Zoonosis: la clave detrás de las últimas alertas sanitarias
TERCERAINFORMACION / 28.05.2022
- La viruela del mono es el
último episodio de una amenaza emergente: las enfermedades infecciosas que
saltan de animales a humanos. Estas representan un problema global de
salud pública cada vez más recurrente. La sobrepoblación, una mayor
movilidad, la destrucción de ecosistemas y el comercio de especies son
algunas de las causas que explican su auge.
Algunos
patógenos que portan los animales, como el virus del Ébola, son capaces de
infectar a las personas y causar graves enfermedades. / Unsplash / CDC
Los humanos llevamos interactuando
con los animales desde los orígenes de nuestra especie. Esta relación nos ha
traído beneficios, como poder cultivar mejor el campo o alimentarnos de forma
saludable, pero también perjuicios como las enfermedades zoonóticas, causadas
por gérmenes dañinos que portan los animales y que pueden transmitirse a las
personas.
El último capítulo sobre dichas
patologías lo protagoniza la viruela del mono, una zoonosis viral endémica en
África que desde hace unas semanas acumula 262 casos fuera de dicho continente,
87 de ellos reportados en España.
De acuerdo con un informe de la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), el 75 % de las patologías infecciosas son de origen animal. Estos virus,
bacterias, parásitos y hongos ocasionan problemas tanto leves como graves y
hasta pueden llegar a provocar la muerte. Además, se propagan mediante el
contacto directo o a través de los alimentos, el agua o el medio ambiente.
Ya hay identificadas más de 200
enfermedades zoonóticas, que aumentan y se propagan más y más rápido.
Afortunadamente, algunas de ellas se pueden prevenir en su totalidad mediante
métodos como la vacunación.
Érase una vez… las zoonosis
A lo largo de la historia, estas
patologías infecciosas han influido en el ser humano y todo parece indicar que
lo seguirán haciendo a escala planetaria. Las primeras civilizaciones de
Oriente Medio, como Egipto y Mesopotamia, ya documentaban la existencia de la
rabia. Esta antiquísima enfermedad zoonótica es causada por un virus de la familia
Rhabdoviridae y se propaga a través de mordeduras o arañazos por un animal
infectado.
La forma más eficaz de combatirla es
la vacunación de los perros domésticos, ya que son los principales responsables
de su propagación. En la actualidad, la rabia se concentra en poblaciones
pobres y vulnerables de Asia y África.
Mucho más letal fue la peste negra,
que causó la muerte a 50 millones de personas y generó gran alarma entre la
población del siglo XIV. La causante de esta conocida masacre fue la bacteria Yersinia
pestis, que habita en pequeños mamíferos y en las pulgas que los parasitan.
Su rápida propagación vino motivada
por el contacto frecuente con ratas y pulgas y las precarias condiciones de
vida que se daban en la Edad Media. Hoy, la peste sigue afectando a casi 3.000
personas en todo el mundo y se considera endémica en varios países como
Madagascar, República Democrática del Congo y Perú.
En 1986, se detectaron los primeros
casos de encefalopatía espongiforme bovina (EEB) en Reino Unido. La ‘enfermedad
de las vacas locas’ consiste en la acumulación de la proteína prion en el
tejido nervioso y se transmite consumiendo carne contaminada.
Según la Organización Mundial de
Sanidad Animal (OIE), el riesgo de infección se da cuando el alimento está
contaminado por material orgánico derivado de otros herbívoros. Tras obtener
datos concluyentes e identificar las causas de la EEB, se dejó de alimentar a
las vacas con el pienso que originó este episodio zoonótico.
A punto de entrar en el nuevo
milenio, en 1997, conocimos la gripe aviar. Esta nueva patología de origen
animal es provocada por subtipos del virus Influenza A que afectan a las aves,
aunque algunas de sus cepas pueden infectar puntualmente a los humanos y otros
mamíferos.
De 2004 a 2006 el virus se propagó
entre las aves de corral de Asia a Europa y la Organización Mundial de la Salud
(OMS) advirtió de que la gripe aviar tenía potencial para convertirse en una
pandemia. Si bien todavía no hay una mutación del virus que facilite la
transmisión entre las personas, siguen apareciendo noticias de contagios en
humanos a través de cepas nuevas.
Desde finales de 2019, la humanidad
convive con un nuevo virus, el SARS-CoV-2, que ha supuesto la primera gran
pandemia del siglo XXI. Más de dos años después del primer brote, se sigue
investigando qué animal fue el responsable de que este virus saltase a humanos
y si hubo un transmisor intermedio. ¿El principal sospechoso hasta ahora? El
murciélago.
A esto hay que sumarle, en 2022, el
brote del virus de la viruela del mono (monkeypox). Aunque no es la primera vez
que sale de África, ahora ha llegado a varios países de Europa. Afecta a la
población general y se transmite en cualquier contexto que implique un contacto
estrecho, no necesariamente por vía sexual. Ya se ha logrado la secuenciación
completa.
cuadro sobre la peste negra
¿A qué se debe la proliferación de estas enfermedades?
Las enfermedades zoonóticas no son
fruto de la casualidad, sino que detrás de su proliferación coinciden numerosos
factores, que influyen tanto en los agentes patógenos (gérmenes) como en sus
huéspedes (humanos y animales).
Los cambios o mutaciones que sufren
ambos para adaptarse al entorno se conocen como factores biológicos. En
general, cuanto más simple es un organismo, más rápidamente cambia, dando lugar
a diversas variantes de una misma especie. Algo que estamos viendo de cerca con
el SARS-CoV-2.
Los factores físicos, como el clima
o la meteorología, determinan la supervivencia (o multiplicación, si la posee)
del patógeno fuera del hospedador original. Es decir, que estos elementos
brindan a virus, bacterias, parásitos y hongos diversas oportunidades para que
puedan transmitirse a otras especies.
La alteración en los ecosistemas se
incluye dentro de los factores ecológicos, entre los que también figuran la
deforestación, los desastres naturales o la agricultura intensiva. Elisa Pérez,
viróloga veterinaria en el Centro de Investigación en Sanidad Animal
(INIA-CSIC), explica que “la pérdida de biodiversidad afecta gravemente al
equilibrio de los ecosistemas. Los sistemas depredador-presa se ven alterados,
algunas especies sufren la falta de alimentos y refugio, etc. Todo ello
debilita el sistema inmunitario de los animales y aumenta el riesgo de que
aparezcan nuevos virus o variantes”.
El experto en estudios
ecoepidemiológicos y profesor de la Universitat de Barcelona (UB), Jordi Serra,
añade: “Nos hemos dedicado principalmente a combatir la pérdida de
biodiversidad más visible e inmediata como los incendios o la deforestación. El
problema es que nos olvidamos de que las dinámicas entre microorganismos
también cambian. Estas alteraciones no son inmediatas y son más difíciles de
percibir, pero también poseen un papel importante en los episodios de
zoonosis”.
Este fenómeno se ha agravado con los
viajes en avión, permitiendo que agentes infecciosos puedan llegar a cualquier
parte del mundo en 24 horas. Ha sido el caso de virus como el ébola o el del
Nilo Occidental.
Ricard Parés, presidente del Consell
del Col·legi Oficial de Veterinaris de Barcelona (CCVC), lo ilustra con la
situación en Ucrania: “Allí todavía hay animales salvajes con rabia que pueden
transmitirla. Una vez que se les ha proporcionado ayuda humanitaria a estas
personas, que es lo primordial, hay que ver si traen mascotas con ellos. Estas
podrían reintroducir enfermedades ya controladas en territorios donde no es
obligatoria la vacunación”.
