Mientras Europa teme, en
Nuestra América el pasado reaparece como futuro
Por Juan Guahán
Rebelion
| 11/07/2023 |
Fuentes: CLAE
- Imagen: "El grito de los excluídos", Pavel Égüez
Algunos sucesos
de estos días ponen en evidencia las semejanzas y diferencias entre lo que
conocemos como la Vieja Europa y Nuestra América. Allá y aquí son cuestionados
varios aspectos del sistema de poder. De todos modos, es difícil entender esas
diferentes problemáticas si no tenemos en cuenta lo acontecido cinco siglos
atrás con la llegada de los europeos a estas tierras. Aquella Europa vino,
conquistó y colonizó estas tierras. Sometió a los pueblos originarios, que en
ellas habitaban. Con las riquezas que estaban en las entrañas de estas tierras
financió gran parte del despliegue industrial que colocó a Europa en la cúspide
del poder mundial.
Como
corresponde a cualquier conquistador que se precie de tal, sin olvidar las
polémicas existentes, el tiempo ha demostrado que la Europa conquistadora
consideró como propios los bienes de los pueblos conquistados y los utilizó en
su exclusivo beneficio. En gran parte, pasaron de la España conquistadora a los
empresarios industriales británicos.
Más allá de la
“independencia” proclamada de esos territorios ellos continuaron siendo una
especie de “reserva” de los países conocidos como “centrales”. Una constante
emigración hacia los mismos formó parte de su espíritu colonizador. Esa
ocupación territorial le dio a Europa la posibilidad de utilizar la vastedad de
estos territorios para que ellos sirvieran como “granja” de las necesidades
alimenticias de su desarrollo industrial.
Pensando en
nuestro país, no se puede dejar de señalar de qué modo, en los finales del
siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, nuestro territorio recibió
millones de inmigrantes europeos que huían del hambre y la guerra. Según los
datos del Censo Nacional de Población de 1914, el 29,9% de la población de
nuestro territorio era de origen europeo. Tamaña relación con Europa terminó
determinando el fuerte carácter eurocéntrico de toda nuestra cultura y
–consecuentemente- de nuestro modo de pensar. Muchas de esas características se
mantienen hasta la actualidad.
En la búsqueda
de las respuestas a las cuestiones señaladas es bueno penetrar en algunas
razones y modalidades de lo que está pasando en Europa, con el incendio social
iniciado en Francia y los propios acontecimientos que tienen como protagonistas
a los pueblos originarios en Jujuy, Chaco y la Patagonia de nuestro país.
Europa teme que se propague el incendio que arde en Francia
El asesinato de
Nahel M, un joven argelino de 17 años, está conmoviendo a Francia y otros
países europeos, como Bélgica y Suiza. Temen que las chispas de esos fuegos
incendien las praderas de la licuada tranquilidad europea. Todo empezó con un
incidente de tránsito y un vehículo que no se detuvo en un control policial.
Iniciada la persecución, rodeado el vehículo, uno de los uniformados del móvil
policial hace disparos a quemarropa sobre el joven. Ellos ponen fin a la vida
de Nahel M, residente en Nanterre, uno de los suburbios de París.
Da la impresión
que Francia no quiere aprender la lección de historias bastante recientes. No
lo hace respecto de la evolución de la situación económico social. Pero tampoco
es capaz de disolver el muro, prácticamente insalvable, que esas políticas han
construido.
En el 2005 los
adolescentes de las barriadas de las grandes ciudades francesas salieron a las
calles. Gobernaba Nicolas Sarkozi quien, haciendo gala de su racismo, hablaba
de gentuza que habría que expulsar. A los hechos que motivaron la protesta y a
ese exceso verbal le siguieron cerca de 20 noches con más de 8 mil vehículos
quemados y cerca de 3 mil adolescentes detenidos. La desigualdad reinante, la falta
de oportunidades, la ceguera de la derecha en el gobierno y la calle, la falta
de ideas en la llamada izquierda política, constituyen una parte del caldo de
cultivo en el que crece y se desarrolla esta gigantesca bronca colectiva.
