NO ES TIEMPO DE COBARDES
Lidia
Falcón
Sociología
Crítica
25.07.2015
Los
convulsos momentos que estamos viviendo exigen que los pueblos y los dirigentes
revolucionarios se hallen a la altura de las circunstancias. El triunfo del
capital tras la derrota de la Unión Soviética significó, como no podía ser
menos, la derrota de los trabajadores y de las mujeres. Alzándose con la
victoria sobre las luchas sociales, el capitalismo ha impuesto durante este
último cuarto de siglo las condiciones más onerosas para la clase obrera, para
los intelectuales, para las pequeñas empresas y los llamados autónomos, que son
esclavos de las grandes corporaciones. Las mujeres hemos mantenido la mayoría
de nuestras conquistas legales, pero desde el punto vista laboral y social
estamos aún más explotadas que los hombres.
Ese
era el plan previsto por el capital financiero, industrial y militar para
acabar con las rebeliones, huelgas y organizaciones laborales que habían
alcanzado algunos éxitos en el siglo XX, como describí y analicé en mi libro
Trabajadores del Mundo, ¡rendíos!, que publiqué en 1994; es decir, mucho antes
de que otros sociólogos y politólogas hicieran sus denuncias. Pero como siempre
sucede a los y las precursoras, nadie me hizo caso. Hoy es un clamor
multitudinario en las clases trabajadoras. Y hoy parecen haber superado el
conformismo y el sueño de la abundancia con que les doparon y en el que
sestearon durante un cuarto de siglo, ante los efectos devastadores de la
derrota en la sempiterna guerra entre el capital y el trabajo.
Varios
sectores ciudadanos se han organizado para intentar ganar la batalla a los
partidos de derecha que gobiernan como un eficaz Consejo de Administración del
capital, según expresaba tan clara y sucintamente Marx. Así se han tomado
algunas trincheras, como ya comentaba en mi anterior artículo (La ciudadanía ha
ganado, pero pueden perder), pero que nadie se engañe, no se han conquistado
las grandes plazas. Dentro de cuatro meses se dirime el Gobierno central, y
únicamente agrupándonos todos en la lucha final tendremos alguna posibilidad de
que gobierne la izquierda.
Y
digo conscientemente la izquierda, porque todos los programas progresistas son
de izquierdas aunque haya formaciones políticas que le tengan pánico a la
palabra. Pánico que están inoculando a la propia gente a la que quieren
conquistar, y que solo ahora, en esta extraña etapa de nuestra historia, parece
–eso por otra parte está por demostrar– que le tiene miedo a la “izquierda”. Ni
en nuestra experiencia histórica, con la proclamación de la II República,
consecuencia de la victoria de los partidos republicanos en los comicios
municipales, ni cuando el Frente Popular ganó las elecciones de 1936, el pueblo
español se atemorizó ante el calificativo de izquierda que se contraponía al
poder caciquil, reaccionario y explotador de la derecha. Como hoy, aunque
dispongamos de televisión e Internet. Y en realidad el electorado español ha
votado a la izquierda mayoritariamente durante décadas porque identificaba al
PSOE con la izquierda, cuestión esta de la que presumía el propio partido. Es
famosa la frase de Alfonso Guerra de que “a la izquierda del PSOE no hay nada”,
para desprestigiar y hundir a Izquierda Unida.
Las
fuerzas y organizaciones progresistas no deben repudiar el término izquierda
atacadas por el miedo de perder las elecciones, miedo que sienten más los
dirigentes que las bases y que están contagiando a los sectores populares más
pusilánimes. Veamos como Syriza se denomina frente de izquierda, como tanto el
Partido Socialista francés, el portugués y el español se reivindican de
izquierda.
Ese
ridículo temor que muestran repetidamente los líderes de Podemos a ser
identificados como de izquierdas, que no sé si encubre en realidad únicamente
la obsesión de ser diferentes a IU para que no compita con ellos, y que parece
estar contagiándose a la propia IU con esa participación en un magma que llaman
Ahora en Común, y que pretenden que sea la Unión Popular que tantas reclamamos,
no dará buenos rendimientos.
