La financiación del sindicalismo de colaboración de
clases
José María Alfaya González y Miguel Medina Fernández-Aceytuno
HOJAS
PARA EL DEBATE
19.08.2024
La
alternativa no puede ser otra que el sindicalismo de clase sostenido
exclusivamente con las cuotas de la afiliación al objeto de no perder
independencia de clase (económica, política y social) y que sea dinamizador de
la lucha de clases, combinando de forma simultánea negociación con movilización
(huelgas, concentraciones, muestras diversas de solidaridad entre trabajadores
etc.).
Si queremos
hablar racionalmente del sistema que sostiene la actividad sociopolítica en
España a golpe de subvenciones, nos encontraremos con la necesidad de conocer
los límites funcionales de determinadas cuestiones que les dan carácter y
desvelan los intereses no siempre confesables, relacionados con tantas
decisiones políticas. Por ejemplo, tenemos evidentes y significativos signos de
la existencia de una corrupción pura y dura que conlleva el intercambio de
favores entre grupos dominantes o entre los que son poderosos y los aspirantes
al ascenso social. Nos despistan el entendimiento de cómo funciona el tinglado
con la falta de transparencia y conocimiento de la gestión y de los
beneficiarios de los fondos públicos que se entregan, disimulando lo que el
sistema reparte como botín entre disciplinados colaboradores, compinches o
cómplices, que lo reciben sin que tengamos facilidad para conocer los
entresijos, lo que nos hace difícil llegar a conocer el alcance de estos
“defectos de fábrica” de nuestra “democracia” tan participativa ella en el
reparto de beneficios.
Dicho lo anterior hay que señalar que, si nuestros antepasados marineros
miraban a los cielos para orientarse con las estrellas, ahora escudriñamos el
ciberespacio y es posible orientarse con una captura de datos que nos facilita
dibujar un mapa orientativo de cómo está la situación. Por ejemplo, podemos
consultar con Laboro. un ente que se
presenta como un lugar de encuentro en Internet publicado y alojado por Blogger
en EE.UU.
Aunque la legislación vigente y aplicable prohíbe toda reproducción no
autorizada de cualquier contenido publicado en Laboro, es libre y gratuita la copia o distribución
solamente del enlace a los contenidos publicados, lo que nos lleva a poder
hacer referencia al espinoso tema de las subvenciones que los directivos de
CC.OO. y UGT han cobrado en los últimos años, totalizadas y desglosadas por sus
federaciones, fundaciones y otros organismos. En cifras redondas, según Laboro, a fecha de 12 de junio de 2024 y en los
cuatro años anteriores UGT ha cobrado 202 millones de
euros y CC.OO. 179.
También se explicita quién cobra las subvenciones exactamente y quién las concede. Esta
información también la podemos obtener en el rotativo The Objetive, entre otras tantas publicaciones.
La lectura de los datos ofrecidos por Laboro y
dedicados a este tema nos hace posible entender que el destino de las
subvenciones está mal detallado en los datos ofrecidos en los documentos
oficiales, lo que hace difícil comprobar si el dinero de la subvención fue bien
empleado, acorde a derecho, para los fines previstos.
Todo lo cual nos lleva a recomendar una atenta lectura de lo que legalmente
se puede consultar en esta constelación de datos, para ofrecernos una reflexión
sobre la financiación del sindicalismo reformista o de
colaboración de clases en España y una cuidadosa conclusión
sobre la función que desempeña este sindicalismo subvencionado.
Por otra parte, a los afiliados de estos sindicatos “mayoritarios” no se
les ofrece puntual información anual de los ingresos y gastos de estas
organizaciones, ni del origen de las mismas del total de las subvenciones
recibidas y su destino. En Google aparecen datos parciales, pero no un
compendio completo de todas las que perciben de las diferentes
administraciones públicas, ni tampoco de las aportaciones que obtienen de su
participación en los planes de pensiones de empleo y otros ingresos, por vía
indirecta, que, en algunos casos, han provocado sonadas intervenciones
judiciales por presunta corrupción, como el conocido asunto de los ERES de la Junta de Andalucía o el de los dirigentes
de UGT de Asturias condenados a prisión por fraude de
subvenciones públicas, por citar algún ejemplo.
