El aumento del gasto y la coordinación militar. Precisamente en un contexto en el que los presupuestos militares de los países miembros de la UE ya suponían más de cuatro veces el de Rusia y donde el gasto militar europeo se ha triplicado desde 2007 2. De esta forma, en el Consejo Europeo de Versalles se concreta el incremento del 2 % del PIB de cada Estado miembro en gasto directo en defensa. El mayor aumento de los presupuestos europeos en defensa desde la II Guerra Mundial hasta la reciente propuesta de rearme europeo. En este sentido, el por entonces presidente del Consejo, Charles Michel, declaró sin tapujos que la invasión rusa de Ucrania y esa reacción presupuestaria de la UE habían “consagrado el nacimiento de la defensa europea”.

Aunque la propuesta de rescatar el proyecto de integración de la UE en torno a la remilitarización de Europa es un proceso que lleva años en marcha, nadie puede negar que la invasión de Ucrania lo ha acelerado y, sobre todo, lo ha legitimado socialmente. Sin la auténtica doctrina del shock, aderezada con un fuerte sentimiento de inseguridad que se ha impuesto en los países miembros de la UE, sería impensable impulsar aumentos presupuestarios militares de estas características sin un fuerte rechazo social y electoral. Como afirmó von der Leyen pocos días después de la invasión rusa de Ucrania, la UE había avanzado más en materia de seguridad y defensa común “en seis días que en las últimas dos décadas”, en referencia al desbloqueo de 500 millones de euros de fondos comunitarios para equipamiento militar para Ucrania.

Militarización y agresividad comercial
Una visión de la defensa europea recogida en el Strategic Compass que ya no se basa en el mantenimiento de la paz, sino en la protección de infraestructuras críticas, la seguridad energética, el control de fronteras y la protección de las “rutas comerciales clave”. Es decir, proteger los intereses europeos asegurando la “autonomía estratégica” de la UE. En este sentido, el interés de las élites europeas por hablar el lenguaje duro del poder está íntimamente relacionado con la nueva agresividad neocolonial y extractivista verde de la UE, que tiene como objetivo asegurar el abastecimiento de materias primas escasas y fundamentales para la economía europea y su supuesta transición verde, en un contexto de aumento de las pugnas entre viejos y nuevos imperios.

Como afirma Mario Draghi: “En un mundo en el que nuestros rivales controlan gran parte de los recursos que necesitamos, tenemos que tener un plan para asegurar nuestra cadena de suministro –desde los minerales esenciales hasta las baterías y la infraestructura de recarga–” 3. La remilitarización europea no deja de ser el paso necesario para poder hablar el lenguaje duro del poder que asegure las materias primas y los recursos necesarios para las empresas europeas.

Así, la remilitarización europea no se puede disociar del aumento de la agresividad comercial, extractivista y neocolonial de la Unión Europea, para acelerar el paso en la carrera imperialista por la disputa de recursos escasos. En este marco se insertan nuevos mecanismos de inversiones, como el Global Gateway. Un paquete de inversiones público-privadas que pretende movilizar 300 000 millones para intentar competir con el Belt and Road de China, esto es, la Nueva Ruta de la Seda. Con el que la UE aspira a afianzar su papel en el orden mundial, contrarrestando el auge de la presencia china en todo el mundo, especialmente en los sectores relacionados con las infraestructuras y conexiones.

De esta forma, la agenda de inversiones Global Gateway y la nueva oleada de acuerdos comerciales que la UE ha impulsado en los dos últimos años –renovación de los tratados con Chile y México, conclusión del acuerdo con Mercosur, firma de partenariados estratégicos sobre materias primas con una decena de países– se ha diseñado en el marco de la autonomía estratégica de la UE con el claro objetivo de asegurar el acceso de las transnacionales europeas a los recursos minerales de estas regiones. La competencia global por posicionarse en los nuevos mercados verdes y digitales, frente a la imparable hegemonía de China, está en el origen de la velocidad crucero con que la UE ha impulsado una batería de herramientas para garantizar una disponibilidad segura y abundante de estos minerales4.

El imposible Pacto Verde Militar
Aunque el Pacto Verde fuera insuficiente y no representara plenamente las aspiraciones de las movilizaciones climáticas de la juventud europea, sirvió como coartada necesaria para relegitimar socialmente un desgastado proyecto europeo. Especialmente desde la crisis de 2008, con los mal llamados rescates de los hombres de negro de la Troika, el golpe de Estado contra la Grecia de Syriza, la crisis de las personas refugiadas o el Brexit. En este sentido, el Pacto Verde apareció como la justificación perfecta para dotar de una nueva legitimidad política y social al proyecto neoliberal europeo, esta vez teñido de verde.

