De guerrillero
liberador del pueblo a dictador. O de cómo el disfrute del poder trastorna y
envilece a los débiles de espíritu. Algo así ha acontecido con el exsandinista
Ortega, cuyo tránsito de héroe a villano está dando sus últimos pasos.
Daniel Ortega, Dictador
El Viejo Topo
5 septiembre, 2023
El gobierno de
Daniel Ortega canceló de manera arbitraria, el 23 de agosto, la personalidad
jurídica a la Compañía de Jesús. Todos sus bienes pasan al Estado. Una semana
antes confiscó la trascendente Universidad Centroamericana (UCA), de los
jesuitas, acusada de “terrorismo”. Lo mismo ha pasado con todos los centros
educativos y colegios de la compañía.
Ortega
traicionó de manera pueril y obscena los ideales de la revolución sandinista
que derrocó a los Somoza, revolución que contó con cientos de simpatizantes de
la teología de la liberación. Llamada por muchos una revolución cristiana.
Abundantes cuadros técnicos y operativos surgieron de la UCA, ahora sometida.
La
radicalización de la dictadura orteguista empezó en 2018, ante las crecientes
protestas por el comportamiento arbitrario del gobierno contra la prensa y
acciones abusivas para reprimir toda oposición. Se desató una masacre a la
población. La represión del gobierno dejó al menos 350 muertos, centenares de
presos, decenas de miles de exiliados y millonarias pérdidas económicas en uno
de los países más pobres de América. La justificación fue: un intento de golpe
de Estado financiado por Norteamérica.
José Daniel
Ortega nació en La Libertad el 11 de noviembre de 1945. Se convirtió en
dirigente revolucionario del sandinismo que derrocó la dictadura de los Somoza
en 1979. Ex guerrillero y político, se fue convirtiendo en un adicto al poder,
traicionando los valores revolucionarios de su original movimiento. Ejerció su
primer mandato presidencial entre 1985 y 1990. Luego triunfó en las elecciones
del 5 de noviembre de 2006 y desde entonces ha sido relegido en tres ocasiones:
en 2011, 2016 y 2021. Más de 22 años en el poder han deformado su alma revolucionaria
para convertirlo en tirano. Con una pareja, Rosario Murillo, a quien muchos
sostienen que es la que en verdad toma las decisiones políticas.
Ortega opresor
se convirtió en actor que abusa de su autoridad y es inclemente ante cualquiera
que se asome como opositor. Desde 2018, la familia Ortega se ha orientado hacia
una dictadura de gobierno autoritario y tiránico. Todas las instituciones
ejecutivas, legislativas y judiciales son controladas por el matrimonio
Ortega-Murillo, que impide cualquier intervención democrática y social. Más que
dictador revolucionario, Ortega se ha convertido en dictador absolutista y
arbitrario. Por tanto, ha trasformado a Nicaragua en un régimen
antidemocrático. Su poder no tiene límites jurídicos y trastoca el carácter político
prexistente.
Ortega ha
reprimido a la prensa, intelectuales críticos, sindicatos disidentes,
empresarios, activistas ecológicos y a importantes sectores de la Iglesia.
Desde hace años, la relación Iglesia-Estado en Nicaragua ha tocado fondo. Justo
el año pasado, el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, y cinco sacerdotes
estuvieron cercados por la policía en el palacio episcopal, después aprendidos
y encarcelados. La tensión con la Iglesia católica tiene varios episodios. A
inicios de 2022 Ortega decretó el cierre de siete radioemisoras católicas.
También prohibió la procesión tradicional de la Virgen de Fátima en la
arquidiócesis de Managua. Sorprendió la expulsión del territorio nacional de
las religiosas Misioneras de la Caridad, fundadas por la Madre Teresa de
Calcuta, quienes se refugiaron en Costa Rica. Desde abril de 2019, el obispo
Silvio José Báez vive exiliado en Florida. Ha sido una de las voces más
críticas contra Ortega. ¿Qué dirían del maltrato a clérigos los actores
religiosos, como Ernesto Cardenal y su hermano Fernando, y el sacerdote
diplomático Miguel d’Escoto?
Se acusa a la
Iglesia de desestabilizar, que promueve el odio y el encono hacia el gobierno.
Ser un agente poderoso de desequilibrio social que alienta tanto un
levantamiento social como un eventual golpe de Estado. El argumento para
confiscar la UCA es que promueve el “terrorismo”.
Pero no
idealicemos a la Iglesia católica. Como toda institución tiene posturas e
intereses. Hay sectores que simpatizan con Ortega y lo apoyan. Otros con su
silencio cómplice, lo validan. Será interesante analizar las posturas
clericales ante la confiscación de la UCA y el desconocimiento jurídico de los
jesuitas para precisar un mapa político de la propia Iglesia católica en
Nicaragua.
Muchos reprochan
a Ortega que su gobierno cada vez se parece más a la familia Somoza. Le
recriminan negocios con conflicto de intereses, convenios económicos ventajosos
y corrupción en beneficio de sus familiares, leales y socios prestanombres. El
papa Francisco lo calificó como “un tipo de dictadura grosera”.
Sería una
simplificación situar las tensiones entre el episcopado y Managua como
conflicto entre instituciones. El encono hacia sectores de Iglesia debe
explicarse por la crisis de gobernabilidad y la pérdida de legitimidad que
arrastra Ortega. Las tensiones con la Iglesia son parte de la lucha por el
poder. Ortega recurre a medidas autoritarias extremas no sólo ante la Iglesia,
sino contra sectores de la sociedad.
Ortega ha
llegado demasiado lejos con los jesuitas. Debe tener presente que el Papa es
también jesuita. A diferencia de 1979, en que el papa Juan Pablo II no veía con
buenos ojos a los sandinistas, el pontífice argentino podría irse con todo
contra Ortega. Veremos.
Fuente: La Jornada de México.
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