Reseña del libro de Costas Lapavitsas, Crisis en la eurozona
Argumentos a favor de una estrategia alternativa que contemple la salida del euro
El Viejo Topo
Rebelión
04-01-2014Crisis en la eurozona. Capitán Swing, Madrid, 2013 (traducción Cristina Campos Prieto, edición original de 2012) |
Un libro
imprescindible, asegura Alex Callinicos, para todo persona que intente
comprender la implosión de la Unión Europea. ¿Exagera el profesor del
European Studies at King's College de Londres? No, no lo parece.
En el mismo sentido de pronuncia Stathis Kouvelakis en la introducción
del ensayo: “Esto nos lleva al punto final pero probablemente también el
más crucial del material recopilado en este volumen: no satisfechos con
ofrecer un análisis pionero de las particularidades de la crisis
capitalista dentro de la eurozona, Lapavitsas y sus colaboradores del
RMF fueron un paso más allá, proporcionando el guión de una estrategia
alternativa. Este resumen comienza con el impago de la deuda soberana… y
se amplía a una salida unilateral del euro por parte de los países que
no puedan evitar el impago, lo que les permitiría recuperar el control
de una parte de su soberanía nacional y escapar del cataclismo de la
devaluación interna impuesta por las terapias de choque diseñadas por la
UE.” (p. 25).
Crisis en la Eurozona es una versión revisada de tres informes sobre la crisis de la eurozona publicados online
por el Research on Money and Finance en marzo y septiembre de 2010, y
en noviembre de 2011 con los títulos “Empobreciéndote a ti y a tu
vecino”, “La eurozona entre la austeridad y el impago” y “¿Ruptura? Una
drástica salida de la crisis de la Eurozona”.
Puede leerse, si
así se estima adecuado, como un documentado comentario crítico a
posiciones como la defendida por Yanis Varoufakis -en entrevista
realizada por Alessandro Bianchi [1]-, compartida por amplios sectores
de la izquierda europea, respondiendo a una pregunta sobre el “actual
estado de cosas” en la zona euro y si la mejor solución para los países
europeos del sur sería salir de la moneda única. “Si pudiéramos volver
atrás en el tiempo, la mejor opción habría sido que los países
meridionales, además de Irlanda, hubiesen quedado fuera de la eurozona”.
Indudablemente, admite YV, “el comportamiento de los poderes fácticos,
tanto en el norte como en el sur de Europa, ha disipado bien de veras la
fantasía, que vimos en torno al 2000, de que la eurozona evolucionaría
hacia una entidad federal, posiblemente después de que una crisis
existencial amenazara su integridad”. Dicho sin rodeos, prosigue el
economista griego, “nuestras élites cometieron un pecado capital
metiendo a nuestras naciones periféricas en una versión europea del
patrón oro que, como el patrón oro original, primero, dio ocasión a
entradas masivas de capital en las regiones de déficit que hincharon
gigantescas burbujas y, segundo, provocó una depresión permanente en los
mismos países de déficit una vez que reventaron las burbujas tras el
1929 de nuestra generación (es decir, 2008)”.
Aceptado lo
anterior, admitiendo la sealado, “salir de nuestra horrorosa unión
monetaria no nos devolverá, ni siquiera a largo plazo, adonde habríamos
estado si en principio nos hubiéramos quedado fuera”. Una vez dentro,
puede que la huida “empuje a nuestras tambaleantes economías por un
escarpado acantilado. Sobre todo si se hace descoordinadamente, país por
país”. ¿Por qué? Porque “a diferencia de Argentina en 2002 o Gran
Bretaña en 1931, salir de la eurozona no es sólo cuestión de romper el
ajuste entre nuestra propia moneda y otra extranjera. No tenemos una
moneda con la que desacoplarnos”. Se tendría que crear necesariamente
“una moneda (una tarea que lleva como mínimo de 8 a 10 meses completar)
con el fin de desacoplarla o devaluarla”. Ese retraso entre el anuncio
de una devaluación y su efectivo cumplimiento “bastarían para devolver
nuestras economías a la Edad de Piedra”.