El Pacto Verde europeo no solo fue una forma de legitimación social de la UE, sino también un mecanismo para pilotar la transición del modelo productivo europeo hacia nuevos nichos de negocio verdes y digitales para las multinacionales. Los fondos Next Generation, teñidos de verde, se convirtieron en el buque insignia de la propuesta europea para salir de la crisis pospandémica. Así, se pretendía sustituir un sistema energético fósil por otro supuestamente descarbonizado, como si bastara con darle la vuelta al calcetín, sin tocar el modelo económico, las relaciones de poder ni las lógicas de explotación del territorio. De hecho, el Pacto Verde no solo se ha revelado como insuficiente, sino que, a la postre, ha favorecido un impulso de la agresividad comercial de la Unión Europea y el extractivismo neocolonial, bajo la coartada de obtener materias primas para la supuesta transición ecológica.

Pero con la invasión de Putin a Ucrania hasta el Pacto Verde saltó por los aires: ya nadie parece acordarse de la emergencia climática; todo vale cuando estamos en guerra. Una buena muestra de ello fue cómo la directiva “De la granja a la mesa”, la más ambiciosa del Pacto Verde, se convirtió en una víctima más de la guerra en Ucrania. Incluso el gas y la energía nuclear pasaron, de la noche a la mañana, a ser consideradas energías verdes 5 con el pretexto de romper con la dependencia energética rusa. Se reactivaron megaproyectos gasísticos y se dio una nueva vida a la energía nuclear. De esta forma, la tantas veces anunciada transición energética necesaria para cumplir con los planes de descarbonización ha quedado sepultada bajo las bombas. Pero la carrera armamentística europea, además de evidenciar el fracaso del greenwashing verde y digital, supone una aceleración hacia el abismo de la emergencia climática, consumiendo materiales esenciales y escasos –incluso para asegurar una transición ecosocial– que ahora también se utilizarán en los planes de rearme europeo.

Una reindustrialización armada
El rearme europeo es mucho más que el aumento del gasto militar: estamos ante un auténtico cambio de paradigma que pretende impulsar no solo el gasto armamentístico, sino favorecer una reindustrialización europea en clave militar, como ya defendió el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en su informe Un plan para el futuro económico de Europa. En él afirma que en la UE hemos podido separar la política económica de las consideraciones de seguridad y utilizar los “dividendos de la paz” para perseguir otros objetivos de política pública, gracias a que contábamos con el paraguas de la protección de Estados Unidos. Pero, en el nuevo contexto de policrisis global, necesitamos “aprender a reaccionar en un mundo geopolíticamente inestable, donde las dependencias se convierten en vulnerabilidades y la seguridad ya no puede externalizarse” 6.

Porque, como señala el informe Draghi, el 78 % de las compras europeas de material militar provienen hoy de fuera de la UE, básicamente de Estados Unidos (el 63 % del total). Reducir la dependencia y aumentar la autonomía estratégica pasa por reactivar el complejo industrial-militar europeo. Como afirmó el por entonces canciller alemán, Olaf Scholz, en la ceremonia de inicio de las obras de una nueva planta productora de munición del fabricante de armamento Rheinmetall: “Debemos pasar de la fabricación a la producción en masa de armamentos” 7. Como defiende el informe Draghi, el objetivo sería que, para 2030, al menos el 50 % de las adquisiciones militares se formalice dentro de las fronteras de la Unión, y que el 40 % de todo el material militar que se compre sea desarrollado conjuntamente entre varios países de la UE.

En este sentido, en marzo de 2024 la Comisión Europea presentó la Primera Estrategia Industrial de Defensa 8, que pretende un ambicioso conjunto de nuevas acciones para apoyar la competitividad y la preparación de la industria de defensa en toda la Unión. La finalidad primordial es mejorar las capacidades de defensa del bloque, promoviendo la integración de las industrias de los Estados miembros y reduciendo la dependencia en la adquisición de armamento fuera del continente. En definitiva, preparar la industria europea para la guerra. Como afirmó von der Leyen ante el pleno del Parlamento Europeo: si bien “la amenaza de guerra puede no ser inminente, pero no es imposible”, es hora de que “Europa dé un paso al frente” 9.

