O lo uno, o lo otro: Rosa Luxemburg y el internacionalismo
La paz mundial
no puede garantizarse con planes tan utópicos o básicamente reaccionarios como
los tribunales de arbitraje internacionales compuestos por diplomáticos
capitalistas, tratados de desarme…, federaciones
europeas, uniones aduaneras centroeuropeas, Estados nacionales
tampón y cosas por el estilo. El imperialismo, el militarismo y las
guerras no desaparecerán ni se condenarán mientras se mantenga intacta la
dominación de las clases capitalistas
Kaosenlared
5 Ago, 2021
En muchos momentos de su larga
historia, el movimiento obrero ha tenido que optar: o bien apoyar el
nacionalismo, la defensa nacional y la guerra, o bien luchar
por el internacionalismo: Proletarios de todos los países, ¡uníos! Esta
elección trascendental ha determinado el curso de la historia en muchos
momentos decisivos.
Pocas figuras del movimiento
socialista han estado tan comprometidas con el programa internacionalista como
Rosa Luxemburg. Era judía, polaca y alemana, pero su única matria fue
la Internacional Socialista. Es cierto, sin embargo, que este internacionalismo
radical le llevó a adoptar posiciones cuestionables sobre la cuestión nacional.
Por ejemplo, con respecto a Polonia, su país natal, no solo se opuso al
llamamiento a la independencia nacional polaca, planteado por los socialpatriotas del
Partido Socialista Polaco de Józef Piłsudski, sino que también rechazó el apoyo
de los bolcheviques al derecho de autodeterminación de Polonia (incluido el
derecho a separarse de Rusia).
Hasta 1914 basó sus puntos de
vista en argumentos economicistas: dado que la economía polaca ya
estaba integrada en la rusa, la independencia de Polonia era una reivindicación
puramente utópica, compartida únicamente por sectores aristocráticos
reaccionarios o pequeñoburgueses. Asimismo concibió las naciones como fenómenos
fundamentalmente culturales, proponiendo por ello la autonomía
cultural como solución a las demandas nacionales. Su enfoque adolece
precisamente de la dimensión política de la cuestión nacional,
resaltada en los escritos de Vladimir Lenin sobre la cuestión: el derecho
democrático de autodeterminación.
Sin embargo, en un artículo,
al menos, abordó la cuestión de una manera mucho más abierta y dialéctica: la
introducción de 1905 a la recopilación La cuestión polaca y el
movimiento socialista. En este ensayo establece una cuidadosa
distinción entre el derecho legítimo de toda nación a la independencia ‒“que se desprende de los principios elementales del
socialismo”‒ y la deseabilidad de esta independencia
para Polonia, que ella niega. Insiste asimismo en que la opresión nacional es
“la opresión más insoportable por su barbaridad” y solo puede provocar
“hostilidad y rebelión”/1. No obstante, algunos años después, en su cuaderno de
notas de 1918 sobre la Revolución Rusa ‒que contiene críticas muy válidas a las restricciones a la
democracia y la libertad por parte de los bolcheviques‒, vuelve a rechazar toda referencia al derecho de
autodeterminación de las naciones, tachándola de “fraseología pequeñoburguesa
vacía”/2.
La mayoría de comentarios
sobre el internacionalismo de Rosa Luxemburg ‒incluidos algunos escritos del autor de estas líneas‒ abordan principalmente, y a veces exclusivamente, sus tesis
cuestionables sobre los derechos nacionales. Lo que se echa en falta en este
terreno, sin embargo, es el lado positivo de su punto de
vista: su destacada contribución a la concepción marxista del internacionalismo
proletario y su rechazo obstinado de cualquier concesión a las ideologías
nacionalistas y chovinistas. En las páginas siguientes trataré de resumir
brevemente esta contribución.
