UCRANIA: JUEGO POR EL PODER GLOBAL
Víctor Wilches / Agropolis“La plutocracia después de haber destruido el poder real por la fuerza bruta con disfraz de democracia ha comprado y reducido a la nada ésta democracia. “George Bernard Shaw
Rebalión
2014/04/20
La compleja situación política que vive Ucrania creada por el complot
golpista orquestado por “occidente” puede desencadenar una
conflagración mundial. Esta crisis es el resultado de la puesta en
marcha de una combinación de todos los posibles arsenales y medios, por
parte de EE.UU. (y de la Unión Europea –UE– como actor de segunda) en el
antiguo espacio post-soviético, buscando cercar, desmembrar y someter a
Rusia para hacerse a sus ingentes recursos energéticos, como paso
previo a una confrontación contra China por el dominio global del mundo. Los tambores de guerra están repicando ensordecedoramente.
Cerco y desmembramiento han sido el eje de la política imperial de
Washington desde la desaparición de la URSS para subyugar a Rusia. Las
guerras emprendidas por la Casa Blanca (secundada por la Unión Europea e
Israel), desde el 11/S, para reconfigurar a través de la fuerza el
equilibrio de poder mundial e imponer un nuevo orden
internacional ha sido la prioridad de su geopolítica. Aunque estos
intentos imperiales hayan estado marcados por el fracaso, la derrota y
el desprestigio (Afganistán, Irak, Georgia, Líbano), no por ello,
Washington ceja en crear nuevas guerras en las fronteras de Rusia y de
fomentar grupos para que creen el caos a su interior.
Ucrania es de un valor geoestratégico para Rusia y en la misma
proporción simétrica para sus rivales, ya lo afirmaba de forma
contundente uno de los estrategas más influyentes de la geopolítica de
Estados Unidos Zbigniew Brzezinski, “Rusia sin Ucrania deja de ser un
imperio, pero Rusia con Ucrania sobornada y luego subordinada,
automáticamente se convierte en un imperio”. El resultado histórico de
lo que acontezca hoy en la crisis de Ucrania puede delinear y determinar
el devenir de un nuevo orden internacional en el inmediato futuro.
La pugna por el control del poder y por los recursos naturales a
nivel planetario entre los diferentes países y bloques de poder regional
y mundial no permite ningún margen para que las contradicciones
intercapitalistas (EE.UU./Unión Europea/China/Rusia/Japón/…) se
resuelvan de a través de medios pacífica o la vía diplomática. EE.UU. a
pesar de ser una potencia en decadencia no está dispuesto bajo ninguna
circunstancia a compartir el poder con otros rivales advenedizos en la
escena internacional. Su excepcionalismo mitómano no permite que otros
actores puedan emerger en el escenario internacional. La guerra y la
destrucción es la única vía para apartar a los nuevos rivales -aunque
haya que sacrificar millones de vidas humanas y poner en peligro la vida
en el planeta-. La aniquilación total es su carta predilecta antes que
permitir que un nuevo orden internacional que no esté bajo su férula
pueda consolidarse.
La resolución por el control del poder y de los escasos recursos a
nivel global marcha a pasos agigantados hacia una confrontación bélica
generalizada de espectro planetario. Este nuevo orden internacional que
se vislumbra como resultado de la rivalidad intercapitalista mundial
pasa obligadamente por Ucrania, con conexiones telúricas en Siria
(sometimiento del arco chiíta: Líbano-Siria-Irán) y Venezuela
(petróleo). El nuevo orden que pueda emerger de esa confrontación se
puede enmarcar con unas rasgos generales en cuatro grandes escenarios:
1) un darwinismo social militar-mercenarizado regido bajo dictámenes de
un neofascismo social, capitaneado por la plutocracia de EE.UU.