Después de esos sucesos el gobierno pensó que una mejora en la situación
material de las barriadas sería la solución. Se invirtieron 50 mil millones de
euros en viviendas y arreglos. Buena parte de esos lugares ardieron en estas
noches.
La nación
francesa tiene un Estado, el Estado francés cargado de historias y derechos.
Allí habitan los franceses de pura cepa. Pero hay otro agrupamiento humano, muy
grande. Son los inmigrantes o sus descendientes, muchos de ellos pertenecen a
la segunda o tercera o cuarta generación de vivir en Francia. La mayoría de
ellos nacieron en Francia, habitan en Francia, van a escuelas francesas, tienen
documentos franceses, pero no se sienten franceses. Muchos son argelinos, su
vieja colonia, la mayoría musulmanes, en menor proporción de otras religiones o
procedencias. Para éstos no rigen el Estado de derecho, la democracia. En
Francia se impuso el muro cultural. De un lado los que son franceses, se
sienten y piensan como tales; del otro los franceses que no quieren
serlo.
Por eso va
cambiando el sentido de la lucha. Antes era por recuperar el Estado de
Bienestar; ahora -cada día más- es contra el Estado francés. Por eso, fracasada
la integración, combatirlos es tan difícil.
El gobierno y
la mayoría de las fuerzas políticas no sabe cómo responder, más allá de la
represión. La derecha más dura va definiendo su política: Proponen
deportaciones masivas. Claro está que –por ahora- tienen una dificultad, las
personas a expulsar tienen la nacionalidad francesa. El racismo de quienes
sostienen esas ideas sostiene que la integración es imposible dado que “esos
inmigrantes provienen de lugares culturales incompatibles con Europa”. Por si
estas consideraciones se consideren exageradas cabe recordar que para distintos
analistas hay ciudades europeas, donde el Estado ha perdido el control
territorial, que ha pasado a manos de mafias del narcotráfico. Esa es la
situación actual del importante puerto de Marsella, donde el Estado tiene
control sobre menos de la mitad del territorio y su población. Allí reside
aproximadamente un millón de personas, repartido por mitades entre franceses de
origen e inmigrantes o descendientes de los mismos, provenientes de Argelia y
Túnez.
Desde el 27 de
junio, cuando Nahel M fuera asesinado, pasaron varios días. La situación tiende
a aflojar, pero existe la convicción que la situación -en los términos
actuales- no tiene una solución a la vista y que sus esquirlas pueden herir a
otras sociedades europeas. Un gobierno sin rumbo no encuentra las
soluciones. Ahora Emmanuel Macron propone bloquear las redes sociales para
evitar nuevos disturbios. Para muchos observadores el conflicto actual es
superior al vivido hace 18 años atrás.
Del eurocentrismo actual al estado plurinacional del futuro
Europa está
confundida y perdida en los laberintos del sistema colonial que practicó, le
dio mucho poder y por varios siglos. Por el contrario, en Nuestra América, los
pueblos originarios van emergiendo, luego de haber sido invisibilizados durante
la conquista y colonización. Ahora, con todas sus contradicciones, se visualiza
la posibilidad de orientar la lucha inmediata en los debates y la
reivindicación de un Estado Plurinacional que los pueda contener junto a las
demás expresiones culturales, que habitan nuestro suelo. Las respuestas del
pueblo kolla en Jujuy, la alianza -de hecho- de los pueblos originarios con los
docentes en el actual conflicto y la generación de una fuerza multisectorial,
aparecen como preludio de nuevas y esperanzadoras respuestas.
Estos siglos de
dominación europea dejaron dos fuertes saldos negativos que habrá que ir
corrigiendo. Por un lado, ese predominio europeo -en muchos casos cargado de
racismo- se construyó sobre un genocidio destinados a aniquilar a los pueblos
primitivos. Esa actitud, con el desprecio que ella encierra, llega hasta
nuestros días.
Por otro lado,
esa misma idea de supremacía de la cultura europea se desparramó sobe la
sociedad generando el eurocentrismo, como forma de pensar. Ella se instaló
entre nosotros y tiene a Europa como el centro cultural del mundo y guía del
pensamiento y la cultura universal.
