Viendo a la clase
política occidental es lógico preguntarse de dónde salen sus ideas, ya que al
menos aparentemente no parecen capaces de concebir nada útil por sí mismos. La
respuesta está en los think tanks, ampliamente alimentados por el Gran Capital.
Los Think tanks y la guerra
El Viejo Topo
24 enero, 2024
LOS THINK TANKS FINANCIADOS POR LA INDUSTRIA ARMAMENTISTA HAN IMPULSADO LAS ACTUALES GUERRAS
Unos días
después de los ataques del 7 de octubre en el norte de Israel, el Atlantic
Council publicó en su sitio web un artículo incendiario escrito por
Jonathan Panikoff, ex subdirector de inteligencia nacional de EEUU, titulado
“No importa si Irán planeó el ataque de Hamás: Teherán siempre será culpable»[1].
Panikoff hacía
referencia a un artículo del Wall Street Journal que afirmaba
infundadamente que Irán era responsable de planificar los ataques, y expresaba
su creencia de que incluso si Irán no los planificó directamente, Irán seguía
siendo responsable porque había apoyado a Hamás en el pasado.
El artículo
proponía una respuesta militar agresiva por parte de Estados Unidos e Israel
que implica, potencialmente, bombardear Irán. Esto último es un viejo sueño de
los neoconservadores que quieren derrocar el régimen de los ayatolás desde que
perdió el poder el Shah, un aliado de Estados Unidos e Israel, en la revolución
islámica de 1979.
El Consejo
Atlántico ha sido particularmente duro con respecto a Rusia, contribuyendo a
alimentar una guerra por poderes entre Estados Unidos y Rusia en Ucrania que ha
diezmado a una generación de jóvenes ucranianos y rusos y nos ha dejado en el
umbral de la Tercera Guerra Mundial.
En un reciente
libro llamado “The Think Tank Racket: Management the Information War With
Russia” Glenn Diesen analiza la influencia de think tanks como The
Atlantic Council en el impulso de los gigantescos presupuestos militares
estadounidenses y de las guerras interminables. (Diesen es profesor en la
Universidad del Sudeste de Noruega y editor asociado de la revista Russia
in Global Affairs).
Su libro
enfatiza la influencia que desempeñan los intelectuales de los think tanks
debido a su presencia ubicua en los principales medios de comunicación, así
como en el mundo académico, y debido a su autoría de informes políticos que a
menudo guían las políticas gubernamentales.
En lugar de ser
imparciales o de alguna manera objetivos los miembros de estos grupos de
expertos siguen una narrativa predeterminada.
Según Diesen,
su trabajo es generar consentimiento para los objetivos de quienes los han
contratado: fabricantes de armas y compañías petroleras que se benefician de la
guerra junto con gobiernos extranjeros que buscan más ayuda militar
Diesen escribe
que “los think tanks se han convertido en un recurso del hipercapitalismo en el
que toda la sociedad se ha convertido en un apéndice del mercado. Incluso,
dice, la influencia política está regulada por el libre mercado, en el que los
think tanks son un componente importante”.
Diesen señala
que un logro de los think tanks occidentales ha sido convencer a la población
de que la propaganda es sólo un instrumento de los estados autoritarios (que
Estados Unidos supuestamente está combatiendo) y no de las democracias
liberales.
Los think tanks
ayudan a condicionar al público a temer las amenazas y apoyar guerras de
agresión bajo el pretexto de proporcionar análisis de expertos independientes.
Paul Craig
Roberts, subsecretario del Tesoro para Política Económica durante el gobierno
de Ronald Reagan, ha llamado al Atlantic Council el “brazo de marketing del complejo militar-seguridad”, mientras
que Diesen lo llama “el ala de propaganda de la OTAN”.
El informe
financiero del Atlantic Council de 2019/2020 revela que recibió más de 1 millón
de dólares de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). También recibió importantes
contribuciones del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth
británica, Facebook, Goldman Sachs, la Fundación Rockefeller, el Fondo Nacional
para la Democracia (NED), el Departamento de Estado de Estados Unidos, del
multimillonario petrolero saudí Bahaa Hariri, del oligarca ucraniano Viktor
Pinchuk, de Crescent Petroleum y de Burisma, una empresa energética propiedad
de oligarcas ucranianos que nombró a Hunter Biden para su junta directiva junto
con el exdirector antiterrorista de la CIA, Cofer Black.
Los estrechos
vínculos del Atlantic Council con la CIA se hicieron aún más evidentes cuando
su ex vicepresidente ejecutivo, Damon Wilson, fue nombrado director general de
la NED, una rama de la CIA que promueve la propaganda y apoya a los disidentes
en países cuyos gobiernos han sido blanco de ataques por parte de Estados
Unidos.
El ex director
de la CIA James R. Woolsey figura como director vitalicio del Consejo Atlántico, mientras
que los ex directores de la CIA Leon Panetta, Robert Gates y David Petraeus han
figurado en su junta directiva, junto con criminales
de guerra como Henry Kissinger y Condeleezza Rice .
