Andalucía ha sufrido
más que el resto la crisis: renta per cápita aún menor, más parados, mayor
riesgo de exclusión, más pobreza energética...
Paisaje
después del austericidio
Rebelión
Ctxt
08.12.2018
La
política de austeridad y ajustes aplicada en la Unión Europea ha ocasionado un
incremento de las desigualdades entre las personas, claro, en favor de los que
tienen más. También ha producido ese incremento entre los países. Y dentro de
estos entre sus diferentes territorios, siempre en la misma dirección. Italia
es el ejemplo máximo de esto, donde el norte rico se ha enriquecido aún más y
el sur pobre se ha empobrecido.
España
es otro ejemplo de esto último, aunque menos acentuado. Hablemos de Andalucía.
Es sobradamente conocido que se trata de la comunidad más extensa de España, la
que cuenta con más población y figura entre las que tienen un nivel de riqueza
más bajo. Lo que posiblemente no se ha hecho notar es que las maldades que ha
traído el austericidio le han afectado de igual forma que a otros países, esto
es, que han aumentado las desigualdades entre sus ciudadanos con menos recursos
y los que más tienen, pero al mismo tiempo, su desigualdad económica y social
con el conjunto de España también se ha acentuado. Sería ingenuo pensar que lo
que ocurre fuera no va a suceder aquí, aplicando las mismas recetas de ajuste y
austeridad.
Comparemos.
En 2008 la renta por habitante era ya claramente más baja en Andalucía que la
media en España: 18.600 euros frente a 24.300 en el conjunto del país. Esa
diferencia se ha acentuado. En Andalucía, 10 años después, la renta per cápita
ha disminuido ligeramente, mientras que en España ha aumentado, muy poco, el 3
por ciento, teniendo en cuenta que el dinero vale ahora un 11 por ciento menos,
pero se ha distanciado de su comunidad más grande. La consecuencia es que la
renta andaluza por persona equivale ahora al 74 por ciento de la española;
antes de la crisis alcanzaba el 77 por ciento.
El
paro está lejos de solucionarse. En España hay ahora un 52 por ciento más
desempleados que al comienzo de 2008. Son 1.350.000 personas más que entonces.
En Andalucía el paro es un 60 por ciento mayor que hace 10 años, 340.000
personas más, lo que sitúa a esta comunidad con un 23 por ciento de la
población desempleada, frente al 15 por ciento de 2008 y frente al 15 por
ciento de paro en España en la actualidad. Ni que decir tiene que son las
mujeres las que padecen un mayor porcentaje de paro: en Andalucía suponen el 27
por ciento. Y aquí de nuevo, las diferencias con el conjunto del Estado se han
acentuado. Son datos del INE, el Instituto Nacional de Estadística. Eurostat,
la oficina de estadísticas europeas ofrece también un dato muy revelador: sólo
el 55 por ciento de los jóvenes, hasta 34 años, que ya no estudian tienen
empleo en Andalucía. Eso quiere decir que la tasa de los que ni estudian ni
trabajan entre la población joven supone el 45 por ciento. Son más, claro está,
que en 2008. En España ese porcentaje de “juventud sin futuro” ha aumentado
incluso más, pero era más bajo al comenzar la crisis y lo sigue siendo. Ahora
supone el 36 por ciento de los jóvenes.
Pero
no es este el único desastre que ha aumentado más en Andalucía que en toda
España. Los sueldos ya eran más bajos que en la media del Estado, pero ahora
esa diferencia se ha agrandado. Los salarios reales, descontando la inflación y
dando al euro la misma capacidad de compra ahora que antes, son en España un
4,6 por ciento más bajos que en 2011, cuando la reforma laboral del PP entró en
juego. En Andalucía, ya con salarios claramente menores que la media española,
han disminuido aún más, el 7,4 por ciento. Claro está, esto no le ha ocurrido a
los beneficios empresariales que en ese periodo aumentaron en Andalucía un 6
por ciento. Para algo tenía que servir la reforma laboral.
