¿Siria al filo del trueque? Las claves de un posible intercambio geopolítico entre Estados Unidos y Rusia
“El país árabe queda en una situación crítica y podría acabar convertido en un Estado fallido como Libia”
Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
La repentina y sorprendente caída del gobierno de Bashar al-Assad en Siria ha dejado a analistas, observadores y medios alternativos intentando descifrar un posible reajuste en el tablero geopolítico. Mientras la nueva administración de Estados Unidos, liderada por Donald Trump, se apresta para asumir el mando, surgen indicios de que el destino sirio podría estar siendo utilizado como una pieza de negociación con la Federación Rusa. ¿Se trata de un “toma y daca” en el que Washington cedería en Ucrania a cambio de una retirada táctica rusa en Oriente Medio?
La situación en Siria, con la repentina caída del Gobierno de Bashar al-Assad, ha provocado un escenario de incertidumbres, con movimientos y respuestas desconcertantes y difíciles de interpretar.
Mientras la información oficial brilla por su ausencia, el terreno se encuentra plagado de conjeturas y especulaciones. Estos indicios sugieren una posible reconfiguración de las esferas de influencia en Oriente Medio, potencialmente ligada al relevo presidencial en Estados Unidos y a las posiciones estratégicas que mantiene la Federación Rusa en otros escenarios, particularmente en Ucrania.
Una hipótesis que gana terreno y que, no obstante, debe manejarse con absoluta prudencia, apunta a un posible “intercambio” entre estas dos grandes potencias capitalistas. Bajo esta lógica, Washington podría estar dispuesto a tolerar algunas de las realidades impuestas por Moscú en el conflicto ucraniano, a cambio de que Rusia modere su proyección militar o retroceda parcialmente en Siria. Esto implicaría una suerte de trueque geopolítico, en el que Oriente Medio y Europa del Este se convertirían en tableros conectados, intercambiando concesiones tácticas y reconocimiento mutuo de esferas de influencia.
Es importante subrayar que hasta el momento no existen pruebas concluyentes ni declaraciones oficiales que puedan respaldar esta hipótesis. La situación exige cautela y una lectura crítica, ya que el hermetismo informativo obliga a trabajar con conjeturas no confirmadas. Sin embargo, la sola posibilidad de que la situación siria esté siendo utilizada como moneda de cambio en negociaciones más amplias refuerza la necesidad de entender el papel de las potencias capitalistas y sus maniobras estratégicas en el actual orden mundial.
“La historia nos enseña que una vez que un Estado se rige por las reglas del capital, la expansión, la búsqueda de áreas de influencia y la defensa de intereses empresariales internos se convierten en la norma”
Según comentan, se baraja la posibilidad de que Washington esté dispuesto a “cerrar los ojos” ante determinadas realidades territoriales impuestas por Moscú en Ucrania, aceptando o al menos normalizando de facto la situación resultante tras la intervención rusa, a cambio de que Rusia ceda parte de sus intereses o al menos su proyección militar más visible en Siria.
Estas afirmaciones, que no dejan de ser especulativas, encuentran eco en fuentes diversas. Por ejemplo, en algunos hilos de discusión del portal Moon of Alabama, crítico de la narrativa del establishment occidental, se ha debatido —con posiciones dispares— la posibilidad de que ante la incertidumbre del relevo presidencial en Estados Unidos, Rusia también pueda mover sus piezas de un modo calculado.
Asimismo, analistas que se expresan en medios como The Saker o SouthFront, conocidos también por brindar cobertura a conflictos bélicos desde una perspectiva no alineada con el discurso occidental mayoritario, han considerado el escenario de un toma y daca: dejar cierto margen a las aspiraciones de Trump de reacomodar la política exterior estadounidense y, a cambio, consolidar determinadas ventajas logradas en Europa del Este.
Cuentas de Twitter (X) como ECSSaharaui parecían apuntar en la misma dirección, con comentarios como: “Tras 13 años de resistencia al imperialismo, Siria ha sido traicionada y vendida al enemigo sionista, ha caído en manos del yihadismo financiado por EE.UU., Reino Unido, Europa, Turquía, “Israel”, Qatar y Arabia Saudí, entre otros”.
