El rearme europeo
es mucho más que el aumento del gasto militar: estamos ante un auténtico cambio
de paradigma que pretende impulsar no solo el gasto armamentístico, sino
favorecer una reindustrialización europea en clave militar.
Remilitarizando Europa
El Viejo Topo
13 septiembre, 2025
La
remilitarización, clave de bóveda del nuevo proyecto de la Europa potencia
El pasado mes
de marzo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunciaba
a bombo y platillo un plan para rearmar a Europa ante el peligro ruso y la
imprevisibilidad del histórico sheriff norteamericano. Un
nuevo aumento, sin precedentes, del gasto militar europeo: hasta ochocientos
mil millones en cuatro años. Para ello, se propone relajar las omnipresentes
reglas de disciplina fiscal, permitiendo el endeudamiento de los Veintisiete;
se favorecerán nuevos préstamos a los Estados mediante la reforma del Banco
Europeo de Inversiones (BEI) e, incluso, se permitirá a los gobiernos desviar
dinero destinado a los fondos de cohesión para el gasto militar. Lo que nunca
fue posible para construir una Europa social, ahora es posible para construir
una Europa de la guerra.
Hace tan solo
cinco años comenzaba la legislatura europea con la Eurocámara declarando la
emergencia climática que dio paso a la justificación política del llamado Pacto
Verde Europeo; ahora, la Comisión Europea acaba de anunciar el rearme europeo.
Así, hemos pasado de la era del Pacto Verde a la militarización de la economía
europea. Una buena muestra de cómo la invasión rusa de Ucrania se ha convertido
en un elemento disruptivo clave para justificar una reconfiguración de la
integración de la Unión Europea en clave militar.
Pero nos
equivocaríamos si pensáramos que las veleidades militaristas de las élites
europeas responden a un sentimiento coyuntural de inseguridad ante la amenaza
rusa. Más bien, es parte fundamental de un proyecto estructural de largo
aliento que pretende reorientar la Unión Europea como potencia en un contexto
geopolítico de policrisis, marcado por una nueva carrera de recolonización del
mundo y agudización de la competencia interimperialista. En este contexto, la
remilitarización de Europa juega varios roles clave en el nuevo proyecto de
UE-potencia, tanto externos –hablar el lenguaje duro del poder en
el marco de la necesidad de asegurar las rutas comerciales que permiten el
abastecimiento de las materias primas esenciales de las que carece Europa– como
internos: construir un nuevo modelo de integración europea ya no solo basado en
el mercado, sino también en lo securitario/militar; a la vez que se emprende un
cambio de modelo productivo mediante una reindustrialización en clave militar.
Pero vayamos por partes.
La
militarización como proyecto de integración europea
La Unión Europea lleva sumergida en una crisis
existencial prácticamente desde que perdió el horizonte de un proyecto de
unidad política a partir de las sendas derrotas en referéndum del proyecto de
Constitución Europea en Francia y Países Bajos. Un rechazo popular al modelo de
integración europea que no solo fue desoído desde las instituciones y élites
europeas, sino que, por el contrario, aceleró el paso de las reformas
estructurales con la máxima de mejor decretar que preguntar. En
ausencia de una constitución política, se ahondó en el constitucionalismo de
mercado en el conjunto de las normas comunitarias, destacando el Tratado de
Lisboa que, aunque no tiene formalmente el carácter de una Constitución, se
erigió como un acuerdo entre Estados con rango constitucional. Una especie de
Constitución económica neoliberal que consagró las famosas reglas de oro:
estabilidad monetaria, equilibrio presupuestario, competencia libre y no
falseada.
La aplicación
del artículo 50 del Tratado de Lisboa, por el que se ejecutó la separación
británica de la UE, produjo una cierta crisis existencial en unas instituciones
europeas que parecían asistir impasibles a su lento desmoronamiento. Pero,
justamente, la salida del Reino Unido del club europeo abrió una posibilidad
hasta entonces bloqueada por los británicos: la integración militar. En su
discurso sobre el estado de la Unión de 2016, con el referéndum del Brexit aún
caliente, el expresidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, rompió
el tradicional tabú europeo en cuestiones militares para hablar de un fondo de
defensa común, un “cuartel general europeo” y una “fuerza militar común” para
“complementar a la OTAN”. De esta forma, en los pasillos de Bruselas, se abría
paso la vieja aspiración militarista, defendida ardientemente por una Francia
necesitada de un Ejército europeo para velar por sus intereses neocoloniales en
África.
