NOVORRUSIA Y LA LÓGICA QUEBRADA
Anatoli Nesmiyán (El-murid)
Sociología Crítica
25.02.2015
Hay
una regla empírica. La describió de un modo bastante sistémico Rachya
Arzumanyán en su último libro: “Estrategia de la guerra irregular:
teoría y práctica de su aplicación” (Moscú, 2015). Por resumirlo de un
modo breve se podría decir que la regla suena así: si no hay Estado, las
operaciones militares más eficaces son las irregulares: cuando estas arrojan
resultados, se produce una reordenación gradual de la lucha armada, que
desemboca en una lucha regular clásica.
Resultado
de ello podemos considerar la creación de un territorio, suficiente como para
que surjan estructuras de gobierno, con un instrumental mínimo de recursos. A
medida que se va ampliando el territorio y la base de recursos, la guerra de
guerrillas va perdiendo eficacia y la lógica conduce a una construcción estatal
plena, de la que se deriva la creación de unas fuerzas armadas regulares,
capaces de aplicar la política exterior del joven Estado.
El
Donbass es una excepción a esa regla. Y no porque la gente de allí sea tonta.
Sino porque existe un factor externo que obstaculiza el desarrollo normal de
los acontecimientos. Ese factor, es evidentemente Moscú. O para ser más
exactos, los tutores del levantamiento en el Donbass: Serguei Danilov en uno de
los encuentros en Donetsk describió con meridiana claridad el mecanismo de
dirección por parte de Moscú. Es un método desestructurado, consistente en los
envíos del denominado “Voentorg”.
Strelkov
tuvo oportunidad de sufrir en sus carnes dicho método, cuando su independencia
condujo al hecho de que los batallones “Vostok” y “Oplot” estuviesen recibiendo
un torrente de tanques y artillería, de armas ligeras y de munición, mientras
que a él le llegaba una décima parte de lo que le correspondía, contando con
que le estaba destinado, en el mejor de los casos, una tercera o cuarta parte
del mínimo imprescindible. En tales condiciones los lamentos de Kurguinián y
sus chacales sobre que el cobarde de Strelkov había entregado Slaviansk,
representan tener cuando menos el mismo cinismo, que cuando ya saben ustedes
quién, juraba y perjuraba que iba a defender a los niños y mujeres del este de
Ucrania.
El
mando desestructurado implica también la eliminación de los demasiado
pertinaces, como Bednov. Las declaraciones deslavazadas de las marionetas del
Kremlin, muestran bien a las claras ese tipo de dirección: mientras que ayer
amenazaban con llegar a Kiev, hoy ya se muestran dispuestas a debatir con Ucrania
las cuestiones de la descentralización y las modificaciones en la Constitución
de Ucrania, y mañana volverán de nuevo a amenazar con llegar a las fronteras
administrativas de las regiones de Donetsk y Lugansk. Los zigzagueos en la
línea general en el Kremlin, se trasladan inmediatamente al Donbass, donde sus
dirigentes se ven obligados a desmentirse a sí mismos, casi todos los días.
El
Donbass demuestra una política paradójica, cuando por un lado no se está
construyendo, de forma consciente el Estado, y a los grupos de expertos, a los
que se había invitado para que diesen recomendaciones en la construcción de ese
Estado, se les está poniendo de patitas en la calle, previo paso por los
“sótanos”. Mientras, por otra parte, se está formando un ejército regular, que
el Donbass, incluso aunque no tuviese destruido su territorio, sería incapaz de
mantener. Incluso en situación de guerra. Con una retaguardia extremadamente
débil, que también depende por completo de los envíos de Rusia.
No
hace falta tener siete palmos de frente, para entender que en una situación
así, el mando de los insurgentes es completamente dependiente, y por
consiguiente absolutamente incapaz de aplicar ningún tipo de política soberana,
que responda a los intereses del Donbass, convirtiéndose en un mero decorado de
la política, que aplica Moscú en Ucrania. La esencia de dicha política no es
difícil de entender: Moscú está atrapado entre dos fuegos. Por un lado está
Crimea, a la que está obligado a defender. Por otro, los “socios” de la comunidad
internacional, quienes han expuesto las condiciones para dar marcha atrás hacia
al pasado “pre Crimea”, e intensifican las presiones y las sanciones, para las
que, de repente estamos descubriendo, que Rusia y su gobierno comprador, no
estaban en absoluto preparados.
