Federico Engels, por Lenin
DIARIO OCTUBRE / 31.07.2021
Marx y Engels
fueron los primeros en demostrar que la clase obrera con sus reivindicaciones
surge necesariamente del sistema económico actual, que, con la burguesía, crea
inevitablemente y organiza al proletariado. Demostraron que la humanidad se
verá liberada de las calamidades que la azotan no por los esfuerzos bien
intencionados de algunas que otras nobles personalidades, sino por medio de la
lucha de clase del proletariado organizado.
Marx y Engels
fueron los primeros en dejar sentado en sus obras científicas que el socialismo
no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable
del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea.
Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, la
sucesión en el dominio y en las victorias de unas clases sociales sobre otras.
Y esto ha de continuar hasta que no desaparezcan las bases de la lucha de
clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social
caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas,
por lo que la lucha de clase consciente de los obreros organizados debe ser
dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.
Estos conceptos
de Marx y de Engels los ha hecho suyos en nuestros días todo el proletariado en
lucha por su emancipación. Pero cuando los dos amigos, en la década de 1840,
participaban en la literatura socialista y en los movimientos sociales de aquel
tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había
muchos hombres con talento y otros sin talento, muchos honrados y otros
deshonestos, que, en el ardor de la lucha por la libertad política, en la lucha
contra la autocracia de los monarcas, de la policía y del clero, no percibían
el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del
proletariado.
Estos hombres
ni siquiera admitían la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social
independiente. Por otra parte, ha habido muchos soñadores, algunas veces
geniales, que creían que bastaba tan sólo convencer a los gobernantes y a las
clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que
resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general.
Soñaban con un
socialismo que triunfara sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de
aquella época y, en general, los amigos de la clase obrera no veían en el
proletariado más que una llaga y contemplaban con horror cómo, a la par que
crecía la industria, crecía también esta llaga. Por eso todos ellos pensaban en
el modo de detener el desarrollo de la industria y del proletariado, de parar
«el carro de la historia».
Contrariamente
al temor general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban
todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico de éste. Cuantos más
proletarios haya tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y tanto
más próximo y posible será el socialismo. De expresar en pocas palabras los
méritos de Marx y Engels ante la clase obrera, podría decirse que enseñaron a
la clase obrera a tener conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron
los ensueños por la ciencia.
He aquí por qué
el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos por todo obrero; he aquí el
motivo de que insertemos en nuestra recopilación, que, como todo lo que
editamos, tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros
rusos, un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los
dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.
Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de
Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, Engels, por motivos familiares, se
vio obligado, antes de terminar el liceo, a colocarse como dependiente en una
casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse de su
capacitación científica y política. Siendo todavía alumno del liceo, Engels llegó
a odiar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios gubernamentales.
El estudio de la filosofía lo llevó aún más lejos. En aquella época, en la
filosofía alemana predominaba la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo
partidario.
A pesar de que
el propio Hegel era admirador del Estado autocrático prusiano, a cuyo servicio
se hallaba en calidad de profesor de la Universidad de Berlín, la doctrina de
Hegel era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos
de ésta y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual en el
mundo transcurre un proceso constante de cambio y desarrollo, indujeron a los
discípulos del profesor berlinés que no querían resignarse a la realidad a la
idea de que también la lucha contra la realidad, la lucha contra la injusticia
existente y el mal reinante tiene sus raíces en la ley universal del desarrollo
perpetuo.
Si todo en el mundo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras,
¿por qué han de perdurar eternamente la autocracia del rey prusiano o del zar
ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la enorme
mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel
hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista.
Del desarrollo
del espíritu deducía el desarrollo de la naturaleza, el del hombre y el de las
relaciones entre los hombres, el de las relaciones sociales. Marx y Engels,
conservando la idea de Hegel del perpetuo proceso de desarrollo, rechazaron su
preconcebida concepción idealista; analizando la vida real, vieron que no es el
desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la naturaleza, sino, a
la inversa, que el espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la
materia. Contrariamente a Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran
materialistas.
Enfocando el
mundo y la humanidad desde el punto de vista materialista, vieron que, lo mismo
que todos los fenómenos de la naturaleza tienen por base causas materiales, así
también el desarrollo de la sociedad humana está condicionado por el desarrollo
de las fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de las
fuerzas productivas dependen las relaciones en que se colocan los hombres entre
sí en el proceso de producción de los objetos indispensables para la
satisfacción de las necesidades humanas. Y en dichas relaciones está la clave
que permite explicar todos los fenómenos de la vida social, los anhelos del
hombre, sus ideas y sus leyes.
El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero vemos ahora también cómo este mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja de la propiedad a la mayoría de los hombres para concentrarla en manos de una insignificante minoría; destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada en la realización del socialismo e inculcar a esta fuerza la conciencia de sus intereses y de su misión histórica.
Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en el centro
de la industria inglesa, en Manchester, adonde se trasladó en 1842, como
empleado de una firma comercial de la que su padre era uno de los accionistas.
Allí Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que
anduvo por los barrios inmundos en los que se albergaban los obreros y comprobó
con sus propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban.
