Feijóo o el hooliganismo en
política
Por Agustín Moreno
Rebelion / España
07/05/2024
Fuentes: eldiario.es
El problema sigue estando ahí. Unas derechas muy ultras a las que se les
llena la boca de con la palabra “democracia” cuando no tienen el poder, porque
consideran que la democracia son ellos. Intentan derribar al Gobierno de España
con una campaña de deslegitimación continua, plagada de bulos y bárbaros
ataques
A Sánchez el
partido se le estaba yendo de las manos por la agresividad del equipo
contrario, cuando decidió pedir tiempo muerto. Algunos llegaron a pensar que
tiraba la toalla y se acababa el partido, pero no. Se trataba de detenerlo y
poner en evidencia el juego sucio del rival. Era una manera de dar la vuelta a
la situación y tener el balón. Pero ganar tiempo no sirve de nada sin agrupar
las propias fuerzas, tensionar a la hinchada para que anime y recuperar la
iniciativa.
El dilema era
seguir aguantando la brutal ofensiva del contrario o plantarle cara con una
nueva estrategia. Tenía claro que las únicas batallas que se pierden son
las que no se dan. El objetivo era rechazar el peligroso juego e intentar
garantizar que los árbitros no sean parciales. La afición al baloncesto del
presidente del Gobierno le ha debido inspirar este movimiento de parar para
recuperar el balón, maniobra que puede ser discutible para algunos pero que ha
puesto a la derecha a la defensiva. Ya lo hizo tras el 28 de mayo y le
funcionó, pero ahora o hay un cambio de estrategia o no servirá de mucho.
Pero el
problema sigue estando ahí. Unas derechas muy ultras a las que se les llena la
boca de con la palabra “democracia” cuando no tienen el poder, porque
consideran que la democracia son ellos. Intentan derribar al Gobierno de España
con una campaña de deslegitimación continua, plagada de bulos y bárbaros
ataques. Son incapaces de reconocer ningún logro ni siquiera en la marcha de la
economía: no les importa que crezca el empleo y su estabilidad o que España
adelante a la eurozona en la recuperación del PIB tras la pandemia. Siguen con
su matraca de que este es el peor Gobierno de la historia de España, aunque se
sitúen a la derecha de la realidad y del sentido común. Con ellos, no estamos
en democracia, estamos en demagogia y urgencia.
Este ataque se
resume en la imagen de un Núñez Feijóo acusando a Pedro Sánchez de ser como
Franco y a su gobierno legítimo una dictadura. Menos mal que llegaba para
modernizar al PP. No basta decir que le marcan el paso Aznar, Ayuso y Abascal,
que se precipitaron a opinar antes que él sobre la decisión de Sánchez de
continuar. Feijóo se encuentra cómodo en la hipérbole y parece que MAR le
asesora. Practica un hooliganismo político que es muy peligroso cuando mucha
gente, colocada en condiciones de supervivencia por el sistema, está entre el
miedo y la ira.
Hay que
preguntarse por qué es tan difícil que haya en España una derecha moderna y
europea. Para ello hay que bucear en las raíces franquistas y en el modelo de
transición. Es muy interesante para encontrar las claves, estudiar el análisis
comparativo de la construcción de la democracia en España y Portugal que hace
Robert Fishman en su obra “Práctica democrática e inclusión” (Ediciones
Catarata, 2021).
Lo cierto es
que parece que vivimos el coleteo del “atado y bien atado”: a medida que pasa
el tiempo, en vez de disolverse el franquismo bajo el desarrollo de la
modernidad social, ocurre lo contrario, aparece cada vez más como elemento que
constituye el núcleo de una derecha que se reproduce a sí misma. Hasta la ONU
se acaba de pronunciar sobre la agenda negacionista de PP Vox atacando la
memoria democrática en las CCAA. Lo dijo gráficamente Rafael Chirbes
antes de morir: “es como si hubiesen tenido el cadáver del dictador en
el fondo de la charca y se hubieran decidido a cortar la cuerda para que
saliera a flote, trayéndonos toda su pestilencia”
Mantener el
Gobierno por mantenerlo no tiene demasiado sentido. El único, evitar que tome
el poder la derecha y haga un destrozo con los logros sociales, pero eso no es
suficiente. A pesar de la complejidad de los apoyos parlamentarios, se trata de
desarrollar un programa avanzado de regeneración democrática y de reformas
sociales para la modernización del país. La tarea principal que tiene el actual
Gobierno de coalición y sus socios de la investidura es ir en serio.
Ello pasa por
la derogación de la ley Mordaza para fortalecer los derechos y libertades de la
ciudadanía, la renovación sin más demoras del Consejo General del Poder
Judicial para garantizar la Constitución y la independencia judicial, y medidas
para combatir la intoxicación con bulos y mentiras. Por una estrategia decidida
de reconquista de lo público y de mejora de la sanidad y la educación, políticas
medioambientales y de lucha por la descarbonización, un nuevo modelo económico
que fortalezca la industria y sea sostenible, una política fiscal con mucha
mayor progresividad fiscal que grave a la banca y grandes capitales, avances en
la laicidad del estado y supresión de todo tipo de privilegios.
Un tema clave
es dotar a la ciudadanía de espíritu crítico, como vacuna frente a la
manipulación mediática y política. Eso pasa por una educación pública
universal, plural, laica y democrática y cuestionar la doble red privada
sostenida con fondos públicos que juega un papel segregador y adoctrinador.
Además de la
desestabilización del Gobierno, el segundo objetivo que las derechas ultras
persiguen, es provocar desafección política y alejamiento ciudadano con una
tensión y un ruido insoportable. Esto es muy viejo. Ya nos advertía hace un
siglo de estas estrategias, Antonio Machado, que decía: “Haced política,
porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros y probablemente contra
vosotros”.
Hay que
explicar de nuevo la relación entre la política y las cosas de comer, es decir,
sobre lo que realmente importa. Por ejemplo, si una persona es operada de
corazón o de cadera, vive o anda no gracias a la ciencia sino a la política;
porque, aunque la técnica quirúrgica esté muy desarrollada, si no tiene dinero
quizá no se la apliquen, a no ser que la política decida que hay sanidad
universal para todos. Esta es la grandeza práctica de la política que no se
puede perder.
La desconfianza
hacia la política es una característica de los momentos de derrota y la peor
derrota es la pérdida de la esperanza. Es peligroso pasar de política. Hannah
Arendt se preguntaba si la política tiene aún sentido y concluía que el
totalitarismo era la desaparición de la política. Fin de la política, fin de la
historia. Por ello, no se puede dejar ni la política ni la calle en manos de la
derecha.
Es preocupante
lo que está pasando y convendría que todos hiciéramos un esfuerzo por
reconducir la situación. En mi breve paso de dos años por la política
institucional, cuando me despedí en la Asamblea de Madrid hacía la siguiente
recomendación a sus señorías: “Guarden siempre un tono de respeto y
de escucha. No olvidemos que la democracia no es otra cosa que la capacidad de
diálogo civilizado. Los modos y la ética deben ser parte fundamental de la
democracia y de la política, porque la política sin ética es simple politiqueo
y un club de cínicos. Y porque las instituciones sin respeto se convierten en
una cesta de cangrejos que aleja a la ciudadanía de la política y erosiona la
democracia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario