Anemoi contra El Oso Cavernario (I)
05-04-2014
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“De piedra
los que no lloran. De piedra los que no gritan. De piedra los que no cantan.
Yo nunca seré de piedra. Lloraré cuando haga falta.
Gritaré cuando haga falta.
Cantaré cuando haga falta”
Rafael Alberti
Los incidentes ocurridos al final de las Marchas de
la Dignidad cubrieron de “ignominia planeada” una auténtica jornada
de gloria popular que será recordada por la Historia como el “principio del
fin” del corrupto, oligárquico y antidemocrático Régimen de la
Transición.
Palabras de lucha, consignas de unidad
Ni el Gobierno ni la “oposición teatral” de
Rubalcaba, ni mucho menos la Monarquía borbónica podían soportar el enorme
impacto social y político de unas Marchas que habían desbordado todas
las previsiones, y pulverizado el “silencio mediático de ordenanza”,
ejecutado por Falsimedia al servicio de los grandes poderes económicos y
de sus eficaces voceros políticos y mediáticos.
Centenares de columnas habían cruzado a pie todo el
territorio del país, convergiendo unas con otras y todas sobre la capital, en
marchas agotadoras de pueblo en pueblo. Las marchas rescataban y agrupaban las
dignidades sepultadas por la “feroz y permanentei guerra económica, social y política”; lanzada en
múltiples frentes contra todos los trabajadores, los sectores populares y un
sector de la clase media precarizada y proletarizada por la crisis.
Con 600 kilómetros por delante, las columnas estaban formadas,
mayoritariamente, por hombres y mujeres jóvenes, trabajadores de la ciudad y
del campo, verdaderas “mareas de la dignidad y el compromiso” que iban
sembrando y recibiendo por pueblos y caminos solidaridad y millones de
dignidades nuevas. En cada pueblo hablaban a los desposeídos de todo tipo, a
sus iguales.
Dignidad y solidaridad son, sin duda, las primeras
palabras de unidad y de lucha.
Las consignas -que habían intentado sabotear los
nuevos mediadores de la burguesía que buscan “un lugar bajo el sol”-,
eran muy claras y suponían una verdadera ruptura política y social, claramente
comprensibles para los millones de personas que sufren y sufrirán perpetuamente
la crisis si no se produce un cambio de Régimen y de sistema.
De la primera y rotunda: ¡No al pago de la deuda!, se
derivaban las demás; ¡Fuera los gobiernos de la Troika¡ ¡No más recortes! ¡Pan,
trabajo y techo!
Caminos para el pueblo
En la madrugada del 22 cientos de autobuses –no sin
sufrir bloqueos temporales por parte de la Guardia Civil, cuyo director está
más capacitado, según puede deducirse de su historial personal, para violar
derechos ciudadanos que para defenderlosii-,
incorporaron a las Marchas a varias decenas de miles de personas más. Ya
en Madrid, las columnas fueron recibidas en los municipios adyacentes y en los
grandes barrios populares con visible euforia, y se engrosaron enormemente
cuando se incorporaron a ellas todas las “mareas ciudadanas” y “colectivos
en lucha” de la propia capital.
Las grandes arterias urbanas de acceso se convirtieron
en caminos para el pueblo que convergía hacia la zona de reunión en la gran
explanada de Atocha.
El resultado fue una enorme, sobrecogedora, decidida y
pacífica pero combativa manifestación popular, llegada desde todas las
comunidades; que llenó de pancartas banderas y colores de protesta, los paseos
del Prado y Recoletos, desde la Plaza de Atocha hasta la Plaza de Colón.
La “guerra civil” contra los pobres
La gigantesca manifestación –la más grande que se
recuerda-, con una masa humana plenamente consciente de los derechos perdidos,
de las precariedades forzadas, y de la necesidad de luchar, alcanzó una cifra
en torno al millón de personas.
En todo el territorio del estado varios millones más
estaban atentos a través de Internet y algunas cadenas de TV (que ya no podían
silenciar un hecho que estaban filmando buena parte de las agencias y cadenas
de todo el mundo), al desarrollo de la Gran Marcha de la Dignidad,
simpatizando e identificándose con la enorme columna final.
Ante la situación social de sufrimiento masivo de la
población, más de un millón de personas habían deducido la consecuencia
evidente: el Régimen de la Transición ha declarado la “guerra civil
económica, social y represiva contra el pueblo”iii
y se habían puesto en marcha.
Esa toma de conciencia portada con orgullo de
luchadores sociales -y transmitida con vehemencia desde la enorme tarima y los
altavoces, por los representantes de las distintas “Marchas”, “Mareas”
y “colectivos en lucha”-, fue el detonante de la planificada
intervención policial y gubernativa.
Dicha intervención incluía una feroz criminalización
previa desde altas instancias del los gobiernos estatal, regional y municipal
(con la “neutralidad” del primer partido de la oposición), la
infiltración de provocadores policiales para detonar la violencia, la
intervención brutal de la policía y la detención y procesamiento de decenas de
manifestantes.
Doctrina, estrategia y tácticas de las intervenciones
policiales contra los “antisistema”
Casi todos los atentados contra el pueblo comienzan
sobre el papeliv.
La doctrina y los métodos policiales para criminalizar
al pueblo que lucha, y para rentabilizar después el “establecimiento de la paz
social” a través de la represión sistemática y creciente, y de la puesta a
punto de un sistema legal que niega todos los derechos, es un lugar común entre
determinados mandos policiales. Manejan con absoluta familiaridad todas las
teorías estratégicas y las tácticas de la guerra para afrontar protestas
populares.
Veamos con detalle esa doctrina de la represión
presentada públicamente por un alto mando policial, y su exacta correspondencia
con lo ocurrido el día 22 de marzo en la represión de las Marchas de la
Dignidad.
Un policía “globalizado: “escenarios policiales”…
Se trata de David Piqué i Batallév,
alto mando policial de los Mossos D’Esquadra, cuyo trabajo de fin de Máster: “El
síndrome de Sherwood”, ha sido recogido en la red y divulgado con merecido
escándalo pero con mucha menos trascendencia de la que merecía.
No es como dicen algunos medios –incluso alternativosvi-,
el manual “personal y de bolsillo” de un policía con personalidad
psicopática.
“El síndrome de Sherwood” es la recopilación de
las reflexiones que sintetizan los documentos operativos y los cursos que ha
recibido, impartido y divulgado en las escuelas policiales un alto mando
“globalizado” y, como veremos seguidamente, “otanizado”.
Como tal, debería ser estudiado detalladamente por
todos los dirigentes y luchadores sociales, por los abogados que defienden a
ciudadanos detenidos, cacheados, golpeados, humillados, y condenados con
sanciones administrativas o penales que se atienen a relatos policiales -o
mediáticos-, manifiestamente falsos. De todos los métodos de provocación,
criminalización, acusación falsa, violencia policial calculada, y de las estrategias
de ocultamiento y falseamiento de la verdad, habla extensamente David Piqué.
El comisario general analiza la aplicación de diversas
tácticas represivas –incluidas las más violentas-, como realización de diversas
estrategias “preventivas” contra manifestaciones pacíficas.
Ese es, exactamente, el “escenario policial” de
la manifestación del 22M. La policía no es, evidentemente, un sujeto autónomo
del Gobierno con responsabilidad independiente. No se trata de “excesos
policiales” sino de estrategias de represión elegidas por el Gobierno y
aplicadas por los mandos policiales que ha designado el ministro del Interior.
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