Primero porque ni Iglesias ni los de Ahora en Común engañarán a la burguesía ni a los sectores reaccionarios encubriéndose bajo mantras tales como que “no somos ni de izquierda ni de derechas” ni tampoco hablando de las Mareas Ciudadanas para no mencionar el maldito nombre de Frente Popular. No hay más que oír a los comentaristas televisivos y leer los editoriales de la prensa del régimen para saber que la campaña de la derecha está basada en asustar a la ciudadanía con la venida del coco de la izquierda representada en Podemos, IU y las coaliciones ciudadanas. Como le pasó a Santiago Carrillo cuando invirtió todo su caudal político, su tiempo y sus esfuerzos en convencer a la burguesía de que los comunistas eran buenos, sin conseguirlo.
Pero
además, los dirigentes de Podemos y de los otros partidos coaligados no conocen
a sus electores. A estos no les importa que sean de izquierda, por el
contrario, son fervorosos seguidores de ella y se lo reclaman. El PSOE perdió
las elecciones cuando dejó de serlo. En su casa, sin manifestarse, hay miles de
comunistas, republicanos y socialistas que han dejado de votar decepcionados y
frustrados porque sus partidos se han portado como los de derechas. Y también
miles de mujeres se abstienen en las elecciones porque nadie les presenta un
programa feminista. No hay más que seguir los comentarios, denuncias y quejas
que se vierten diariamente en las redes sociales.
Que
no se crean esos Maquiavelos de vía estrecha que con sus astucias, ocultaciones
y mistificaciones están ganando votantes. No les pido firmezas ideológicas ni
sensibilidades sociales y feministas ni que sean compasivos. Solo les requiero
para que hagan un ejercicio de oportunismo electoral, que es lo que en realidad
persiguen, enterándose de los verdaderos sentimientos y anhelos de las mujeres
y de los trabajadores que pretenden que les voten. No reivindicar la República,
ni la anulación de los acuerdos con la Iglesia para instaurar un Estado laico,
ni denunciar el expolio de la OTAN no les atraerá más votos de los católicos
integristas que quieren que el aborto se prohíba en todo caso ni de los que creen
que Syriza y las Mareas y los dirigentes de Podemos o Queremos o Comemos –han
puesto esos nombres porque creen que no están comprometidos– van a traer a
España el caos de la Venezuela bolivariana. Esas estrategias que se creen tan
inteligentes no le han proporcionado a Podemos más que el 14% de los votos, y
les quitará, a ellos y a los que los imiten, los de tantos que exigimos una
verdadera política de izquierda.
Pero
es cierto que estamos en el momento adecuado para que las fuerzas de varias
izquierdas ganen a la derecha, siempre que vayamos unidas, siempre que las
electoras y los electores tengan una sola papeleta que oponer a la de los PSOEs
y PPs y Ciudadanos, organizadores y administradores del sistema en el que
estamos hundidos. Si Podemos y otros no lo entienden así, en diciembre veremos
una vez más perdidas nuestras esperanzas. La gente está ávida de oír
declaraciones sinceras y directas, de que les prometan proyectos de
transformación del país, sin matizaciones, vacilaciones, mistificaciones ni eufemismos.
No quieren reformas ni cambios ni recambios, quieren la ruptura que no se ha
hecho en España por miedo, que es la línea roja que atraviesa la historia
nuestra desde hace tres cuartos de siglo.
Estoy
segura de que un discurso republicano, laico, antimilitarista y feminista
tendría mucho más éxito que esos balbuceos sinuosos y populacheros con los que
nos obsequian cada día los candidatos y bastantes candidatas de mareas y olas y
playas y paseos. Porque en realidad al pueblo le gustan los dirigentes
valientes. Tenemos que salir con fuerza, con seguridad, con convicción a
defender nuestros principios y nuestros programas, porque este no es tiempo de
cobardes.
Bustarviejo,
13 de julio 2015.
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