Hoy hace 211 años que nació en Landport el autor de uno de
los cuentos más famosos de la literatura universal. Muy reconocido en su
tiempo, sus obras se siguen leyendo hoy como ayer. Lo celebramos aquí con un
cuento intercalado en su novela Nicholas Nickleby.
El barón de Grogzwig
El Viejo Topo
7 febrero, 2023
“El barón Von Koeldwerhout, de Grogzwig[1] en Alemania, era tan parecido a un joven barón como podría esperarse. No tengo ni que decir que vivía en un castillo, porque eso se da por sentado. Tampoco tengo que decir que vivía en un viejo castillo, pues ¿qué barón alemán vivió jamás en un castillo nuevo? Había muchas circunstancias extrañas conectadas con este venerable edificio, de las cuales no era el menos sorprendente y misterioso el hecho de que, cuando soplaba el viento, retumbaba en las chimeneas, o incluso aullaba entre los árboles en el bosque cercano. Y que cuando la luna brillaba se iba metiendo a través de ciertas pequeñas aspilleras en la pared, y llegaba a iluminar bastante algunas partes de los amplios salones y pasillos, dejando a otros en una lóbrega oscuridad. Creo que uno de los antepasados del barón, estando corto de dinero, le había clavado una daga a un caballero que llegó una noche para pedir una dirección, y se suponía que fue a consecuencia de ello que estos acontecimientos milagrosos tuvieran lugar. Y, sin embargo, apenas sé cómo pudo haber sido eso, pues el antepasado del barón, que era un hombre amable, se sintió después muy apenado por haber sido tan imprudente, y echando mano con violencia a una cantidad de piedras y leños pertenecientes a un barón más débil, construyó una capilla a modo de disculpa, y así tuvo un recibo del Cielo por todas las deudas.
”Hablar del
antepasado del barón me trae a la mente las exigencias de respeto al barón
debido a su linaje. Desde luego, no me atrevo a decir cuántos antepasados tenía
el barón. Pero sí sé que tenía muchos más que cualquier otro hombre de su
época, y solo deseo que hubiera vivido en estos tiempos que corren para que
hubiera podido tener más. Es muy duro para los grandes hombres de siglos
pasados haber venido al mundo tan pronto, porque un hombre que nació hace
trescientos o cuatrocientos años no puede esperar razonablemente tener tantos
lazos previos como un hombre que nazca ahora. El último hombre, sea quien fuese
–y puede que sea un zapatero remendón o algún bajo y vulgar bribonzuelo hasta
donde sepamos– tendrá un linaje más largo que el noble más grande que viva hoy
día, y sostengo que eso no es justo.
”Bien, pero el
barón Von Koeldwethout de Grogzwig era un buen tipo, moreno, de oscuros
cabellos y anchos bigotes, que vestía ropas de montar verde Lincoln, con botas
bermejas en los pies, y una corneta colgada al hombro como el guardia de un
largo tramo de camino. Cuando tocaba esa corneta, veinticuatro caballeros, de
rango inferior, vestidos de un verde Lincoln algo más tosco, y con botas
bermejas de suelas algo más gruesas, aparecían de inmediato, y toda la tropa
salía galopando, portando en las manos lanzas refulgentes como pasamanos
laqueados, a la caza de jabalíes, o tal vez a encontrarse con un oso, y en este
último caso el barón primero lo mataba y luego se untaba los bigotes con su
grasa.
”Era una vida
alegre para el barón de Grogzwig, y aún más alegre para los sirvientes del
barón, quienes bebían vino del Rin todas las noches hasta que rodaban bajo la
mesa, y entonces bebían de las botellas en el suelo, y pedían pipas. Jamás hubo
personajes tan alegres, traviesos, divertidos y alborozados como el jovial
equipo de Grogzwig.
”Pero los
placeres de la mesa, o los placeres de debajo de la mesa, requieren un poco de
variedad, especialmente si las mismas veinticinco personas se sientan
diariamente a la misma mesa, a discutir los mismos temas, y a contar siempre
los mismos cuentos.
El barón se fue
aburriendo, y quiso emociones. Empezó a reñir con sus caballeros y se entretuvo
dando patadas a dos o tres de ellos cada día después de la cena. A1 principio
fue un cambio agradable, pero después de una semana o algo así se volvió
monótono, y el barón intentó procurarse alguna nueva diversión.
”Una noche,
después de un día de deportes en el que había sobrepasado a Nimrod o a
Gillingwater2, y dado muerte a “otro oso excelente”, que llevó triunfalmente a
casa, el barón Von Koeldwethout permanecía sentado melancólicamente a la
cabecera de la mesa, contemplando el techo ennegrecido por el hollín del salón
con aire descontento. Tragó enormes copas llenas de vino, pero cuanto más
tragaba más ceñudo se ponía. Los caballeros que habían sido honrados con la
peligrosa distinción de sentarse a su derecha y a su izquierda lo imitaron en
la bebida con una exactitud prodigiosa, y se fruncieron el ceño el uno al otro.
”‘¡Lo haré!’,
exclamó el barón de repente, golpeando la mesa con su mano derecha, y
torciéndose el bigote con la izquierda. ‘Bebamos a la salud de la Dama de
Grogzwig.’
”Los
veinticuatro verdes Lincoln palidecieron, excepto las veinticuatro narices, que
eran inmutables.
”‘Dije que a la
salud de la Dama de Grogzwig’, repitió el barón, mirando en torno a la mesa.
”‘¡A la salud
de la Dama de Grogzwig!’, exclamaron los verdes Lincoln. Y por sus veinticuatro
gargantas bajaron veinticuatro pintas imperiales de un vino del Rin tan raro,
que chasquearon sus cuarenta y ocho labios y volvieron a guiñar los ojos.
”‘Por la
hermosa hija del barón Von Swillenhausen’, dijo Koeldwethout, condescendiendo a
explicarse, ‘la pediremos a su padre en matrimonio mañana mismo, en cuanto el
sol se ponga. Si rehúsa nuestra petición le cortaremos la nariz.’
”Un ronco
murmullo se elevó del grupo, y cada uno de los hombres tocó, primero, el filo
de su espada y, luego, la punta de su nariz, con espantoso significado.
”¡Qué cosa tan
agradable de contemplar es la devoción filial! Si la hija del barón Von
Swillenhausen hubiera planteado que su corazón ya estaba comprometido, o se hubiera
lanzado a los pies de su padre para bañarlos con sus lágrimas, o se hubiera
limitado a desmayarse, o a prodigarle al anciano exclamaciones frenéticas, con
la seguridad de cien contra uno al castillo de Swillenhausen lo habrían
defenestrado, o más bien al barón lo hubieran defenestrado, y habrían demolido
el castillo. Sin embargo, cuando, a la mañana siguiente, un temprano mensajero
trajo la solicitud de Von Koeldwethout, la damisela guardó silencio y se retiró
modestamente a su recámara, desde cuya ventana contempló la llegada del
pretendiente y su séquito, En cuanto le aseguraron que el jinete con los
grandes bigotes era el que se le ofrecía como esposo, corrió ante su padre y le
expresó su disposición a sacrificarse para garantizarle la paz. El venerable
barón estrechó a su hija entre sus brazos e hizo un guiño de felicidad.
”Hubo un gran
banquete en el castillo ese día. Los veinticuatro verdes Lincoln de Von
Koeldwethout intercambiaron votos de amistad eterna con doce verdes Lincoln de
Von Swillenhausen, y prometieron al viejo barón que beberían de su vino “hasta
verlo todo azul” –probablemente queriendo decir “hasta que todos sus rostros
adquirieran el mismo color que sus narices”. Todos dieron palmadas en las
espaldas de sus pares cuando llegó el momento de partir. Y el barón Von
Koeldwethout y sus seguidores trotaron alegres de regreso a casa.
”Durante seis
mortales semanas, los osos y los jabalíes tuvieron vacaciones. Las casas de
Koeldwethout y Swillenhausen estaban unidas. Las lanzas se pusieron herrumbrosas,
y la corneta del barón se puso ronca por falta de alguien que la tocara.