Para responder a estas transformaciones, el informe Draghi propone una nueva estrategia industrial para Europa basada, en particular, en la plena realización del mercado único, la alineación de las políticas industriales, comerciales y de competencia, el aumento de la tasa de inversión total en relación con el PIB hasta alrededor del 5 % anual –unos 800 000 millones de euros en inversiones adicionales cada año– y la reforma de la gobernanza de la Unión. Se ve así complementado el constitucionalismo de mercado que ha imperado hasta ahora con una integración militar y securitaria que pretende transformar la economía europea para la guerra.

Un refuerzo al federalismo oligárquico y tecnocrático de la UE
Unas transformaciones que solo serán posibles –continúa el informe Draghi– introduciendo cambios importantes en la estructura institucional y el funcionamiento de la Unión. Acelerando la puesta en pie de mecanismos de decisión conjunta de las instituciones europeas para favorecer la unión de los mercados de capitales de la UE y poder actuar en mejores condiciones dentro de la carrera de la competitividad, cada vez más intensa, con las otras grandes potencias, ya estén en declive o en ascenso, tras el final de la globalización feliz. Un modelo que refuerza el federalismo oligárquico y tecnocrático de la UE.

Todo ello en detrimento tanto del Parlamento Europeo como de los parlamentos estatales y, por supuesto, del respeto a la soberanía de los distintos pueblos. Un proceso que se está viendo facilitado por el habitus del consenso que se ha ido estableciendo en la UE, en donde se trata de despolitizar las cuestiones que se abordan para reducirlas a meras políticas sin política. Una buena muestra de esta tendencia ha sido el multimillonario plan de rearme que se aprobó y gestionará al margen del escrutinio parlamentario de la Eurocámara.

Así, Ursula von der Leyen decretó la excepcionalidad de la situación, recurriendo, de forma bastante cuestionable, al artículo 122 del Tratado de Funcionamiento de la UE para sortear al Parlamento Europeo. Una acelerada militarización de los espíritus europeos vía decreto que no solo ha gozado del apoyo unánime de los gobiernos de los Veintisiete, sino también de la casi totalidad de los grupos parlamentarios europeos, que más allá de quejarse por las formas de su aprobación –saltándose a la Eurocámara–, han celebrado el plan de la Comisión para un rearme europeo. Un auténtico consenso de guerra.

Un gasto público sin precedentes que todavía no está muy claro cómo se va a financiar. Por el momento, desde la Comisión se ha apuntado la relajación de las reglas de control presupuestario para permitir que el gasto militar no compute como déficit, la facilitación de nuevos préstamos (permitiendo un mayor endeudamiento) e, incluso, el desvío de los fondos de cohesión. Pero todas son medidas a corto plazo y con un carácter coyuntural. Como aseguró la presidenta de la Comisión, en algún momento los gobiernos tendrán que reducir su déficit para volver al ajuste presupuestario. Porque la activación de la cláusula de flexibilidad presupuestaria para aumentar el gasto conlleva rápidamente que, a medio plazo, tendrá que acomodarse presupuestariamente, ya sea subiendo los impuestos o reduciendo el gasto en otras partidas. Como ya señaló en una intervención en el Parlamento Europeo el secretario general de la OTAN, Mark Rutte: “Los países europeos gastan fácilmente hasta una cuarta parte de la renta inicial en pensiones, sanidad y sistemas de seguridad social, y solo necesitamos una pequeña fracción de ese dinero para reforzar mucho más la defensa” 10. El mensaje está claro: una Europa social es incompatible con una Europa de la guerra.

La nueva Europa bascula hacia Paris
Una Europa de la guerra que también cambia de centro de poder, basculando de Berlín a París. Hasta ahora, la locomotora alemana había sido, con su superávit comercial, el indiscutible centro de la Europa de los mercados. Ahora, con la locomotora gripada por la falta de gas barato ruso y ante el giro guerrerista de la UE, Francia adquiere un protagonismo inusitado en los últimos lustros. La industria armamentística gala, con cerca de 20.000 empresas que dan empleo a unas 200.000 personas, es la columna vertebral de la UE en materia de defensa. De hecho, Estados Unidos y Francia dominan actualmente las exportaciones mundiales de armas, ya que Washington ha aumentado sus exportaciones un 17 % entre 2014-2018 y 2019-2023, y París un 47 % en el mismo periodo. Por primera vez, Francia se situó por delante de Rusia en la lista de mayores exportadores de armas del mundo, ocupando el segundo lugar, mientras que Rusia ocupó el tercero.