Ambas
cosas, paro y bajadas salariales, explican que el riesgo de pobreza y exclusión
social también haya aumentado más en Andalucía desde 2008, cuando la diferencia
ya era notable. En España el 26,6 por ciento de la población está en riesgo de
pobreza o exclusión social, según los criterios de la Unión Europea, con un
incremento de casi el 3 por ciento en esos 10 años. En Andalucía afecta al 37
por ciento de la población, con un aumento de casi el 6 por ciento.
Esto
último ayuda a explicar a su vez cómo en una comunidad mayoritariamente cálida
y luminosa, la pobreza energética sea mayor que en el conjunto de España. El 12
por ciento de los hogares andaluces tiene dificultades para mantener la casa a
la temperatura adecuada, lo que alcanza a casi un millón de personas, frente al
10 por ciento de la población española. Además un 10 por ciento de los hogares
de Andalucía paga con retrasos sus recibos de electricidad o gas, frente al 7
por ciento en todo el país. Más duro es que 220.000 personas carezcan de
suministro energético directamente. Los datos son de un estudio de la
Asociación de Ciencias Ambientales en colaboración con La Caixa.
Tampoco
es ajeno a este empeoramiento generalizado de las condiciones de vida el
elevado número de desahucios. De acuerdo con el INE, entre el final de 2016 y
lo que llevamos de 2018, el número de viviendas sobre las que ha recaído una
ejecución hipotecaria, por no pagar el préstamo, representa el 25 por ciento de
todas las realizadas en España. Un porcentaje muy alto sobre el conjunto, ya
que la población andaluza supone el 18 por ciento de la española.
La
sanidad no se ha librado de los ajustes aplicados por Rajoy, pero en Andalucía
han golpeado más. Se ha reducido el número de médicos del sector público: de
322 por cada 100.000 habitantes en 2008, se bajó a 305 en 2016. En España en
cambio aumentaron algo y llegan a 382. El número de camas hospitalarias también
descendió, pero más en Andalucía y llega a ser la que tiene menos plazas
hospitalarias por habitante.
Andalucía
ha sufrido, y viene sufriendo todavía, los recortes y ajustes que impuso el
austericidio de la Unión Europea y que aplicó en nuestro país el PP con Mariano
Rajoy a la cabeza. Y los ha sufrido más aún que otras zonas de España porque es
una comunidad más vulnerable, por su baja renta y su menor desarrollo
productivo. De hecho, teniendo el 18 por ciento de la población española, su
actividad económica, su PIB, representa únicamente el 13 por ciento del país.
Todo
esto no explica obviamente lo ocurrido en las elecciones autonómicas, pero
ayuda a comprender qué suelo pisamos y reconocer los socavones producidos estos
años. Es posible que gran parte del voto recibido por el partido de extrema
derecha, Vox, o por Ciudadanos venga del rechazo al independentismo catalán o
en algunos sitios a la xenofobia. Pero también es muy posible que la
elevadísima abstención pueda deberse al desapego de un sector de la población
que piensa que contra el austericidio no hay nada que hacer.
Recientemente
he escuchado decir a Susana Díaz en una entrevista en la Cadena SER, tras las
elecciones: “Ahora viene la parte de la política”. Ella se refería a la capacidad
o habilidad de cada partido para negociar cómo se forma el Gobierno en
Andalucía. Es algo muy distinto de lo que yo entiendo por política y de lo que
principalmente puede vincular a los ciudadanos con ella. Se trata de tomar
decisiones que afecten a la vida de la gente y cubran sus necesidades. Política
es hacerlo además con decisión y pensando en los ciudadanos más que en el qué
dirán: mercados, medios de comunicación y opinadores múltiples. Por ejemplo, el
acuerdo entre el Gobierno de Pedro Sánchez y Podemos. Está ya detallado, suma
medidas para reparar los destrozos causados por la crisis, los ajustes y la
pérdida de derechos sociales, como las descritas ahora sobre Andalucía. Era una
cura de urgencia. Y por definición la urgencia no se puede demorar. O se actúa
o habrá que lamentarlo, como ya dije cuando se presentaron esas medidas. Hay
otras comunidades, las de menor renta, con situación parecida a la andaluza.
Cuando se gobierna, el argumento de “no me dejan” es la forma más directa de
invalidarse para ejercer el poder y facilitar que llegue gente como los
ultraderechistas de Vox.
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