Notas en forma de tesis |
Premisa: La forma-tesis tiene la ventaja de la claridad y la desventaja de la simplificación. Cumple un papel: delimitar bien los problemas. La claridad es hoy una necesidad estratégica y no siempre aparece en los escritos que hablan de la defensa de nuestro país. Política es decidir y la estrategia es siempre el modo de ejercer una decisión con respecto a fines y medios. La especificidad de lo político es esto.
1. Definición de fase.
Ninguno de los documentos donde se plasma la estrategia europea y española se atreve a definir la fase. ¿Cuál es el elemento central, el dato de la fase? La gran transición geopolíticacaracterizada por el paso de un mundo unipolar centrado en los EEUU a un mundo multipolar centrado en Asia y en Eurasia. Una transición que ya ha empezado. Estas dos últimas cuestiones son vitales para Europa y serán objeto de disputas político-militares de grandes dimensiones.
La verdad de lo que define el cambio del eje hacia el mundo asiático y el Pacífico tiene una base histórico-social que cambia el modo occidental de ver el mundo. Insisto, el modo occidental de ver el mundo. Lo que está mutando es la centralidad en la economía-mundo capitalista que, después de dos siglos, retorna al eje de la que fue la primera economía de mercado (China) y que fue derrotada por la hegemonía político-militar y la capacidad de fuego del imperialismo anglosajón.
2. El retorno de la trampa de Tucídides: el fin de las teorías de las capacidades.
Todo el debate sobre la llamada revolución en asuntos militares que nos ocupó en los años 80 y 90 terminó con una conclusión: lo importante era una estrategia basada en las capacidades y no en una estrategia fundada en la definición del enemigo. Eso ya no se puede sostener. Insisto, eso es el pasado, ya no define el presente.
Uno de los errores más usuales de académicos y periodistas que comentan la actualidad norteamericana es subvalorar a Donald Trump. Ellos, como una gran parte del establecimiento guiado por Hillary Clinton —seguido religiosamente por los grandes medios españoles— nunca entendieron la historia de EEUU y los cambios en su política internacional, determinados casi siempre, en última instancia, por su situación interna. EEUU se siente perdedor de una globalización que él decretó y que, al final, está situando a China y a su bloque como potencia contrahegemónica con voluntad de convertirse en el eje de recomposición de una economía-mundo en transición. Es el viejo asunto que los historiadores conocen como la trampa de Tucídides: una potencia (China/Atenas) desafía a otra (EEUU /Esparta) y le disputa su hegemonía.
La fase será larga y seguramente cruenta. Cambiará el mundo que conocemos y situará lo político-militar en el centro de las relaciones internacionales. A los viejos problemas se les añadirán otros donde los recursos naturales jugarán un papel central. Las llamadas “guerras híbridas”, los ciberataques y las llamadas noticias falsas son tan viejas como el mundo; tanteos, fijación de posiciones… En definitiva, continuación de la guerra por otros medios. Todo lo demás, literatura y “juegos de estrategia” entre servicios secretos que inauguran una nueva centralidad en esta etapa de transición geopolítica. Para decirlo más claro, la lucha por el relato se convierte en un objetivo político. Un nuevo término lo explica bien: las posverdad.
3. La OTAN: ¿estrategia defensiva?
No entraré en si alguna vez fue una estrategia defensiva. Tiempo habrá. Lo que sí sé es que ya hoy no lo es. La OTAN se configura como un instrumento al servicio de la estrategia de la nueva presidencia norteamericana consistente en defender la hegemonía de EEUU, neutralizar a las potencias emergentes y asegurar un nuevo orden económico funcional a los intereses de un imperio que se niega a dejar de serlo. De facto, se están configurando dos bloques en el sistema-mundo; uno en torno a China, que tiene su base en la Organización de Cooperación de Shanghái, y el otro, la OTAN como centro de articulación que tiende a agrupar a Japón y a Australia. Entiéndaseme bien, son bloques en gestación, heterogéneos y, a veces, conflictuales. Hay una diferencia estructural entre ellos: la OTAN es algo más que un tratado político, es una organización militar con cuarteles dirigidos por una potencia que tiene más de 700 bases en todo el mundo y una capacidad de maniobra en el tiempo y el espacio sin comparación con cualquier otra potencia. Más claro: ahora como antes, hay una desigualdad estructural de fuerzas entre el bloque euroamericano y las demás potencias, incluidas China y Rusia.