”Esos fueron
tiempos excelentes para los veinticuatro. Pero, ¡ay!, sus días felices y
prósperos ya se habían acabado y estaban a punto de irse.
”‘Querido mío’,
dijo la baronesa.
”‘Amor mío’,
dijo el barón.
”‘Esos hombres
rudos, ruidosos…’
”‘¿Cuáles,
señora?’, dijo el barón, sorprendido.
”La baronesa
señaló por la ventana frente a la que estaban de pie, en dirección al patio que
estaba abajo, donde los despreocupados verdes Lincoln bebían la rebosante copa
del estribo, como preparación antes de partir tras uno o dos jabalíes.
”‘Mis
acompañantes de cacería, señora’, dijo el barón.
”‘Échalos, amor
mío’, murmuró la baronesa.
”‘¡Que los
eche!’, exclamó el barón, sorprendido.
”‘Para
complacerme, amor mío’, respondió la baronesa.
”‘Para
complacer al demonio, señora’, contestó el barón.
”Tras lo cual
la baronesa profirió un sonoro grito y se desvaneció a los pies del barón.
”¿Qué podía
hacer el barón? Llamó a la sirvienta de la dama, y rugió que trajeran al
doctor. Y luego, abalanzándose hacia el patio, pateó a los dos verdes Lincoln
que más habituados estaban a ello, y maldiciéndolos a todos y cada uno, les
ordenó que se fueran… no importaba adónde. No sé cómo se dice en alemán, o lo
habría dicho así, delicadamente.
”No me toca a
mí decir cuáles son los medios o los procedimientos a través de los cuales
algunas esposas consiguen controlar a sus maridos como lo hacen, aunque sí
puedo tener mi opinión personal al respecto, y puedo pensar que ningún miembro
del Parlamento debería casarse, puesto que tres miembros de cada cuatro deben
votar según las conciencias de sus esposas (si tal cosa existiera), y no según
las suyas propias. Lo único que diré por ahora es que la baronesa Von Koeldwethout
de un modo u otro consiguió ejercer un gran control sobre el barón Von
Koeldwethout, y que, poco a poco, y trozo a trozo, y día a día, y año a año, el
barón fue perdiendo las discusiones, o de manera astuta fue inducido a
abandonar algún viejo pasatiempo, y que ya para el momento en que era un tipo
gordo y bonachón de cuarenta y ocho años o algo así, ya no tenía ni banquetes,
ni jolgorios, ni compañeros de cacería, ni cacerías… en resumen, nada de lo que
le gustaba, o le había gustado. Y que, aunque era feroz como un león y valiente
como el que más, decididamente había sido desairado y controlado por su propia
esposa, en su propio castillo de Grogzwig. Pero los infortunios del barón no
paraban ahí. Aproximadamente un año después de su boda vino al mundo un
vigoroso baroncito, en honor del cual se dispararon muchos fuegos artificiales
y se bebieron muchas decenas de barriles de vino. Pero al año siguiente vino
una baronesita, y al año siguiente otro baroncito, y así cada año o bien un
barón o una baronesa (y un año ocurrió que dos juntos), hasta que el barón se
dio cuenta de que era el padre de doce hijos. En cada uno de esos aniversarios
la venerable baronesa Von Swillenhausen se manifestaba muy nerviosa y sensible
respecto al bienestar de su hija, la baronesa Von Koeldwethout, y aunque nunca
se supo que la buena señora hiciera algo práctico para contribuir a la
recuperación de su hija, de todas formas se esforzaba por estar tan nerviosa
como le fuera posible en el castillo de Grogzwig, y compartir su tiempo entre
la formulación de observaciones de índole moral sobre la forma en que el barón
mantenía su hogar y las lamentaciones por el duro destino que tocó en suerte a
su infeliz hija. Y si el barón de Grogzwig, algo dolido e irritado por ello, se
animaba a atreverse a sugerir que su esposa cuando menos no estaba en peores
condiciones que las esposas de otros barones, la baronesa Von Swillenhausen les
rogaba a todos los presentes que observaran que ella era la única que se
compadecía de los sufrimientos de su hija, a lo cual sus parientes y amigos
respondían que, en efecto, ella lloraba mucho más que su yerno, y que si
existía en el mundo un bruto con el corazón de piedra, ese tenía que ser el
barón de Grogzwig.
”El pobre barón
lo soportó hasta donde pudo, y cuando ya no pudo seguir soportándolo, perdió el
apetito y el ánimo, y se quedó sentado en su sillón con sensación de pesimismo
y desaliento. Pero todavía tendría que hacer frente a problemas peores, y
cuando estos llegaron, su melancolía y su tristeza no tuvieron límites. Los
tiempos cambiaron. Entró en deudas. Las arcas de Grogzwig se fueron vaciando,
aunque la familia Swillenhausen siguió considerándolas inagotables, y justo en
el momento en que la baronesa estaba a punto de aportar una décimotercera
adición al linaje familiar, Von Koeldwethout descubrió que no tenía medios para
volverlas a llenar.
”‘No veo qué
puede hacerse’, dijo el barón. ‘Creo que me mataré.’
”Esa era una
idea brillante. El barón tomó un viejo cuchillo de caza de un armario que tenía
cerca, y después de afilarlo contra su bota hizo lo que los chicos llaman ‘una
amenaza’ a su cuello.
”‘¡Ejem!’, dijo
el barón, deteniéndose de repente. ‘Quizás no está bastante afilado.’
”El barón
volvió a afilarlo, e hizo otra amenaza, momento en el cual su mano se vio
detenida por un fuerte griterío entre los baroncitos y baronesitas, que tenían
su aposento en una torre de los altos, con la ventana protegida por barrotes de
hierro para evitar que cayeran al foso.
”‘Si fuera
soltero’, dijo el barón, suspirando, ‘habría podido hacerlo cincuenta veces
seguidas sin que me interrumpieran. Poned un frasco de vino y la pipa más
grande en la alcoba de detrás del salón.’
”Uno de los
sirvientes, muy amable, tardó una media hora en ejecutar las órdenes del barón.
Al ser informado Von Koeldwethout de que su orden había sido cumplida, se
dirigió a la alcoba, cuyas paredes eran de una madera oscura lustrosa que
brillaba a la luz de los leños que ardían, apilados en la chimenea. La botella
y la pipa estaban listas, y, en general, el lugar parecía muy cómodo.
”‘Deje la
lámpara’, dijo el barón.
”‘¿Dejo algo
más, mi amo?’, preguntó el sirviente.
”‘La
habitación’, respondió el barón. El sirviente obedeció, y el barón cerró la
puerta con llave.
”‘Fumaré una
última pipa’, dijo el barón, ‘y entonces me iré’. Así que, poniendo el cuchillo
sobre la mesa hasta tanto hubiera menester de él, y tragando una buena cantidad
de vino, el amo de Grogzwig se dejó caer hacia atrás en su silla, estiró las
piernas frente al fuego, y se puso a fumar.
”Pensó en
muchas cosas, en sus problemas presentes y en sus pasados días de soltero, y en
los verdes Lincoln dispersos desde hacía tiempo por distintas partes del país,
sin que nadie supiera dónde, con la excepción de dos que desgraciadamente habían
sido decapitados, y cuatro que se habían matado bebiendo. Su mente corría,
dando alcance a osos y jabalíes, cuando en el proceso de vaciar la copa hasta
el fondo levantó la vista, y por primera vez vio, con asombro sin límites, que
no estaba solo. No, no lo estaba, pues al otro lado del fuego estaba sentada,
con los brazos cruzados, una horrible figura, con los ojos profundamente
hundidos e inyectados en sangre, y un rostro inmensamente largo y cadavérico,
sombreado por rizos desiguales y enmarañados de pelo negro y áspero. Tenía
puesta una especie de túnica de color azuloso mate, abrochada o adornada por
delante –observó el barón, al mirarlo con atención– con agarraderas de ataúdes.
También sus piernas estaban recubiertas con chapas de ataúd como si fueran una
armadura, y por encima del hombro izquierdo tenía una capa corta y oscura, que
parecía confeccionada con los retazos de algún paño mortuorio. No se dio por
enterado de la presencia del barón, y, en lugar de ello, miraba atentamente el
fuego.
”‘¡Hola!’, dijo
el barón, dando una patada contra el suelo para llamar la atención
”‘¡Hola!’,
respondió el desconocido, volviendo la vista hacia el barón, pero sin mover ni
el rostro ni el cuerpo. ‘¿Qué hay?’
”‘¡Cómo que qué
hay!’, respondió el barón, para nada intimidado por aquella voz sepulcral y
aquellos ojos sin brillo. ‘Soy yo quien tiene que hacer esa pregunta. ¿Cómo ha
llegado hasta aquí?’
”‘Por la
puerta’, respondió la figura.
”‘¿Qué clase de
cosa es?’, dice el barón.
”‘Un hombre’,
respondió la figura.
”‘No lo creo’,
dice el barón.
”‘Descréalo
entonces’, dice la figura.
”‘Lo haré’,
replicó el barón.
”La figura miró
al osado barón de Grogzwig durante algún tiempo, y entonces le dijo con
familiaridad:
”‘No hay manera
de engañarlo, ya veo. ¡No soy un hombre!’
”‘¿Que cosa es,
entonces’, preguntó el barón.
”‘Un genio’,
respondió la figura.
”‘La verdad es
que no tiene tipo de genio’, habló el barón con desprecio.
”‘Soy el Genio
de la Desesperación y el Suicidio’, dijo la aparición. ‘Ahora me conoce.’
”Con estas
palabras, la aparición se volvió hacia el barón como si estuviera preparándose
para una charla. Y lo más notable fue el hecho de que, apartando a un lado su
capa y mostrando una estaca que tenía clavada en el centro del cuerpo, la sacó
de un tirón y la puso sobre la mesa tan sosegadamente como si hubiera sido un
bastón.
”‘Ahora bien’,
dijo la figura, mirando el cuchillo de caza, ‘¿está listo para mí?’
”‘No del todo’,
respondió el barón; ‘primero tengo que terminar de fumar mi pipa.’
”‘Entonces, dese
prisa’, dijo la figura.
”‘Parece tener
premura’, dijo el barón.
”‘Pues sí’,
respondió la figura; ‘están realizándose muchos negocios en mi paso por
Inglaterra y Francia justo ahora, y tengo el tiempo bastante escaso.’
”‘¿Bebe
usted?’, dijo el barón, tocando la botella con el extremo de su pipa.
”‘Nueve veces
de cada diez, y en esos casos, en grandes cantidades’, respondió secamente la
figura.
”‘¿Jamás
moderadamente?’, preguntó el barón.
”‘Jamás’,
respondió la figura con un escalofrío. ‘Eso motiva alegría.’
”El barón
volvió a mirar a su nuevo amigo, al que consideró un personaje
desacostumbradamente extraño, y al cabo le preguntó si acaso tomaba parte
activa en las pequeñas operaciones como la que él se disponía a realizar.
”‘No’,
respondió la figura, evasivamente; ‘pero siempre estoy presente.’
”‘Justo para
ver lo suficiente, supongo yo’, dijo el barón.
”‘Justo eso’,
respondió la figura, jugando con su estaca y examinando la férula. ‘Haga el
favor de apresurarse lo más posible, pues hay un joven caballero que está
padeciendo exceso de dinero y de diversión y que me necesita ahora, según veo.’
”‘¡Va a matarse
porque tiene exceso de dinero!’, exclamó el barón, muy divertido; ‘¡ja, ja!,
eso sí que es bueno.’ (Era la primera vez que el barón reía en muchos largos
días.)
”‘Escuche’,
expresó la figura, mostrándose asustada, ‘no vuelva a hacer eso.’
”‘¿Por qué
no?’, preguntó el barón.
”‘Porque me
hace sentir dolor por todas partes’, respondió la figura. ‘Suspire todo lo que
quiera; eso me hace bien.’
”El barón suspiró
mecánicamente al oír la palabra, y la figura, volviendo a cobrar ánimo le
entregó el cuchillo de caza con exquisita cortesía.
”‘Pero no es
mala idea’, dijo el barón, probando el filo del arma; ‘que un hombre se mate
por tener demasiado dinero.’
”‘¡Qué va!’,
dijo la aparición, con petulancia, ‘no es mejor que la idea de que un hombre se
mate por tener poco, o nada.’
”Ya sea que el
genio se comprometió sin querer al decir esto, o que pensase que el barón ya
estaba tan firmemente decidido que no importaba lo que dijese, no puedo
saberlo. Solo sé que el barón detuvo la mano de repente, abrió al máximo los
ojos y dio la impresión de que una nueva luz brillaba sobre él por vez primera.
”‘¡Toma!, es
cierto’, dijo Von Koeldwethout, ‘nada es demasiado malo para impedir una
recuperación.’
”‘Excepto las
arcas vacías’, exclamó el genio.
”‘Bien; pero
pueden algún día volverse a llenar’, dijo el barón.
”‘Esposas
regañonas’, gruñó el genio.
”‘¡Oh! Se las
puede acallar’, dijo el barón.
”‘Trece hijos’,
gritó el genio.
”‘Seguramente
no todo puede salir mal’, dijo el barón.
”Ell genio
comenzaba a enfurecerse con el barón por sostener todas esas opiniones, pero
trató de tomarlo como una broma, y le dijo que le informara cuándo dejaría de
bromear.
”‘Pero no estoy
bromeando. Nunca estuve más lejos de ello’, lo rectificó el barón.
”‘Bien, me
alegro de oírlo’, dijo el genio, con una apariencia muy inflexible, ‘porque una
broma, si no es en metáfora, es la muerte para mí. Vamos. Abandone cuanto antes
este mundo triste.’
”‘No sé’, dijo
el barón, jugando con el cuchillo. ‘Es triste, en efecto, pero no creo que el
suyo sea mucho mejor, pues no tiene usted la apariencia de encontrarse
particularmente feliz. Eso me hace pensar… ¿qué garantía tendré de que estaré
mejor yéndome de este mundo, después de todo?’, exclamó, poniéndose de pie.
‘Nunca lo había pensado.’
”‘Acabe ya’,
gritó la figura, rechinando los dientes.
”‘Apártese’,
dijo el barón. ‘No seguiré rumiando tristemente mis miserias, y en vez de ello
pondré, al mal tiempo, buena cara, y volveré a probar el aire libre y los osos.
Y si eso no bastara, hablaré seriamente con la baronesa, y cortaré en pedacitos
a los Von Swillenhausen.’ Al decir esto, el barón se dejó caer en su silla y
rió con tanto estruendo y turbulencia que toda la habitación se estremeció.
”La figura
retrocedió uno o dos pasos, fijando entonces en el barón una mirada de intenso
terror y, al terminar, tomó la estaca, se la clavó violentamente en el cuerpo,
emitió un aullido aterrador y desapareció.
”Von
Koeldwethout jamás la volvió a ver. En cuanto se decidió a actuar, hizo entrar
en razón a la baronesa y a los Von Swillenhausen, y murió muchos años después,
sin ser un hombre rico, que yo sepa, pero sí, ciertamente, un hombre feliz:
dejó tras de sí una familia numerosa que había sido cuidadosamente educada en
la caza de osos y jabalíes bajo su supervisión personal. Y mi consejo a todos
es que, si alguna vez llegan a estar enfermizamente deprimidos y melancólicos
por causas similares (como les ocurre a muchos hombres), miren bien ambas caras
de la cuestión, y apliquen una lupa al lado mejor. Si todavía siguen tentados
de retirarse sin permiso, fúmense antes una pipa grande y beban una botella
entera, de modo que aprovechen el meritorio ejemplo del barón de Grogzwig.”
Nota:
[1] Ambos nombres son juegos de palabras que remedan
bebidas alcohólicas. Cold Without (Koeldwethout) era el
nombre en jerga de una bebida compuesta de licores y agua fría, Grog era
un compuesto de ron con agua, y swig quería decir “beber un
sorbo largo”. (N. del T.)
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