La situación en Ucrania
invita al más negro pesimismo. Porque no es ya una guerra “limitada”, de
dimensiones relativamente pequeñas (aunque con millares de muertos), sino una
guerra que está creciendo para quizás hacerse global con lo que ello implica.
Donbass: Lo inimaginable está sucediendo
El Viejo Topo
29 septiembre, 2022
Y la ultima hora negra y fría se acerca de temor y
sombras llena.
Francisco de Quevedo.
Lo inimaginable
está sucediendo en directo ante nuestros ojos. El mundo Occidental está en
Guerra. Tras la invasión, y por tercera vez, como en 1812 y 1940, Occidente
intenta destruir y fragmentar Rusia. La declaración del presidente Putin y la
llamada a la movilización parcial de 300.000 efectivos cambia la naturaleza del
conflicto. La operación militar especial que se desarrollaba desde el 24 de
febrero se convierte en una guerra. Lo ha señalado el ministro de
defensa: “no estamos en guerra con Ucrania, sino con el Occidente
colectivo”. Los objetivos se han ampliado. Ya no se hablará de
desmilitarización ni de desnazificación: se ha pasado de un conflicto apoyado
en aliados y librado en territorio extranjero, como el de Siria, a la defensa
de la patria. Los objetivos estratégicos se han ampliado. Rusia se
prepara con esta movilización para foguear su ejército en la perspectiva de
intervenir en varios conflictos. Ya no contempla paralizar la ofensiva una vez
aseguradas las zonas conquistadas sino destruir el Estado ucraniano tal y como
lo conocemos. Es una guerra que enfrenta al mundo occidental, dirigido por
Washington, contra Moscú.
El conflicto en
Ucrania no acabará pronto; se prolongará en el tiempo con la intervención de
otros actores. Los países bálticos abren la puerta a un enfrentamiento mayor.
En Estonia, los intentos del gobierno por eliminar cualquier monumento a los
soldados rusos, se han saldado con manifestaciones en las cuales la policía
disparó contra los manifestantes pro-rusos provocando muertos, heridos y
detenidos. En paralelo, las mismas autoridades no dudan en glorificar, incluso
con la presencia de líderes políticos, a los generales nazis muertos en la II
Guerra Mundial. En este país, la población rusa supera el 30% y está
privada de derechos políticos y sociales. Otro país báltico, Finlandia, en un
rapto de inteligencia, reconoció la independencia de Taiwan, provocando la ira
y el embargo económico de China. Letonia anuncia su interés en convertir al Mar
Báltico en un mar OTAN y cerrar el acceso a la flota rusa incluso la comercial…
Otro gran actor es Polonia, cuya intervención directa en la guerra es evidente.
Son varios centenares de militares polacos los que combaten contra las
repúblicas del Donbass y Lugansk. Varsovia no oculta sus deseos de modificar
sus fronteras a costa de Ucrania. El gobierno polaco tiene elecciones pronto y
atiza el nacionalismo revanchista. Los líderes polacos pretenden revisar las
fronteras con Alemania, exigen reparaciones territoriales a Chequia y han
manifestado su interés por conquistar Kaliningrado y arrebatárselo a los rusos.
Es, desde el
primer momento, una guerra de tecnología y materiales. Moscú moviliza sus
recursos industriales en el horizonte de reconstruir una economía de guerra.
China ayudará también en este esfuerzo produciendo en masa. La capacidad
productiva de la economía china asegura un flujo constante de recursos donde la
industria rusa no alcance. Pekín sabe que es el siguiente objetivo y por tanto
apoyará, no sólo económicamente a Moscú, sino que proporcionará los suministros
necesarios. Occidente no tiene esa capacidad productiva, porque la dependencia
de las materias primas, en manos de Rusia, y la deslocalización industrial, fruto
del modelo económico neoliberal, han hecho que China sea la “fábrica del
Mundo”. La ventaja tecnológica de la que siempre ha presumido Occidente
comienza a ser una quimera. La bajada de los niveles educativos y de la
exigencia en las Universidades lanza cada año a los mercados a licenciados cada
vez menos cualificados. La incapacidad de EEUU de construir infraestructuras o
trenes de alta velocidad como está haciendo Pequín son ejemplos de las
dificultades tecnológicas que padece Washington. En el campo militar la
situación es preocupante, los fracasos industriales y tecnológicos en el
desarrollo de aviones avanzados como el F-32 o la serie de barcos clase Litoral
(LCS) conocidos por la marinería como: “pequeños barcos de mierda” son ejemplos
de las dificultades industriales y tecnológicas. La guerra, como todos sabemos,
es un escenario enormemente exigente en cuanto a la innovación técnica y
científica para la que Occidente, al margen de las fantasías peliculeras de Top
Gun, tampoco parece estar bien situado.