4 . Rusia es culpable: noticias del “realismo ofensivo”.
La llegada de John Bolton, así como la salida del ala moderada del gobierno Trump, da muchas pistas sobre la orientación de fondo de la estrategia político-militar norteamericana. Parece evidente que el presidente norteamericano llegó con una idea, digámoslo así, a lo Kissinger: separar a Rusia de China y organizar una respuesta a largo plazo contra el gigante asiático. No le ha sido posible. El establecimiento norteamericano ha cogido la “cuestión rusa” como eje del contrataque a Donald Trump poniéndolo rápidamente contra la pared. Las acusaciones permanentes de haber llegado a la presidencia de la mano de Putin se combinan con una ofensiva mediática contra su entorno especialmente brutal, y tan agresiva que expresa muy bien las divisiones existentes en las élites dominantes estadounidenses. El guion, a mi juicio, tiene que ver con la Gran Bretaña post-brexit que, por cierto, es tan vieja como su política europea: impedir una alianza entre Rusia y la Unión Europea incidiendo en lo que Donald Rumsfeld llamaba la vieja y la nueva Europa. Este es el dato clave; todos los países que hoy tienen frontera en Europa con Rusia fueron forzados a ingresar previamente en la OTAN como condición de su ingreso en la UE. De hecho, las nuevas derechas llegadas al gobierno de estos países hacen de la ”cuestión rusa” el eje de su política externa e interna; autoritarismo, prácticas antidemocráticas y política exterior agresivamente anti rusa van de la mano.
Mencionar el concepto “realismo ofensivo” resulta pertinente. John Mearsheimer (seguramente el más importante teórico de la escuela realista de las relaciones internacionales) acuñó este concepto para explicar la necesidad que tiene una gran potencia de defender su hegemonía en cada momento y situación, adelantándose, previendo la dinámicas de las potencias desafiantes y tomando decisiones con antelación para evitar que el enemigo acabe siendo una alternativa real de poder. La idea sería responder pronto y duramente antes de que sea demasiado tarde. El enemigo real es y será China. Se combate a Rusia para neutralizar y dividir a la UE sometiéndola a una dependencia estratégica en un “teatro de operaciones” secundario pero vital para los intereses estratégicos norteamericanos.
5. La llamada estrategia de defensa europea: entre la autonomía y la subalternidad.
La pregunta decisiva se podría formular así: ¿coinciden los intereses estratégicos de Europa con el mundo anglosajón? Creo que no. No hay contradicciones antagónicas entre Europa y la actual Rusia, basta mirar el mapa y conocer un poco la historia de Rusia para entender que el antiguo país de los zares se siente geopolíticamente acosado, políticamente engañado y obligado a defender intereses que nunca pensó que estarían en cuestión. Un ejemplo que puede ahorrar mucha explicación es Crimea. Hace falta estar ciego, o algo peor, para no ver que Crimea es un elemento geoestratégico decisivo de Rusia. Antes, como ahora, Rusia irá a la guerra por Crimea, eso se sabe con certeza; luego, ¿por qué una y otra vez se ataca a una Rusia que durante toda la década de los 90 fue dirigida en muchos momentos por políticos pronorteamericanos y que pidió más de una vez ingresar en la OTAN? Aquí funciona la ley del “realismo ofensivo”: aprovechar la ventaja del momento, golpear duraderamente a una potencia en sus horas bajas para cumplir la directriz inexorable de una gran potencia como los EEUU que no es otra que impedir el posible surgimiento de potencias que cuestionen su dominio. La Rusia de Putin no ha hecho otra cosa que reconstruir el Estado ruso, restablecer los instrumentos básicos que preserven su seguridad e intentar devolver los golpes desde una estrategia —no hay que olvidarlo— claramente defensiva. A Rusia, en estas condiciones, solo le queda aliarse a fondo con China buscando preservar su seguridad y sus intereses vitales sistemáticamente puestos en cuestión por Occidente.