Georg Lukács, en su capítulo
sobre “El marxismo de Rosa Luxemburg” de Historia y conciencia de
clase (1923), alega que la categoría dialéctica de totalidad es “la
verdadera portadora del principio revolucionario en la ciencia”/3. Para él, los
escritos de Luxemburg, especialmente La acumulación de capital (1913),
eran buenos ejemplos de este enfoque dialéctico. Pero cabe decir lo mismo de su
internacionalismo: ella analizaba, comentaba y juzgaba todas las cuestiones
sociales y políticas desde el punto de vista de la totalidad, es decir, desde
la perspectiva de los intereses del movimiento obrero internacional. Esta
totalidad dialéctica no era una abstracción, un universalismo vacío, o un
conglomerado de seres indiferenciados; en efecto, Luxemburg sabía muy bien que
el proletariado internacional era una pluralidad humana compuesta de gente que
tenía sus propias culturas, lenguas e historias; sus condiciones de vida y de
trabajo también eran muy distintas. En La acumulación de capital hay
una larga descripción del trabajo forzoso en las minas y plantaciones de
Sudáfrica: nada equivalente podía encontrarse en fábricas alemanas. Pero esta
diversidad, dice, no debería ser un obstáculo a la acción común. En otras
palabras, para ella, al igual que para Marx y Engels, el internacionalismo
significaba Proletarier aller Länder, vereinigt euch!, la unidad de
la clase trabajadora de todos los países contra su enemigo común: el sistema
capitalista, el imperialismo, las guerras imperialistas.
Por eso Luxemburg rechazó,
poco después de su traslado a Alemania y su adhesión a las filas del Partido
Socialdemócrata (SPD), toda concesión al militarismo, a los créditos de guerra,
a las expediciones navales, etcétera. Mientras que el ala derecha
socialdemócrata ‒incluidos Wolfgang Heine y Max Schippel‒ eran propensos a negociar acuerdos con el gobierno del
káiser sobre estas cuestiones, ella denunció abiertamente tales capitulaciones,
supuestamente justificadas por la “necesidad de crear puestos de trabajo”. El
historiador Peter Nettl, en su biografía ‒útil, aunque limitada‒ de Luxemburg, se equivoca totalmente cuando considera que su
oposición internacionalista a tales concesiones era un “ejercicio fútil y
formal”, basado en la creencia de que el desempleo es un estímulo necesario
para la lucha de clases/4.
Para Luxemburg, el
internacionalismo no se limitaba, como pensaban tantos otros
socialistas de su época, a los países europeos. Desde muy temprano, antes que
la mayoría de los demás líderes socialistas, se opuso activamente a las
políticas coloniales de los Estados imperiales europeos, y no ocultó sus
simpatías por las luchas de los pueblos coloniales. Esto incluía, por supuesto,
las guerras coloniales de Alemania en África, como la represión brutal de la
revuelta del pueblo herero en África del Sudoeste (1904). En un discurso
público de junio de 1911, explicó: “Los hereros son un pueblo negro que vive
desde hace siglos en su tierra… Su crimen fue resistirse a los
esclavistas blancos… y defender su tierra (Heimat) contra los invasores
extranjeros… En esta guerra, las armas alemanas también se cubrieron de gloria…
Mataron a los hombres, y las mujeres y menores… fueron empujadas al desierto
ardiente/5.
En un escrito de 1902, Martinique,
denuncia los crímenes del colonialismo occidental en las Antillas, Madagascar,
Filipinas y, sobre todo, en China, donde Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania
“se unieron en una gran liga de naciones” para asesinar y saquear el país. No
olvida el imperialismo estadounidense, recordando cómo el “Senado de la caña de
azúcar” en Washington envió “un cañón detrás de otro, un buque de guerra detrás
de otro, millones y millones de dólares de oro, a Cuba para sembrar muerte y
devastación”/6.
