Francia
en llamas
Por Otros medios
kaosenlared
11 de septiembre de 2025
Francia arde contra Macron
y su austeridad: 500 detenidos, un país sitiado por la policía
La receta neoliberal vuelve
a prender fuego a Francia: recortes, deuda y represión como único horizonte
político.
LA RECETA FRACASADA DE LA
AUSTERIDAD
EL CAPITALISMO EUROPEO
REPITE LA MISMA PELÍCULA
El 10 de septiembre no
fue un día cualquiera en Francia. Casi 500 personas detenidas en
menos de 24 horas, 80.000 policías desplegados, huelgas en
aeropuertos, trenes cortados, colegios bloqueados y fábricas paradas. No se trata
de un estallido aislado, sino de un síntoma de un sistema que ya no tiene nada
más que ofrecer que precariedad y represión.
El nuevo primer
ministro, Sébastien Lecornu, apenas llevaba horas en el cargo
cuando la revuelta le explotó en las manos. Prometió “rupturas” y “sobriedad”,
pero la realidad es que lo que propone es la misma receta que hundió a Grecia y
que convirtió a España, Portugal o Italia en laboratorios de recortes tras la
crisis de 2008. La austeridad no es gestión, es un mecanismo de saqueo
legalizado: reducir deuda con dinero que sale de hospitales, escuelas y
salarios, mientras se blindan los beneficios de bancos y multinacionales.
En este contexto, el
discurso de Bruno Retailleau, ministro del Interior, raya el
cinismo. Dice defender el “derecho a manifestarse” mientras despliega un
ejército policial contra estudiantes, ferroviarios y trabajadores de
aeropuertos. Habla de “ultraizquierda infiltrada” para ocultar lo obvio:
que la protesta no es minoritaria ni marginal, sino un rechazo social
masivo a un proyecto económico que desmantela lo común para salvar a los
mercados.
La historia reciente lo
demuestra: en Francia, cuando la élite se queda sin argumentos, responde con
gases lacrimógenos, porras y detenciones masivas. Pero el problema no es de
orden público. El problema es de orden económico y político: la
austeridad se ha convertido en el lenguaje oficial de un capitalismo en
decadencia.
MACRON, LA DEUDA Y EL
PUEBLO EN PIE DE BLOQUEO
Los sindicatos lo
expresaron con claridad. La CGT contabilizó 700 acciones en
infraestructuras estratégicas en un solo día. No se trata de un pulso
simbólico. Se trata de interrumpir la circulación de mercancías, de visibilizar
que sin la clase trabajadora el país se paraliza. El pueblo produce
riqueza, Macron la administra en nombre de los acreedores.
El objetivo de las
políticas actuales no es “equilibrar cuentas”, sino convertir a la
sociedad en garante eterno de la deuda privada transformada en pública. Se
sacrifican generaciones enteras en nombre de la estabilidad de los mercados
financieros. Es la misma lógica que inspira los tratados europeos: la deuda
como dogma, la represión como método, la precariedad como forma de vida.
Pero Francia no traga. En
los aeropuertos de Marsella, Niza y Córcega, los sindicatos aéreos
provocaron cancelaciones y retrasos. En Nantes y Toulouse,
el transporte público colapsó. La SNCF vio su tráfico
interrumpido por sabotajes en Lot-et-Garonne y Haute-Garonne.
En paralelo, 27 colegios fueron bloqueados por estudiantes y docentes.
La consigna “Bloquons tout” (Bloqueemos todo) dejó de ser un
eslogan para convertirse en un programa político práctico: paralizar al país
hasta que el Gobierno retroceda.
El choque ya no es entre un
Gobierno y un sindicato, ni entre un presidente y la oposición parlamentaria.
El choque es sistémico. Se enfrentan la lógica del capital —que reduce
a la ciudadanía a mera fuerza laboral descartable— y la lógica de la vida, que exige
redistribución, justicia y dignidad.
El grito de un sindicalista
lo resume: “Macron es el problema”. Porque Macron no es solo un
presidente. Macron es la representación política de un sistema diseñado para
priorizar la deuda sobre la salud, el beneficio sobre el salario, el capital
sobre la democracia.
Por eso arde Francia.
Porque cada porra, cada gas lacrimógeno y cada detención revelan la
verdad: el capitalismo europeo ya no gobierna con consenso, gobierna
con coerción.
Francia no estalla por
ideología. Estalla porque el capitalismo le roba hasta el derecho a respirar.
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