PODER POLÍTICO Y DEMAGOGIA
Eco Republicano
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La ciencia política, siendo uno de los conocimientos
más útiles, necesarios e interesante para la ciudadanía, es también uno de los
más ignorados.
Demagogia (del griego δῆμος -dēmos-, pueblo y ἄγειν -agein-, dirigir) es
una estrategia utilizada para conseguir el poder político. Consiste en apelar a
prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo
popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica y la propaganda.
La demagogia es frecuentemente asociada con el
favorecimiento y la estimulación de las ambiciones y sentimientos de la
población, tal como se presentan espontáneamente. Las promesas que suelen
realizar los políticos durante las campañas electorales son habitualmente
criticadas como demagógicas cuando aparecen como irrealizables.
Los sistemas democráticos modernos, han sido
reiteradamente cuestionados atribuyéndoles la condición de sistemas demagógicos
debido a la utilización intensiva de técnicas publicitarias características del
marketing, a la personalización de las candidaturas, la manipulación de los
medios de comunicación de masas postergando el análisis político escrito, y el
recurso sistemático a polarizaciones absolutas (bien-mal, desarrollo-atraso,
honestidad-corrupción), o conceptos imprecisos (“el cambio”, “la alegría”, “la
seguridad”, “la justicia”, “la paz”).
Es habitual que las dictaduras recurran a la
consideración de las Repúblicas derrocadas como demagogias para justificar los
golpes de estado y la imposición de sistemas no democráticos.
Quienes cometen actos de demagogia son denominados
demagogos. Para ello suelen contar con equipos de profesionales que aprovechan
particulares situaciones histórico-políticas excepcionales, dirigiéndolas para
fines propios, para ganar el apoyo de la población, mediante mecanismos
publicitarios, dramáticos y psicológicos.
La demagogia puede ser utilizada también para
enfrentar poderes legítimamente constituidos, haciendo valer sus propias
demandas inmediatas e incontroladas. En este caso el historiador griego Polibio hablaba
más propiamente de oclocracia (gobierno de la muchedumbre) como desvirtuación
de la democracia (gobierno del pueblo). En este sentido, pensadores como Michael Hardt o Antonio Negri consideran
que el gobierno del pueblo es el único sistema democrático real, y cuestionan
como demagógicas a las Repúblicas occidentales modernas basadas en la
utilización intensiva de los medios de comunicación de masas y la realización
de elecciones fuertemente influidas por la demagogia, la falta de educación y
la mercadotecnia.
El demagogo no necesariamente conduce a las masas a la
revolución sino que las instrumentaliza para sus propios fines personales, para
proceder, una vez obtenida una amplia aprobación, no ya a un proceso de
democratización o de trasformación del sistema sociopolítico, sino a la
instauración de un régimen autoritario, del que el demagogo sea el indiscutido
y despótico jefe, o al acuerdo con las autoridades y las instituciones existentes
con tal que éstas le reconozcan una función indiscutible. De esta manera los
mecanismos represivos acentúan, en lugar de disminuir, las características
autoritarias del gobierno y de la sociedad, e impiden la toma de conciencia por
parte de las masas.
Demagogo es el que presume de lo que no tiene, o
exagera el valor de lo que tiene, o pide lo que es imposible de tener. Demagogo
es, literalmente, “conductor del pueblo“. Demagogia, ambición desmedida.
Abandono de la ideología. La demagogia clásica es “prometer lo que no se puede
cumplir“, es “presumir públicamente de lo que no se tiene, y exagerar lo que se
tiene o los méritos propios“.
Las reglas del poder son conquistarlo, conservarlo y
aumentarlo si es posible. De esto puede seguirse un bien común. Pero los que
usan el poder sólo para enriquecerse o por vanidad son unos ignorantes y unos
mediocres. La demagogia pide el poder para el pueblo, un poco al estilo
de Lincoln en su discurso de Gettysburg, en el que afirma que la
democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el
pueblo“.
El gobierno es del pueblo, de los gobernados, pero no
por el pueblo. El pueblo nunca es el agente gubernamental, es el sujeto
paciente. Ni en las revoluciones ni en las guerras, menos aún en la antigüedad,
ni en el comunismo, el pueblo jamás ha gobernado. Para el pueblo se puede
gobernar si el gobernante es honesto, pero se entendería mejor si de afirmase
“en beneficio del pueblo“.