Hay que añadir que el origen de estas subvenciones proviene de las
diferentes administraciones públicas, unas dirigidas por el Partido Popular y
otras por el PSOE. Así, la Junta de Andalucía en manos del PP ha subvencionado a
CCOO y a UGT con un millón setecientos mil euros “para financiar su acción
sindical”. También la Xunta de Galicia, que controla la derecha, subvencionó a
CCOO y a UGT con 970.000 euros. En consecuencia, tanto la derecha como la
socialdemocracia, ambas comprometidas en su apoyo a la OTAN, al belicismo y
pringadísimas en la aplicación de políticas económicas neoliberales, muestran
mucho interés en entregar importantes sumas de dinero a CCOO y UGT, cantidades
que provienen de la recaudación de impuestos a la ciudadanía.
¿Por qué y para
qué? La respuesta, atendiendo además a la práctica diaria de la actividad
sindical que promueven los responsables de los sindicatos autodenominados
“mayoritarios”, no puede ser otra que la imperiosa necesidad que tiene el gran
capital, tutelante de las administraciones públicas donantes en el modo de
producción capitalista, de contar con la colaboración sindical de los
responsables de las organizaciones de trabajadores para que, a cambio, fomenten
el sindicalismo de colaboración de clases. Un tipo de sindicalismo que tiene
estas características:
– Provoca la
desmoralización de la clase trabajadora, cuando sus miembros se percatan que
sus cuadros y máximos responsables, al practicar el pacto social, se muestran
complacientes con la patronal.
– Sus valedores
boicotean todo intento obrero de defender los intereses de clase inmediatos y
estratégicos mediante una actividad sindical digna de ese nombre.
– Fortalece a
los empresarios que se crecen ante ejecutivos sindicales débiles y dóciles a
sus intereses.
– Fomentan la
dispersión sindical, la desorganización de los trabajadores y debilitan su toma
de conciencia de clase, estimulando tendencias de tipo corporativista.
– Las
burocracias sindicales suscriben acuerdos con la patronal al margen de la
voluntad de los trabajadores, propiciando un sindicalismo amarillo carente de
democracia.
– Contribuye a
dividir a los trabajadores según su estatus laboral y profesional, provocando
enfrentamientos perniciosos.
– Promueve, en
términos políticos, el desclasamiento y el auge de posiciones populistas y
reaccionarias en la clase asalariada, favoreciendo el sometimiento a la
ideología de la clase dominante, con la renuncia a todo esfuerzo y perspectiva
de transformación social hacia el socialismo y haciendo florecer todo tipo de
pensamientos y actitudes oportunistas.
– Sus
dirigentes se hacen permeables a la corrupción, desprestigiando la validez, la
necesidad y la oportunidad de las organizaciones sindicales para la defensa de
los intereses de clase.
– Ofrece
verdaderos balones de oxígeno al capital y apuntalan gobiernos reaccionarios y
políticas antiobreras.
– Receptividad
a la financiación de las organizaciones sindicales mediante subvenciones que
controlan los gobiernos del capital.
Así es el sindicalismo de clase.
La alternativa no puede ser otra que el sindicalismo de clase sostenido
exclusivamente con las cuotas de la afiliación al objeto de no perder
independencia de clase (económica, política y social) y que sea dinamizador de
la lucha de clases, combinando de forma simultánea negociación con movilización
(huelgas, concentraciones, muestras diversas de solidaridad entre trabajadores
etc.).
Debe, por
tanto, practicarse un sindicalismo socio-político, no economicista, ni
reformista ni burocrático, que reclame mejoras condiciones de vida y trabajo de
los trabajadores y al mismo tiempo luche por transformaciones sociales
profundas en defensa de sus intereses de clase.