Rusia se siente
atacada por Occidente y responderá. La guerra se librará, se libra ya en
múltiples escenarios: Armenia, Siria, Azerbaiyán, Irán, Líbano…. Y ésta, en
Ucrania, tiene claras características de ser una guerra mundial.
Para Rusia este
conflicto tiene un carácter existencial. Es una Guerra por la supervivencia.
Putin afirmaba hace pocos días que el objetivo de Washington era: “debilitar,
dividir y, en última instancia, destruir nuestro país mediante la
promulgación de políticas diseñadas para hacer que Rusia misma se
desintegre en una multitud de regiones y territorios que sean enemigos mortales
entre sí”. EEUU necesita enfrentar y derrotar a Rusia para posteriormente
negociar, desde posiciones de fuerza con China, asegurando el predominio
imperial un siglo más. En esta medida, también para EEUU, esta guerra tiene
algo de existencial. El complejo militar-industrial que gobierna Washington
necesitaba una guerra para justificarse; el problema para el Pentágono no era
la existencia de una amenaza militar china o rusa, sino su inexistencia.
Pero las
previsiones norteamericanas de hundimiento económico y revueltas sociales
contra Putin se desvanecen. La guerra económica no cumple las previsiones hechas
por los analistas, bien al contrario: el marasmo económico que se avecina
pondrá en grave riesgo a la propia UE y agudizará las tensiones en los EEUU.
La guerra que iba a ser un “maná caído del cielo”, que serviría para
eliminar la competencia de Alemania, se revela como una mala opción. Tiene
enormes riesgos incluso para EEUU como país; no así para la clase dirigente,
que incrementa enormemente su poder. La caída de la libra esterlina a niveles
de hace cuatro décadas apunta hacia los problemas financieros futuros.
El crecimiento
económico occidental, desde hace decenios, se asentaba sobre una inflación baja
y controlada sostenida sobre tres pilares. El primerio, la existencia de una
mano de obra inmigrante y mal pagada que permitía que los salarios “nominales”
se mantuvieran estancados. El segundo, los productos chinos baratos que
elevaban los salarios reales (con el mismo sueldo se podían comprar más
productos) aunque los nominales estuvieran, como hemos dicho, estancados. El
tercero, la existencia de fuentes de energía barata, fiable y abundante. Estas
tres bases ahora se tambalean y, por consiguiente, la inflación se dispara y
las cadenas de suministro global han dejado de funcionar. La interacción
financiera que ha promovido la globalización económica expande las crisis como
mancha de aceite; es una auténtica “red” de intereses comunes y cuyos efectos
pagarán todas las naciones, incluso los propios EEUU.
Para las clases
populares de EEUU y de Occidente no es un buen augurio; en cambio sí lo es para
los grupos y las clases dirigentes que ven en este conflicto la posibilidad de
convertirse en auténticos “amos del mundo”. George Soros reconocía hace un
tiempo su influencia directa en la destrucción de la antigua URSS y su
evolución posterior utilizando a Yeltsin como un auténtico peón de brega.
Algunos de estos “prohombres” se sienten los amos del mundo.
La guerra, con
la llamada a la movilización parcial y sobre todo con el referéndum en el
Dombass, entra en otra fase. Al certificar el Parlamento ruso que los
referéndums en Lugansk, Donetsk, Zaporizhzhia y Kherson promueven la
integración en Rusia cualquier ataque contra esas localidades será considerado
como un ataque a Rusia.