Durante la
última década, el Consejo Atlántico ha publicado innumerables informes sobre la
cleptocracia rusa y la desinformación supuestamente difundida por Vladimir
Putin, y ha acogido a disidentes antirrusos y figuras de la oposición
bielorrusa como Svetlana Tikhanovskaya, quien pidió una intervención más agresiva por parte de
Estados Unidos en Política bielorrusa.
Uno de los
miembros del Atlantic Council, Michael Weiss, difunde sus invectivas contra
Rusia como editor del popular medio de comunicación en línea The
Daily Beast , además colabora con un sitio web
neo-mccarthista, PropOrNot, que promueve el peor tipo de
alarmismo imaginable, atacando a los medios de comunicación independientes,
incluido el Instituto Ron Paul, porque supuestamente promueve la propaganda
rusa.
En 2015, el
Atlantic Council ayudó a preparar una propuesta para armar al ejército
ucraniano con armamento ofensivo como misiles antitanque Javelin, el mismo año
en que presentó su Premio al Liderazgo
Distinguido a Marillyn Adams Hewson, entonces directora ejecutiva
de Lockheed Martin , que produce misiles Javelin y muchas otras
armas letales.
Desde el comienzo
de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, el Atlantic Council ha
redoblado su tradicional rusofobia, llamando a bombardear Rusia e iniciar la
Tercera Guerra Mundial.
En febrero
pasado, Matthew Kroenig, director adjunto del Centro Scowcroft para Estrategia
y Seguridad del Consejo Atlántico, abogó por considerar el uso preventivo de
armas nucleares «tácticas» por parte de Estados Unidos.[2]
Esto no sólo
mataría directamente a miles de personas, sino que probablemente causaría lo
que los científicos caracterizan como un “invierno nuclear”, al inyectar tanto
humo y desechos en el aire que se bloqueará la luz solar provocando una caída
precipitada de las temperaturas globales, y afectando la producción de
alimentos en todo el mundo.
DESENCADENANDO NUEVAS GUERRAS FRÍAS Y CALIENTES
El apoyo del
Atlantic Council a la guerra contra Rusia es característico de los think tanks
que desempeñaron un papel crucial a la hora de impulsar la decisión de ampliar
la OTAN después de la Guerra Fría.
George F.
Kennan y otros expertos en política exterior habían advertido contra esto
porque Rusia percibía a la OTAN como una alianza militar hostil y socavaría
nuevas iniciativas de seguridad europeas que involucraran a Rusia. El
arquitecto de la guerra de Vietnam, Robert S. McNamara, en ese momento también
pidió un nuevo “proceso de paz” mediante el cual Estados Unidos reduciría su
presupuesto militar y abordaría las necesidades sociales con el dinero de los
contribuyentes.
Sin embargo, el
imperativo primordial de la industria armamentista era revitalizar el
pensamiento de la guerra fría para garantizar presupuestos militares
continuamente elevados y la expansión de la OTAN, y los think-tanks fueron
reclutados para cumplir ese fin.
Diesen señala
que el Instituto Brookings, uno de los think tanks estadounidenses más
antiguos, jugó un papel decisivo que contribuyó a la propagación de la
rusofobia, fundamento “ideológico” de la guerra por poderes de Estados Unidos
contra Rusia en Ucrania.
Uno de los
principales investigadores del expediente Steele, el documento fundamental en
Russia Gate, que difundió información falsa sobre un chantaje a Donald Trump
por un presunto encuentro con prostitutas rusas, fue un empleado del Instituto
Brookings llamado Igor Danchenko, quien fue acusado por el Abogado John Durham
por mentirle al FBI.
Trabajando bajo
la dirección de Fiona Hill, del Instituto Brookings y destacado halcón
antirruso, Danchenko afirmó haber acumulado información incriminatoria contra
Trump a partir de una reunión con el presidente de la Cámara de Comercio
Ruso-Estadounidense, Sergey Millian, quien denunció que esa reunión en realidad
nunca tuvo lugar.[3]
El Atlantic
Council fue otro falso proveedor en el Russia Gate cuyos ingresos se
multiplicaron por diez entre 2006 y 2016, cuando esta organización comenzó a
demonizar a Vladimir Putin y a difamar a políticos como Tulsi Gabbard, que
abogaban por una diplomacia cooperativa entre Estados Unidos y Rusia.
Dejando de lado
el hecho que Putin revitalizó la economía de Rusia después de las fallidas
iniciativas de privatización y de la terapia de shock de los años 1990, el
Atlantic Council hizo creer a occidente que Putin invadió Ucrania por capricho
y que desestabilizaría a toda Europa si no se le detenía.
Este tipo de
análisis oscurece los verdaderos orígenes del conflicto en Ucrania y el papel
occidental en el apoyo a la expansión de la OTAN y al golpe de estado de 2014
contra el gobierno legalmente elegido de Ucrania liderado por Viktor
Yanukovich, que condujo al estallido de una guerra civil.
El Consejo
Atlántico continúa hoy, junto con otros grupos de expertos, blanqueando los
crímenes de guerra, la corrupción y los estrechos vínculos de Ucrania con la
extrema derecha y los neonazis.