Con motivo del
60º aniversario del Tratado de Roma y con el Brexit como telón
de fondo, la Comisión Europea presentó el Libro Blanco sobre el futuro de
Europa, donde se llamaba la atención sobre los peligros que para Europa suponía
ser un “poder blando” en un contexto donde “la fuerza puede prevalecer sobre la
ley”. Una clara invitación a reforzar el gasto militar para poder hablar el
lenguaje duro del poder. Porque la Europa a la carta que ya
diseñaba el Libro Blanco de Juncker tenía un menú muy concreto y reducido:
quienes quieran y puedan están invitados a sumarse a más Europa en
las áreas de defensa y seguridad. Por fin, ahí quedaba la puerta abierta a la
integración militar.
Así, al menos
ocho años antes del anuncio de Ursula von der Leyen sobre el plan de rearme
europeo, la militarización de la UE era ya la gran (y por lo visto única)
apuesta estratégica de las élites europeas. De esta forma, se empieza a
desarrollar la “cooperación reforzada” entre los Estados miembros, con el
objetivo de crear un Fondo Europeo de Defensa, una industria militar y
armamentística común y una mayor coordinación policial y militar, con el tantas
veces anunciado Ejército europeo en el horizonte. Un plan de integración
militar europeo donde emerge un concepto clave: la autonomía estratégica, que
se convierte desde entonces en una especie de maná milagroso para solucionar
todos los problemas de una UE sin proyecto existencial.
La autonomía
estratégica europea era más armas
En este contexto, llegamos a la primera Comisión von
der Leyen, que inicia su mandato trabajando, dos años antes de la invasión de
Ucrania, en el desarrollo del Strategic Compass, un plan de acción
para reforzar la política de seguridad y defensa de la UE con el horizonte de
2030. Aprobado finalmente por los Estados miembros en marzo de 2022, en el
contexto del inicio de la guerra en Ucrania, esta Brújula Estratégica se adaptó
rápidamente al nuevo contexto y se utilizó como justificación de una política decidida
previamente: “Este entorno de seguridad más hostil nos obliga a dar un salto
decisivo y exige que aumentemos nuestra capacidad y nuestra voluntad de actuar,
reforcemos nuestra resiliencia y garanticemos la solidaridad y la asistencia
mutua”1.
De esta forma,
el Strategic Compass repite varias veces que “la agresión de
Rusia a Ucrania constituye un cambio tectónico en la historia europea” al que
la UE tiene que responder. ¿Y cuál es la principal recomendación de esta
Brújula Estratégica? El aumento del gasto y la coordinación militar.
Precisamente en un contexto en el que los presupuestos militares de los países
miembros de la UE ya suponían más de cuatro veces el de Rusia y donde el gasto
militar europeo se ha triplicado desde 2007 2. De esta forma, en el Consejo Europeo de Versalles se
concreta el incremento del 2 % del PIB de cada Estado miembro en gasto directo
en defensa. El mayor aumento de los presupuestos europeos en defensa desde la
II Guerra Mundial hasta la reciente propuesta de rearme europeo. En este
sentido, el por entonces presidente del Consejo, Charles Michel, declaró sin
tapujos que la invasión rusa de Ucrania y esa reacción presupuestaria de la UE
habían “consagrado el nacimiento de la defensa europea”.
Aunque la
propuesta de rescatar el proyecto de integración de la UE en torno a la
remilitarización de Europa es un proceso que lleva años en marcha, nadie puede
negar que la invasión de Ucrania lo ha acelerado y, sobre todo, lo ha
legitimado socialmente. Sin la auténtica doctrina del shock,
aderezada con un fuerte sentimiento de inseguridad que se ha impuesto en los
países miembros de la UE, sería impensable impulsar aumentos presupuestarios
militares de estas características sin un fuerte rechazo social y electoral.
Como afirmó von der Leyen pocos días después de la invasión rusa de Ucrania, la
UE había avanzado más en materia de seguridad y defensa común “en seis días que
en las últimas dos décadas”, en referencia al desbloqueo de 500 millones de
euros de fondos comunitarios para equipamiento militar para Ucrania.