Putin lo ha
dejado muy claro: no juega de farol, no habla por hablar. No es ni el
balbuceante Joe Biden, ni el payaso de Boris Johnson, ni el servil Pedro
Sánchez. Putin avisa a EEUU y los países de la OTAN que si siguen matando
ciudadanos rusos serán atacados en respuesta. Rusia ha sustituido los guantes
de terciopelo por los de boxeo.
Todos
desearíamos que Occidente reflexionara, que se buscara una solución
alternativa, pero es poco probable. Hay una mezcla de estulticia, cinismo,
arrogancia, electoralismo y servilismo hacia EEUU en la mayoría de los
dirigentes políticos que lastran las salidas dialogadas. Los presidentes o
primeros ministros viven pendientes de la última encuesta de opinión. Son
veletas al viento que marcan los medios de difusión que, concentrados como
están en muy pocas manos (los Bill Gates, las fundaciones filantrópicas, los
George Soros de turno…) señalan la dirección a seguir. Nuestros
dirigentes solo son monaguillos en esta misa de aquelarre. Los aullidos de
indignación en Occidente, porque las repúblicas del Donbass quieran escoger su
futuro, alcanzan el cielo. Ninguno de estos dirigentes recordó los miles de
muertos en el Donbass, durante los últimos 8 años, a causa de los bombardeos de
la “democrática” Ucrania, ninguno recuerda los encarcelados en el país, los
partidos prohibidos o los sindicalistas encarcelados y desaparecidos. El
cinismo occidental está alcanzando niveles nunca vistos. Occidente finge
indignación moral, cuando su historia, incluso la reciente, está repleta de
guerras de exterminio, o golpes de Estado en Yugoslavia, Siria, Líbano, Irak,
Siria…..
A esta
dramática situación se suma la desorientación de las fuerzas progresistas,
débiles, desorganizadas y que, en muchos casos, han aceptado el “estatu quo”.
Unidas Podemos vota a favor de aumentar el presupuesto de guerra español y Ada
Colau recibe como un héroe al alcalde de Kiev, donde pululan las bandas nazis.
No hay propuesta alternativa desde la izquierda institucional, más allá de
resistir en el ejecutivo como sea, mientras intentan parar la movilización y la
respuesta popular que habría que organizar.
Europa se
suicida; lo peor ni siquiera ha comenzado a intuirse. La UE, en manos de la
derecha más rusófoba, apuesta por continuar la presión contra Rusia; a pesar de
que las sanciones se muestran increíblemente perjudiciales para la población
europea. No importa, las élites (los que mandan sin presentarse a elecciones)
obtienen enormes beneficios hundiendo la economía europea. El sector
armamentístico y el sector financiero drenan los recursos europeos, eliminan la
competencia y pretenden reducir la impagable deuda externa de EEUU a costa de
la desindustrialización de Europa (especialmente la de Alemania).
La UE trabaja
denodadamente para hundir el sueño europeo. La situación viene acompañada de la
inevitable riada de recortes sociales, en pensiones, sanidad o educación… La
ofrenda de vidas y dinero se deposita al pie del dios de la guerra. Se nos
propone lavarnos con trapos por falta de gas como en Alemania o de dos en dos
como en Suiza (podríamos bautizarlo Coduching). Probablemente
veremos instalarse las cartillas de racionamiento en una u otra forma como se
piensa en Francia, España o Alemania; incluso en un rapto de cinismo monstruoso
se popularizará la dieta frigana (de freegan: comer las
sobras de supermercados y papeleras) como algo positivo… como si algunos no la
estuvieran practicando ya obligatoriamente. Además se nos intenta convencer,
desde los medios de difusión, que para luchar en esta guerra deberíamos no
consumir materias primas, comprar únicamente tres piezas de ropa al año y realizar
un viaje de larga distancia una vez cada 8.
Pero en
Zakopane, un pueblo de 30.000 habitantes del sur de Polonia, ya ha caído la
primera nevada de un otoño/invierno, largo, frío y oscuro.
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