Michael McFaul,
del Instituto Hoover, ha celebrado la represión del presidente ucraniano
Volodymyr Zelensky contra los políticos y los medios de comunicación de la
oposición, al tiempo que encuadra hipócritamente la lucha contra Rusia como una
lucha del autoritarismo versus democracia.
McFaul y otros
han dejado claro que un objetivo principal de la política exterior de Estados
Unidos es intentar desvincular a Ucrania y a Europa de las relaciones
comerciales con Rusia, al tiempo que se expanden las ventas de gas natural
estadounidense en Europa.
En 2019, la
Corporación RAND, el grupo de expertos de las agencias de inteligencia, publicó
un informe en el que pedía amenazar con la expansión de la OTAN y armar a
Ucrania para arrastrar a Rusia a un conflicto que facilitaría su sobreextensión
militar y económica y provocaría que el gobierno ruso perdiera el apoyo
nacional e internacional.
El mismo
informe abogaba por intensificar la guerra ideológica y de información contra
Rusia para debilitar la legitimidad y la estabilidad de su gobierno, y
expresaba su apoyo a la cruzada anticorrupción del líder de la oposición Alexei
Navalny, a quien Diesen identifica como un activo de la inteligencia británica
que apoya las políticas diseñadas para debilitar a la Federación Rusa.
Anteriormente,
RAND había propuesto provocar una guerra civil dentro de Siria mediante
acciones encubiertas y una guerra informativa, capitalizando así el conflicto
entre chiítas y suníes para socavar el régimen nacionalista de Assad y
arrastrar a Rusia al conflicto en esa región.
RAND también
abogó por la desestabilización del Cáucaso para provocar una fisura entre Rusia
y su aliado tradicional, Armenia, debilitando así a Rusia.
Este último
objetivo se logró cuando el Primer Ministro de Armenia, Nikol Pashinyan,
expresó su falta de confianza en la capacidad de Rusia para protegerla después
que Azerbaiyán, fuertemente armado por Estados Unidos e Israel, invadiera el
enclave armenio de Nagorno-Karabaj.
RAND también ha
emitido recomendaciones de políticas para reducir la influencia rusa en
Moldavia y socavar el comercio ruso con Asia Central y promovió un cambio de
régimen en Bielorrusia para desestabilizar a un aliado ruso y alterar la
orientación del país hacia occidente.
Siguiendo esta
receta, la NED y otras agencias estadounidenses provocaron un levantamiento en 2020 contra el líder
socialista de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, quien fue demonizado en los
medios occidentales aunque su gobierno ha frenado considerablemente la
desigualdad y la pobreza mientras se resistía a las iniciativas de
privatización llevadas a cabo por otros países postsoviéticos.
CNAS Y EL EQUIPO BIDEN
Uno de los
think tanks más influyentes en la actualidad es el Centro para una Nueva
Seguridad Estadounidense (CNAS), que recibió enormes sumas de dinero de
compañías petroleras como Chevron y BP, de gigantes financieros como Bank of
America y JP Morgan Chase, y de Amazon y Google.
La ex directora
ejecutiva de CNAS, Victoria Nuland, fue asesora de Dick Cheney y una de las
arquitectas principales detrás del golpe de 2014 en Ucrania.[4]
Cuando Joe
Biden asumió la presidencia, al menos 16 ex alumnos de la CNAS fueron
seleccionados para puestos de política exterior. La CNAS presionado muchísimo
para que Kamala Harris fuera vicepresidenta, ya que su equipo de política
exterior estaba formado por un ejército de expertos de la CNAS, incluido
Flournoy.
El nombramiento
de ex alumnos de la CNAS para puestos prestigiosos y su influencia en el lobby
personifica la llamada puerta giratoria en la que funcionarios de alto nivel de
la Casa Blanca y el Pentágono, que sirven a intereses corporativos-militares
mientras están en el poder son recompensados con empleos lucrativos en los que
continúan sirviendo a los mismos intereses de las grandes corporaciones.
Diesen enfatiza
al final de su libro que los think tanks en los Estados Unidos han ayudado a
subvertir la democracia y obstruir la política exterior estadounidense en
interés de corporaciones ricas que se benefician de guerras interminables. Él
cree que las revelaciones sobre las fuentes de financiamiento de los think
tanks podrían ayudar a reducir su nefasta influencia.
Otra solución
más radical es una revolución socialista que nacionalizara dela industria
armamentística, y reorganizara de la investigación, el desarrollo y la
producción para satisfacer las necesidades humanas y no la guerra.
Fuente: Observatorio de la crisis.
Notas
[1] Panikoff es el director de la Iniciativa de Seguridad para Oriente
Medio Scowcroft del Atlantic Council.
[2] En John Bellamy Foster, John Ross y Deborah Veneziale, La
nueva guerra fría de Washington: una perspectiva socialista (Nueva
York: Monthly Review Press, 2023), 42.
[3] El grupo de expertos New Knowledge inventó una historia sobre la
interferencia rusa en las elecciones estatales de Alabama de 2017 con la
intención de provocar la derrota del candidato republicano Roy Moore.
[4] Nuland también fue miembro del Instituto Brookings.
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