Militarización
y agresividad comercial
Una visión de la defensa europea recogida en el Strategic
Compass que ya no se basa en el mantenimiento de la paz, sino en la
protección de infraestructuras críticas, la seguridad energética, el control de
fronteras y la protección de las “rutas comerciales clave”. Es decir, proteger
los intereses europeos asegurando la “autonomía estratégica” de la UE. En este
sentido, el interés de las élites europeas por hablar el lenguaje duro del
poder está íntimamente relacionado con la nueva agresividad neocolonial y
extractivista verde de la UE, que tiene como objetivo asegurar
el abastecimiento de materias primas escasas y fundamentales para la economía
europea y su supuesta transición verde, en un contexto de aumento de las pugnas
entre viejos y nuevos imperios.
Como afirma
Mario Draghi: “En un mundo en el que nuestros rivales controlan gran parte de
los recursos que necesitamos, tenemos que tener un plan para asegurar nuestra
cadena de suministro –desde los minerales esenciales hasta las baterías y la
infraestructura de recarga–” 3. La remilitarización europea no deja de ser el paso necesario para poder
hablar el lenguaje duro del poder que asegure las materias primas y los
recursos necesarios para las empresas europeas.
Así, la
remilitarización europea no se puede disociar del aumento de la agresividad
comercial, extractivista y neocolonial de la Unión Europea, para acelerar el
paso en la carrera imperialista por la disputa de recursos escasos. En este
marco se insertan nuevos mecanismos de inversiones, como el Global
Gateway. Un paquete de inversiones público-privadas que pretende movilizar
300 000 millones para intentar competir con el Belt and Road de
China, esto es, la Nueva Ruta de la Seda. Con el que la UE aspira a afianzar su
papel en el orden mundial, contrarrestando el auge de la presencia china en
todo el mundo, especialmente en los sectores relacionados con las
infraestructuras y conexiones.
De esta forma,
la agenda de inversiones Global Gateway y la nueva oleada de
acuerdos comerciales que la UE ha impulsado en los dos últimos años –renovación
de los tratados con Chile y México, conclusión del acuerdo con Mercosur, firma
de partenariados estratégicos sobre materias primas con una decena de países–
se ha diseñado en el marco de la autonomía estratégica de la UE con el claro
objetivo de asegurar el acceso de las transnacionales europeas a los recursos
minerales de estas regiones. La competencia global por posicionarse en los
nuevos mercados verdes y digitales, frente a la imparable hegemonía de China,
está en el origen de la velocidad crucero con que la UE ha impulsado una
batería de herramientas para garantizar una disponibilidad segura y abundante
de estos minerales4.
El imposible
Pacto Verde Militar
Aunque el Pacto Verde fuera insuficiente y no
representara plenamente las aspiraciones de las movilizaciones climáticas de la
juventud europea, sirvió como coartada necesaria para relegitimar socialmente
un desgastado proyecto europeo. Especialmente desde la crisis de 2008, con los
mal llamados rescates de los hombres de negro de la Troika, el
golpe de Estado contra la Grecia de Syriza, la crisis de las personas
refugiadas o el Brexit. En este sentido, el Pacto Verde apareció
como la justificación perfecta para dotar de una nueva legitimidad política y
social al proyecto neoliberal europeo, esta vez teñido de verde.
El Pacto Verde
europeo no solo fue una forma de legitimación social de la UE, sino también un
mecanismo para pilotar la transición del modelo productivo europeo hacia nuevos
nichos de negocio verdes y digitales para las multinacionales. Los fondos Next
Generation, teñidos de verde, se convirtieron en el buque insignia de la
propuesta europea para salir de la crisis pospandémica. Así, se pretendía
sustituir un sistema energético fósil por otro supuestamente descarbonizado,
como si bastara con darle la vuelta al calcetín, sin tocar el modelo económico,
las relaciones de poder ni las lógicas de explotación del territorio. De hecho,
el Pacto Verde no solo se ha revelado como insuficiente, sino que, a la postre,
ha favorecido un impulso de la agresividad comercial de la Unión Europea y el
extractivismo neocolonial, bajo la coartada de obtener materias primas para la
supuesta transición ecológica.
