Occidente
organiza laboratorios, pandemias y guerras para mantener su dominio de más de
500 años
Diario
octubre / abril 13, 2022
Mauricio Escuela.—
La Rand Corporation es una organización adjunta al Pentágono cuya función es
crear proyectos políticos afines a las líneas globalistas de la Casa Blanca. Se
atribuye el efecto de haber logrado, imponiéndole una carrera armamentística,
el derribo de la Unión Soviética. En la década del 80 del siglo XX, Moscú no
pudo seguirle el ritmo a una supuesta guerra de las galaxias que colocaría
cohetes nucleares en el espacio, lo cual no fue más que un montaje de la
inteligencia norteamericana y occidental, con la finalidad de que el
presupuesto militar soviético colapsara la economía de dicho país. En efecto, a
inicios de la década del 90, la URSS no podía negar la terrible crisis
productiva, así como la dependencia hacia la exportación de crudos, un problema
que persiste en la actual Rusia, a pesar de la diversificación de su economía.
Pero
con el ascenso de Putin, las tornas cambiaron y lo que fue un país dócil que
seguía las recetas neoliberales, se transformó en un gobierno soberano que
volvió a invertir en su arsenal nuclear, colocándose estratégica y tecnológicamente
por encima de la Casa Blanca, lo cual retrotrajo las viejas estrategias de la
guerra fría. La Rand Corporation volvió a entrar en acción en 2019 con un
estudio que presentó ante el Congreso, cuya finalidad es usar la misma
estrategia de los años 80 del siglo XX: obligar a Rusia a invertir en una
supuesta confrontación con Occidente, enviándoles continuas señales al Kremlin
acerca de la inminencia de las bases militares de la OTAN en países cercanos.
Además, la Rand describe en ese informe que países como Ucrania y Kazajstán
pagarían el costo de guerras periféricas cuyo objetivo también sería empantanar
a Rusia. La corporación norteamericana ha hecho un cálculo basado en la
dependencia de Moscú con respecto a las exportaciones de crudo y gas, por lo cual
se puede decir que la actual guerra estaría en preparación desde mucho antes.
De hecho, es notorio el hecho de que los asesores de la OTAN estaban en Ucrania
desde hacía años y que allí había no solo armamento convencional, sino una red
de laboratorios entre los cuales se experimentaba con virus letales, capaces de
otra pandemia global, algunos de ellos pertenecientes a la cepa de coronavirus
de murciélagos. La Rand sabe que de esta forma la potencia militar rusa quedaba
reducida, debido a que se le exponía a un gasto prolongado en el tiempo, lo
cual se combina con alentar sublevaciones en el interior de Rusia, así como
fracciones políticas en el partido gobernante y en la propia oposición.
¿Por
qué Rusia? Se supone que luego de 1991 ese país adoptó el capitalismo y las
técnicas neoliberales, de hecho es hoy un lugar donde prima la propiedad
privada y el mercado. Sencillamente el peso de la economía de ese gigante de
por sí implica poco, pues comparado con el PIB de otras naciones occidentales
no resulta significativo el producto ruso. Sucede que con el ascenso de China y
su alianza con Moscú, todo el panorama cambia. Ambas potencias, ligadas en la
pretensión de un nuevo orden, pueden contrapesar y hacer más rápido el declive
norteamericano. Rusia perdió fuerza luego de 1991, pero sigue siendo la primera
potencia nuclear y uno de los ejércitos más poderosos. Además, su situación
geográfica y tamaño la colocan en ventaja global. Si la guerra fría tenía una
explicación ideologica, esta nueva versión de aquel conflicto tiene
implicaciones geopolíticas, geoestratégicas y de conservación del viejo orden
occidental. Por demás, China sí es socialista y está significando un reto
civilizatorio para el capitalismo, con lo cual también se puede hablar de una
reedición del conflicto en tintes ideológicos.
