Fernando Buen Abad: Guerrilla semiótica contra modos burgueses para manipular conciencias
Nos urge una guerrilla semiótica de acción directa, por todos los medios, para producir los anticuerpos culturales indispensables que exterminen, en plazos cortos, las influencias tóxicas de los medios y los modos burgueses para manipular conciencias
Diario octubre / 06.01.2021
Fernando Buen Abad.— No se requiere un gran esfuerzo para identificar al
autoritarismo ideológico burgués. Basta y sobra con exhibirles sus
contradicciones y aparecerá, volcánica, una verborrea pagada de sí y exultante
en argumentos de baja estofa, pero escupidos con gran confianza y seguridad.
Todo ello con tonito didáctico y cierta benevolencia dulzona, propia de
aquellos que se compadecen de los seres inferiores y los conducen con «mano
firme», y generosa, por el sendero de sus «razonamientos» univalentes,
frecuentemente improbables y siempre autoritarios. Es metástasis de la
corrupción, el perfil demagógico de empresarios que, «metidos en política»,
adoptan vociferaciones mesiánicas. Y las propagan por todos sus «medios».
Operan como «predicadores» dispuestos a dar por verdad categórica los
eslóganes que memorizan en cualquier almanaque de ferretería. Y a fuerza de
repetir, con aires de grandeza, su colección de palabrerío inflamado, llegan a
creerse «inteligentes». Algunos, incluso, secuestran academias y organizaciones
donde se hacen acompañar por trotamundos demagogos iguales a ellos. Ostentan
títulos académicos y se premian entre sí y con frecuencia. Se creen
«autoridades».
Uno reconoce esos soberbios cuando los mira manotear, desesperadamente,
cualquier sofisma que sirva para no admitir sus equivocaciones. Encaramados en
el reino de las verdades auto-conferidas, no conciben un milímetro de
autocrítica y menos aún la posibilidad de pensar cómo piensan «los otros». Dan
por válidas sus consignas más escleróticas y tiemblan de terror si hubieren de
admitir sus torpezas. Entonces redoblan la «superioridad» de sus «certezas».
Como si no conociesen la duda, decía Borges. Derrochan «imperativos
categóricos» confiados en vencer al oponente a fuerza de imponerle necedades
histriónicas antes que admitir yerros.
También la vida burguesa, cuando se infiltra en la cabeza del proletariado,
suele producir engendros ideológicos patéticos. Produce, por ejemplo, víctimas
reverenciales cuya líbido se explaya repitiendo frases hechas y consignas prefabricadas
para anestesiar la realidad propia en contextos y épocas muy diversos. Las
víctimas aprenden las reglas del opresor: Todo antes que interrogar sus
premisas y sus conclusiones. Todo antes que reconocer las diferencias y las
diversidades. Todo para incensar sus preceptos y sus egos infectados de
mediocridad leguleya. De eso viven las palestras burguesas y de eso aprenden
mucho (a sabiendas o no) sus discípulos. Son ejércitos de la ideología de la
clase dominante en acción cotidiana. Metidos aquí y allá, infiltrados en los
medios y en los modos. Todos van armados, y armadas, con espadas lenguaraces
convencidos de que deben convencernos. Imponernos su autoritarismo de egos y
vendernos su mediocridad maquillada como si fuese un logro civilizatorio.
Son incapaces de razonar con evidencias (de hecho las excluyen o las
tergiversan). Son incapaces (literalmente) de pensar de manera «compleja»,
considerando la integración dinámica de cinco o más variables, cada una de
ellas portadora de vectores de clase en pugna, de historia, de matices y de
identidades no subordinadas a la estrechez de la ideología mercantil, lineal y
rígida como los intereses de la acumulación del capital. Sus razonamientos más
humanos son refritos del vocabulario filantrópico más banal, difundido en
seminarios de autoayuda o coaching empresarial.
Nos urge una guerrilla semiótica de acción directa, por todos los medios,
para producir los anticuerpos culturales indispensables que exterminen, en
plazos cortos, las influencias tóxicas de los medios y los modos burgueses para
manipular conciencias. Al pie de la letra, palabra por palabra. Y además de las
«vacunas culturales emancipadoras», necesitamos organizar las ideas y los
valores producidos en las luchas por liberarnos de la explotación, la pandemia
de los antivalores que nos acomplejan, que nos excluyen, estigmatizan…
Guerrilla semiótica contra las humillaciones burguesas proferidas, contra la
estulticia bajo palabra. No somos lo mismo.
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