Al tiempo que condenaba las
pretensiones imperialistas alemanas en el Norte de África ‒el llamado incidente de Marruecos en 1911, cuando Alemania
envió buques de guerra a Agadir‒, calificó el colonialismo francés en Argelia de intento
brutal de imponer la propiedad privada burguesa contra el antiguo comunismo
clánico de las tribus árabes/7. En sus lecciones de economía política en la
escuela de formación del SPD en 1907-1908, destacaba la conexión entre el
comunismo moderno de las masas proletarias de los países capitalistas avanzados
y los “antiguos vestigios comunistas que ofrecen una férrea resistencia en los
países coloniales al avance” de la dominación imperial “hambrienta de
beneficios”/8. Y en su ensayo económico más importante, La acumulación
de capital (1913), explica que la acumulación capitalista a escala
global no solo es una fase temprana, sino un proceso permanente de expropiación
violenta:
La acumulación de capital,
vista como proceso histórico, emplea la fuerza como arma permanente, no solo en
su génesis, sino continuamente hasta el día de hoy. Desde el punto de vista de
las sociedades primitivas implicadas, es una cuestión de vida o muerte; para
ellas no cabe ninguna actitud que no sea de oposición y lucha hasta el final…
De ahí que la permanente ocupación de las colonias por los militares, las
revueltas indígenas y las expediciones punitivas sean el pan de cada día para
cualquier régimen colonial/9.
Eran muy pocos los socialistas
que en aquel entonces no solo denunciaban las expediciones coloniales, sino que
también justificaban la resistencia de los pueblos colonizados y sus
luchas. Esta actitud revela la naturaleza verdaderamente universal del
internacionalismo de Luxemburg, por mucho que, por supuesto, su atención se
centrara en Europa.
Luxemburg vio muy claramente
el creciente peligro de una guerra europea y nunca dejó de denunciar los
preparativos bélicos del gobierno imperial alemán. El 13 de septiembre de 1913
concluyó una charla que daba en Bockenheim, una ciudad próxima a Fráncfort, con
una solemne declaración internacionalista: “Si piensan que vamos a blandir las
armas asesinas contra nuestros hermanos franceses y de otros países,
gritaremos: ‘¡No lo haremos jamás!’” De inmediato la fiscalía la acusó de
“promover públicamente el incumplimiento de la ley”. En el juicio, que tuvo
lugar en febrero de 1914, Luxemburg pronunció un valiente discurso, atacando el
militarismo y la política belicista y citando una resolución de la Conferencia
de Bruselas de 1868 de la Primera Internacional: en caso de guerra, la clase
trabajadora debe declarar una huelga general. El discurso se imprimió en la
prensa socialista y pasó a ser un texto clásico de la literatura antiguerra. La
condenaron a un año de cárcel, pero las autoridades no se atrevieron a
detenerla hasta después del comienzo de la guerra, en 1915/10.
Mientras que muchos otros
socialistas y marxistas en Europa apoyaban a sus propios gobiernos en agosto de
1914, al comienzo de la primera guerra mundial, en nombre de la defensa
de la patria, Luxemburg trató inmediatamente de organizar la oposición
a la guerra imperialista. Sus escritos durante estos cruciales primeros meses
no hacen ninguna concesión a la agresiva ideología patriótica oficial,
al tiempo que desarrollan argumentos cada vez más críticos contra la miserable
traición a los principios del internacionalismo proletario por parte de la
dirección del SPD.
Para explicar lo que su
biógrafo califica de “odio creciente” hacia la política del SPD, Nettl apunta a
un “potente elemento personal”: “la eterna impaciencia y frustración, nunca
superada, de emigrantes como Rosa Luxemburg con los pesados alemanes oficiales”.
Lamentablemente, esta explicación personal no es muy útil,
puesto que, como reconoce el propio Nettl, la oposición a la guerra en el seno
del SPD no se limitaba a emigrantes extranjeros, sino que
incluía a varias figuras genuinamente alemanas, entre ellas a Karl Liebknecht,
Franz Mehring y Clara Zetkin/11.
De hecho, el motivo de la
indignación de Luxemburg ante la capitulación socialpatriótica de agosto de
1914 no era la impaciencia de la emigrante, sino el compromiso de
por vida con el internacionalismo. Encarcelada varias veces por su propaganda
antimilitarista y antinacionalista, resumió su punto de vista, coherente con
sus principios, en un ensayo de 1916 titulado Entweder-oder (O
lo uno, o lo otro), publicado por la Liga Espartaco en forma de panfleto
clandestino: “La patria del proletariado, cuya defensa prima sobre todo lo
demás, es la Internacional Socialista.” Pasó la hora de las medias tintas y las
vacilaciones: ahora tocaba elegir lo uno o lo otro. “O bien la
traición abierta y desvergonzada a la Internacional…, o bien tomar en serio a
la Internacional, de manera que se convierta… en un bastión del proletariado
socialista mundial y de la paz en el mundo/12.”
Dado que la Segunda
Internacional había sucumbido bajo el impacto de lo que Luxemburg calificó
de socialchovinismo ‒sustituyendo el lema Proletarios de todos los países,
¡uníos! por la propuesta Proletarios de todos los países,
¡cortaros el cuello unos a otros!‒, lanzó el llamamiento a constituir una nueva Internacional. En
su propuesta, donde esbozó los principios básicos de esta futura Internacional,
afirmó lo siguiente: “No puede haber socialismo al margen de la solidaridad
internacional del proletariado y no puede haber socialismo sin lucha de clases.
El proletariado socialista no puede renunciar a la lucha de clases ni a la
solidaridad internacional, tanto en la paz como en la guerra, sin cometer
suicidio/13.” Esta era, por supuesto, una respuesta al argumento hipócrita del
influyente teórico Karl Kautsky de que la Internacional era un instrumento para
tiempos de paz, pero por desgracia inadecuado para afrontar una situación de
guerra, una idea que le sirvió de justificación del apoyo a la defensa
nacional de Alemania en 1914.
Entweder-oder incluye una declaración personal en forma de
confesión emotiva de los valores éticos y políticos más queridos de Luxemburg:
“La fraternidad internacional de la clase trabajadora es para mí lo más
eminente y sagrado que hay en la Tierra, es la estrella que me guía, mi ideal,
mi patria; ¡prefiero morir antes que renunciar a este ideal!/14”
Luxemburg resultó ser
profética con sus advertencias contra los males del imperialismo, del
nacionalismo y del militarismo. Una profeta no es alguien que predice milagrosamente
el futuro, sino alguien que, como Amós e Isaías, advierte a la gente de la
catástrofe que se avecina a menos que se actúe colectivamente
para prevenirla. Entre otros pronósticos, advirtió de que siempre habrá nuevas
guerras mientras sigan existiendo el imperialismo y el capitalismo:
La paz mundial no puede
garantizarse con planes tan utópicos o básicamente reaccionarios como los
tribunales de arbitraje internacionales compuestos por diplomáticos
capitalistas, tratados de desarme…, federaciones europeas, uniones
aduaneras centroeuropeas, Estados nacionales tampón y
cosas por el estilo. El imperialismo, el militarismo y las guerras no
desaparecerán ni se condenarán mientras se mantenga intacta la dominación de
las clases capitalistas/15.
Calificó el nacionalismo de
enemigo mortal de la clase obrera y del movimiento socialista y de caldo de
cultivo del militarismo y la guerra. “La tarea inmediata del socialismo”,
escribió en 1916, “será la liberación intelectual del proletariado de la
dominación burguesa que se expresa en la influencia de la ideología
nacionalista/16.” En el Fragmento sobre la guerra, la cuestión nacional
y la revolución (1918) se lamenta del súbito ascenso de movimientos
nacionalistas durante el último año de la guerra: “en el Brocken nacionalista
se celebra hoy la noche de Walpurgis” (en referencia a la
fiesta de las brujas de la mitología germánica). Estos movimientos son de
naturaleza muy diversa, pues algunos son la expresión de clases burguesas menos
desarrolladas (como en los Balcanes), mientras que otros, como el nacionalismo
italiano, son puramente imperiales-coloniales. Esta “explosión mundial actual
de nacionalismos” abarca una colorida variedad de intereses particulares, pero
les une un interés común que se deriva de la situación histórica excepcional
creada por Octubre de 1917: luchar contra la revolución proletaria mundial/17.