No
conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó todo lo que se había
escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió
minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como
resultado de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La
situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya hemos señalado más arriba en qué
consiste el mérito principal de Engels como autor de dicho libro.
Es cierto que
también con anterioridad a Engels -fueron muchos los que describieron los
padecimientos del proletariado e indicaron la necesidad de ayudar a éste-, pero
Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no sólo constituye una clase
que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica en que se
encuentra lo impulsa inconteniblemente hacia adelante y lo obliga a luchar por
su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo.
El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los
trabajadores a la conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo.
Por otra parte
el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza cuando se convierta en el
objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas
fundamentales de la obra de Engels sobre la situación de la clase obrera en
Inglaterra, ideas aceptadas ahora por todo el proletariado que piensa y lucha,
pero que entonces eran completamente nuevas.
Estas ideas fueron
expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno de los cuadros más auténticos
y patéticos en los que se mostraban las calamidades del proletariado inglés.
Era un libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la
burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron
a citar la obra de Engels como el cuadro que mejor representaba la situación
del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845 ni después
apareció una descripción tan brillante y veraz de las calamidades sufridas por
la clase obrera.
Engels se hizo
socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de Manchester se puso en
contacto con los militantes del movimiento obrero inglés existente en aquel
entonces y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En
1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció a Marx, con quien ya
mantenía correspondencia. Estando en París, Marx, bajo la influencia de los
socialistas franceses y de la vida en Francia, también se hizo socialista. En
la capital de Francia los dos amigos escribieron juntos su obra La sagrada
familia o crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte
por Marx y que apareció un año antes de La situación de la clase obrera en
Inglaterra, contiene las bases del socialismo revolucionario-materialista,
cuyas ideas principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un
nombre burlón dado a los filósofos hermanos Bauer y a sus secuaces.
Estos señores
predicaban una crítica que estaba por encima de toda realidad, por encima de
los partidos y de la política, que negaba toda actuación práctica y sólo
contemplaba «críticamente» el mundo circundante y los sucesos que ocurrían en
él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado de masa
carente de sentido crítico. Marx y Engels se enfrentaron enérgicamente con esta
tendencia absurda y nociva.
En nombre de la
verdadera personalidad humana, la del obrero, pisoteado por las clases
dominantes y por el Estado, Marx y Engels exigían no la contemplación, sino la
lucha por un orden social, mejor. Y veían, naturalmente, que la fuerza capaz de
librar esta lucha, en la que estaba interesada, era el proletariado. Ya antes
de la aparición de La sagrada familia, Engels había publicado en la revista
Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico sobre la
economía política, en el que analizaba desde el punto de vista socialista los
fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia
inevitable de la dominación de la propiedad privada. Su relación con Engels
contribuyó sin duda a que Marx se decidiera a ocuparse del estudio de la
economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una revolución.
Desde 1845 a
1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos
con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas
ciudades. Allí Engels y Marx se relacionaron con una asociación clandestina
alemana, la «Liga de los Comunistas», que les encargó que expusiesen los
principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el
famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, que vio la luz en el
año 1848. Este pequeño libro vale por tomos enteros: su espíritu da vida y
movimiento, hasta hoy día, a todo el proletariado organizado y combatiente del
mundo civilizado.
La revolución
de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de
la Europa Occidental, permitió a Marx y a Engels regresar a su patria. Allí, en
la Prusia renana, asumieron la dirección de la Nueva Gaceta del Rin, periódico
democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos constituían el
alma de todas las tendencias democráticas revolucionarias de la Prusia renana.
Ellos defendieron hasta la última posibilidad los intereses del pueblo y de la
libertad contra las fuerzas reaccionarias. Como es sabido, las fuerzas
reaccionarias vencieron, la Nueva Gaceta del Rin fue suspendida, y Marx, que
mientras se hallaba en la emigración había sido privado de los derechos de
súbdito prusiano, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, después de
participar en la insurrección armada del pueblo y combatir en tres batallas en
pro de la libertad, huyó a Londres, a través de Suiza, una vez derrotados los
insurgentes.
A Londres vino
a establecerse también Marx. Engels no tardó en colocarse de nuevo en la misma
casa de comercio de Manchester, de la que había sido empleado en la década de
1840, Y más tarde se hizo socio suyo, Hasta 1870, Engels vivió en Manchester y
Marx, en Londres, lo que no fue óbice para que siguieran en el más íntimo
contacto espiritual, manteniendo correspondencia casi a diario.
En esta
correspondencia los dos amigos intercambiaban sus ideas y conocimientos,
continuando la elaboración en común de la doctrina del socialismo científico.
En 1870, Engels se trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx,
continuaron su vida intelectual conjunta, una vida llena de intensísimo
trabajo. Su resultado fue, por parte de Marx, El Capital, la obra más grande
sobre economía política de nuestro siglo, y, por parte de Engels, toda una
serie de obras grandes y pequeñas.
Marx trabajó en
el análisis de los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels, en
sus trabajos, escritos en un lenguaje muy ameno, muchas veces en forma de
polémica, enfocó los problemas científicos más generales y los diversos
fenómenos del pasado y del presente en el sentido de la concepción materialista
de la historia y de la doctrina económica de Marx.
