Se alcanzó la unidad, con fórceps y dejando un mal sabor de
boca. Pero todo empieza de nuevo, y aunque se parte de casi cero en cuanto a
proyectos y programas, debe hacerse de la necesidad virtud y mirar hacia
adelante.
El día después del día después
El Viejo Topo
17 junio, 2023
He esperado al
acuerdo entre Sumar y Podemos. El equipo de Yolanda Díaz tiene expectativas
electorales espléndidas. Buena cosa. Hay que salir a ganar; al menos,
intentarlo. El día a día de los cuadros y militantes de fuerza aliadas no
parece tan feliz: se ha sufrido mucho y las heridas siguen abiertas. No hay que
llorar por el pasado. Unidas Podemos fue lo mismo que Sumar: una coalición
parlamentaria sin programa y sin organizaciones unitarias de base. Lo que ha
cambiado es la hegemonía interna: Sumar es todo y Podemos solo refuerzo para
una operación política de calado. Lo paradójico es que de Podemos formaron
parte (casi) todos, empezando por una Yolanda Díaz que, por fin —le ha costado
y mucho—, construye su propia legitimidad sobre la derrota política de Irene
Montero. Como diría un clásico: no hemos venido hacer amigos. Y tanto que sí.
Tampoco es el
momento para intentar hablar de política a lo grande o señalar los desafíos de
país, que precisamente por serlos, están fuera de la agenda electoral. España o
Sánchez, Feijoó o Sánchez, esos parecen ser los grandes dilemas de unas
elecciones que se presumen decisivas. Sé que no es el momento, pero la
coyuntura está determinada por tres asuntos relacionados entre sí, a saber:
a) El fin
del ciclo 15M y el triunfo de la enésima restauración, siempre borbónica y
constitucional. He escrito tanto sobre esto que no merece la pena
subrayarlo más. Solo un apunte. Podemos ha jugado, al final, en los dos campos:
con la ruptura y con la restauración, su muerte política expresa el dramático
final de toda una generación que quiso asaltar los cielos y terminó defendiendo
el gobierno de coalición con su principal adversario electoral, el PSOE;
b) El lento
y constante cambio de cultura política. El eje de gravedad está pasando —la
guerra acelera todos los procesos— del «neoliberalismo progresista» al
liberalismo autoritario. Una vieja historia que tiene uno de sus orígenes en un
Carl Schmitt defensor de un «Estado fuerte y de una economía sana» duramente
criticado por un Hermann Heller que anticipaba el futuro. Insisto, liberalismo
autoritario y su incompatibilidad sustancial con cualquier izquierda; ese es el
modelo político que ya está inscrito en la «constitución material» de una Unión
Europea que gira hacia el Este, organizada y dirigida por la OTAN, es decir,
por los EEUU.
Thank you for watching
c) El
agotamiento del gobierno de coalición PSOE/UP. La pandemia cambió muchas
cosas. La inseguridad y el miedo se convirtieron en una segunda piel. La
«elites» reclamaban libertad y el «gran hermano» nos recluía en nuestras casas
a la espera de un covid que exigía el sacrificio de nuestros mayores, de
nuestros compañeros y compañeras. La parca nos hizo diferentes.
La pregunta hay
que hacerla: ¿ganó el PP o perdió el Gobierno de Pedro Sánchez? Una vez más —ha
ocurrido varias veces— las derechas unificadas construyeron una «coalición
negativa» sumando decepciones, rechazos, negaciones y ofensas reales o
imaginarias. Todos contra el gobierno social-comunista. Tanto hablar de Gramsci
y a la hora de la verdad se nos olvida pensar en términos de bloques sociales,
construcción de hegemonías en la sociedad civil y de cambios culturales
significativos. El «escudo social» fue mucho más débil que el «escudo político»
organizado molecular y difusamente por las derechas en redes sociales y en
espacios privados-públicos que resignificaban e invertían cada medida del
gobierno y las transformaban en materia prima para organizar la oposición
general. La (contra)hegemonía existe en gran medida ya en la sociedad,
organizada en torno a una idea fuerte de seguridad, de orden y, sobre todo, de
garantía de futuro. Patria, familia y ley. En el trasfondo, el viejo principio
monárquico.