Lo que ella entendía por nacionalismo no
era, desde luego, la cultura nacional, o la identidad nacional de distintos
pueblos, sino la ideología que hace de La Nación el valor
político supremo, al que debe supeditarse todo lo demás (“Deutschland über
alles”).
Sus advertencias fueron proféticas,
en la medida en que algunos de los peores crímenes del siglo xx ‒de la primera a la segunda guerra mundial (Auschwitz,
Hiroshima) y después‒ se cometieron en nombre del nacionalismo, de la hegemonía
nacional, de la defensa nacional, del espacio vital para la
nación, etc. El propio estalinismo es producto de una degeneración
nacionalista del Estado soviético, expresada en el lema del socialismo
en un solo país. Se pueden criticar algunas de las posiciones de Luxemburg
en relación con las reivindicaciones nacionales, pero lo cierto es que percibió
los peligros de la política del Estado nacional: conflictos
territoriales, limpieza étnica, opresión de las minorías. Por
supuesto, no pudo predecir genocidios.
Hoy, la cuestión del
internacionalismo ha vuelto a adquirir protagonismo. La globalización del
capital ha impuesto su poder a escala planetaria hasta un grado que no tiene
precedentes en la historia, favoreciendo unos niveles obscenos de desigualdad y
provocando consecuencias catastróficas para el medio ambiente (cambio
climático). A través de sus instituciones –FMI, Banco Mundial, OMC, G-8– ha
logrado crear un bloque unido de las clases capitalistas dominantes en torno al
neoliberalismo y la desregulación. Las clases subalternas van a la zaga, están
fragmentadas y dispersas y carecen de formas eficientes de organización
internacional.
El principal signo de
esperanza es el nuevo movimiento internacional por la justicia global, que
siembra las simientes de una nueva cultura internacionalista. La convergencia
de socialistas, sindicalistas, feministas, ecologistas, gentes trabajadoras y
campesinas, comunidades indígenas, redes de acción directa en la lucha común
contra la globalización empresarial, es decir, capitalista, constituye un paso
adelante importante. El legado de Rosa Luxemburg no puede dar todas las
respuestas, pero sí sugerir algunas lecciones importantes para este movimiento:
- I) El
enemigo no es la globalización, ni simplemente el neoliberalismo,
sino el propio sistema capitalista mundial.
- II)
Mientras prevalezca este sistema habrá nuevas guerras, nuevas
intervenciones imperialistas, nuevas purgas étnicas.
III) La alternativa a la
hegemonía capitalista global no es la soberanía nacional, la
defensa de lo nacional frente a lo global. Es globalizar, o sea,
internacionalizar, la resistencia.
- IV) El
sistema capitalista incuba el nacionalismo, la xenofobia, el racismo, así
como formas fascistas o semifascistas, que suponen un peligro mortal para
la democracia y el socialismo.
- V) La
alternativa a los imperios no es una forma regulada, humanizada,
de capitalismo, sino una nueva civilización mundial socialista y
democrática.
El internacionalismo de Rosa
Luxemburg es particularmente relevante en el siglo xxi para una cuestión que en
su época era prácticamente desconocida: la crisis ecológica. El cambio
climático no conoce fronteras nacionales, es una cuestión global que solo puede
abordarse a escala internacional. Esto lo comprendió bien una improbable
heredera de Luxemburg, la joven Greta Thunberg, que llamó a una exitosa huelga
escolar global que movilizó a millones de jóvenes en todo el mundo.
