domingo, 6 de abril de 2014

22 M: CÓMO SE PLANEARON LOS INCIDENTES DE LAS MARCHAS POR LA DIGNIDAD



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Anemoi contra El Oso Cavernario (I)
05-04-2014

“De piedra los que no lloran. De piedra los que no gritan. De piedra los que no cantan.
Yo nunca seré de piedra. Lloraré cuando haga falta. Gritaré cuando haga falta.
Cantaré cuando haga falta”
Rafael Alberti


y “escenarios represivos”

Así pues se trata, para decirlo con toda la claridad posible, de un “escenario represivo” en el que se aplican tácticas y se persiguen estrategias elegidas al más alto nivel. Obviamente también, la responsabilidad no se reduce al “gobierno del PP” (como corean quienes evaden responsabilidades) sino que atraviesa a todos los gobiernos y partidos políticos que han diseñado la Transición. De manera fundamental pero ni mucho menos exclusiva, al bipartito PP-PSOE. No hay más que recordar el “escenario represivo” en el que actuó y sigue actuando el Comisario General Piqué y Batalle. 

Piqué no solo es el comisario que sintetiza manuales operativos que ha aprendido durante su carrera profesional y que imparte a sus subordinados, sino el comisario implicado directamente en uno de los mayores escándalos policiales de los últimos añosvii.

Un “caso particular” en una estrategia general

Voy a señalar, muy sucintamente, los elementos que identifican la represión de las Marchas de la Dignidad como un “caso particular” en la aplicación exacta de los manuales operativos de las unidades antidisturbios de la policía, cuya síntesis fue publicada (como título de mérito: máster académico) con el título de “El síndrome de Sherwood”. 

Para promover una “lectura participativa” comentaré la aplicación evidente de algunas de las acciones y tácticas recomendadas por el comisario general Piqué y Batalle en su “síntesis operativa”, en la represión de las Marchas; e invitaré al lector –fundamentalmente a todas aquellas personas que han participado en ellas o las han apoyado-, a que establezca las conexiones restantes de acuerdo con las experiencias que han vivido.

Del “Síndrome” a la represión de las Marchas del 22M  

-El primero de los elementos comunes ya ha sido comentado de pasada. El Manual operativo de Pique identifica al “enemigo” como un “fenómeno antisistema”. 

Esto no es accidental. Como veremos más adelante el comisario (que representa sin duda a un amplio colectivo policial) se esfuerza por afirmar que sus brutales “estrategias de guerra” solo son aplicables “dentro de la ley”. Tal pareciera que en el momento en que Piqué escribió su manual estuviera esperando un endurecimiento de las leyes represivas. Dicho de otra manera, los mandos policiales que respondieron con enorme dureza a la manifestación del 22M estaban anticipando la entrada en vigor de la Ley de Seguridad Ciudadana y aplicando las tácticas policiales previstas ya para esa coyuntura.

Evidentemente, la enorme movilización de las M22M ha tenido y tiene esa característica de “movilización antisistema” como elemento fundamental, aglutinador y constitutivo, tal como expresaron todos y cada uno de los portavoces durante la preparación, el desarrollo y el acto final. 

-El “Sindrome” considera, ya desde el título, que el fenómeno que estudia (“okupa y/o antisistema” en el distrito de Gracia de Barcelonaviii) es un “factor de riesgo para la convivencia y potencial foco de percepción de inseguridad”. En consecuencia deben aplicarse sobre él “políticas públicas de seguridad para evitar que se convierta en un problema de orden público y consecuentemente de solución únicamente policial”.

En otras palabras debe haber una “acción político-policial preventiva” (tal como ha ocurrido con el 22M) para evitar que se convierta en un “problema de orden público de solución únicamente policial” (la propuesta del Gobierno ante las Marchas fue la de identificarlas con la delincuencia o con el terrorismo). El alcance de estas expresiones quedará más claro cuando Piqué explique las medidas que recomienda para esa intervención “preventiva” y “limitada”.  

-La situación en España de los okupas y/o antisistema es identificada como de “aceptación o comprensión social” pero de control policial y judicial de las actividades. De ahí el título que Pique denomina como metafórico de su trabajo: “El síndrome de Sherwood” (el bosque de Robin Hood). Los colectivos vinculados a las marchas del 22M también serían beneficiarios de ese “síndrome” de aceptación social que –según el comisario- hay que revertir porque no tiene justificación alguna. De ahí la intensa y creciente campaña de criminalización que precedió a la llegada de las Marchas a Madrid.

Defensa a ultranza del capitalismo

-El comisario recuerda el carácter “necesario” del movimiento okupa en sus orígenes, en las postrimerías de la segunda guerra mundial, pero inmediatamente frunce el ceño cuando advierte que: “con el paso del tiempo ha tomado un carácter cultural que propone una vía alternativa a la sociedad capitalista… lo que hace de ese movimiento diferente es que tiene una pretensión de denuncia política y pública, que pretende cambios en la organización social”. 

Las alarmas generales “codificadas” por Piqué vuelven a conducirnos a las manifestaciones del M22M. Mucho más cuando el comisario de los Mossos apunta a otras peligrosas características concretas del movimiento que estudia: es un “fenómeno transversal porque sus reivindicaciones conectan y relacionan a diferentes grupos de diferentes ideologías(…) es un cajón de sastre donde caben todo tipo de grupos que llevan a cabo políticas que se llaman de base, como ahora ecologistas, feministas, pacifistas, etc.”. 

Las marchas del 22M, con su enorme despliegue territorial y reivindicativo, y su denuncia específica de las leyes represivasix han tenido que volver locos de crispación a los miembros del Clan del Oso Cavernario al que pertenece Piqué y Batalle.

-“Por otra parte –sigo citando a “El síndrome”- los okupas invierten muchos esfuerzos en defender un ejercicio de poder civil contrario al modelo establecido… que los convierten en unos outsiders del sistema político institucional”.  

Buscando la solución represiva

-Piqué insiste hay que actuar desde las dos vertientes “policial-judicial” y “social o política”. Para ello advierte que hay que partir de una estrategia bien definida: “La estrategia ha de ser fruto de una idea política compartida, que a su vez deriva de una doctrina bien definida y aceptada”.

En ese contexto es necesario un liderazgo claro a la hora de aplicar determinada estrategia que denomina “política pública de seguridad”. Le corresponde al Departamento de Interior (en el caso catalán) “definir e impulsar ciertas acciones que pasan por aprobar ciertas tácticas”(…) “el plan de acción pasa necesariamente por la aplicación simultánea de varias tácticas y la realización de diferentes acciones. Su conexión no debe ser necesariamente visible y manifiesta”. 

Aquí, en el “compromiso político-policial”, y en el “carácter encubierto” de la actuación represiva hemos llegado al verdadero corazón del “plan global” tal como lo presenta el comisario.

-A partir de ahí Piqué hace: “un pequeño viaje por la historia de la teoría militar, ya que es aquí donde encontramos los principales ejemplos de aplicación de estrategias y tácticas”, que tienen elementos comunes con la práctica policial “como la planificación, la inteligencia, la psicología y el uso controlado de la fuerza, junto con la propaganda y el uso adecuado del derecho disponible”. Lean ustedes atentamente: “el uso adecuado del derecho disponible”.

Los cuatro paradigmas de la represión

Los paradigmas a los que recurre Piqué son los siguientes: el general chino Sun Tzu (siglo VI a.c.) cuya máxima era “ganar sin combatir”; Karl con Klausewitz que “pensaba que al rival se le debe vencer y basta, sin humillarlo”; Miyamoto Musashi “un samurái nacido en 1581 que defendía que las tropas eran como espadas, que están hechas para la guerra y que al enemigo se le debe exterminar, como castigo, como ejemplo y para evitar la venganza” y “Julio Cesar que llegó a dominar y romanizar la Galia, poniendo en práctica la máxima ‘divide y vencerás’”.

Primer paradigma: Modelo Klausewitz.

En todos los modelos, el comisario Piqué se emplea a fondo en el detalle de la represión de los okupas como ejemplos (en el momento en el que hace su máster) de grupos “antisistema”. Como el objetivo es este artículo es el de los modelos policiales aplicados a las manifestaciones me referiré solo a este aspecto de las “lecciones” comprendidas en su manualx.

Para nuestro experto policial globalizado” y “otanizado”, en la doctrina militar la estrategia de Klausewitz: “se aplica cuando se tiene en cuenta el factor político, es decir, el ejército se comporta de manera que fuerza a la otra parte a negociar a la baja, pero no para conquistarlo sino para dominarlo, o incluso convertirlo en aliado. Un ejemplo clásico es el trato en Japón a finales de la 2ª guerra mundial o las recientes invasiones de Irak, en especial la primera. En la metáfora de Sherwood se está dando un mensaje claro: ‘Entramos en el bosque cuando queremos y para donde queremos y la resistencia no es que sea inútil, es imposiblexi. Vale la pena realizar una cita larga de cada uno de los modelos cuya utilización exclusiva o combinada depende de las circunstancias:

En cuanto a la táctica policial, aplicada a las concentraciones de los grupos antisistema, cuando se aplica el modelo Klausewitz se deja que los grupos de manifestantes se concentren, -recordemos que ninguna de las manifestaciones antisistema están autorizadas- y lo que se hace es disminuir su capacidad de producir daños.

Esto se realiza con el establecimiento de filtros muy sólidos a los lugares de paso obligado… pasan los soldados pero no las armas…En estos filtros se requisan objetos y se identifican personas, la pérdida del anonimato previo a la acción, hace que muchos moderen su comportamiento posterior.(…) Una vez comienza la actividad de los manifestantes, las fuerzas policiales abandonan los filtros y se dispersan por puntos estratégicos de forma que cualquier manifestante vea, en cualquier momento, tanto en la concentración, en el recorrido o durante la dispersión, unidades policiales. Estas no son muy numerosas, pero son omnipresentes. Cualquier acción –o casi- sería presenciada por agentes de la autoridad y eso implicará su detención y paso por el juzgado, no por ninguna acción heroica, sino por un simple delito de daños y habrá que pagar con una multa.(…) Para concretar esta doctrina, los detenidos son puestos en libertad tan rápidamente como es posible y citados ante el juez. No hay que cebarse, es un procedimiento y punto.(…) Es evidente que este modelo es aplicable cuando se tiene fuerza suficiente en relación al rival. Cuando no es así, para conseguir los mismos resultados hay que aplicar tácticas más agresivas que, más que disuasión provoquen coerción”.

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