secundado por la Unión Europea e Israel. 2) consolidación del orden
multipolar en el que participen varios actores de los nuevos poderes
regionales y mundiales emergidos por la pérdida de influencia y de poder
de EE.UU., este estaría apuntalado bajo una igualdad entre pares y
conformado por: EE.UU., China, Rusia, India, Brasil, UE, Sur África,
Irán(?), Japón(?). 3) un G3 conformado por EE.UU., Rusia y China, cada
con su esfera de influencia y cuya vida de existencia sería de muy corto
tiempo, mientras se acomodan las fuerzas para la nueva confrontación,
pues nuevamente surgirían los apetitos hegemónicos. 4) una nuevo tipo de
“guerra fría” conformada por dos grandes bloques de influencia y de
dominio, y conflictos con bloques regionales y países que no se adhieran
a alguno de los bloques. Uno de esos bloques estaría conformado por
EE.UU.-países europeos-Australia-Israel-Japón(?). El otro bloque estaría
conformado por Rusia-China-India-Brasil-Irán-Sur África(?).
EE.UU. empero haber perdido su poder de influencia mundial, así como
su rol de país hegemónico en tan corto tiempo, y de estar inmerso en una
multi-crisis profunda que se enrumba por el camino de un predecible
colapso, como históricamente lo han experimentado todos los imperios, no
deja de ser una seria amenaza para seguridad y la paz mundial, y la
vida misma en el planeta. Esta realidad le plantea a la humanidad en su
conjunto un escenario altamente sombrío, pues la bestia herida en su
intento de no perder su poder, o de volver al status anterior, es capaz
de arrastrar a toda la comunidad internacional a una guerra mundial y a
una catástrofe nuclear. E incluso en su egocéntrico desespero puede
acudir a un tipo de síndrome de Sansón.
Cerrar los ojos ante el oscuro panorama que se avecina, pensando que
los plutocracia mundial (sistema de gobierno en el que el poder lo
ostentan quienes se han apropiado violenta y fraudulentamente de las
riquezas comunes), su kakistocracia (gestionado por su séquito de los
peores gerentes políticos impuestos a dedo), y sus acólitos agazapados
en ‘centros de pensamiento’ y en la mass-media corporativa, van a tener
buen juicio o espacio para la cordura o, que ante la crisis
multidimensional global van a emprender acciones urgentes a favor de la
humanidad y de la vida en el planeta, no es otra cosa no querer ver la
realidad. Esperar conmiseración de ellos, es no entender cuál es la
dinámica que mueve al capital y su sistema.
Los acontecimientos de desestabilización en Ucrania y el caos
controlado promovido y apoyado abiertamente por EE.UU. y la Unión
Europea, para derrocar de forma violenta a un gobernante (Víktor
Yanukóvich) elegido en unos comicios electorales reconocidos por la
comunidad internacional, es una abierta intromisión en los asuntos
internos de un país soberano, y una violación el derecho y las leyes
internacionales. Pero los auspiciadores del complot no se quedan ahí,
sino que además, manifiestamente toman parte a favor de fuerzas
neo-fascistas y neo-nazis, despojándose sin el menor sonrojo de las
formas y las apariencias que habían logrado mantener escondidas durante
mucho tiempo bajo el subterfugio del enemigo comunista y de la lucha
contra el terrorismo, arropado bajo la careta de “democracia” burguesa
(esto es un oxímoron). Esto para desgracia de los pueblos del mundo,
está mostrando cuál es el futuro inmediato que le espera a todas las
sociedades a nivel global: neofascismo.
El momento histórico no está para las apariencias. Ante una crisis
energética de la magnitud como la padece hoy la sociedad tecnológica del
siglo XXI, cuyas consecuencias pueden ser tremendamente catastróficas,
no permite espacio para los formalismos. La fiesta en la que se
disfrutaba de hidrocarburos baratos, abundantes y de fácil acceso llegó a
su fin. La teología económica que se basa en los supuestos de un
crecimiento infinito chocó con los límites de un planeta Tierra que es
cerrado y finito. Los principales representantes del sistema capitalista
(EE.UU.- UE) al no poder contar con ingentes cantidades de
hidrocarburos para su funcionamiento, acuden a la amenaza, la fuerza y
la violencia para apoderarse de las últimas reservas de petróleo y de
hidrocarburos.
Frente a una crisis sistémica ad portas al imperialismo en decadencia
sólo le queda acudir al chantaje, a la agresión y al militarismo como
opción para garantizar la energía y los recursos que requiere para
sostener toda sus infraestructuras bélicas para la futura gran guerra en
ciernes, en la que se definirán los nuevos roles y poderes a nivel
mundial.
El camino que lleva a China y el rediseño de ese nuevo mundo anhelado
por occidente pasa indiscutiblemente por el control de
Venezuela(petróleo), del arco energético de medio oriente, por Ucrania y
por una Rusia desmembrada. Por ello, Brzezinski no se pone con rodeos
con relación a la crisis en Ucrania. Refiriéndose al gobierno neonazi
instalado tras el golpe de estado patrocinado por EE.UU. y la UE en Kiev
dice que “Washington y la UE deben reconocer al nuevo gobierno
ucraniano. Es el gobierno legítimo (súper sic). Y la injerencia en los
asuntos ucranianos debería ser considerada un acto hostil por parte de
una potencia extranjera. Además, habría que aplicar los planes de
contingencia de la OTAN y desplegar fuerzas en Europa Central…”. Por su
parte Barack Obama afirma que “Cualquier decisión sobre el futuro de
Ucrania debe incluir a su Gobierno legítimo (súper sic)”. Esto no lo
está afirmando cualquier funcionario de la administración, lo está
diciendo uno de los asesores más influyentes en la política exterior y
de seguridad de EE.UU. y el propio presidente.
Que Brzezinski/Obana, EE.UU. y la UE se refieran a un “gobierno
legítimo” en el que hacen parte el partido neonazi Svoboda y el Right
Sector, así como el Partido Patria de Yatsenuyk quienes controlan las
posiciones clave en las áreas de defensa, mantenimiento del orden,
educación, justicia, asuntos económicos, cargos que fueron aparentemente
entregados a solicitud de la secretaria adjunta de Estado de EE.UU.
Victoria Nuland, esto es toda una apuesta por establecer gobiernos
noefascistas como garantía a sus intereses.
Asimismo, Andriy Parubiy del neonazi Snovada, ha sido nombrado en el
puesto de Secretario del Comité de Seguridad Nacional y Defensa
Nacional. Parubiy, junto con el líder del partido Oleh Tyahnybok, es un
seguidor del nazi ucraniano Stepan Bandera, quien colaboró en el
asesinato masivo de judíos y polacos durante la Segunda Guerra Mundial.
Este selecto elenco neonazi es el que ha sido impuesto en Kiev con el
patrocinio y en representación de los paladines de los bombardeos
humanitarios: EE.UU. y la UE. Y por supuesto que el auto proclamado
gobierno marioneta ya comenzó a actuar como le gusta a sus
patrocinadores: privatizando las entidades y los servicios estatales;
persiguiendo a comunistas, rusos, judíos y a otras minorías; quemando
sinagogas, iglesias ortodoxas y mezquitas.
El “gobierno (i)legítimo” neonazi montado en Kiev -que contó con un
fondo de 5 mil millones de dólares para que realizar la “revolución” por
encargo- es una apuesta peligrosa por parte de EE.UU./la UE/OTAN.
Además de los riesgos que entraña un régimen neonazi en las puertas de
Europa, indica hacia qué dirección van las políticas restrictivas de las
libertades civiles y de recortes sociales que están implementando
EE.UU. y la UE en sus propios países. La chulería no queda ahí, sino que
llegan cínicamente al desconocimiento de los acuerdos adquiridos a
nivel internacional, lo cual muestra la estatura moral de los
gobernantes con las que cuenta el “mundo civilizado” hoy. Un ejemplo de
ello es la desfachatez con la que desconocen flagrantemente los acuerdos
firmados del día 21 de febrero entre Yanukóvich con la oposición (bajo
los auspicios de los ministros de Exteriores de Alemania, Francia y
Polonia) y que preveía la formación de un Gobierno de unidad nacional,
la reforma de la Constitución, el adelantamiento de las elecciones y la
disolución de los grupos radicales del Maidán.