Este
sindicalismo revolucionario podemos caracterizarlo del modo siguiente:
– Es en la lucha sindical combativa y de clasedonde
la clase asalariada asume la importancia de su organización y su unidad, toma
conciencia y descubre que sus intereses resultan antagónicos e incompatibles
con los de la patronal y alcanza a comprender que los procesos de producción
podrían funcionar en un régimen de propiedad colectiva y democracia económica,
en ese extraordinario proceso de aprendizaje que encierra la lucha sindical en
sí misma. La actividad sindical de clase significa que nada útil puede
arrancársele a la patronal que no sea con la más amplia movilización y presión
de los trabajadores y las trabajadoras a condición de que la lucha económica
vaya inseparablemente unida a la lucha política. El sindicalismo de clase es
contrario, por tanto, al pacto social.
– Es un sindicalismo sociopolítico,
es decir, aquél que tiene por finalidad la defensa de los intereses de la clase
asalariada en la lucha por la transformación de la sociedad hacia el
socialismo. La actividad sindical que se limita a la lucha económica
-sindicalismo reformista- sin cuestionar el régimen de explotación coloca a la
clase trabajadora a remolque del capital y la condena a la opresión y al
sometimiento de la clase dominante, sin posibilidad alternativa de emancipación
social. La defensa de los intereses inmediatos —lucha económica— y la de
los intereses estratégicos —lucha por el socialismo— debe realizarse no con un
material humano fantástico ni especialmente creado por nosotros, sino con el
que nos ha dejado como herencia el capitalismo. Con sus limitaciones, con las
influencias negativas de valores propiciados por la burguesía para asegurar su
dominio —individualismo, consumismo, etc.—, pero también con su innata rebeldía
frente a la opresión y la explotación.
– Es también un sindicalismo democrático y asambleario.
La primacía de la asamblea como órgano de toma de decisiones en el desarrollo
de la actividad sindical es un principio básico del sindicalismo de clase. Es
el instrumento fundamental para poder suscribir acuerdos con la patronal. Este
proceder democrático otorga el protagonismo a los miembros de la clase
asalariada, con total independencia de su afiliación, de sus ideas o
pensamiento, de su cualificación profesional. Es la forma más eficaz de
acumular fuerzas en las batallas contra el capital. La representación obrera
—delegados de personal y miembros de Comité de Empresa—, actúa frente a la
empresa no en sustitución de sus compañeros de trabajo, sino como portavoces de
estos.
– Un sindicalismo unitario y de masas. La movilización y la presión como instrumentos
imprescindibles para arrancar derechos y mejoras en las condiciones de trabajo
o, como ahora ocurre con frecuencia, para frenar la agresividad del capital en
la crisis del sistema, obligan a buscar la unidad del proletariado y a
establecer vínculos con los movimientos sociales resistentes a los recortes de
prestaciones y derechos que promueven los gobiernos reaccionarios. La
solidaridad resulta primordial en el sindicalismo de clase, ya que aquel es
sobre todo un sentimiento humano profundo que unifica voluntades y contribuye a
que la clase trabajadora se sientan parte de un todo. Parte de una misma clase
social. Deja constancia de ser víctimas de una misma y única explotación y
opresión. Y ayuda a comprender que el proletariado tiene un mismo enemigo de
clase. La solidaridad hace sentir, además, un legítimo orgullo de pertenencia
común a la clase social obrera.
– Finalmente,
es un sindicalismo independiente de la burguesía. El sindicalismo reformista o burgués que, desde
la transición hasta hoy, promueven cierta dirigencia de las organizaciones sindicales
“mayoritarias”, ha sido posible, entre otros factores, por la financiación de
esas entidades sindicales mediante subvenciones de los gobiernos de la
burguesía. La entrega de estos cuantiosos fondos no es nunca altruista. Es
radicalmente interesada. Han colocado y colocan a los dirigentes de los
sindicatos mayoritarios a remolque de la patronal. Se pierde toda independencia
de clase. Las subvenciones abren, además, el camino al oportunismo incrustado
en las filas sindicales para la práctica de irregularidades, algunas con
merecido reproche penal. Ese sindicalismo de colaboración de clases es una
auténtica desgracia para la clase obrera.