De
ahí la solución paliativa. Devolver el Donbass alzado, que tan engreído se
mostró hace un año, haciendo pensar que de verdad podría liberarse de la
ucranización forzosa, de regreso bajo la mano de Kiev. Pero un retorno en forma
de enclave prokremliniano, que suponga una amenaza para cualesquiera planes de
Kiev de recuperar Crimea. De ahí las garantías que se exigen a los gobiernos de
la RPD y RPL, la exigencia sobre el estatus de la milicia, mientras que como
enganche se ofrecen garantías de descentralización (de la federalización y
nadie se acuerda). El sentido está claro. Estas regiones títeres servirán como
amenaza de una nueva revuelta armada, en caso de un ataque de Kiev sobre
Crimea, mientras que la garantía de esa revuelta, sería la “policía popular”,
en la que van a transformar a la milicia.
En
caso de que Kiev se niegue a aceptar esa fórmula mágica, le espera una guerra
de desgaste: A Kiev les importa un bledo sus soldados, e incluso en las
actuales circunstancias, está extrayendo el lado positivo de esta situación de
guerra. Sin embargo menos aún le preocupa al Kremlin la milicia; si bien puede
valiéndose de ella, azuzar a los soñadores peligrosos. Es una situación
ahogada, de tablas: Para Kiev es imposible poder atacar Crimea, mientras haya
un Donbass insumiso. La victoria en el Donbass también es imposible. La
renuncia a la guerra y la victoria en el Donbass, se llevaría por delante a
cualquier gobierno en Kiev, más aún si tenemos en cuenta, que los supervisores
de Washington en Kiev exigen la victoria.
Moscú
puede permitirse seguir durante bastante tiempo dando largas, gracias a que la
situación no exige el envío de armamento moderno, y se puede limitar a dar
salida a todo lo obsoleto de sus arsenales. Tampoco teme la victoria militar de
Kiev, teniendo como garantía la segunda línea defensiva de la RPD y RPL,
compuesta por los denominados militares “en excedencia”, cuya presencia solo es
secreto para los partidarios tozudos de todo tipo de “Planes Astutos” (de
Putin. N de la T). Para el resto es algo absolutamente conocido, y a todo el
mundo parece convenir esa supuesta y desconocida para todos, presencia. En el
momento necesario todos abrirán los ojos, y entonces calificarán a Rusia de
agresor, con todas las consecuencias de ello derivadas. Cuándo llegará ese
momento, es algo que depende solo del principal participante de los
acontecimientos, los EEUU. Eso pone nervioso al Kremlin y por eso la paz en sus
condiciones es un requisito de vital importancia, que se le ha impuesto a la dirección
política de Rusia, por parte de sus ejecutores. Eso explica la participación en
persona del presidente Putin y la disposición a reconocer en la práctica a
Rusia como parte del conflicto (el que no lo crea, puede echar un vistazo a las
firmas que figuran en los acuerdos de Minsk-1 y Minsk-2). Lo principal es el
resultado, por ahora inexistente.
Aquí
reside el error de Strelkov, quien considera a Vladislav Surkov una especie de
“cardenal gris” y saboteador en la sombra. Eso no quita para que Surkov tenga
por supuesto poder, competencias y ambiciones personales. Solo que actúa
estrictamente dentro de marco fijado de la tarea clave, que le ha sido
asignada, por el presidente Putin, quien hace ver que no percibe la duplicidad
de Surkov.
Así
pues, no hay ni puede darse el resultado que ha sido encargado. El porqué es
algo que llevaría mucho explicar, pero en general el factor más importante de
la imposibilidad de alcanzar ese resultado, nos devuelve al punto de partida, a
la lógica fracturada. El Donbass en su configuración actual no podrá ganar una
guerra regular convencional. Tampoco la puede alargar, pese a toda la ayuda de
Rusia, quien no le permitirá vencer, pero tampoco puede dejar que salga
derrotado. Todo ello traerá como resultado una catástrofe global y la
desertización de todo el territorio del Donbass, punto este en el que la guerra
dejará de tener sentido. La intensidad de los combates en el Donbass supera en
mucho todos los conflictos que surgieron tras el derrumbe de la URSS, tanto en
su territorio, como en cualquier otro. La cantidad colosal de víctimas y de
destrucción de esta guerra confirman plenamente dicha suposición. Eso
significa, que dentro de un año o año y medio, ya no habrá nada por lo que
combatir, ni nadie que pueda hacerlo.