Esto que estamos experimentando es aberrante desde todo punto de
vista. Para justificar todas esas barbaridades EE.UU. nos habla que sus
buenos propósitos están fundamentados en su excepcionalismo, del cual
también bebe ignominiosamente la Unión Europea. Pero ese excepcionalismo
que pretende imponernos EE.UU. no tiene como premisa en sus
pretensiones, valores como la libertad, la igualdad, el pluralismo, la
inclusión, sino que establece pragmáticamente que con tal de alcanzar el
fin, no importan los medios que se utilicen, así estos sean los más
execrables. Esta práctica la hemos visto a lo largo y ancho del planeta.
Hemos presenciado cómo EE.UU. y la UE han venido patrocinando y
actuando conjuntamente con fuerzas abiertamente terroristas como
Al-Qaeda, con grupos terroristas yihadistas y takfiris, con grupos
neonazis, con terroristas narco-paramilitares, con francotiradores a
sueldo, a todos estos protegidos por los líderes de “occidente
democrático” los une un denominador común: que a sus víctimas las
destrozan de la manera más brutal.
La encrucijada sombría frente a la que la humanidad se enfrenta es
quizá la más crítica no sólo de la época actual sino de toda la historia
de la humanidad. La deshumanización y la destrucción de los ecosistemas
y de la naturaleza impuesta por el sistema capitalista no tienen
parangón alguno. La compulsión obsesiva de éste por el crecimiento sin
límites y la acumulación por despojo es insaciable. La crisis energética
creada por la voracidad desenfrenada de un crecimiento infinito puede
conducir a la sociedad tecnológica a un colapso societal global con
consecuencias devastadoras si no se asumen las medidas que urge la razón
y la sensatez. Una crisis climática con implicaciones globales que
pueden amenazar la existencia misma de la vida en el planeta. La
situación ha llegado a tal punto que hoy la feroz disputa
intercapitalista por el poder, puede arrastrar a la sociedad mundial a
una posible hecatombe nuclear producto de la soberbia y de las ansias de
poder omnímodo de la plutocracia global representada en EE.UU./UE/OTAN
(que como el tahúr está jugando sus mortíferos-restos con la esperanza
de recuperar lo perdido).
Esto no puede llevar a la confusión o al autoengaño y pensar que la
resistencia de la contraparte (Rusia/China) a los embates bélicos
hegemónicos de EE.UU./UE/OTAN es la solución ideal o que es la mejor
salida a la crisis. No. En esta confrontación intercapitalista lo que
está en juego es la supervivencia de uno de los bloques de poder. La
contención que ejerce Rusia/China a la embestida militar, económica,
política, cultural, es para evitar ser arrasados y doblegados por
EE.UU./UE/OTAN. Por tal razón -y sin perder de vista que lo hoy que
concurre en la escena internacional es una pugna intercapitalista- lo
que hay que entender y esperar es que la capacidad de disuasión y de
contención que pueda desplegar Rusia/China (acompañado de otros actores)
sea capaz de detener las agresivas pretensiones de EE.UU./UE/OTAN. El
experimento neonazi impuesto en Ucrania es un primer paso a su
despliegue generalizado. Detener el embate del proyecto neofascista
social global diseñado en los centros de poder de “occidente”, es de por
sí ya causarles una derrota -así sea esta momentánea-.
El tiempo que se gane en la actual crisis multidimensional es
inmensurable. El curso histórico que tomen los acontecimientos es de
suma importancia para el devenir de la humanidad. Por ello, el resultado
de lo que acontezca en Ucrania puede ser un tiempo valioso a favor de
los pueblos del mundo para que se puedan preparar para enfrentar los
tiempos aciagos que se vienen.
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