La
invasión rusa de Ucrania supone un fracaso de las llamadas a la moderación de
China y es contraria a los pilares básicos de su política exterior. Ucrania
pone muy a prueba el entendimiento estratégico Moscú-Beijing.
La embarazosa equidistancia china ante la invasión de Ucrania
El Viejo Topo
3 marzo, 2022
El agravamiento
de la crisis en torno a Ucrania con la invasión rusa supone un fracaso de los
envites a la moderación efectuados por parte de China. Cierto que, en esta
ocasión, Beijing se ha mostrado más cercano a las tesis del Kremlin, dando
pábulo a su reclamo de que la seguridad debe ser indivisible, culpando a
Washington de desestabilizar la zona y a los países occidentales en general de
desinterés en la aplicación efectiva de los acuerdos de Minsk.
En la cumbre
mantenida por Vladimir Putin y Xi Jinping en los JJOO de Invierno se evidenció
un acercamiento estratégico importante partiendo de la premisa compartida de la
condena de la expansión de la OTAN. ¿Cuánto pudo influir este contexto
bilateral en la decisión final de Putin? ¿Ya entonces había decidido invadir?
¿Supuso un espaldarazo a la invasión? …
Aun ahora,
cuando la invasión es ya un hecho consumado, la portavoz del Ministerio de
Relaciones Exteriores Hua Chunying ha puesto el acento en la condena expresa de
EEUU como el culpable de la crisis por azuzar las tensiones. Y es que para
China, esa dinámica en Europa no es ajena a la que vive en Asia-Pacífico:
la activación del QUAD, la creación del AUKUS y la nueva estrategia anunciada
por la Administración Biden para el Indo-Pacífico, que incluye la definición de
China como el “principal desafío regional”, y, subsiguientemente, la firme
apuesta por lo que califica de políticas de “asedio y contención”. Cuando las
barbas de tu vecino veas cortar….. Moscú y Beijing comparten el mismo interés
de alejar a EEUU de su entorno inmediato.
Pero la acción
rusa, para China, resulta muy incómoda. En primer lugar, Beijing proclama el
respeto a la soberanía e integridad territorial como pilares básicos de su
política exterior. No reconoció la anexión de Crimea en 2014 ni tampoco
reconocerá las de Donetsk y Lugansk, de llegar a confirmarse. Su temor es que
un paso en falso en este terreno pueda justificar algún día que las potencias
occidentales opten por el reconocimiento de Taiwán como un país soberano.
China procurará
mantener la calma, reproduciendo los llamamientos al diálogo y el cese de
hostilidades, sin condenar ni apoyar abiertamente el desarrollo de los
acontecimientos. En una situación muy incómoda, a Beijing le inquieta
especialmente que se le vea como un mero comparsa de Moscú y procurará tomar
distancia. No tomando partido desde luego, cosa que no será tan fácil como en
la crisis de 2014, especialmente en el orden del auxilio que pueda prestar a
Rusia para compensar las duras sanciones por llegar de Occidente.
Una de sus
mayores preocupaciones es como impactará en sus relaciones con la UE, que lleva
meses intentando reconducir. Se ha hablado mucho de la torpeza estratégica de
Washington de confrontar a la vez con Rusia y China pero lo acontecido también
acentuará la alianza occidental, que a China le gustaría diluir. En una
reciente conversación con E. Macron, al frente de la presidencia rotatoria de
la UE, Xi, con alabanzas al formato de Normandía (Alemania, Francia, Rusia,
Ucrania) como vía para hallan una solución política y global a la crisis,
instaba en paralelo a impulsar una agenda positiva que incluyera avanzar en la
ratificación del acuerdo de inversiones, que sigue en el alero. Y seguirá.
China, por
tanto, camina sobre la cuerda floja. La hipotética alegría de que esta crisis
puede desviar la atención de sus diferendos con EEUU, pasando Rusia a primer
plano, puede ser efímera si de ella resulta un fortalecimiento de la
determinación del mundo occidental contra sus rivales.
La prueba del
algodón será la actitud ante las sanciones. Cabe imaginar que China no las
desafiará y que opte por alternativas que no supongan un enfrentamiento
directo, con medidas que mitiguen el impacto de aquellas, quizá recurriendo a
las compras energéticas, que es la principal fuente de riqueza de Moscú.
Pero cuanto más
se caliente el conflicto en Ucrania, más difícil será para China caminar sobre
el filo de la navaja. Las ventajas estratégicas de esta crisis son limitadas y
podrían traducirse en dolorosas pérdidas de ponerse abiertamente a favor de
Putin contra Occidente. El riesgo de ampliar la brecha con los países
occidentales es cada vez más alto y la única posibilidad de conjurar esa
tendencia sería que las reservas existentes respecto a las acciones de Putin se
plasmaran en un distanciamiento que le ayudara a recomponer su imagen global.
Por eso también, Ucrania pone muy a prueba el entendimiento estratégico
Moscú-Beijing.
Publicado en el Observatorio de la Política
China.
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