Pero con la
invasión de Putin a Ucrania hasta el Pacto Verde saltó por los aires: ya nadie
parece acordarse de la emergencia climática; todo vale cuando estamos en
guerra. Una buena muestra de ello fue cómo la directiva “De la granja a la
mesa”, la más ambiciosa del Pacto Verde, se convirtió en una víctima más de la
guerra en Ucrania. Incluso el gas y la energía nuclear pasaron, de la noche a
la mañana, a ser consideradas energías verdes 5 con el pretexto de romper con la dependencia
energética rusa. Se reactivaron megaproyectos gasísticos y se dio una nueva
vida a la energía nuclear. De esta forma, la tantas veces anunciada transición
energética necesaria para cumplir con los planes de descarbonización ha quedado
sepultada bajo las bombas. Pero la carrera armamentística europea, además de
evidenciar el fracaso del greenwashing verde y digital, supone
una aceleración hacia el abismo de la emergencia climática, consumiendo
materiales esenciales y escasos –incluso para asegurar una transición
ecosocial– que ahora también se utilizarán en los planes de rearme europeo.
Una
reindustrialización armada
El rearme europeo es mucho más que el aumento del
gasto militar: estamos ante un auténtico cambio de paradigma que pretende
impulsar no solo el gasto armamentístico, sino favorecer una
reindustrialización europea en clave militar, como ya defendió el expresidente
del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en su informe Un plan para el
futuro económico de Europa. En él afirma que en la UE hemos podido
separar la política económica de las consideraciones de seguridad y utilizar
los “dividendos de la paz” para perseguir otros objetivos de política pública,
gracias a que contábamos con el paraguas de la protección de Estados Unidos.
Pero, en el nuevo contexto de policrisis global, necesitamos “aprender a
reaccionar en un mundo geopolíticamente inestable, donde las dependencias se
convierten en vulnerabilidades y la seguridad ya no puede externalizarse” 6.
Porque, como
señala el informe Draghi, el 78 % de las compras europeas de material militar
provienen hoy de fuera de la UE, básicamente de Estados Unidos (el 63 % del
total). Reducir la dependencia y aumentar la autonomía estratégica pasa por
reactivar el complejo industrial-militar europeo. Como afirmó el por entonces
canciller alemán, Olaf Scholz, en la ceremonia de inicio de las obras de una
nueva planta productora de munición del fabricante de armamento Rheinmetall:
“Debemos pasar de la fabricación a la producción en masa de armamentos” 7. Como defiende el informe Draghi, el objetivo sería
que, para 2030, al menos el 50 % de las adquisiciones militares se formalice
dentro de las fronteras de la Unión, y que el 40 % de todo el material militar
que se compre sea desarrollado conjuntamente entre varios países de la UE.
En este sentido,
en marzo de 2024 la Comisión Europea presentó la Primera Estrategia Industrial
de Defensa 8, que pretende
un ambicioso conjunto de nuevas acciones para apoyar la competitividad y la
preparación de la industria de defensa en toda la Unión. La finalidad
primordial es mejorar las capacidades de defensa del bloque, promoviendo la
integración de las industrias de los Estados miembros y reduciendo la
dependencia en la adquisición de armamento fuera del continente. En definitiva,
preparar la industria europea para la guerra. Como afirmó von der Leyen ante el
pleno del Parlamento Europeo: si bien “la amenaza de guerra puede no ser
inminente, pero no es imposible”, es hora de que “Europa dé un paso al
frente” 9.
Para responder
a estas transformaciones, el informe Draghi propone una nueva estrategia
industrial para Europa basada, en particular, en la plena realización del
mercado único, la alineación de las políticas industriales, comerciales y de
competencia, el aumento de la tasa de inversión total en relación con el PIB
hasta alrededor del 5 % anual –unos 800 000 millones de euros en inversiones
adicionales cada año– y la reforma de la gobernanza de la Unión. Se ve así
complementado el constitucionalismo de mercado que ha imperado hasta ahora con
una integración militar y securitaria que pretende transformar la economía
europea para la guerra.
