Siete expertos internacionales lanzan un museo virtual de la Guerra de
España
Por
Rebelion / España
25/11/2022
Fuentes: Ctxt
[Foto: Soldados nacionalistas asaltan un suburbio de Madrid durante la Guerra
Civil (Narodowe Archiwum Cyfrowe)]
Cinco galerías con más
120 objetos, cada uno acompañado de un miniensayo de 350 a 500 palabras en
inglés y español: el nuevo Museo Virtual de la Guerra Civil Española,
almacenado en un servidor canadiense, está sólo en su primera fase. Pero ya
ofrece mucho material por explorar y debatir, desde el Cuartel de la Montaña y
el Cementerio de Paracuellos hasta la Plaza de Toros de Badajoz, el Oro de
Moscú, la morfina en el frente, el micrófono de Queipo de Llano, la violencia
de género y los exiliados españoles en México. Fruto de ocho años de trabajo
por un equipo interdisciplinar de siete expertos de Canadá, España, Estados
Unidos y Reino Unido, el proyecto pretende
ser una fuente de información y reflexión accesible, fiable y gratuita sobre
las múltiples dimensiones del conflicto español.
Lanzado en el otoño de
2022, justo cuando el Senado español aprobaba la nueva Ley de Memoria
Democrática, el proyecto ha atraído la atención de los medios de comunicación
españoles e internacionales. A finales de octubre, hablé con tres miembros del
equipo: Adrian Shubert (York University, Canadá), Andrea Davis (Arkansas State
University, EE.UU.), y Alison Ribeiro de Menezes (University of Warwick, Reino
Unido).
Su primera fase incluye 123 objetos repartidos en cinco
galerías: el comienzo y el desarrollo de la guerra, el contexto internacional,
las retaguardias, la vida cotidiana en el frente y la memoria histórica.
¿Cuándo piensan finalizar el proyecto y cómo será el museo cuando
terminen?
Adrian Shubert (AS): No
sé si por ahora podemos responder a esa pregunta. Se trata de un proyecto en
curso. Ya hemos empezado a trabajar en nuevas galerías, pero también añadiremos
objetos a las galerías existentes. En teoría, como no se trata de un museo físico,
disponemos de un espacio ilimitado. Además, mantener un museo virtual es
relativamente barato. En última instancia, sólo estamos limitados por nuestra
voluntad y la de los demás de dedicarle tiempo al proyecto.
Andrea Davis (AD): En
cuanto a los próximos pasos, lo que más me entusiasma es nuestro plan de crear
lo que llamamos una “galería abierta”. La idea es invitar a diversos públicos a
que ayuden a construir las siguientes fases del proyecto, para que éste se
convierta en un museo vivo en el que personas de España y de otros lugares
puedan aportar sus propios objetos y hablar de ellos. También queremos
encontrar la manera de incluir como colaboradores a estudiantes y otros
investigadores. Para mí, es emocionante pensar en construir los mecanismos que
permitan ese tipo de participación.
Alison Ribeiro de
Menezes (ARM): Creemos que es importante transmitir la idea de que la memoria
es un proceso, un diálogo continuo. En ese sentido, ayuda incluir objetos en el
museo que puedan servir para suscitar un debate o una discusión. Una vez que la
gente pueda empezar a subir sus propios objetos y explicar por qué son
importantes, empezaremos a tener una idea diferente de la textura de lo que la
gente considera que es su memoria sobre la guerra o la de su familia. Hasta
ahora, la mayoría de nuestros objetos son préstamos de instituciones, con todas
las complicaciones de derechos de autor que ello conlleva, aunque muchas
instituciones han sido bastante generosas. La implicación más activa del
público suscitará, sin duda, sus propias dificultades técnicas. Será un reto,
pero tremendamente emocionante.
¿A qué público va dirigido el museo? Me ha llamado la atención
la ausencia de un texto introductorio que esboce el contexto nacional e
internacional. En su lugar, se invita al espectador a entrar directamente en
cualquiera de los módulos. Además, el hecho de que los textos de los módulos
son los mismos en ambos idiomas, parece indicar que no asumen diferentes
niveles de conocimiento previo entre angloparlantes e hispanohablantes.
AS: Es un planteamiento
interesante. La verdad es que no hemos considerado alternativas. Lo que puedo
decir es que pretendemos llegar al público más amplio posible. En cuanto al
idioma, uno de nuestros objetivos es que todo el museo esté disponible también
en catalán, euskera y gallego, cubriendo todas las lenguas cooficiales de España.
También estaría bien tenerlo en francés, pero es una prioridad menor.
AD: Es cierto que el
sitio no ofrece una única ruta de visitas. Pero esa es precisamente la
atracción de un proyecto digital: cada visitante puede trazar su propio camino.
Y estamos trabajando en otras formas de acceso. Por ejemplo, ya se puede hacer
clic en los metadatos asociados a los objetos para ver otros objetos de la
misma zona geográfica o de la misma institución de préstamo.
Hablando de accesibilidad, ¿han considerado proporcionar algún
aparato de referencia, como un glosario, que dé más información sobre temas o
nombres con los que una visitante posiblemente no esté familiarizada?
AD: Hemos hablado de
crear una especie de tesauro temático, sí. El reto es hacerlo manteniendo la
integridad del enfoque galerístico.
ARM: También nos
gustaría introducir enlaces para los visitantes que quieran profundizar en un
tema u objeto concreto, o para los estudiantes, por ejemplo, que quieran
emprender un proyecto de investigación. Queremos animar al público a pensar,
indagar e investigar por su cuenta, comprometiéndose más profundamente con el
tema.