En ColonelCassad, un blog ruso de análisis militar, se han mostrado recientemente mapas y comentarios que, sin afirmar nada de manera directa, insinúan también un reordenamiento táctico en el terreno sirio. Aunque no constituyan pruebas definitivas, estos indicios y testimonios contribuyen a dar cierta plausibilidad a las hipótesis planteadas.
Fotografía difundida como, supuestamente, la primera instantánea de al-Assad y su esposa tras su llegada a Moscú, donde se le ha concedido asilo a él y a su familia. Fuente: colonelcassad.livejournal.com (Según otras fuentes la fotografía corresponde a Alepo 2023)
La rendición sin apenas resistencia del Ejército sirio y el Gobierno de al-Assad (*), así como las declaraciones conformistas de la cancillería rusa, instando “a todas las partes a pactar”, justo después de la toma de poder por parte de los grupos yihadistas, parecen apuntar, igualmente, a un posible acuerdo, del que podría formar parte el propio exilio de al-Ásad y su familia en Moscú, mientras el país árabe queda en una situación crítica que podría desembocar en un Estado fallido como Libia.
“Sería una imperdonable imprudencia olvidar que Vladimir Putin, formó parte del engranaje que presenció y facilitó el tránsito del socialismo hacia el actual capitalismo oligárquico”
EL FACTOR TEMPORAL Y EL NUEVO GOBIERNO EN WASHINGTON
En este escenario, se debe prestar especial atención al factor temporal: la asunción de una nueva administración en Washington puede servir de catalizador para replantear alianzas, presiones y repartos informales de “zonas de interés”. Dentro de las hipótesis en circulación, la idea del “trueque” geopolítico colocaría a Siria como una suerte de moneda de cambio en una transacción de gran calado.
Según esta versión, una vez que Trump se haga con las riendas del poder podría conceder algo en el tablero ucraniano —acaso una aceptación tácita del nuevo status quo— a cambio de reducir la participación rusa en Oriente Medio, en particular en Siria, donde Moscú mantiene una presencia militar significativa.
Esta situación, de consolidarse, permitiría a la nueva administración norteamericana canalizar su agenda externa hacia otros objetivos, tal vez más vinculados a las disputas comerciales con China o a las tensiones con Irán. Por su parte, el Kremlin podría salir “ganando” en el frente ucraniano —un escenario estratégico fundamental para sus intereses inmediatos— sacrificando posiciones más lejanas o costosas en términos logísticos y políticos.
LECTURAS POSIBLES DE LA MANIOBRA
Una maniobra de este tipo podría tener varias lecturas: una, que podríamos denominar diplomática, buscaría aliviar la presión sobre el Gobierno ruso en relación con su apoyo al Gobierno sirio, reduciendo la necesidad de Rusia de mantener una presencia activa y costosa en esta zona para centrarse en la consolidación de sus logros en Ucrania.
Otra, más cruda, pondría de manifiesto cómo las grandes potencias hacen y deshacen alianzas olvidando las retóricas humanitarias cuando resulta más conveniente y colocando a poblaciones enteras en la posición de simples fichas intercambiables. En este escenario, las aspiraciones democráticas o las luchas internas por la soberanía en Siria quedarían subordinadas a un acuerdo entre fuerzas foráneas cuyo objetivo crucial es el de salvaguardar zonas de influencia e intereses corporativos.
Abu Mohamed al Jolani, líder yihadista y ex militante de la organización terrorista Al Qaeda que se perfila como el nuevo “hombre fuerte” en Siria y que Occidente ya ha blanqueado, presentándolo como “pragmático” y “moderado”
RUSIA: DE LA URSS A LA OLIGARQUÍA CAPITALISTA
El decisivo papel desestabilizador de los Estados Unidos, Israel y sus aliados regionales y europeos en esta confrontación es de sobras conocido. Menos claridad suele existir, sin embargo, a la hora de categorizar el rol que desempeña la Federación Rusa. Aunque una parte significativa de la opinión pública internacional le atribuye un papel de contrapeso frente al poder estadounidense, y la propia hostilidad de Washington ha empujado a Moscú a este enfrentamiento, es necesario recordar que estamos ante una potencia que —desde el fin de la Unión Soviética— opera abiertamente bajo lógicas capitalistas.