Por otro lado, la explotación
intensiva, sea agrícola, ganadera o piscícola, también es otro elemento a tener
en cuenta. En el mundo actual se explotan tanto animales locales como especies
nuevas o exóticas. En ese sentido, destacan los mercados húmedos, caldos de
cultivo idóneos para que surjan patologías como la gripe aviar y la covid-19.
bosque con troncos cortados
¿Habría entonces que identificar y
vigilar una serie de animales potencialmente peligrosos para nuestra salud?
“Sería un error –comenta Parés–, ya que estas situaciones son imprevisibles. A
escala doméstica se está abriendo el abanico de lo que se considera una
mascota. Los cerdos vietnamitas o reptiles como iguanas o tortugas son un buen
ejemplo. Por otro lado, en el mundo salvaje también hay más interacción a
través de actividades turísticas, como los safaris en África. No hay que
generar alarma, simplemente son factores que hay que tener en cuenta”.
El comercio alrededor de los
animales exóticos, ya sea legal o ilegal, influye también en los episodios de
zoonosis. Al trasladarlos a lugares diferentes de su hábitat, a menudo a miles
de kilómetros, las enfermedades infecciosas que podrían padecer viajan con
ellos.
Es lo que ocurrió en 2003 con el
primer brote de viruela del mono que se registró fuera de África, en EE UU. Las
personas que contrajeron la infección fueron contagiadas por sus mascotas, unos
perritos de las praderas. Estos roedores, en la tienda de animales, estuvieron
en contacto con unos mamíferos procedentes de Ghana, que les transmitieron el
virus.
One Health: la salud depende de todo y de todos
Dada la gran cantidad de factores
que influyen en la aparición y propagación de las zoonosis, no resulta extraño
que los intentos por proteger nuestra salud sean cada vez más
multidisciplinarios y colaborativos. En ese sentido, en los últimos años ha
cobrado fuerza el concepto One Health, que reconoce que la salud de las
personas está estrechamente relacionada con la de animales, plantas y medio
ambiente. Es necesario que los profesionales de estas y otras áreas se
comuniquen y colaboren para afrontar nuevas amenazas.
Adelaida Sarukhan, redactora
científica sobre virus emergentes en el Instituto de Salud Global de Barcelona
(ISGlobal), explica que la salud debe concebirse a escala global, y no solo desde
el global north (norte global, en español) como hasta ahora.
“Para construir una salud global hay
que colaborar para generar y compartir datos de calidad. Es esencial que se
dediquen los recursos adecuados para ayudar a los países de renta media y baja
a producir y analizar estos datos. La otra piedra angular –prosigue Sarukhan–
es fortalecer los sistemas de salud, sobre todo primarios. La pandemia nos
demostró cómo un problema de salud en un rincón del planeta es un problema
comunitario”.
La clave: la vigilancia
El trabajo conjunto puede ayudar a
predecir el riesgo de infección humana. Sarukhan comenta que la acción más
importante para identificar un brote zoonótico y evitar epidemias o pandemias
es la vigilancia.
“Se piensa que hay unos 300.000
virus desconocidos, solo en mamíferos, susceptibles de saltar al humano.
Identificarlos e investigarlos puede costar entre mil y cinco mil millones de
dólares, que no es nada comparado con el coste humano, social y económico de
una pandemia”, añade.
“Los ciudadanos podemos ayudar con
cosas muy simples: no dando comida a animales silvestres, como los jabalíes,
que pueden ser portadores de la hepatitis E.; o evitando dejar basura fuera de
los contenedores, ya que eso les atrae. Para impedir la proliferación de mosquitos,
que pueden ser transmisores, debemos procurar no tener recipientes con agua en
casa. Y, por último pero no menos importante, lavarse las manos”, sostiene
Jordi Serra, investigador de IRBio.
Cuando las poblaciones humanas
crecen y se expanden, las personas aumentan su contacto con animales y
enfermedades nuevas. “Necesitamos ciudadanos informados y conscientes de que
sus acciones diarias tienen un impacto sobre la naturaleza y la salud”,
concluye Elisa Pérez.
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