Su lanzamiento coincidió con la aprobación de la nueva Ley de
Memoria Democrática de España, que, como sabemos, ha sido bastante polémica.
¿Una coincidencia?
ARM: Sí, lo es, pero yo
diría que es una coincidencia feliz. Dicho esto, nuestro proyecto no está
vinculado a ningún tipo de iniciativa gubernamental. El nuestro es un esfuerzo
académico dirigido al compromiso público. Y no queremos llamar nuestro proyecto
“democrático” simplemente porque esté disponible en línea. La pobreza digital
es real: no todo el mundo tiene el mismo acceso a Internet.
El formato que han elegido –explicar la guerra a través de
objetos significativos y textos cortos y accesibles– les ha obligado a
encontrar un difícil equilibrio entre la exhaustividad y la concisión. Al mismo
tiempo, parece que también han buscado un balance entre la voz autorizada del
investigador que transmite el consenso académico, y un enfoque más abierto que
deje espacio para el debate y la interpretación, para la indeterminación y los
múltiples puntos de vista. ¿Hubo discusiones entre los miembros del equipo?
AD: En cierto modo, se
trata de muchos proyectos en uno. Nos pusimos de acuerdo en unas directrices
comunes, pero más allá de eso cada uno se hizo cargo de diferentes galerías y
objetos. Cada uno de nosotros aportó su propio conocimiento y su propia
voz.
AS: También es
importante señalar que no todos somos historiadores. Alison hace estudios culturales,
por ejemplo, mientras que Alfredo González-Ruibal es arqueólogo. Todos venimos
de lugares diferentes. Pero eso es algo que celebramos.
ARM: Además de la
interdisciplinariedad, la dimensión académica de este trabajo también supuso un
reto. Por ejemplo, debatimos hasta qué punto debíamos incluir estadísticas,
números de víctimas, etc. Eso te lleva rápidamente a un debate: un erudito dice
X, otro dice Y. Es una deriva poco fructífera para un proyecto como este, en
que no tienen cabida las notas a pie de página. Aunque cada uno de nosotros ha
abordado su trabajo desde sus propias disciplinas, compartimos un compromiso
con la justicia y la transparencia. Lo que no queremos es promover un solo
relato sobre la guerra.
Viendo las controversias que sigue suscitando el tema en España
y otras partes, me imagino que ya habrán recibido reacciones interesantes.
AS: Hemos recibido
muchos comentarios positivos, así como ofertas de particulares que tienen
objetos que les gustaría que incluyéramos en el museo, lo cual es estupendo.
Quizá sorprendentemente, sólo ha habido dos correos electrónicos negativos.
Uno, escrito en mayúsculas, decía: “¿QUIÉN OS PAGA?”. (Risas.) El
autor –supongo que de la extrema derecha– seguramente no sabe que este proyecto
apenas ha contado con apoyos del gobierno español.
AD: Algunos otros
correos electrónicos nos han obligado a pensar. Una persona nos escribió sobre
uno de los objetos del museo, una fotografía que nos prestó un archivo público.
La persona que nos escribía nos explicaba que, en realidad, la fotografía había
sido tomada por su abuelo. Esto plantea cuestiones interesantes sobre la
procedencia y sobre las historias que se pierden o se silencian cuando los
objetos pasan a formar parte de un archivo oficial. Pero esas son precisamente
las historias que esperamos destacar.
Algunos de los medios de comunicación españoles que se hicieron
eco de su proyecto subrayaron el hecho irónico de que España todavía no cuenta
con un museo nacional de la Guerra Civil. ¿Cuál es su opinión al respecto?
AS: El historiador
Antonio Cazorla Sánchez, que forma parte de nuestro equipo, tiene una opinión
interesante sobre esta cuestión. En comparación con otros países europeos,
dice, España tiene una escasez de museos de historia en general, especialmente relativos
al siglo XX. La ausencia de un Museo de la Guerra Civil, en otras palabras, es
realmente un síntoma de un problema mayor.
ARM: Como irlandesa que
soy, no creo que sea correcto que yo opine sobre los museos que España debería
tener o no. Nuestro proyecto no trata de eso. Solo buscamos crear un espacio de
información y reflexión, y de voces que de otro modo no podrían ser escuchadas
o articuladas. Queremos involucrar al público. Y en cierto modo, reacciones
como la que recibimos sobre la fotografía que Andrea mencionó antes hacen
exactamente eso. Sin duda, España tendrá algún día un museo de la Guerra Civil.
Puede que aún no sea el momento adecuado. ¿Pero quién soy yo para opinar al
respecto? En mi propio país, Irlanda del Norte, no tenemos un museo sobre los
muchos años de conflicto violento que a los que nos solemos referir como The
Troubles. Y cada vez que intentan montar una exposición sobre
el tema, ésta debe equilibrar a ambos bandos de forma tan equitativa que no
resulta especialmente incisiva o perspicaz. Pero eso se hace por una buena
razón: para evitar la desestabilización. Personalmente, estoy contenta de
sacrificar el Museo de los Troubles si ello
permite que tengamos un proceso de paz. También España tiene que trazar su
propio proceso hacia la consolidación de la democracia y la confrontación con
su historia. Nuestro proyecto puede aportar una visión informada, en parte, por
perspectivas externas. Pero no podemos pretender que sea el sustituto de algo
que España no haya hecho. Eso sería increíblemente arrogante.
Sebastiaan Faber es profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es
autor de numerosos libros, el último de ellos Exhuming Franco: Spain’s second
transition.
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