Mijail
Santos, técnico de comunicación de la OMS: “La desinformación profesional
complica aún más distinguir lo verdadero de lo falso”
TERCERAINFORMACION / 15.01.2025
Los bulos en salud
representan una amenaza global que socava la confianza en la ciencia y pone
vidas en riesgo. El experto en comunicación Mijail Santos contribuye desde la
Organización Mundial de la Salud a desmentir noticias falsas, proteger la salud
pública y garantizar decisiones informadas.
Presentación en Mijail
Santos en el congreso de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud. /
Mapi Muñoz
Mijail Santos (Querétaro,
México, 1989) comienza sus charlas sobre desinformación en salud citando
un estudio de
psicología social según el cual deslizamos unos 90 metros
de información diarios en nuestras pantallas, una extensión como la altura de
la Estatua de la Libertad en la que caben muchos contenidos erróneos o
directamente maliciosos.
Este experto, que trabaja desde 2020 en Ginebra
como técnico de comunicación, estrategia, planificación y coordinación de
la Organización Mundial de la Salud (OMS), explicó recientemente
en Santander, durante el congreso de la Asociación Nacional de Informadores de
la Salud (ANIS), cómo abordar este desafío en un contexto de creciente
desconfianza en los medios de comunicación tradicionales, como alertan el barómetro de
confianza de la consultora Edelman y el Instituto Reuters, añadido a los retos que
plantea la inteligencia
artificial, territorio que conoce bien.
Tras estudiar ciencia política en México, Santos
completó un máster en políticas públicas en Singapur. “Ahí empecé a trabajar en
una empresa que utilizaba inteligencia artificial para
analizar cómo la comunicación puede influir de manera positiva en las políticas
públicas; la OMS era uno de nuestros clientes”. Como explica a SINC por
videoconferencia, el ámbito de la salud también se enfrenta a la polarización
porque “la desinformación afecta no solo la toma de decisiones de
los individuos, sino también la de los gobiernos””.
¿De quién se fían las
personas para informarse sobre salud?
Según el barómetro de
salud Edelman de 2024, la fuente de información más confiable es
su médico de atención primaria. En segundo lugar, los farmacéuticos y en
tercero, la familia y amigos. Después están los gobiernos y, en última
posición, los periodistas, que caen diez puntos respecto al informe previo. Los
canales predominantes varían según el país, la edad y la accesibilidad, pero se
confía cada vez más en las redes sociales. Según este barómetro, cuatro de cada
diez personas se arrepienten de al menos una decisión sobre salud basada en
desinformación.
¿Qué tipos de
desinformación existen?
Primero, la denominada en inglés disinformation,
información falsa creada con intención de engañar por motivaciones políticas,
económicas o sociales. Según estudios sobre redes sociales, aunque sólo el 3 %
de las cuentas activas son tóxicas, producen el 33% de todo el contenido.
Por otro lado, está la llamada misinformation,
que se difunde sin intención de engañar, creyendo que puede ser beneficiosa.
Predomina entre la compartida por familiares o en redes sociales y se transmite
sin comprobar las fuentes, pero puede tener incluso mayores efectos porque
viene de alguien en quien se confía. Tomamos decisiones en función de nuestras
emociones y, aunque una información sea falsa, si existe un vínculo emocional,
tendemos más a creerla.
Durante la pandemia se creó
también el término infodemia.
Sí, es la propagación de informaciones falsas en
cantidades extremas y conlleva ambos tipos de desinformación. También afecta la
toma de decisiones porque la gente ni siquiera sabe cómo identificar la
verdadera, dada la cantidad de datos que le llegan por redes sociales, los
medios, los amigos o WhatsApp. Nosotros intentamos proveer información
accesible, fácil de entender, pero también que sea empática porque las personas
tenemos diferentes sistemas de valores o distintos conocimientos previos y todo
eso afecta la manera en que la recibimos. La forma en que nos comunicamos con
distintas audiencias también tiene que ser distinta.
¿En qué áreas ha
identificado la OMS más desinformación?
En casi todas, pero en particular en vacunas,
educación sexual integral, mpox [antes llamada viruela del mono], productos del
tabaco (incluidos los vapeadores), salud de la mujer (como en anticonceptivos),
sobre acuerdos entre naciones de preparación ante futuras pandemias y sobre el
papel de las farmacéuticas o los intereses de algunas organizaciones
internacionales por quitar soberanía a los estados, lo cual es absolutamente
falso.
¿Quiénes son más
vulnerables a la desinformación?
