jueves, 9 de julio de 2015

SOBRE IMPERIALISMO

Imperialismo del siglo XXI (I)

La teoría clásica del imperialismo

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18.05.2011

La concepción marxista del imperialismo está emparentada con el folleto escrito por Lenin, en el marco de la Primera Guerra mundial y la revolución bolchevique. Ese trabajo alcanzó gran difusión, fue citado y objetado con pasión e influyó sobre varias generaciones de militantes e investigadores. Este perdurable impacto del texto indujo a olvidar el contexto que rodeó a su elaboración [3] .

PREPARACIÓN DE LA GUERRA
El siglo XX comenzó con un gran impulso económico. En las economías metropolitanas predominaba la prosperidad, la innovación tecnológica y la transformación administrativa de las grandes empresas. Como ese crecimiento capitalista incentivó las conquistas de ultramar, el imperialismo se transformó en un concepto dominante. Perdió peso la vieja asociación del término con el despotismo bonapartista francés y ganó terreno su identificación con la supremacía británica de la era victoriana.

Luego de ocupar Egipto (1882) e imponerse en Sudáfrica (1899-1902), Inglaterra forjó una Unión Imperial, que precipitó las confrontaciones territoriales entre las potencias. El retroceso de Francia contrastó con el avance de Alemania, que subió la apuesta y quebrantó los equilibrios europeos. En el continente americano la victoria estadounidense sobre España (1898) ilustró la irrupción de otro competidor y en el Extremo Oriente, Japón desplegó un protagonismo análogo.

El ocaso marítimo de Gran Bretaña sepultaba varias décadas de estabilidad geopolítica y los litigios se acentuaron, cuando los desafiantes del viejo colonialismo comenzaron a extender su empuje productivo al plano territorial. Las disputas por el reparto de las antiguas posesiones otomanas, austro-húngaras y rusas acrecentaron las tensiones entre los codiciosos contendientes.

El aplastamiento de China por Japón, la expansión norteamericana hacia el Pacífico y la conversión de Alemania en la segunda potencia naval del planeta prepararon el estallido general, en un marco de cambiantes alianzas y vertiginosos realineamientos. Gran Bretaña intentó sostener su imperio reforzando el control de las minas sudafricanas y las exacciones impositivas de la India. Trató de tender un cerco al ingreso de mercancías y capitales foráneos, pero no logró contener el avance de sus rivales.

El imperialismo que estudio Lenin corresponde a esa etapa de gestación de los dramáticos enfrentamientos inter-imperiales. El adjetivo “clásico” es muy útil para precisar la especificidad del período comprendido entre 1880 y 1914. Esa fase anticipó las sangrientas matanzas de entre-guerra y preparó el ambiente de una era de catástrofes.

La época analizada por el líder bolchevique constituyó la antítesis de la etapa previa de conflictos acotados y equilibrios militares pos-napoleónicos (1830-1880). Todas las potencias fueron obligadas a renovar sus credenciales en el campo de batalla. La efervescencia militarista, la agresividad racista y la intolerancia chauvinista conducían al tendal de muertos, mutilados y destrozos que rodeó a la Primera Guerra mundial.

El objetivo de todas las matanzas era un botín colonial apetecido por las potencias metropolitanas, que depredaban la periferia, ensanchando las brechas entre ambas regiones. La expansión imperial fue naturalizada con variadas justificaciones colonialistas, basadas en el mito de la superioridad europea.

Se multiplicaron las convocatorias morales a extender la civilización, los llamados religiosos a evangelizar a los pueblos primitivos y las exhortaciones educativas a erradicar la ignorancia. No faltaron las consideraciones biológicas para mejorar la pureza racial y las propuestas económicas, para auxiliar a las naciones subdesarrolladas.

Pero la sangría colonial suscitó también fuertes cuestionamientos en los centros metropolitanos. La crítica liberal al malgasto de ultramar sacudió primero a Inglaterra y se extendió luego a Estados Unidos. En ambos centros tuvo gran impacto la resistencia de los países sometidos.

Estas protestas eran también intensas entre los pueblos que reclamaban independencia nacional, en las fronteras de los viejos imperios en declive (Rusia, Austria, Turquía). La crítica al colonialismo recobró fuerza en países de larga tradición revolucionaria (Francia) y en naciones que albergaban una insurgente clase obrera (Alemania). En este contexto emergió el análisis de Lenin. Todas sus caracterizaciones contemplan problemas debatidos con gran intensidad, en el socialismo europeo de la época.


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