Y
sin embargo el Donbass cuenta con todas las posibilidades de vencer en esta
guerra si regresa a la lógica de su gestión.
Mientras no exista (por causas objetivas) un Estado normal, la milicia puede y debe pasar a una guerra irregular, privando al ejército ucraniano de su única ventaja: la superioridad numérica. En una guerra irregular los 50-70-100 mil militares ucranianos no podrían hacer frente a 10-20 mil combatientes en grupos móviles, distribuidos por todo el territorio de la margen izquierda del Dniéper, con incursiones constantes en el territorio de la otra orilla.
Una
guerra así precisa de una recomposición completa de la estrategia y táctica de
la conducción de los combates. Sin embargo cuentan para ello con la condición
indispensable en la guerra de guerrillas: un territorio base. El Donbass es ese
territorio donde los grupos móviles pueden regresar tras cumplir su tarea, un
territorio donde reforzar sus filas, donde descansar, trasladar a los heridos.
Una guerra así exige un nuevo enfoque hacia todas las medidas a las que estamos
acostumbrados, desde el suministro de munición hasta la evacuación de los
heridos. Exigirá modificar la plantilla de la milicia, la creación, no de
decenas, sino de cientos de grupos tácticos de incursión. Una guerra así exigirá
una estrategia distinta de acción, la defensa del territorio base y la
intensificación de los combates en un territorio enemigo lo más amplio posible.
Exigirá la creación de un Estado Mayor del movimiento partisano y un Estado
Mayor de la defensa del Donbass, que coordinen sus acciones a través de un
análogo de Gran cuartel general.
El
objetivo de una guerra así sería la ampliación del territorio base a cuenta de
la conquista y en lo posible retención el mayor tiempo viable de ciudades
ucranianas clave de la margen izquierda. Sin embargo defenderlas como se hizo
con Slaviansk, en una guerra así no hará falta. Como resultado final, esta
estrategia conducirá a la derrota de Kiev, que no podrá defender el territorio
del país en toda su profundidad y se verá obligado a reconocer y entablar
negociaciones con los insurgentes.
Kiev
no podrá combatir en una guerra como esa, carece para ello de instrumentos.
Aunque en un principio la milicia no pueda lograr resultados tangibles,
sabiendo cómo disgregar las unidades militares de la Junta en un territorio lo
más amplio posible, podrá acabar imponiéndole su voluntad, al impedir que pueda
concentrar sus fuerzas en una parcela concreta.
Será
entonces cuando surja la posibilidad y el tiempo para construir las estructuras
estatales de gestión en el territorio base y paulatinamente la construcción
plena del ejército de Novorrusia, un territorio que en una guerra así, se irá
ampliando a gran velocidad a cuenta de la entrada de nuevos recursos,
materiales, militares y humanos, de los nuevos territorios, sobre los que
actuarán los grupos móviles de incursión.
Este hermoso y bonancible cuadro solo exige una cosa, que la dirección de las repúblicas abandonen la subordinación al Kremlin y a su política.
¿Está preparada para algo así? Es esa una gran pregunta. La segunda tarea principal que debe resolver la dirigencia del levantamiento es una idea clara y bien formulada, comprensible para las amplias masas populares, de ese levantamiento. Una idea que reciba el respaldo de la gente. Es evidente que no atraerá a todos, pero la ausencia, si quiera un atisbo, a día de hoy de la misma, está generando dificultades en el propio Donbass. Cuanto más tiempo pasa, menos entiende la gente por qué deben morir y aguantar privaciones. Y las sospechas de traición no solo se dicen ya en alto, se dicen a gritos.
Si
se cumplen esas dos tareas políticas, entonces llegará la hora de resolver las
tareas estrictamente militares. En caso contrario, el Donbass seguirá
desangrándose a costa de los intereses de los oligarcas. Además la nacionalidad
de esos oligarcas no juega aquí papel alguno. Hoy el Kremlin apoya al oligarca
Poroshenko contra el oligarca Kolomoiski, pero si se necesita, mañana
Kolomoiski se convertirá en nuestro mejor amigo y socio. En esa coyuntura, los
intereses de las gentes del Donbass, están ausentes, sea cual sea el desarrollo
de los acontecimientos.
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