lunes, 12 de septiembre de 2016

MARIANO RAJOY, NARANGÉ Y DEMÁS ARTISTAS INVITADOS: EGAÑADNOS MIAJICA MÁS QUE NOS GUSTA Y ES MU GUENO


PODER POLÍTICO Y DEMAGOGIA

Eco Republicano

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La ciencia política, siendo uno de los conocimientos más útiles, necesarios e interesante para la ciudadanía, es también uno de los más ignorados.

Demagogia (del griego δμος -dēmos-, pueblo y γειν -agein-, dirigir) es una estrategia utilizada para conseguir el poder político. Consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda.

La demagogia es frecuentemente asociada con el favorecimiento y la estimulación de las ambiciones y sentimientos de la población, tal como se presentan espontáneamente. Las promesas que suelen realizar los políticos durante las campañas electorales son habitualmente criticadas como demagógicas cuando aparecen como irrealizables.

Los sistemas democráticos modernos, han sido reiteradamente cuestionados atribuyéndoles la condición de sistemas demagógicos debido a la utilización intensiva de técnicas publicitarias características del marketing, a la personalización de las candidaturas, la manipulación de los medios de comunicación de masas postergando el análisis político escrito, y el recurso sistemático a polarizaciones absolutas (bien-mal, desarrollo-atraso, honestidad-corrupción), o conceptos imprecisos (“el cambio”, “la alegría”, “la seguridad”, “la justicia”, “la paz”).

Es habitual que las dictaduras recurran a la consideración de las Repúblicas derrocadas como demagogias para justificar los golpes de estado y la imposición de sistemas no democráticos.

Quienes cometen actos de demagogia son denominados demagogos. Para ello suelen contar con equipos de profesionales que aprovechan particulares situaciones histórico-políticas excepcionales, dirigiéndolas para fines propios, para ganar el apoyo de la población, mediante mecanismos publicitarios, dramáticos y psicológicos.

La demagogia puede ser utilizada también para enfrentar poderes legítimamente constituidos, haciendo valer sus propias demandas inmediatas e incontroladas. En este caso el historiador griego Polibio hablaba más propiamente de oclocracia (gobierno de la muchedumbre) como desvirtuación de la democracia (gobierno del pueblo). En este sentido, pensadores como Michael Hardt Antonio Negri consideran que el gobierno del pueblo es el único sistema democrático real, y cuestionan como demagógicas a las Repúblicas occidentales modernas basadas en la utilización intensiva de los medios de comunicación de masas y la realización de elecciones fuertemente influidas por la demagogia, la falta de educación y la mercadotecnia.

El demagogo no necesariamente conduce a las masas a la revolución sino que las instrumentaliza para sus propios fines personales, para proceder, una vez obtenida una amplia aprobación, no ya a un proceso de democratización o de trasformación del sistema sociopolítico, sino a la instauración de un régimen autoritario, del que el demagogo sea el indiscutido y despótico jefe, o al acuerdo con las autoridades y las instituciones existentes con tal que éstas le reconozcan una función indiscutible. De esta manera los mecanismos represivos acentúan, en lugar de disminuir, las características autoritarias del gobierno y de la sociedad, e impiden la toma de conciencia por parte de las masas.

Demagogo es el que presume de lo que no tiene, o exagera el valor de lo que tiene, o pide lo que es imposible de tener. Demagogo es, literalmente, “conductor del pueblo“. Demagogia, ambición desmedida. Abandono de la ideología. La demagogia clásica es “prometer lo que no se puede cumplir“, es “presumir públicamente de lo que no se tiene, y exagerar lo que se tiene o los méritos propios“.

Las reglas del poder son conquistarlo, conservarlo y aumentarlo si es posible. De esto puede seguirse un bien común. Pero los que usan el poder sólo para enriquecerse o por vanidad son unos ignorantes y unos mediocres. La demagogia pide el poder para el pueblo, un poco al estilo de Lincoln en su discurso de Gettysburg, en el que afirma que la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo“. 

El gobierno es del pueblo, de los gobernados, pero no por el pueblo. El pueblo nunca es el agente gubernamental, es el sujeto paciente. Ni en las revoluciones ni en las guerras, menos aún en la antigüedad, ni en el comunismo, el pueblo jamás ha gobernado. Para el pueblo se puede gobernar si el gobernante es honesto, pero se entendería mejor si de afirmase “en beneficio del pueblo“.