Uno de los grandes problemas para la autonomía estratégica europea es su extrema dependencia de la industria armamentística norteamericana. En el periodo 2020-2024, los países europeos de la OTAN aumentaron las importaciones de armas hasta un 105 % 11, coincidiendo con la guerra de Ucrania y el aumento presupuestario en defensa. Un 64 % de este total fue suministrado por los EE UU, que es con mucho el principal proveedor europeo y que ha aumentado un 12 % sus exportaciones armamentísticas al viejo continente respecto al período anterior. Aquí es donde la industria armamentística francesa puede ser un elemento clave para reducir la dependencia de Washington: es la única con capacidad para intentar, a corto plazo, ocupar parte del espacio que actualmente ostentan los EE UU.

Pero no solo la industria militar le aporta un elemento diferencial a Francia en este contexto, sino también el hecho de ser el único país de la UE con armas nucleares y asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Aquí también Francia podría intentar ocupar el espacio que podría dejar EE UU. En este sentido, Emmanuel Macron ya ha propuesto “un debate estratégico sobre el uso de la disuasión nuclear francesa” para extender su protección a los aliados europeos, sugiriendo la posibilidad de desplegar armas nucleares francesas en un país aliado, de manera similar a lo que ha hecho EE UU en Europa. Sin embargo, esas armas seguirían bajo control exclusivo de Francia. El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, ya declaró en el parlamento polaco: “Estaríamos más seguros si tuviéramos nuestro propio arsenal nuclear” 12, esgrimiendo como razón su preocupación frente al “cambio profundo en la geopolítica estadounidense”. Más que proponer que Varsovia desarrolle una bomba atómica, parecía responder a la oferta de Macron sobre la necesidad de un debate estratégico sobre el uso de la disuasión nuclear francesa.

Desde que Macron alcanzó la presidencia francesa, hace ya ocho años, su objetivo ha sido ocupar el sillón que dejó Angela Merkel como timonel europeo. Para ello, creó su propio grupo en la Eurocámara, propuso renovar los tratados europeos y, desde el inicio, se comprometió con el concepto de autonomía estratégica en su versión más gaullista. En 2017, en un discurso en la Universidad de La Sorbona, en París, afirmó: “En materia de defensa, debemos dar a Europa la capacidad de actuar de forma autónoma, complementando a la OTAN” 13; en 2019 decretó la muerte cerebral de la OTAN y ahora propone un escudo nuclear europeo independiente de EE UU, bajo paraguas francés. Un proyecto neogaullista europeo en serio riesgo, al encontrarse el propio Macron en sus dos últimos años de mandato, con una importante inestabilidad parlamentaria y con un horizonte en donde emerge la figura de Le Pen. Seguramente veremos cómo en los próximos meses Macron presionará para avanzar en decisiones clave antes de que termine su mandato.

La militarización de los espíritus europeos
La remilitarización se ha convertido en la clave de bóveda del nuevo proyecto de Europa potencia en el marco de la policrisis global, complementando el constitucionalismo de mercado que ha imperado hasta ahora con un pilar securitario más reforzado en pro de una supuesta autonomía estratégica europea. Pero el plan ideado en los despachos de la Comisión Europea tiene un problema complicado de solucionar: a su población le falta ardor guerrero.

En este sentido, el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, ha asegurado que ya no existen los “ejércitos vibrantes” de antaño, que “al menos pudiesen defender su territorio”, salvo unas pocas “excepciones” 14. Unas semanas antes había publicado en su cuenta personal de la red social X: “Seamos honestos: hay muchos países que ofrecen apoyo, ya sea en privado o en público, pero que no tienen ni la experiencia en el campo de batalla ni el equipo militar necesario para hacer una diferencia real” 15…, en referencia al ofrecimiento británico y francés de mandar tropas a Ucrania. Las diferentes declaraciones de J. D. Vance desde la conferencia de seguridad de Múnich, en febrero pasado, han puesto el dedo en la llaga, evidenciando el gran problema de la defensa europea: ni las sociedades ni los ejércitos de los veintisiete Estados miembros de la UE están en capacidad de sostener un conflicto armado. Y mientras no recuperen esa capacidad, cualquier política de rearme no será creíble. Como afirmó el por entonces jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell: “Los ejércitos europeos están en los huesos”.

La desmilitarización de la sociedad europea, con la paulatina profesionalización de los ejércitos y la desaparición de los servicios militares obligatorios, ha sido una tendencia sostenida hasta la invasión de Ucrania. Una vez más, la guerra en Ucrania está sirviendo como coartada para emprender una auténtica militarización de los espíritus europeos, que pretende reinstaurar los servicios militares como una forma de asegurar una fuerza de reserva a los ejércitos profesionales.

De esta forma, Donald Tusk ha anunciado los preparativos “para ofrecer a cada adulto de Polonia un entrenamiento militar a gran escala y permitir a esa gente que se convierta en soldado de pleno derecho en situaciones de conflicto”. En Italia, la Lega de Matteo Salvini ha presentado ante el Parlamento un proyecto de ley para reintroducir un servicio militar o civil entre las personas de 18 a 26 años durante seis meses, como una especie de servicio comunitario; mientras, Alemania, Países Bajos y Bélgica quieren establecer incentivos económicos y sociales a la gente joven para que participe en un servicio militar voluntario, engrosando así las listas de reservistas. En Francia, Macron ya propuso en 2017 recuperar la mili, aunque recientemente ha apostado por un modelo como el alemán: reformar el Servicio Nacional Universal voluntario, ofreciendo incentivos para pasar de 40 000 a 100 000 reservistas en los próximos diez años.

En este sentido, el kit de supervivencia que lanzó la Comisión Europea para que cada hogar esté preparado para sobrevivir durante 72 horas sin ayuda externa ante “agresiones”, “catástrofes naturales”, “pandemias” o “ciberataques” es una buena muestra de cómo se construyen narrativas para entrenar a la población a vivir con miedo, bajo apariencia de consejos útiles. Un miedo que pretenden que sea la gasolina que prenda el ardor guerrero de la población, para justificar el rearme europeo y volver a llenar de voluntarios los ejércitos. Una auténtica militarización de los espíritus europeos que va más allá del aumento del gasto militar y que supone un auténtico cambio de paradigma en Europa, que nos acerca cada día más hacia un peligroso escenario de guerra.

Notas

  • https://www.infolibre.es/politica/once-claves-creciente-militarizacion-ue_1_1224340.html
  • http://centredelas.org/wp-content/uploads/2021/07/A-militarised-Union-2.pdf
  • https://geopolitique.eu/en/2024/04/16/radical-change-is-what-is-needed/
  • https://vientosur.info/global-gateway-alianzas-publico-privadas-para-el-control-de-fronteras-y-el-extractivismo-neocolonial/
  • 5https://www.publico.es/sociedad/union-europea-concluye-gas-nucleares-son-energias-verdes-equipara-renovables.html
  • https://legrandcontinent.eu/es/2024/09/09/informe-draghi-6-puntos-clave-y-12-graficos-para-recordar/
  • https://www.dw.com/es/olaf-scholz-insta-a-la-producci%C3%B3n-en-masa-de-armamento-en-europa/a-68238899
  • https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/en/ip_24_1321
  • https://elpais.com/internacional/2024-03-03/europa-se-pone-en-pie-de-guerra.html?event_log=oklogin
  • https://multimedia.europarl.europa.eu/en/webstreaming/committee-on-foreign-affairs-jointly-with-sede-and-in-association-with-delegation-for-relations-with_20250113-1600-COMMITTEE-AFET
  • https://www.lavanguardia.com/internacional/20250310/10462429/europa-duplica-dependencia-armamento-estadounidense-ultima-decada.html
  • https://www.infobae.com/economist/2025/03/13/europa-piensa-lo-impensable-sobre-una-bomba-nuclear/
  • https://www.dw.com/es/el-importante-papel-de-francia-en-la-defensa-europea/a-72169123#:~:text=El%20presidente%20franc%C3%A9s%2C%20Emmanuel%20Macron,de%20la%20Soborna%2C%20en%20Par%C3%ADs
  • https://www.infobae.com/america/agencias/2025/04/15/jd-vance-afirma-que-la-mayoria-de-paises-europeos-carecen-de-una-capacidad-militar-razonable/
  • https://www.20minutos.es/internacional/vance-cabrea-reino-unido-francia-despreciar-los-ejercitos-europeos-no-han-librado-una-guerra-30-40-anos-5688036/

Fuente: Viento Sur

 

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