La estrategia de seguridad europea, la cooperación permanente estructurada así como el plan de acción europeo para la defensa suponen pasos hacia adelante que todavía es difícil conocer cuál será su resultante final. El término “autonomía estratégica” ha sido subrayado como un elemento diferenciador y definitorio de una etapa donde la UE explicitaría sus intereses estratégicos, sus fines y medios, armonizaría sus fuerzas armadas y se dotaría de una base industrial común. La suma de 25 países a esta iniciativa se ve como un éxito –es posible– pero tiene otra cara: la extensión puede terminar impidiendo la profundización. Los países de la Europa del este de la Unión nunca aceptarán una política europea autónoma de la OTAN y que –es la clave– no defina a Rusia como enemigo existencial. A veces da la impresión de que la todopoderosa Alemania es más prisionera de su periferia que dirigente de la misma.
La doctrina oficial es la complementariedad entre la OTAN y la política de defensa europea. Esta posición me parece poco realista porque presupone intereses estratégicos comunes de Europa y EEUU. ¿A Europa le interesa ser aliado de EEUU en su estrategia de impedir el surgimiento de un mundo multipolar? Si es así, ¿qué significa el término autonomía estratégica, la defensa de unas relaciones basadas en la multilateralidad así como el apoyo a las Naciones Unidas y al Derecho Internacional como fundamento?
6. Conclusiones.
Las potencias talasocráticas saben que la clave de su dominio está en impedir la alianza entre los países euroasiáticos, es decir, entre Europa y Rusia. Situar el “teatro de operaciones” de nuevo en Europa cumple un triple objetivo: 1) impedir un sujeto político europeo autónomo en las relaciones internacionales; 2) fomentar la división entre una vieja y decadente Europa y una nueva y fuerte Europa defensora a ultranza del verdadero Occidente, es decir, del vínculo atlántico; 3) asegurar el apoyo europeo y canadiense para el verdadero “teatro de operaciones” que es el Pacífico y tiene como centro impedir que China acabe convirtiéndose en la potencia hegemónica de un mundo multipolar.
Europa debería superar una paradoja que la acosa, al menos, desde el fin de la Unión Soviética y que se podría explicar así: integrados los Estados en la UE, en una plataforma supranacional, son menos, tienen menos influencia y deciden cada vez menos que cuando eran una simple suma de potencias continentales. La UE es, con mucho, la primera economía del mundo, esta última está cambiando sustancialmente y Europa es incapaz de definir una estrategia propia que no sea el seguidismo de la potencia norteamericana. Una línea verdaderamente autónoma debería desconectar selectivamente de una OTAN que acentúa su dependencia de los intereses norteamericanos, tendría que buscar un tratado de paz y colaboración con Rusia definiendo con mucha precisión cuál debería ser su papel en un mundo que cambia aceleradamente. No se trata de una opción teórica sin más, entramos de lleno en la trampa de Tucídides y la guerra –en sus viejas y nuevas acepciones– retornará y cumplirá su papel tradicional: garantizar, en última instancia, el poder de unas potencias en permanente conflicto y competencia.
Una nota final. Se verá que utilizo el término Europa y Unión Europea en diversos contextos. Es consciente. La Unión Europea no es Europa. Intenta serlo, pero no lo ha conseguido aún. Su futuro va a depender de cómo resuelva los dilemas estratégicos de una península (Europa) parte de un continente euroasiático en mutación.
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