En política, donde no hay grandes ideas, hay grandes ambiciones. El demagogo es oportunista. El oportunismo es la degeneración de la ley de la oportunidad. La oportunidad es respetable, el oportunismo no, abandona los principios para centrarse en la búsqueda de la oportunidad en sí misma, llegar al poder como sea. Los oportunistas y aventureros son atraídos por los acontecimientos y éstos cambian día a día. Son como imanes a los que les atrae el hierro. La estructura, en cambio, requiere un motor que genere cambios y movimiento, pensar en grande, sólidamente.

El poder no garantiza que los problemas se resuelvan. El discurso de la toma del poder por sí mismo es demagogia. Los demagogos no tienen proyecto político serio, pero saben difundirlo. 

Dice Voltaire sobre el poder de convicción, el tercer poder de Aristóteles:

“Aquellos que te hacen creer en absurdos pueden hacer que cometas atrocidades.”

Formas de demagogia

Falacias: Falacia es “un argumento que parece cierto, pero no lo es“. Argumentos que equivocan las relaciones lógicas entre elementos, o bien adoptan premisas evidentemente inaceptables. Entre ellas se encuentran la falacia de causa falsa, la petición de principio, el argumento ad verecundiam, el argumento ad hominem, y la apelación a una autoridad irrelevante para el caso citado. A veces, se cae en tonos proféticos-bíblicos ridículos: “atacarme a mí es atacar a xxx”, “el pueblo es xxx”, “el pueblo debe hacer xxx“.Confundir la parte con el todo. El argumento de la neutralidad, del “algo no es malo porque no hace daño” (que es cobarde o malintencionado).

Simplificación exagerada: Eslóganes, discurso grandilocuente. La expresión “interés general” es una de las favoritas de los demagogos cuando no quieren dar explicaciones sobre los engorrosos detalles. Cuando se habla de “interés general” ¿están todos los sectores sociales realmente interesados? Los mensajes simplificados son adecuados para la propaganda (literalmente “Lo que debe ser difundido o propagado“). El político demagogo tiene la misma cultura del pueblo, la de los refranes. Al político omnipresente y de estilo personalista, le gusta auto-identificarse con el estado y la nación, y promover el culto a la personalidad.

Manipulación del significado: Las palabras, además de un sentido denotativo, tienen un sentido connotativo implícito, aportado por el contexto y conocimientos compartidos de los interlocutores, que añade ideas y opiniones, muchas veces de forma menos consciente que en su sentido denotativo. En la elección de las palabras, un discurso denotativamente neutro, puede connotar significados adicionales, dependientes de su contexto y su relación con la opinión de la audiencia, o los oyentes del discurso, afectando así a la interpretación, la pragmática y el significado. De esta manera, los contenidos implicados son difíciles de refutar. La terminología no es inocente, y el deslizamiento semántico es difícil de detectar (por ejemplo, “democracia” acaba siendo “demasiadas cosas diferentes”). Uso de un lenguaje de trileros y de falsas ideologías. Lobaczewski identifica al discurso patocrático por dos características: la paramoralidad o locura moral que intenta justificar acciones inmorales de modo que el público las acepte como normales y hasta buenas, y la paralógica, que es la corrupción de la lógica normal que debe tener un discurso aceptable. El tópico favorito de muchos demagogos es: “democracia es tal o cual cosa”. Democracia son reglas de juego, sistema representativo y separación de poderes. Democracia, por ejemplo, no es poder decidir sobre todo, sino sólo sobre lo que es decidible, lo que está de acuerdo a los principios morales universales y la tradición cultural. El “derecho a decidir sobre todo” (incluso sobre cosas que no pertenecen al ámbito de decisión de la democracia, por ejemplo, principios morales, temas científicos y de razón práctica, religión, hechos históricos…etc.) no existe. La verdad no siempre pertenece a la mayoría. Además, los colectivos son abstracciones y no se deben antropomorfizar. Sólo puede hablar en nombre de un colectivo (una nación, una comunidad…etc.) quien es representativo (oficial) de dicho colectivo de cara al exterior. Muchos demagogos empiezan asegurando que la voluntad popular está por encima de las leyes y de las instituciones, continúan erigiéndose en intérpretes únicos de la voluntad popular, y terminandestrozando las leyes y las instituciones en el nombre del pueblo.

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