Ambos
pensamientos, el desprecio a los pueblos originales y esa sobrevaloración de
los europeos lleva –entre nosotros- no menos de un siglo y medio de
construcción. De profundizarse corremos el riesgo que ella construya
insalvables cercos, muros y paredones, como lo han hecho en Francia. Es bueno
mirarse en ese espejo, no para seguir la cultura retrógrada que genera el
eurocentrismo, sino para tener presente el rumbo hacia el cual se inclina el
occidente, reivindicado por gran parte de nuestra dirigencia.
Ante esta
perspectiva aparece la necesidad de construir una realidad diferente, que
pueden ser los avances hacia el Estado plurinacional.
El Estado
plurinacional no es una revolución, ni el fin de un montón de contradicciones e
injusticias. Pero sí, es un gran paso adelante, en la medida que se constituya
como alternativa a la actual concepción del Estado Nación. Pero… ¿Cuál es la
diferencia?
Esa idea del
Estado Nación es hija de la crisis del feudalismo y nace hacia los siglos XV y
XVI. En su construcción y evolución Europa ocupa un lugar dominante. La
Constitución de los EEUU (1776) y la Revolución Francesa (1789) le dan
aplicabilidad histórica y gran parte de las instituciones en boga, la mayoría
de las nuestras entre ellas, está hecha sobre esas bases. Nuestra propia
Constitución de 1853 –que sigue rigiendo- es una copia de la estadounidense de
1776, esos textos fueron traídos, incorporados y escritos por Juan Bautista
Alberdi.
En esta
concepción, la nación -organizada de este modo- está asentada sobre “principios
y valores universales” que valen y son obligatorios para todos. Olvidaron que
esa “razón universal” no era de todos, ni para todos. Quienes lo sostuvieron no
dijeron que esa propuesta formaba parte constitutiva de la cultura europea y
que representaba sus valores, experiencias e historia, pero tenía poco que ver
con otras culturas, como por ejemplo la nuestro-americana, que fue sometida y
obligada adecuarse a esos valores.
Dentro de este
paquete vinieron ideas que frenan el avance y la organización de nuestros
pueblos. De ese modo creció la idea de una superioridad étnica del blanco; vino
el patriarcado que tanto pesa en la sociedad; vino la idea del progreso
indefinido que explica que, en nombre de ese progreso destruyamos la naturaleza
(como si fuéramos “dueños” absolutos y no meros “cuidadores” de la misma). Todo
ello olvidando que aquí, -en estas tierras- hubo miles de años de vida
anterior.
Todo ese
paquete que –fuéramos o no- nos hizo “occidentales” se incorporó como algo
“natural” y se integró a esas “universalidades” que sostienen a este Estado
Nación. Todos nosotros nos criamos en un mundo regidos por estos “Estados” de
allí algunas de las dificultades para imaginar situaciones distintas. Pero la
realidad de la vida cotidiana, el fracaso social de este modelo, la miseria que
desparraman entre millones de compatriotas indican el camino de su inutilidad
para nuestro futuro.
Su forzada
uniformidad hizo que el mundo indígena quedara afuera. Según esa apreciación,
sus diferencias –como dicen hoy algunos franceses- son incompatibles desde de
punto de vista cultural. Por eso los pueblos originarios quedaron
formando parte del “atraso” que no se lograba integrar al mundo europeo. El
paso de los años demostró que, sin embargo, ese mundo existía.
Ahora, cinco siglos
después de la llegada de los conquistadores, ese mundo “atrasado” empieza a
reaparecer. El conflicto jujeño, con su “Tercer Malón de la Paz” como
estandarte, ¡allá va…! Ya cumple un mes de rebeldía. Su futuro de lucha es
incierto, pero difícilmente será ignorado. Las hijas e hijos de Bartolina Sisa
y Tupac Katari, nominados por su pueblo como Virreyes de Tupac Amarú, avisaron
que están vivos y vuelven por sus derechos.
Nuestra
sociedad tiene que aventurarse a mirar “el lado oscuro de la luna”. Allí -tal
vez- encontremos señales de un futuro, distinto al que hoy tenemos, al cual ni
siquiera podemos imaginar.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
No hay comentarios:
Publicar un comentario