El cambio climático representa
la mayor amenaza para la vida en la historia de la humanidad. Algunos
gobiernos burgueses (Trump, Bolsonaro) niegan el cambio climático y, en nombre
del interés nacional, promueven enérgicamente los combustibles
fósiles; otros (Europa, EE UU bajo Biden y Canadá) pretenden adoptar
algunas medidas para reducir sus emisiones de carbono, pero sin ningún
resultado efectivo. Todos están comprometidos con las reglas del mercado y de
la acumulación de capital, actuando en función de las necesidades de la competitividad de
sus economías nacionales.
Para parafrasear un conocido
pasaje de Walter Benjamin: o bien activamos los frenos de emergencia
revolucionarios para parar el tren de la civilización industrial capitalista
moderna, o bien este proseguirá su carrera suicida al abismo, la catástrofe
ecológica. En esto también pasó la hora de las medidas tintas. O lo uno, o lo
otro, entweder-oder.
Verano de 2021
https://newpol.org/issue_post/either-or-rosa-luxemburg-and-internationalism/
Traducción: viento sur
* Michael Löwy es director de investigación (emérito) del
Centro Nacional de Investigación Científica de Francia y profesor de la École
des hautes études en sciences sociales.
/1 Rosa Luxemburg, Internationalismus und
Klassenkampf. Die polnischen Schriften, Jürgen Hentze, ed. (Berlín:
Luchterhand, 1971), 192, 217.
/2 Rosa Luxemburg, Die Russische
Revolution (Fráncfort: Europäische Verlaganstalt, [1918] 1963), 60.
/3 Georg Lukács, Geschichte und Klassenbewusstsein.
Studien über marxistische
Dialektik (Berlín: Malik Verlag, 1923), 39.
/4 Peter Nettl, Rosa Luxemburg, Vol. 1
(Londres: Oxford University Press, 1966), 296-297.
/5 Rosa Luxemburg,
“Unser Kampf um die Macht”, en Gesammelte Werke, Vol. 2 (Berlín:
Dietz Verlag, [1911] 1972), 537. La guerra de exterminio de Alemania contra el
pueblo herero se considera ahora en general el primer genocidio del siglo xx.
/6 Rosa Luxemburg, “Martinique”, en Reflections
and Writings, Paul Le Blanc, ed. (Humanity Books, 1999), 125-126.
/7 Rosa Luxemburg, The Accumulation of
Capital (Londres: Routledge, [1913] 1951), 384.
/8 Rosa Luxemburg, “Introduction to Political Economy”,
en The Complete Works of Rosa Luxemburg, Vol. 1, Economic Writings
I, Peter Hudis, ed. (Londres y Nueva York: Verso, [1907–1908] 2014), 163.
/9 Luxemburg, The Accumulation of Capital,
371.
/10 J.P. Nettl, Rosa Luxemburg, ed.
abreviada (Londres: Oxford University Press, 1969), 321-322; Rosa Luxemburg,
“Militarismus, Krieg und Arbeiterklasse. Rede vor der Frankfurter Strafkammer” (24 de
febrero de 1914), en Ausgewählte Reden und Schriften, Vol. 2
(Berlín: Dietz Verlag, 1955), 499.
/11 Nettl, Rosa
Luxemburg, ed. abreviada, 373.
/12 Rosa Luxemburg, “Entweder-Oder”, Ausgewählte
Schriften, Vol. 2 (Berlín: Dietz Verlag, [1916] 1951), 550, 543.
/13 Rosa Luxemburg, “Either-Or”, en Selected
Political Writings, Robert Looker, ed., W.D. Graf, trad. (Londres: Jonathan
Cape, 1972), 225
/14 Luxemburg, Entweder-Oder, 542.
/15 R. Luxemburg, Either-Or, 224.
/16 R. Luxemburg, Either-Or, 226.
/17 R. Luxemburg, “Fragment über Krieg, Nationale Frage
und Revolution” (1918), en Die Russiche Revolution, 82, 85.
.
vientosur.info/o-lo-uno-o-lo-otro-rosa-luxemburg-y-el-internacionalismo/
*++
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