Lejos del modelo social y económico que proclamaba la propiedad común de los medios de producción, la Rusia actual es gobernada por una élite oligárquica que se enriqueció tras el derrumbe de la URSS. Esta élite se consolidó al apropiarse de la propiedad colectiva que correspondía al pueblo soviético, mediante procesos de privatización brutales, desiguales y amañados.
Sería una imperdonable imprudencia olvidar que Vladimir Putin, el actual presidente ruso, antes de convertirse en figura central en la proyección internacional de su país, formó parte del engranaje que presenció y facilitó el desmantelamiento de la URSS y el tránsito hacia el actual capitalismo oligárquico y que posteriormente llegó a expresar al presidente Bill Clinton su deseo de que Rusia se incorporase a la OTAN justo después de que la coalición bélica occidental hubiera perpetrado la destrucción de Yugoslavia.
Esta breve mención resulta fundamental a la hora de enmarcar las verdaderas motivaciones de los diferentes actores políticos. Tal y como reconoció abiertamente el ideólogo del imperialismo estadounidense Zbigniew Brzezinski, en su obra El gran tablero mundial, el control de un país como Siria, situado en un punto geopolítico de conexión entre Asia, Europa y África, tenía como uno de sus objetivos estratégicos debilitar a Rusia e Irán, razón por la cual el país árabe pudo beneficiarse de una ayuda de Moscú que años antes nadie prestó a Libia para evitar que fuera destruida por la OTAN y sus aliados yihadistas. Ésta es, obviamente, una coyuntura geoestratégica que cualquier país o gobierno amenazado debe tratar de capitalizar en su favor. Sin embargo, resulta absurdo esperar de una potencia como Rusia, cuyo gobierno representa los intereses de la nueva burguesía rusa, un rol “liberador” en el sentido transformador que muchos, desde posiciones ideológicas supuestamente radicales, desean ver en la actuación de Moscú. No es lógico esperar hoy de Moscú el mismo tipo de solidaridad internacionalista que en su día pudo ofrecer la Unión Soviética o un país como Cuba a los pueblos de Asia, África y América Latina que luchaban contra la opresión y la explotación colonial.
EL GRAVE ERROR DE IDEALIZAR A RUSIA
A este respecto, conviene señalar que algunas corrientes políticas que se autodefinen de izquierdas, antiimperialistas e incluso “revolucionarias”, también han depositado una confianza excesiva en la capacidad y la disposición de Rusia para actuar como baluarte frente a la hegemonía occidental.
Aunque esta visión se puede llegar a comprender por la necesidad de buscar un contrapeso geopolítico a las potencias imperialistas tradicionales, idealizar el papel de la Federación Rusa constituye un grave error de análisis. Como los hechos se han encargado de demostrar históricamente, no existe una potencia capitalista que no atienda, ante todo, a sus propios intereses materiales.
La posibilidad de que Moscú ceda posiciones en Siria a cambio de consolidar sus adquisiciones en Ucrania, entregando al pueblo sirio a un gobierno de integristas islámicos, debería servir como seria llamada de atención: toda confianza excesiva en una oligarquía capitalista que antaño se benefició del desmantelamiento de un sistema igualitario constituye, en el mejor de los casos, una ingenuidad que más tarde o más temprano se acaba pagando.
Algunos participantes en espacios virtuales de debate (por ejemplo, en ciertos canales de Telegram especializados en análisis internacional desde posturas autodenominadas “progresistas” o en páginas de Facebook cuyos editores se definen como herederos de tradiciones combativas) han expresado perplejidad y preocupación.
Estos comentaristas manifiestan que, de confirmarse la hipótesis del intercambio geoestratégico, quedarían en entredicho las ilusiones depositadas en el papel que supuestamente Rusia podría haber jugado a favor de proyectos soberanos en el Medio Oriente.
Estos testimonios, aunque dispersos y no centralizados, muestran un sentir creciente: el de quienes se ven obligados a reconsiderar un análisis demasiado simplista de las dinámicas internacionales, recordando que el capitalismo, en cualquiera de sus variantes nacionales, no actúa por razones altruistas ni defiende intereses populares a no ser que ello coincida con su conveniencia.