La
Rand Corporation tiene una visión además muy sofisticada de la guerra cultural
y psicológica y de hecho eso también estaba previsto desde 2019: aislar a
Rusia, para que los oligarcas provocaran una transición en ese país. A Moscú se
lo sacó del sistema de pago bancario internacional y se le prohíbe acceder a
divisas, así como realizar operaciones de vuelo sobre los espacios aéreos del
hemisferio euronorteamericano. Todo lo que implique un daño total, se está
llevando adelante. De hecho, la OTAN está estrenando nuevas técnicas globales
que se sirven de las noticias falsas y el tratamiento sesgado a la información,
lo cual está demostrando su eficacia a la hora de manipular la opinión pública
y por ende de que se lleven adelante operaciones más ambiciosas en el orden
militar y económico. El escenario de las redes sociales, que se pensó desde un
inicio como un ágora para la libre expresión, está demostrando su imbricación
con los poderes fácticos para servir de cómplices a occidente.
Mientras
Rusia y China presentaban un informe sobre los laboratorios de armas biológicas
en la ONU y pedían una investigación, los miembros del Consejo de Seguridad no
solo no hicieron caso, sino que lanzaron acusaciones sin pruebas sobre un supuesto
uso de armas de destrucción masiva de tipo químico por parte de Moscú. La
campaña de satanización y los medios pagados llevaron adelante el resto de la
operación. Los sitios de chequeo de datos, los cuales han sido ampliamente
denunciados por mentir y manipular según intereses políticos, taparon las
demandas ruso-chinas con un relato que declaraba la “falsedad” de los
laboratorios. No obstante, a los pocos días Victoria Nuland, miembro del equipo
de halcones de la Casa Blanca, tuvo que reconocerlo. Se estima que esta red de
centros de experimentación con virus de la OTAN se extiende en 30 países y que
está sobre todo en torno a Moscú y Beijing. Se trata de un rosario de
potenciales agresiones que delatan el plan de la Rand Corporation.
A
la guerra se va no solo con las armas para matar, sino las de convencer con la
mentira. Los gobiernos occidentales son conscientes del terrible fracaso que va
a implicar en cuanto a nivel de vida todo el conglomerado de sanciones a Rusia.
El precio de la vida se ha disparado en Europa, pero ya la Rand previó eso y en
su informe reza un pensamiento lapidario: no importa cuánto cueste para
Occidente siempre y cuando sea más caro para Moscú. Desde el fin de la guerra
fría hay un proyecto para balcanizar a Rusia, como ocurrió con Yugoslavia,
alentando el problema de las nacionalidades, la religión y las disputas
históricas. De hecho, la guerra en Chechenia se hizo con el aval de los
occidentales, quienes le dieron su apoyo al separatismo musulmán. La respuesta
de los rusos ha sido volver al Estado fuerte y fomentar la identidad cristiano
ortodoxa, además de recoger de la tradición todo aquello que engrandeció al
país. Por eso, la cultura de la cancelación arremete contra todo lo ruso. Lo
que puede parecer una locura, un proceder irracional o poco político, en
realidad está muy bien delimitado y tiene un impacto: ¿quién va a creerle a
Moscú que la OTAN crea virus a partir de cepas de animales, cuando todo el
mundo dice que Rusia es lo peor y no hay que oírla?
El
mundo cultural se dirime hoy en un sistema de castigos y de recompensas
globales, que está bajo el control del poder corporativo transnacional. La
periodista que apareció en una cadena rusa en vivo con un cartel en contra de
la guerra en Ucrania y denunciando a Putin, recibió un puesto de trabajo en uno
de los medios alemanes más prestigiosos. Sin embargo, cualquiera que hoy en
twitter comparta información que no se alinee con Occidente puede sufrir
suspensiones. Asimismo, medios como RT y Sputnik reciben constantes ataques,
hackeos, bloqueos y campañas de desacreditación. Todo lo que se había previsto
en torno a la dictadura del pensamiento, denunciada por Assange, está
aconteciendo y por cierto la extradición de dicho periodista a los Estados
Unidos puede ser en cualquier momento, noticia invisibilizada por la crisis de
Ucrania. A Assange le piden 175 años de cárcel por develar videos con ataques a
civiles en Irak por parte de la OTAN, sin embargo no hay ninguna comisión de la
ONU diciendo que los directivos de esta organización son criminales de guerra.
