Rusia ha ganado la
guerra, como era absolutamente previsible. Solo una catástrofe nuclear podría
haberlo impedido, un precio demasiado elevado hasta para los dirigentes
europeos, caracterizados por un encefalograma plano. ¿Son conscientes de la
derrota?
Tertium no datur
El Viejo Topo
23 agosto, 2025
Las guerras se ganan o se pierden. No hay una tercera
opción. No existe la opción del empate.
Pero, dentro de esta disyuntiva, existen a su vez
diversas subopciones; fundamentalmente, en cuanto al «cómo». Es bien sabido que
hay victorias pírricas, pero sobre todo que puede haber derrotas más o menos
dramáticas, más o menos devastadoras. Y a menudo puede ocurrir que una mala paz
anuncie una nueva guerra.
Esta es una lección que los europeos deberían conocer
bien. Sin remontarnos demasiado en el tiempo, las potencias «occidentales»
ganaron la Primera Guerra Mundial prácticamente por los pelos, pero luego,
queriendo excederse, impusieron condiciones insostenibles a Alemania, arando y
fertilizando el terreno donde posteriormente germinaría el nazismo y, a su vez,
la Segunda Guerra Mundial.
Ahora, tras tres años de guerra en Ucrania, si alguien
aún cree en la posibilidad de la victoria de Kiev, debe haber escapado del
manicomio. La cuestión, por tanto, no es si ganar o perder, sino qué tipo de
derrota llevarnos a casa. Y, obviamente, esto aplica en primer lugar a Ucrania,
pero también a la OTAN, la Unión Europea y Estados Unidos.
Continuar la guerra «hasta el último ucraniano» (y
esto ya no es solo una figura retórica…) no cambiará el destino del conflicto,
pero sin duda cambiará el de Ucrania. Tal como está hoy, lo más probable es que
pase una o dos generaciones antes de que pueda recuperarse siquiera vagamente.
Además, mientras la guerra continúe, voluntaria o involuntariamente, los países
patrocinadores se ven obligados a tolerar la vertiginosa corrupción del país,
aunque drene una parte considerable de la ayuda recibida de nuestros bolsillos.
La corrupción, cabe recordar, es prácticamente endémica y a todos los niveles.
Cuando la guerra termine, inevitablemente se endurecerán los controles sobre
cada céntimo donado, lo que significará el colapso de la economía ilegal de la
que actualmente sobrevive el país.
Por lo tanto, cuanto más se prolongue el conflicto,
más devastadoras serán las consecuencias. Y esto también afecta a la UE y la
OTAN. Estados Unidos, bajo el mando de Trump, está maniobrando hábilmente no
solo para desvincularse de su papel de apoyo activo al conflicto, sino sobre
todo para eludir la responsabilidad política de desencadenarlo y alimentarlo
durante años. El desajuste de Europa, en este sentido, es un avance positivo
que contribuye a aumentar la credibilidad de la maniobra estadounidense.
Por lo tanto, la mayor parte del asunto seguirá en
manos de la Unión Europea y la OTAN, de las que Estados Unidos, a su vez, parece
querer distanciarse, manteniendo al mismo tiempo el control y el mando.
Dado que ambas partes se encuentran, en distintos
grados, en una situación delicada, Bruselas debería plantearse la pregunta
crucial: ¿deberíamos continuar hasta el agotamiento, terminando como Alemania
en el Armisticio de Compiègne, con Rusia encantada de hacernos pagar, o
deberíamos aprovechar la oportunidad, sumarnos a la corriente estadounidense y
dejarnos llevar hacia una paz mucho mejor?
La pregunta, por supuesto, es retórica. Con estos
líderes, seguiremos en una derrota absoluta.
Fuente: Red Jackets
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