Todos lo somos. Con la tecnología y la
profesionalización de la desinformación, se ha dificultado más aun distinguir
lo verdadero de lo falso, aunque algunos sesgos nos hacen más vulnerables. Uno
es el de confirmación: si ya escuché cierta información falsa, traigo esa
creencia que solo espero que alguien confirme, sin importar quién sea; otro, el
de accesibilidad, que implica que, a menor diversidad de fuentes disponibles,
mayor vulnerabilidad (por ejemplo, si solo accedo a la de redes sociales); por
último, está el sesgo de repetición: Si me reiteran en lenguaje simple que la
covid se cura con ajo, puedo no necesitar contrastarlo.
Pero incluso los expertos en un tema pueden ser
vulnerables porque la desinformación puede usar lenguaje científico. Recomendamos
comprobar las fuentes, revisar que haya citas bibliográficas y cómo fue
patrocinada la investigación o quién está detrás, pero cada vez es más difícil.
Debemos tener empatía porque al final no es que alguien no sea cuidadoso o
tenga la culpa de caer en desinformación, es que se ha creado un sistema muy
complejo.
Mijail Santos es técnico de
comunicación, estrategia, planificación y coordinación de la OMS. / Justas
Gumbrevicius
¿Cómo afecta la
desinformación a gobiernos y decisores de políticas públicas?
Están expuestos como cualquiera a informaciones
falsas. Muchas veces nos contactan para saber si alguna información que les
llegó ya ha sido contrastada por la OMS porque están evaluando determinada
política pública. A través de nuestras oficinas de países y oficinas
regionales, nos comunicamos con los ministerios de salud para facilitarles
nuestras guías al respecto, pero vemos que hay otros actores implicados en esa
toma de decisiones que están más expuestos a la desinformación, lo que genera
debates importantes y hace que también se vaya polarizando el tema de la salud,
lo que afecta a la decisión final.
Además de peligrosa, ¿la
inteligencia artificial podría ser beneficiosa?
Ambas cosas. Así como un riesgo es tomar
decisiones tras plantear ciertos síntomas a ChatGPT y obtener respuestas no
basadas en la ciencia, podría ser beneficioso obtener respuestas de otras
herramientas entrenadas con estudios científicos. En la OMS hemos creado un
proveedor de salud digital llamado Sarah que
tiene acceso a fuentes fiables y aporta información resumida, veraz y que
conoce sus limitaciones. Si se pregunta por tratamientos en función de
síntomas, Sarah contesta que para eso hay que consultar a un proveedor de
salud. También responde a información sobre preservativos o riesgos del alcohol
o el tabaco.
¿Cómo aborda la OMS la
desinformación en salud?
Hay tres estrategias principales. La primera es
la de inoculación, que consiste en prevenir, como con las vacunas.
Evaluamos las potenciales áreas de desinformación y distribuimos información
verdadera para que impregne a las personas antes de que llegue la
desinformación. Aquí trabajamos mucho con los medios de comunicación.
La segunda es la mitigación de
desinformación que ya circula. Si la identificamos de forma temprana,
podemos corregirla respondiendo mediante fact-checking [verificación de
hechos], incluso en redes sociales directamente a algunas publicaciones.
Sabemos por investigaciones
en psicología que los jóvenes no solo leen la publicación
original, sino también los comentarios y así tienen también nuestra versión.
La tercera forma es ignorar alguna
desinformación mientras monitoreamos su evolución, como hacemos con
ciertas teorías conspiracionistas que no han cobrado mucha popularidad. Es
complejo porque si nos involucramos más de lo necesario, podríamos estar
echando leña al fuego.
¿Cómo podemos evitar
convertirnos en fuentes de desinformación?
Para evitar convertirnos en fuentes de
desinformación, podemos seguir el acrónimo SHARE (Source, Headline, Analyse,
Retouched, Error). Primero, hay verificar la fuente para asegurarnos que sea
confiable, a veces con una simple búsqueda en internet. Luego, leer todo el
artículo y no dejarse llevar por titulares sensacionalistas que buscan apelar a
tus emociones.
Además, hay que analizar el contenido y su
coherencia, recordando que correlación no implica causalidad. Mantener alerta
ante imágenes retocadas o sacadas de contexto, lo cual se puede comprobar con
una búsqueda inversa de imágenes. Finalmente, prestar atención a errores
ortográficos o gramaticales, comunes en la desinformación.
Por último, debemos vigilar errores ortográficos
o gramaticales en el texto, frecuentes en la desinformación o en informaciones
manipuladas.
Fuente: SINC
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