Imperialismo del siglo XXI (I)
La
teoría clásica del imperialismo
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18.05.2011
La concepción marxista del imperialismo
está emparentada con el folleto escrito por Lenin, en el marco de la Primera
Guerra mundial y la revolución bolchevique. Ese trabajo alcanzó gran difusión,
fue citado y objetado con pasión e influyó sobre varias generaciones de
militantes e investigadores. Este perdurable impacto del texto indujo a olvidar
el contexto que rodeó a su elaboración [3] .
PREPARACIÓN
DE LA GUERRA
El
siglo XX comenzó con un gran impulso económico. En las economías metropolitanas
predominaba la prosperidad, la innovación tecnológica y la transformación
administrativa de las grandes empresas. Como ese crecimiento capitalista
incentivó las conquistas de ultramar, el imperialismo se transformó en un
concepto dominante. Perdió peso la vieja asociación del término con el
despotismo bonapartista francés y ganó terreno su identificación con la
supremacía británica de la era victoriana.
Luego
de ocupar Egipto (1882) e imponerse en Sudáfrica (1899-1902), Inglaterra forjó
una Unión Imperial, que precipitó las confrontaciones territoriales entre las
potencias. El retroceso de Francia contrastó con el avance de Alemania, que
subió la apuesta y quebrantó los equilibrios europeos. En el continente
americano la victoria estadounidense sobre España (1898) ilustró la irrupción
de otro competidor y en el Extremo Oriente, Japón desplegó un protagonismo
análogo.
El
ocaso marítimo de Gran Bretaña sepultaba varias décadas de estabilidad
geopolítica y los litigios se acentuaron, cuando los desafiantes del viejo
colonialismo comenzaron a extender su empuje productivo al plano territorial.
Las disputas por el reparto de las antiguas posesiones otomanas,
austro-húngaras y rusas acrecentaron las tensiones entre los codiciosos
contendientes.
El
aplastamiento de China por Japón, la expansión norteamericana hacia el Pacífico
y la conversión de Alemania en la segunda potencia naval del planeta prepararon
el estallido general, en un marco de cambiantes alianzas y vertiginosos
realineamientos. Gran Bretaña intentó sostener su imperio reforzando el control
de las minas sudafricanas y las exacciones impositivas de la India. Trató de
tender un cerco al ingreso de mercancías y capitales foráneos, pero no logró
contener el avance de sus rivales.
El
imperialismo que estudio Lenin corresponde a esa etapa de gestación de los
dramáticos enfrentamientos inter-imperiales. El adjetivo “clásico” es muy útil
para precisar la especificidad del período comprendido entre 1880 y 1914. Esa
fase anticipó las sangrientas matanzas de entre-guerra y preparó el ambiente de
una era de catástrofes.
La
época analizada por el líder bolchevique constituyó la antítesis de la etapa
previa de conflictos acotados y equilibrios militares pos-napoleónicos
(1830-1880). Todas las potencias fueron obligadas a renovar sus credenciales en
el campo de batalla. La efervescencia militarista, la agresividad racista y la
intolerancia chauvinista conducían al tendal de muertos, mutilados y destrozos
que rodeó a la Primera Guerra mundial.
El
objetivo de todas las matanzas era un botín colonial apetecido por las
potencias metropolitanas, que depredaban la periferia, ensanchando las brechas
entre ambas regiones. La expansión imperial fue naturalizada con variadas
justificaciones colonialistas, basadas en el mito de la superioridad europea.
Se
multiplicaron las convocatorias morales a extender la civilización, los
llamados religiosos a evangelizar a los pueblos primitivos y las exhortaciones educativas
a erradicar la ignorancia. No faltaron las consideraciones biológicas para
mejorar la pureza racial y las propuestas económicas, para auxiliar a las
naciones subdesarrolladas.
Pero
la sangría colonial suscitó también fuertes cuestionamientos en los centros
metropolitanos. La crítica liberal al malgasto de ultramar sacudió primero a
Inglaterra y se extendió luego a Estados Unidos. En ambos centros tuvo gran
impacto la resistencia de los países sometidos.
Estas
protestas eran también intensas entre los pueblos que reclamaban independencia
nacional, en las fronteras de los viejos imperios en declive (Rusia, Austria,
Turquía). La crítica al colonialismo recobró fuerza en países de larga
tradición revolucionaria (Francia) y en naciones que albergaban una insurgente
clase obrera (Alemania). En este contexto emergió el análisis de Lenin. Todas
sus caracterizaciones contemplan problemas debatidos con gran intensidad, en el
socialismo europeo de la época.
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