Un refuerzo al
federalismo oligárquico y tecnocrático de la UE
Unas transformaciones que solo serán posibles
–continúa el informe Draghi– introduciendo cambios importantes en la estructura
institucional y el funcionamiento de la Unión. Acelerando la puesta en pie de
mecanismos de decisión conjunta de las instituciones europeas para favorecer la
unión de los mercados de capitales de la UE y poder actuar en mejores
condiciones dentro de la carrera de la competitividad, cada vez más intensa,
con las otras grandes potencias, ya estén en declive o en ascenso, tras el
final de la globalización feliz. Un modelo que refuerza el federalismo
oligárquico y tecnocrático de la UE.
Todo ello en
detrimento tanto del Parlamento Europeo como de los parlamentos estatales y,
por supuesto, del respeto a la soberanía de los distintos pueblos. Un proceso
que se está viendo facilitado por el habitus del consenso que
se ha ido estableciendo en la UE, en donde se trata de despolitizar las
cuestiones que se abordan para reducirlas a meras políticas sin
política. Una buena muestra de esta tendencia ha sido el multimillonario
plan de rearme que se aprobó y gestionará al margen del escrutinio
parlamentario de la Eurocámara.
Así, Ursula von
der Leyen decretó la excepcionalidad de la situación, recurriendo, de forma
bastante cuestionable, al artículo 122 del Tratado de Funcionamiento de la UE
para sortear al Parlamento Europeo. Una acelerada militarización de los
espíritus europeos vía decreto que no solo ha gozado del apoyo unánime de los
gobiernos de los Veintisiete, sino también de la casi totalidad de los grupos
parlamentarios europeos, que más allá de quejarse por las formas de su
aprobación –saltándose a la Eurocámara–, han celebrado el plan de la Comisión
para un rearme europeo. Un auténtico consenso de guerra.
Un gasto
público sin precedentes que todavía no está muy claro cómo se va a financiar.
Por el momento, desde la Comisión se ha apuntado la relajación de las reglas de
control presupuestario para permitir que el gasto militar no compute como
déficit, la facilitación de nuevos préstamos (permitiendo un mayor
endeudamiento) e, incluso, el desvío de los fondos de cohesión. Pero todas son
medidas a corto plazo y con un carácter coyuntural. Como aseguró la presidenta
de la Comisión, en algún momento los gobiernos tendrán que reducir su déficit
para volver al ajuste presupuestario. Porque la activación de la cláusula de
flexibilidad presupuestaria para aumentar el gasto conlleva rápidamente que, a
medio plazo, tendrá que acomodarse presupuestariamente, ya sea subiendo los
impuestos o reduciendo el gasto en otras partidas. Como ya señaló en una
intervención en el Parlamento Europeo el secretario general de la OTAN, Mark
Rutte: “Los países europeos gastan fácilmente hasta una cuarta parte de la
renta inicial en pensiones, sanidad y sistemas de seguridad social, y solo
necesitamos una pequeña fracción de ese dinero para reforzar mucho más la
defensa” 10. El mensaje
está claro: una Europa social es incompatible con una Europa de la guerra.
La nueva Europa
bascula hacia Paris
Una Europa de la guerra que también cambia de centro
de poder, basculando de Berlín a París. Hasta ahora, la locomotora alemana
había sido, con su superávit comercial, el indiscutible centro de la Europa de
los mercados. Ahora, con la locomotora gripada por la falta de gas barato ruso
y ante el giro guerrerista de la UE, Francia adquiere un protagonismo inusitado
en los últimos lustros. La industria armamentística gala, con cerca de 20.000
empresas que dan empleo a unas 200.000 personas, es la columna vertebral de la
UE en materia de defensa. De hecho, Estados Unidos y Francia dominan
actualmente las exportaciones mundiales de armas, ya que Washington ha
aumentado sus exportaciones un 17 % entre 2014-2018 y 2019-2023, y París un
47 % en el mismo periodo. Por primera vez, Francia se situó por delante de
Rusia en la lista de mayores exportadores de armas del mundo, ocupando el
segundo lugar, mientras que Rusia ocupó el tercero.
Uno de los
grandes problemas para la autonomía estratégica europea es su extrema
dependencia de la industria armamentística norteamericana. En el periodo
2020-2024, los países europeos de la OTAN aumentaron las importaciones de armas
hasta un 105 % 11, coincidiendo
con la guerra de Ucrania y el aumento presupuestario en defensa. Un 64 % de
este total fue suministrado por los EE UU, que es con mucho el principal
proveedor europeo y que ha aumentado un 12 % sus exportaciones armamentísticas
al viejo continente respecto al período anterior. Aquí es donde la industria
armamentística francesa puede ser un elemento clave para reducir la dependencia
de Washington: es la única con capacidad para intentar, a corto plazo, ocupar
parte del espacio que actualmente ostentan los EE UU.
Pero no solo la
industria militar le aporta un elemento diferencial a Francia en este contexto,
sino también el hecho de ser el único país de la UE con armas nucleares y
asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Aquí también Francia
podría intentar ocupar el espacio que podría dejar EE UU. En este sentido,
Emmanuel Macron ya ha propuesto “un debate estratégico sobre el uso de la
disuasión nuclear francesa” para extender su protección a los aliados europeos,
sugiriendo la posibilidad de desplegar armas nucleares francesas en un país
aliado, de manera similar a lo que ha hecho EE UU en Europa. Sin embargo, esas
armas seguirían bajo control exclusivo de Francia. El primer ministro de
Polonia, Donald Tusk, ya declaró en el parlamento polaco: “Estaríamos más
seguros si tuviéramos nuestro propio arsenal nuclear” 12, esgrimiendo como razón su preocupación frente al
“cambio profundo en la geopolítica estadounidense”. Más que proponer que
Varsovia desarrolle una bomba atómica, parecía responder a la oferta de Macron
sobre la necesidad de un debate estratégico sobre el uso de la disuasión
nuclear francesa.
Desde que
Macron alcanzó la presidencia francesa, hace ya ocho años, su objetivo ha sido
ocupar el sillón que dejó Angela Merkel como timonel europeo. Para ello, creó
su propio grupo en la Eurocámara, propuso renovar los tratados europeos y,
desde el inicio, se comprometió con el concepto de autonomía estratégica en su
versión más gaullista. En 2017, en un discurso en la Universidad de La Sorbona,
en París, afirmó: “En materia de defensa, debemos dar a Europa la capacidad de
actuar de forma autónoma, complementando a la OTAN” 13; en 2019 decretó la muerte cerebral de
la OTAN y ahora propone un escudo nuclear europeo independiente de EE UU, bajo
paraguas francés. Un proyecto neogaullista europeo en serio riesgo, al
encontrarse el propio Macron en sus dos últimos años de mandato, con una
importante inestabilidad parlamentaria y con un horizonte en donde emerge la
figura de Le Pen. Seguramente veremos cómo en los próximos meses Macron presionará
para avanzar en decisiones clave antes de que termine su mandato.
La
militarización de los espíritus europeos
La remilitarización se ha convertido en la clave de
bóveda del nuevo proyecto de Europa potencia en el marco de la
policrisis global, complementando el constitucionalismo de mercado que ha
imperado hasta ahora con un pilar securitario más reforzado en pro de una
supuesta autonomía estratégica europea. Pero el plan ideado en
los despachos de la Comisión Europea tiene un problema complicado de solucionar:
a su población le falta ardor guerrero.
En este
sentido, el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, ha asegurado que ya
no existen los “ejércitos vibrantes” de antaño, que “al menos pudiesen defender
su territorio”, salvo unas pocas “excepciones” 14. Unas semanas antes había publicado en su cuenta
personal de la red social X: “Seamos honestos: hay muchos países que ofrecen
apoyo, ya sea en privado o en público, pero que no tienen ni la experiencia en
el campo de batalla ni el equipo militar necesario para hacer una diferencia
real” 15…, en
referencia al ofrecimiento británico y francés de mandar tropas a Ucrania. Las
diferentes declaraciones de J. D. Vance desde la conferencia de seguridad de
Múnich, en febrero pasado, han puesto el dedo en la llaga, evidenciando el gran
problema de la defensa europea: ni las sociedades ni los ejércitos de los
veintisiete Estados miembros de la UE están en capacidad de sostener un
conflicto armado. Y mientras no recuperen esa capacidad, cualquier política de
rearme no será creíble. Como afirmó el por entonces jefe de la diplomacia
europea, Josep Borrell: “Los ejércitos europeos están en los huesos”.
La
desmilitarización de la sociedad europea, con la paulatina profesionalización
de los ejércitos y la desaparición de los servicios militares obligatorios, ha
sido una tendencia sostenida hasta la invasión de Ucrania. Una vez más, la
guerra en Ucrania está sirviendo como coartada para emprender una auténtica
militarización de los espíritus europeos, que pretende reinstaurar los
servicios militares como una forma de asegurar una fuerza de reserva a
los ejércitos profesionales.
De esta forma,
Donald Tusk ha anunciado los preparativos “para ofrecer a cada adulto de
Polonia un entrenamiento militar a gran escala y permitir a esa gente que se
convierta en soldado de pleno derecho en situaciones de conflicto”. En Italia,
la Lega de Matteo Salvini ha presentado ante el Parlamento un proyecto de ley
para reintroducir un servicio militar o civil entre las personas de 18 a 26
años durante seis meses, como una especie de servicio comunitario; mientras,
Alemania, Países Bajos y Bélgica quieren establecer incentivos económicos y
sociales a la gente joven para que participe en un servicio militar voluntario,
engrosando así las listas de reservistas. En Francia, Macron ya propuso en 2017
recuperar la mili, aunque recientemente ha apostado por un modelo
como el alemán: reformar el Servicio Nacional Universal voluntario, ofreciendo
incentivos para pasar de 40 000 a 100 000 reservistas en los próximos diez
años.
En este
sentido, el kit de supervivencia que lanzó la Comisión Europea para que cada
hogar esté preparado para sobrevivir durante 72 horas sin ayuda externa ante
“agresiones”, “catástrofes naturales”, “pandemias” o “ciberataques” es una
buena muestra de cómo se construyen narrativas para entrenar a la población a
vivir con miedo, bajo apariencia de consejos útiles. Un miedo que pretenden que
sea la gasolina que prenda el ardor guerrero de la población, para justificar
el rearme europeo y volver a llenar de voluntarios los ejércitos. Una auténtica
militarización de los espíritus europeos que va más allá del aumento del gasto
militar y que supone un auténtico cambio de paradigma en Europa, que nos acerca
cada día más hacia un peligroso escenario de guerra.
Notas
- https://www.infolibre.es/politica/once-claves-creciente-militarizacion-ue_1_1224340.html
- http://centredelas.org/wp-content/uploads/2021/07/A-militarised-Union-2.pdf
- https://geopolitique.eu/en/2024/04/16/radical-change-is-what-is-needed/
- https://vientosur.info/global-gateway-alianzas-publico-privadas-para-el-control-de-fronteras-y-el-extractivismo-neocolonial/
- 5https://www.publico.es/sociedad/union-europea-concluye-gas-nucleares-son-energias-verdes-equipara-renovables.html
- https://legrandcontinent.eu/es/2024/09/09/informe-draghi-6-puntos-clave-y-12-graficos-para-recordar/
- https://www.dw.com/es/olaf-scholz-insta-a-la-producci%C3%B3n-en-masa-de-armamento-en-europa/a-68238899
- https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/en/ip_24_1321
- https://elpais.com/internacional/2024-03-03/europa-se-pone-en-pie-de-guerra.html?event_log=oklogin
- https://multimedia.europarl.europa.eu/en/webstreaming/committee-on-foreign-affairs-jointly-with-sede-and-in-association-with-delegation-for-relations-with_20250113-1600-COMMITTEE-AFET
- https://www.lavanguardia.com/internacional/20250310/10462429/europa-duplica-dependencia-armamento-estadounidense-ultima-decada.html
- https://www.infobae.com/economist/2025/03/13/europa-piensa-lo-impensable-sobre-una-bomba-nuclear/
- https://www.dw.com/es/el-importante-papel-de-francia-en-la-defensa-europea/a-72169123#:~:text=El%20presidente%20franc%C3%A9s%2C%20Emmanuel%20Macron,de%20la%20Soborna%2C%20en%20Par%C3%ADs
- https://www.infobae.com/america/agencias/2025/04/15/jd-vance-afirma-que-la-mayoria-de-paises-europeos-carecen-de-una-capacidad-militar-razonable/
- https://www.20minutos.es/internacional/vance-cabrea-reino-unido-francia-despreciar-los-ejercitos-europeos-no-han-librado-una-guerra-30-40-anos-5688036/
Fuente: Viento Sur
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