En política, donde no hay grandes ideas, hay grandes
ambiciones. El demagogo es oportunista. El oportunismo es la degeneración de la
ley de la oportunidad. La oportunidad es respetable, el oportunismo no,
abandona los principios para centrarse en la búsqueda de la oportunidad en sí
misma, llegar al poder como sea. Los oportunistas y aventureros son atraídos
por los acontecimientos y éstos cambian día a día. Son como imanes a los que
les atrae el hierro. La estructura, en cambio, requiere un motor que genere
cambios y movimiento, pensar en grande, sólidamente.
El poder no garantiza que los problemas se resuelvan.
El discurso de la toma del poder por sí mismo es demagogia. Los demagogos no
tienen proyecto político serio, pero saben difundirlo.
Dice Voltaire sobre el poder de convicción, el tercer
poder de Aristóteles:
“Aquellos que te hacen creer en absurdos pueden hacer
que cometas atrocidades.”
Formas de demagogia
Falacias: Falacia es “un
argumento que parece cierto, pero no lo es“. Argumentos que equivocan las
relaciones lógicas entre elementos, o bien adoptan premisas evidentemente
inaceptables. Entre ellas se encuentran la falacia de causa falsa, la petición
de principio, el argumento ad verecundiam, el argumento ad
hominem, y la apelación a una autoridad irrelevante para el caso citado. A
veces, se cae en tonos proféticos-bíblicos ridículos: “atacarme a mí es
atacar a xxx”, “el pueblo es xxx”, “el pueblo debe hacer xxx“.Confundir
la parte con el todo. El argumento de la neutralidad, del “algo no es malo
porque no hace daño” (que es cobarde o malintencionado).
Simplificación exagerada: Eslóganes,
discurso grandilocuente. La expresión “interés general” es una de las favoritas
de los demagogos cuando no quieren dar explicaciones sobre los engorrosos
detalles. Cuando se habla de “interés general” ¿están todos
los sectores sociales realmente interesados? Los mensajes simplificados son
adecuados para la propaganda (literalmente “Lo que debe ser difundido o
propagado“). El político demagogo tiene la misma cultura del pueblo, la de
los refranes. Al político omnipresente y de estilo personalista, le gusta
auto-identificarse con el estado y la nación, y promover el culto a la
personalidad.
Manipulación del significado: Las
palabras, además de un sentido denotativo, tienen un sentido connotativo
implícito, aportado por el contexto y conocimientos compartidos de los
interlocutores, que añade ideas y opiniones, muchas veces de forma menos
consciente que en su sentido denotativo. En la elección de las palabras, un
discurso denotativamente neutro, puede connotar significados adicionales,
dependientes de su contexto y su relación con la opinión de la audiencia, o los
oyentes del discurso, afectando así a la interpretación, la pragmática y el
significado. De esta manera, los contenidos implicados son difíciles de
refutar. La terminología no es inocente, y el deslizamiento semántico es
difícil de detectar (por ejemplo, “democracia” acaba siendo “demasiadas
cosas diferentes”). Uso de un lenguaje de trileros y de falsas ideologías.
Lobaczewski identifica al discurso patocrático por dos características: la
paramoralidad o locura moral que intenta justificar acciones inmorales de modo
que el público las acepte como normales y hasta buenas, y la paralógica, que es
la corrupción de la lógica normal que debe tener un discurso aceptable. El
tópico favorito de muchos demagogos es: “democracia es tal o cual cosa”.
Democracia son reglas de juego, sistema representativo y separación de poderes.
Democracia, por ejemplo, no es poder decidir sobre todo, sino sólo sobre lo que
es decidible, lo que está de acuerdo a los principios morales universales y la
tradición cultural. El “derecho a decidir sobre todo” (incluso sobre cosas que
no pertenecen al ámbito de decisión de la democracia, por ejemplo, principios
morales, temas científicos y de razón práctica, religión, hechos
históricos…etc.) no existe. La verdad no siempre pertenece a la mayoría.
Además, los colectivos son abstracciones y no se deben antropomorfizar. Sólo
puede hablar en nombre de un colectivo (una nación, una comunidad…etc.) quien
es representativo (oficial) de dicho colectivo de cara al exterior. Muchos
demagogos empiezan asegurando que la voluntad popular está por encima de las
leyes y de las instituciones, continúan erigiéndose en intérpretes únicos de la
voluntad popular, y terminandestrozando las leyes y las instituciones en el
nombre del pueblo.
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