Con Vox, el eje
vertebrador de la política gira hacia la derecha; todo el sistema se hace más
liberal-conservador y el anticomunismo se convierte en la nueva ideología
legitimadora. ¿Democracia militante? Seguramente. ¿Polarización? Sí, pero
¿qué polarización? Lo decía el otro día Page: el PP y el PSOE quieren acabar
con el centro, es decir, el sistema político se polariza en los extremos y el
centro se difumina. Un error inmenso: mala geometría y mala política. Cuando
todo el sistema gira a la derecha, las posiciones cambian y desaparece la
izquierda del debate. No es entre extrema derecha y extrema izquierda donde se
establece el debate público. Hay derecha extrema y extrema derecha, lo que no
hay es una izquierda social-comunista en cualquiera de sus versiones conocidos.
La confrontación real se da entre liberal-conservadores y neoliberales
progresistas. Polarización sí, pero asimétrica: desde la derecha y frente a la
izquierda.
Las derechas
unificadas ganaron las elecciones municipales y autonómicas convirtiéndolas en
un plebiscito contra el Gobierno de Pedro Sánchez. La estrategia funcionó;
ahora bien, el PSOE no solo no se desintegró, sino que dio muestras de solidez
y de peso electoral. La tendencia en favor del PP parece consistente pero el
PSOE ve una posibilidad, si no de ganar, sí, al menos, para seguir siendo una
fuerza política determinante de la vida pública e impedir una mayoría sólida de
las derechas unificas. El problema estaba a su izquierda, en el mundo de Unidas
Podemos y en el enfrentamiento entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias. ¿Podrán las
derechas obtener una mayoría suficiente en ambas cámaras solo con una
estrategia basada en el gran rechazo a Pedro Sánchez y en un discurso electoral
impugnador y esencialmente negativo? Es posible. Vox juega un papel esencial:
blanquea al PP, no al revés. Levanta los temas claves y los sitúa en la agenda
pública, defiende sin complejos un programa liberal extremo y un nacionalismo
español perfectamente compatible —¿cuándo no lo fue? — con la subordinación
nítida, férrea a la política exterior de los EEUU y a la pertenencia a una OTAN
centinela y guardiana de Occidente. La primera ministra italiana Giorgia Meloni
enseña mucho. Se puede decir que Vox es, en muchos sentidos, el programa oculto
del PP.
Se habla mucho
del espacio común de Unidas Podemos. Nunca existió, nunca se quiso. UP fue
esencialmente una coalición parlamentaria que no llegó a convertirse en una
alianza política estable, organizada y vinculada a los territorios y a las
bases. La pugna entre IU/PCE y Podemos se incrementó exponencialmente cuando el
partido de Pablo Iglesias perdió votos y referentes organizativos. La propuesta
Sumar agudizó todos los problemas y cuarteó un espacio previamente dividido.
Las recientes elecciones lo han mostrado claramente hasta el punto de que Sumar
ha sido percibida como una operación contra la unidad de Podemos con IU. Aquí
hay un problema no resuelto y que no sabemos qué trascendencia tendrá en el
futuro: ¿la unidad conseguida será capaz de superar las dramáticas divisiones
de hace apenas unas semanas? Está por ver y dependerá del tipo de campaña
electoral que se haga. Siempre he pensado que Sumar es una operación pactada
por Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. La clave es conseguir una mayoría suficiente
para gobernar; es más, el futuro de Sumar dependerá en gran medida de si se
gobierna o no. Dicho de otro modo, las claves de la operación Sumar dependerán
del día después del 23 de Julio. Nada está cerrado.
Fuente: Público.
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