Una reflexión sobre el «Sí se puede» en medio de las
negociaciones por los cargos
Insurgente.org
/ 28/06/2019
EDITORIAL.
El grito de «Sí
se puede» sacudió los cimientos casposos y reaccionarios de un país en deuda
con su Historia. Es cierto que así dicho resultaba un compendio de ira
optimista pero quizás también de demasiado genérico. Parecía ideado para
satisfacer a todos, a las personas que entendían que sí se podía contra la
corrupción y las puertas giratorias, y para las que gritaban que sí se podía
contra la monarquía, el capitalismo y la OTAN. Fueron momentos especiales, no
hubo mucho tiempo ni para aclaraciones ni para descartes, así que el eslogan
prendió sin mayor inspecciones. Pasado algún tiempo parece evidente que el «sí
se puede» teníanlos propios marcos, los peros que establece el régimen para no
recibir ni un rasguño.
De esta guisa y
por bajar a la cotidianidad de las negociaciones para formar gobierno, el
sistema ha elaborado una realidad virtual con Unidos Podemos durante estos
años.
Su programa es clara -y demostrablemente socialdemócrata- pero los
altavoces de Falsimedia lo venden como elaborado por una organización radical,
chavista, revolucionaria, hija directa y preferente de Lenin y Bakunin. Nadie,
ni los dirigentes más dirigentes de UP profesan un ideario bolchevique, pero
eso da igual, la etiqueta está puesta. Ni siquiera la presencia en su cúpula de
un general de la OTAN calma a las fieras porque necesitan un algo/alguien donde
justificar el viaje a la derecha a la que han conducido a toda una sociedad
para ellos sentirse sus representantes defendiendo los interese de los de su
clase.
El gobierno que resultara de un consejo de ministros compuesto por PSOE
y UP no sería un gobierno revolucionario, ni superador de estructuras
capitalistas, ni republicano, ni pacifista, ni nada de nada, apenas el «menos
malo», pero igual es negado por los sectores financiero-fácticos que tienen el
poder, lo vaticinan como de la revolución cubana se tratase.
Al «Sí se
puede» habría que, como se dice ahora, darle una vuelta, o al menos que la
socialdemocracia no PSOE se sincere y explique tras su paso por las moquetas
parlamentarias qué se puede y que no.
Quizás, estos días, otro eslogan nacido a
la par tenga mayor credibilidad: «Lo llaman democracia y no lo es».
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