La
Rand Corporation es una entidad globalista, su dinero proviene de grandes
fortunas que conforman el verdadero gobierno del mundo o sea mayormente
empresarios y accionistas del poder financiero. Sus intereses se mezclan con
las ansias de esas personas por manejar los recursos, imponer una determinada
geopolítica. En realidad, estamos ante la crisis del Occidente
euronorteamericano y no se sabe cómo pudiera terminar, pues el Imperio da
patadas de ahogado e intenta con estos planes reeditar el éxito neoliberal de
1991. ¿Qué está en juego con el mantenimiento de la misma geopolítica posterior
a 1945? El dólar, moneda que es la base del poder ficticio de los Estados
Unidos, que le permite comprar materias primas y productos a cambio de papel
entintado. Si la Casa Blanca pierde su poder global, todo el conglomerado
especulativo financiero se va abajo, pero además, el nivel de vida del
norteamericano medio se esfuma y se genera una crisis de desunión hacia el
interior de los Estados que conforman el sistema federativo. En la lucha por
prolongar su existencia, los norteamericanos y sus aliados europeos han creado
este tipo de planes que incluyen desde la guerra tal y como se le conoce, hasta
crisis culturales, armas biológicas, pandemias y cuarentenas globales. El caos
beneficia a quien intenta respirar un poco más de tiempo los aires del poder,
ya que todo el sistema simbólico, diplomático y financiero sigue del lado
occidental. Por ahora.
El
aislamiento de Rusia y por ende de China pudiera hacer que la potencia asiática
radicalice sus mecanismos económicos y cree su propio sistema de pago,
obligando a los europeos a elegir entre Beijing y los Estados Unidos. De hecho,
el fortalecimiento de la OTAN y de los presupuestos de defensa en Occidente
obedece a la directriz de la Casa Blanca de revitalizar la guerra fría, ya que
Washington pierde el enfrentamiento económico y la organización militar
atlantista es el único mecanismo que puede sostener el viejo orden mundial pro
norteamericano. Pero un sistema de pago a la china pudiera eliminar el dólar y
precipitar el fin del Imperio. A su vez, ello sería causa de una tercera guerra
mundial, la cual pareciera echar su sombra a cada rato sobre nuestra
civilización. Y es que Occidente no está dispuesto a perder su dominio de más
de 500 años sobre el mundo, desde que se conquistara América.
La
guerra en Ucrania es un intento por mantener el orden del dólar y el globalismo
de 1991 o sea el llamado fin de la historia en el cual el mercado y la apertura
de fronteras al gran capital marcaban una era de dominio total estadunidense.
Los laboratorios biológicos, por cierto a los cuales está vinculado Hunter
Biden (hijo del presidente), son otro capítulo más dentro de esta lógica, que
nos acaba de imponer una pandemia global, de la cual las empresas sacaron
rédito y que ahora viene con la hipótesis de conflicto de una URSS revivida en
la figura de Putin. La Rand Corporation, como tanque pensante que es, ha
dispuesto todos los elementos para alargar la agonía del dólar. Quizás Estados
Unidos esté haciendo sus cálculos como ya sucedió en los años 80 del siglo XX
con Japón, que finalmente no pudo cuestionar la hegemonía de la Casa Blanca y
quedó atrás cuando los norteamericanos lanzaron Internet como un nuevo espacio
geopolítico y de mercado, cultural y de guerra mediática. Pero Japón formaba
parte de la égida de Washington desde 1945, mientras que Rusia y China lograron
una alianza que supera el contrapoder que fuera la URSS, sobre todo porque las
potencias euroasiáticas sí forman parte del sistema mundo y sacarlas va a tener
un costo destructivo para Occidente, por la precarización de las condiciones de
vida de los pueblos de Europa.
Más allá de Ucrania, el conflicto global hunde sus raíces en causales
civilizatorias, culturales, geopolíticas, globalistas y de contrapoder. Lo sabe
la Rand, que dicho sea de paso es una ramificación de la CIA, lo saben los que
proyectan una red de laboratorios para una guerra mundial biológica. La
humanidad está en un periodo de tránsito entre una y otra etapa y pudiera ser
que en ese ínterin desaparezca. Los intereses y los dogmas políticos, la falta
de transparencia de la democracia y la inoperancia de los organismos
internacionales frente a agendas determinadas; pueden hundir de manera
definitiva la esperanza de un entendimiento.
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