De estos trabajos
de Engels citaremos: la obra polémica contra Dühring (en ella el autor analiza
los problemas más importantes de la filosofía, de las ciencias naturales y de
la sociología); El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
(traducida al ruso y editada en Petersburgo, 3a ed. de 1895); Ludwig Feuerbach
(traducción al ruso y notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892); un artículo sobre
la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en
Sotsial-Demokrat, núms. 1 y 2, en Ginebra), sus magníficos artículos sobre el
problema de la vivienda y, finalmente, dos artículos, pequeños pero muy
valiosos, sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia,
traducido al ruso por V. Zasúlich, Ginebra, 1894).
Marx murió sin
haber logrado dar definitivo remate a su grandiosa obra sobre el capital. Sin
embargo, esta obra estaba terminada en borrador, y Engels, después de la muerte
de su amigo, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los tomos segundo
y tercero de El Capital. En 1885 editó el segundo y en 1894 el tercer tomo (el
cuarto tomo ya no alcanzó a redactarlo). Estos dos tomos le exigieron muchísimo
trabajo. El socialdemócrata austríaco Adler observó con razón que, con la
edición del segundo y tercer tomos de El Capital, Engels erigió a su genial
amigo un monumento majestuoso en el que, involuntariamente, había grabado
también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, dichos tomos de El
Capital son obra de ambos, de Marx y de Engels. Las leyendas de la antigüedad
nos demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad.
El proletariado
europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y
luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas
antiguas sobre la amistad entre los hombres. Engels siempre, y en general con
toda justicia, se posponía a Marx. «Al lado de Marx -escribió en una ocasión a
un viejo amigo suyo- me correspondió el papel de segundo violín”. Su cariño
hacia Marx mientras éste vivió y su veneración a la memoria del amigo muerto
fueron infinitos.
Engels, el luchador austero y pensador profundo, era hombre de una gran
ternura. Después del movimiento de 1848-49, Marx y Engels, en el exilio, no se
dedicaron únicamente a la labor científica. Marx creó en 1864 la «Asociación
Internacional de los Trabajadores», que dirigió durante todo un decenio.
También Engels
participó activamente en sus tareas. La actividad de esta «Asociación
Internacional» que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de
todos los países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento
obrero. Pero, incluso después de haber sido disuelta dicha asociación, en la
década de 1870, el papel de Marx y de Engels como unificadores de la clase
obrera no cesó.
Por el contrario,
puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento
obrero seguía creciendo constantemente, porque el propio movimiento continuaba
desarrollándose sin cesar. Después de la muerte de Marx, Engels, solo, siguió
siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos.
A él acudían en
busca de consejos y directivas tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas, a
pesar de las persecuciones gubernamentales, iban constante y rápidamente en
aumento, como los representantes de países atrasados, por ejemplo, españoles,
rumanos, rusos, que se veían en el trance de meditar y medir con toda cautela
sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de
conocimientos y experiencias del viejo Engels.
Marx y Engels,
que conocían la lengua rusa y leían libros en ruso, se interesaban vivamente
por Rusia, seguían con simpatía el movimiento revolucionario de nuestro país y
mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Ambos eran ya demócratas antes
de hacerse socialistas y tenían profundamente arraigado el sentimiento
democrático de odio a la arbitrariedad política.
Este
sentimiento político innato, a la par que la profunda comprensión teórica del
nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así
como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran
extraordinariamente sensibles precisamente en el sentido político.
Por lo mismo,
la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios rusos contra el
poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos revolucionarios
probados la simpatía más viva. Y a la inversa, era natural que el intento de
volver la espalda a la tarea inmediata y más importante de los socialistas
rusos -la conquista de la libertad política-, en aras de supuestas ventajas
económicas, les pareciese sospechoso e incluso fuese considerado por ellos como
una traición a la gran causa de la revolución social. «La emancipación del
proletariado debe ser obra del proletariado mismo», nos enseñaron siempre Marx
y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe
conquistar ciertos derechos políticos.
Además, Marx y
Engels vieron con toda claridad que la revolución política en Rusia tendría
también una enorme importancia para el movimiento obrero de la Europa
Occidental.
La Rusia
autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La
situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la
guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y
Francia, naturalmente, no hizo más que aumentar la importancia de la Rusia
autocrática como fuerza reaccionaria.
Únicamente una Rusia libre, que no tuviese necesidad de oprimir a los polacos,
finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar
continuamente una contra otra a Francia y Alemania, daría a la Europa
contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras,
debilitaría a todos los elementos reaccionarios de Europa y aumentaría las
fuerzas de la clase obrera europea.
Por lo mismo,
Engels, teniendo también en cuenta los intereses del movimiento obrero del
Occidente, abogó calurosamente por la implantación de la libertad política en
Rusia.
Los revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus amigos.
¡Memoria eterna
a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!
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Fuente: Selección de textos, Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir
I. Lenin, Volumen 1, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972, pág. 57.
FUENTE: periodicolibertad.org
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