A la Edad de Piedra es expresión de YV.
Crisis en la eurozona pretende
abonar, pues, la consideración de Vicenç Navarro en su columna “Dominio
Público” del pasado 31 de octubre de 2013 [2]. Este escrito, apunta el
profesor de la UPF, “señala la necesidad y urgencia de debatir los
méritos y deméritos de permanecer en el euro, con el análisis de los
beneficios y costes que ello implicaría, comparándolo con los costes y
beneficios de mantenerse en él.” Es urgente que se abra un debate en
España sobre el mérito o demérito de salirse del euro. Es muy
criticable, señala VN; “que apenas exista debate sobre este tema.
Incluso en amplios sectores de izquierda apenas aparecen artículos que
cuestionen la permanencia de España en el euro. De ahí que tal debate
debería darse con especial énfasis entre las izquierdas, sin insultos,
sarcasmos o sectarismos”. Entre nosotros, Pedro Montes o Alberto Montero
Soler (y en ocasiones Juan Torres López) apoyan la misma consideración.
Del mismo modo, sostiene el doctor Navarro, “aquellos desde la
izquierda que se oponen a salirse del euro, no están indicando cómo el
mayor problema económico (además de social) que España tiene, es decir,
el desempleo, podrá resolverse en este país”. Las propuestas más
avanzadas en este sentido, prosigue VN, “son las propuestas de la CES
[la Confederación Europea de Sindicatos], que avanzan políticas públicas
de clara orientación expansiva” con las que él está totalmente de
acuerdo. Para realizarlas y llevarlas a cabo, concluye, “se requieren
cambios sustanciales en el contexto político del establishment que
gobierna tanto la Eurozona como el euro”. La arquitectura institucional
de la Eurozona es, por diseño y voluntad de sus dirigentes, “liberal, y
es dificilísimo que ello cambie, condenando a España a un desempleo y
precariedad por muchísimos años”. Si alguien se opone a salir del euro,
“debería explicar cómo piensan resolver el enorme desempleo y el gran
descenso de los salarios en España”.
No es el único en pensar
así. Luciano Canfora transita por la una senda casi idéntica en “Cómo
salir vivos de la trampa”, un texto recogido en La historia falsa y otros escritos
[3]). Ahora que el proceso se ha completado, señala el estudioso
italiano, con la creación del novísimo Sistema Autoritario Europeo y el
partido orgánico subdividido en fracciones debidamente “cohesionadas” no
tiene motivos para afanarse demasiado en contiendas electorales, la
pregunta esencial es saber “sobre qué hombros recaerá la tarea de
proponer de nuevo la defensa de la justicia social (art. 3 de nuestra
Constitución) contra la lógica de beneficio?”. LC recuerda el comentario
del ex ministro Tremonti: una vez escritas las reglas de Maastricht,
Jacques Attali, uno de sus autores, comentó: “las hemos escrito de tal
manera que nadie pueda intentar salir de la moneda única”. Después de 12
años de todo aquello, y visto que la moneda única, con todo lo que
implica de carnicería social, “se defiende con la fuerza pública y con
el chantaje, la pregunta planteada anteriormente parece no sólo
necesaria son apremiante” en su más que razonable opinión.
En
términos sencillos, resume así el estado de la cuestión el gran
clasicista italiano: “es indispensable que renazca una izquierda, aun
cuando esto corra el riesgo de suceder (si sucede) en el peor contexto
posible… Puesto que el problema más grave urgente es cómo salir vivos de
la trampa del euro y de los “parámetros de Maastricht”, es evidente que
un eventual resurgir de la izquierda debería cimentarse sobre este
difícil terreno, proponer soluciones factibles, luchar por llevarlas a
cabo”.
Volvamos, pues, al texto de Costas Lapavitsas. No es
posible aquí dar cuenta detallada de los contenidos y tesis del ensayo.
Como ilustración resumo el contenido del segundo capítulo: “La crisis de
la eurozona tiene muchos aspectos, pero es también sin duda una crisis
de deuda”. En esta parte del libro, se analizan “las fuentes, la
naturaleza y las razones de la acumulación de deuda en la eurozona,
especialmente después del comienzo de la crisis financiera global”. Se
argumenta subsecuentemente que, ante una enorme y creciente montaña de
deuda, “los gobiernos tienen dos opciones: deja de pagar los servicios
públicos y reducir el gasto público (austeridad) o dejar de pagar a los
tenedores de bonos. La última alternativa significa el impago, que
además podría producirse según las condiciones dictadas por el acreedor o
el deudor” (p. 115). No hace falta indicar la opción tomada -o la que
han sido obligados a tomar- por la mayoría de los gobiernos europeos.
Sobre la situación actual y las apuestas de las clases dirigentes
europeas se señala al final del primer capítulo: “No hay señalas de que
los capitalistas de los países periféricos sean capaces de tal
actuación. Se trata de una tarea especialmente complicada debido a que
dichos países normalmente tienen estructuras productivas de tecnología
intermedia, mientras que los salarios reales está por encima de sus
competidores en Asia y otros lugares”. Por consiguiente, existe el
riesgo de que una salida conservadora de la situación sumada a una (neo)
liberación conduzca “a un estancamiento prolongado acompañado de
episodios de inflación, devaluaciones sucesivas y una lenta erosión de
las rentas del trabajo. De ahí que, en la periferia, las clases
dirigentes hayan preferido por lo general la opción de permanecer en la
eurozona y trasladar los costes a los trabajadores” (p. 109).
La salida progresista de la zona euro –“una salida sujeta a una
reestructuración drástica de la economía y la sociedad”- es vista en los
siguientes términos (una opción que no se niega que por supuesto
supondría un importante choque económico): “se produciría una
devaluación, la cual descargaría parte de la presión del ajuste al
mejorar la balanza comercial, pero también dificultaría sobremanera el
hacer frente a la deuda exterior”. Serían, por todo ello, necesarias la
suspensión de pagos y la reestructuración de la deuda. “El acceso a los
mercados internacionales se volvería extraordinariamente complicado. Los
bancos se encontrarían bajo una fuerte presión y teniendo que hacer
frente a la quiebra. La cuestión es, sin embargo, que estos problemas no
tienen que ser afrontados de la habitual manera conservadora” (p. 110).
Y no, claro está, no tienen por qué serlo. “La combinación de
banca pública y controles sobre la cuenta de capital plantearía
inmediatamente la cuestión de la propiedad pública sobre áreas de la
economía. Los puntos débiles subyacentes a la productividad y la
competitividad amenazan ya la viabilidad de sectores completos de
actividad económica en los países periféricos”. La propiedad pública,
una vieja identidad de la izquierda transformadora no cooptada por el
neoliberalismo, sería necesaria para evitar el colapso. “Los ámbitos
específicos que se colocarían bajo propiedad pública e incluso la forma
que esta tomaría dependerían de las características de cada país. Pero
los servicios públicos, el transporte, la energía y las
telecomunicaciones serían los principales candidatos, por lo menos con
el fin de respaldar al resto de la actividad económica” (p. 111).
De hecho, tal como se ha señalado, l a manera correcta de tratar el
tema del euro no pasa por plantearse los costes económicos y sociales de
la salir de la moneda única. No, no es este el punto. “Ese es el
planteamiento de las fuerzas conservadoras y en particular de los
poderes económicos. Tenemos que empezar por analizar los costes de
permanecer en la eurozona porque después de aceptar la dura medicina de
los recortes salariales, la reducción del gasto público, la subida de
impuestos, las privatizaciones y la destrucción del Estado de bienestar
seguimos con una perspectiva de estancamiento económico a largo plazo”.
Para CL es imprescindible abandonar el euro para evitar este
estancamiento, “el aumento de la pobreza, la pérdida de derechos
democráticos y de soberanía nacional en los países periféricos”. No hay
ninguna duda desde su punto de vista de que el euro es insostenible a
largo plazo. “La Unión Económica y Monetaria representa un fracaso
histórico gigantesco, que se ha intentado mantener asumiendo enormes
costes sociales durante los tres últimos años”. En lugar de seguir
adoptando medidas basadas en la austeridad (neoliberal) y contra el
interés de los trabajadores y trabajadoras, “hay que tomar el control de
la banca y los flujos de capital, lo que es perfectamente posible
porque la propia UE lo hizo en el caso de Chipre”. Se puede, se puede.
Una medida, añade, que evitaría también los ataques de los mercados y la
fuga de capitales, “una amenaza real pero con la que tampoco se debe
exagerar”.
Urge CL a las organizaciones de izquierda que
quieran seguir siéndolo a que se replanteen su visión sobre Europa, así
como también el papel de los Estados modernos y la forma más adecuada
para crear “un internacionalismo más eficaz para enfrentar este ataque,
sin precedentes, del capitalismo”. El internacionalismo, otra noción
clave de la izquierda. Hace más de treinta años, Manuel Sacristán se
expresaba en estos términos:
“El marxismo se ha convertido en un
fenómeno universal, más como método de solución a todos los problemas.
En estos momentos, la tendencia es hacia una interiorización, hacia una
nacionalización de la política... No obstante, el marxismo no ha
entendido ni las autonomías, ni los nacionalismos y mucho menos los
elementos subjetivos, psicológicos de las sociedades. ¿Cree usted que
esta crisis del marxismo es definitiva?” se le preguntó. Su respuesta:
“La nacionalización de la política es uno de los procesos que más deprisa pueden llevarnos a la hecatombe nuclear. El internacionalismo es uno de los valores más dignos y buenos para la especie humana con que cuenta la tradición marxista.
Lo que pasa es que el internacionalismo no se puede practicar de verdad
más que sobre la base de otro viejo principio socialista, que es el de
la autodeterminación de los pueblos... Todo lo demás que dice usted en
esta pregunta es pura moda neorromántica irracionalista, efecto de la
pérdida de esperanzas revolucionarias”.
En la página final del
libro se recoge una cita de David Graeber: “Si la Historia muestra algo
es que no hay mejor manera de justificar las relaciones basadas en la
violencia, de hacerlas que parezcan morales, que redefinirlas en el
lenguaje de la deuda, sobre todo porque inmediatamente hace que parezca
que la víctima es quien está haciendo algo malo”. No está mal, nada mal,
para cerrar este excelente ensayo ni siquiera esta pobre aproximación
que aspira, básicamente, a llamar la atención sobre la importancia de
este trabajo de Costas Lapavitsas y de sus compañeros del RMF.
PS: Me permito recomendar como lectura complementaria, más esencial y
fructífera por supuesto que este comentario, el reciente artículo de
Alberto Montero Soler “Salir de la pesadilla del euro” (http://www.mientrastanto.org/boletin-120/notas/salir-de-la-pesadilla-del-euro),
otro de nuestros economistas esenciales, otro de los
economistas-más-que-economistas hispánicos que navegan lúcidamente
contra la corriente (por el momento) más mayoritaria.
[1] www.lantidiplomatico.it , 13 de octubre de 2013 (Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón). http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6370
[2] http://www.vnavarro.org/?p=9952
[3] Luciano Canfora, La historia falsa y otros escritos. Capitán Swing, Madrid, 2013 (Traducción de Inés Campillo Poza, Antonio Antón y Regina López Muñoz), pp. 33-34
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