EL VALOR DE UN ANÁLISIS DESMITIFICADOR
En este sentido, el caso sirio recuerda el valor de analizar las dinámicas globales sin caer en visiones románticas de la política internacional. La implicación rusa en Siria respondió en gran medida a la búsqueda de asegurar su presencia en el Mediterráneo Oriental, a través de instalaciones militares estratégicas, así como a la necesidad de proyectar su poder más allá de sus fronteras inmediatas y de evitar la toma de posiciones en la región de un nuevo régimen que respondiera a los interes de Estados Unidos e Israel.
Asimismo, su presencia apuntaló al Gobierno sirio, enemistado con las fuerzas opositoras respaldadas por otros actores internacionales, incluidos aquellos apoyados, directa o indirectamente, por potencias occidentales o regionales.
Sin embargo, si las circunstancias exigen un replanteo y es posible obtener un “premio mayor” en otro tablero —como el ucraniano—, no debería sorprender que Rusia opte por recalibrar sus prioridades, aun a costa de dejar atrás su retórica previa, pretendidamente “antiimperialista”.
UN “TIRÓN DE OREJAS” A QUIENES CONFÍAN INGENUAMENTE
En este punto es donde cobra relevancia un necesario “tirón de orejas” a quienes, considerándose herederos de corrientes emancipatorias radicales, han visto en esta potencia una esperanza liberadora, sucumbiendo a la tentación de sustituir el clásico -pero plenamente vigente- análisis marxista de clase por las consideraciones meramente geopolíticas actualmente en boga.
La historia nos enseña que una vez que un Estado se rige por las reglas del capital, la expansión, la búsqueda de áreas de influencia y la defensa de intereses empresariales internos se convierten en la norma. Pretender que un régimen así actúe en función de los intereses populares de otro país sin una ganancia tangible es una ilusión peligrosíma.
Esto no significa, ni por asomo, alinearse con las interesadas tesis occidentales que retratan a Rusia como el origen de todos los males, sino comprender que su política exterior – como la de las propias potencias occidentales con EE.UU. a la cabeza – responde también a la lógica del beneficio, la acumulación y el control geopolítico, y no a la búsqueda de la liberación de ningún pueblo ajeno.
UNA DURA LECCIÓN PARA QUIENES BUSCAN LA EMANCIPACIÓN DE LOS PUEBLOS
Aunque resulte incómodo, y nos obligue a ir contra la corriente del pensamiento dominante, es necesario destacar este punto ante quienes se reclaman defensores de proyectos emancipadores. La historia no se escribe con sueños ni con consignas, sino con relaciones materiales y correlaciones de fuerza. Un Estado capitalista, por muy adverso que resulte al poder hegemónico occidental, no deja de moverse por esta lógica del beneficio y la consolidación de su élite interna.
Esa pulsión no depende de la maldad o la bondad de los personajes que rigen los destinos de un país, sino que la genera la propia dinámica del sistema económico que lo rige. Las poblaciones que han padecido las consecuencias de las intervenciones militares, en Siria, en Ucrania o en tantos otros rincones del mundo, requieren análisis serios y no idealizaciones infundadas.
De momento, solo queda reiterar la cautela: nos encontramos en este momento concreto ante hipótesis y conjeturas. No hay certezas absolutas, pero sí indicios, testimonios y análisis que apuntan hacia la posibilidad de un acuerdo tácito entre las nuevas autoridades norteamericanas y el Kremlin.
Es hora ya, en cualquier caso, de abandonar las ingenuidades y de comprender que mientras no existan fuerzas políticas realmente comprometidas con la emancipación de los pueblos éstos seguirán siendo meros peones, siempre sacrificables, en el juego del ajedrez geopolítico de las potencias capitalistas.
Nota:
(*) Obviamente, la propia rendición de Al-Assad y su ejército sin presentar ningún tipo de batalla ante este último ataque de las fuerzas yihadistas, tras más de una década de guerra, también deben ser objeto de un análisis global que tenga en cuenta, en su interrelación, tanto los factores internos como los relacionados con los actores externos involucrados en el conflicto.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario