Lo que importa es
entender que darle golpes al imperialismo, venga de donde venga, significa
abrir la oportunidad a procesos revolucionarios, significa acercarse a la
posibilidad del socialismo, continuar la lucha de clases en una etapa más
madura.
Ha llegado el momento de una nueva izquierda
De Nico Maccentelli
El Viejo Topo
19 octubre, 2024
Después de
décadas de enredos italianos entre los pequeños grupos de la izquierda radical,
después del fracaso del Nuevo Frente Popular en Francia, a pesar de la victoria
electoral (Mélenchon no había contado con los masones en el golpe permanente de
Davos…) y en la era de una izquierda liberal que a partir de Blair ha asumido
el papel internacional de ser la máxima expresión del supremacismo atlantista,
por fin nace una nueva izquierda procedente de Alemania: la BSW de Sahra
Wagenknecht.
De hecho, las
elecciones regionales en Turingia y Sajonia lo dicen claramente:
A) los partidos
que vuelven a poner la soberanía nacional en el centro ganan porque está claro
para los sectores populares que las necesidades e intereses sociales de la
población pasan por esta soberanía
B) el declive
de la izquierda neoliberal en sus variantes está determinado por su
posicionamiento como felpudo frente al neoliberalismo atlantista, proeuropeo y
belicista
C) si la
extrema derecha se afirma es porque la izquierda no hace lo que las masas
populares esperan, es decir, proteger sus necesidades colocándolos en el centro
D) gran parte
del electorado, así como los que se abstienen, han roto debido a una política
servil de la izquierda liberal y «progre»
E) una
izquierda que no niega su vocación, es decir la justicia social y la lucha de
clases para lograrla, también gana y no practica los trucos habituales como en
Francia, identificando bien quién es el principal enemigo y sabiendo que no es
la derecha, una fuerza que es favorecida por los imperialistas en Washington y
Bruselas
F) haber jugado
el juego de forma coherente, sin pretensiones demagógicas, producirá en la
izquierda soberanista un crecimiento que abre nuevas perspectivas.
E) si se
compara la estrategia del frente popular que en Francia favoreció la
recuperación de Macron en nombre de la oligarquía atlantista y la estrategia
soberanista de Sahra Wagenknecht, se comprenderá cuál es el camino correcto
para la izquierda europea. En el caso de la alemana se trata de una nueva
izquierda que no se ha vendido y que ha entendido cuál es la esencia del poder
dominante, más allá de la vieja visión de un fascismo hoy muerto, este está
resurgiendo con otras modalidades y alineamientos de la mano de la OTAN.
No hay duda de
que si queremos reconstruir una izquierda antiliberal que retome su antigua
vocación de sujeto combativo por los derechos y necesidades sociales de las
masas populares, convirtiéndose en su voz y expresión política, hay que tomar
dos decisiones irreversibles:
1. Abandonar
cualquier hipótesis de unidad de la izquierda que incluya a la izquierda
neoliberal con la ilusión de influir en su política tanto a nivel central como
periférico-administrativo.
2. Abandonar la
dicotomía mecanicista derecha-izquierda y una visión retro del antifascismo que
ahora se ha vuelto común y electoralista, mientras que el verdadero fascismo, o
en cualquier caso el autoritarismo, está en otra parte… quizás precisamente en
el sector que consideras como socio.
Esta operación
la hizo muy bien Wagenknecht, que supo enarbolar la bandera de la justicia
social, del repudio a la guerra dirigida por Estados Unidos y la OTAN y la
valorización de la identidad nacional.
Esto último es
una auténtica blasfemia para los seguidores de la cultura de la cancelación y
del despertar Woke, que son ahora las salsas más apropiadas para cualquier
«revolución de color» al servicio de Washington, sus organismos de
inteligencia, sus influencers, fundaciones y ONGs. Pero Sahra explica muy bien
que el concepto de soberanismo popular es de izquierdas, distinguiéndose del
nacionalismo vulgar y chauvinista de derecha, que también incluye el racismo y
el clásico suprematismo nazi-fascista.
En su
obra Contra la izquierda neoliberal, toda acusación de
«rojopardista» vuelve al remitente, ya que la identidad de una población en un
territorio determinado es un pegamento social frente a las turbofinanzas y a un
sistema que regula las cadenas de suministro y el flujo de mercancías según sea
necesario al capital.
Y que, en todo
caso, la integración reside en el equilibrio de los flujos en relación con las
posibilidades de integración y de servicios para todos (bienestar universal, lo
contrario de la especulación privada…) y no en los objetivos de una burguesía
capitalista que utiliza a los inmigrantes para ganar dinero, provocar guerras
entre pobres, competencia entre trabajadores, sin integrar nada, para luego
utilizar las habituales almas cándidas con lágrimas falsas.
¿Qué hay de
progresista en imponer nuevas discriminaciones inversas, en balbucear sobre los
derechos de las minorías, en apoyar las formas y no la sustancia del derecho a
la vivienda y del trabajo para todos? Esta esquizofrenia debe terminar enviando
a los «progres» a su lugar dentro de los neoliberales. Y los votantes alemanes
lo entendieron.
El soberanismo
es internacionalismo, porque liberar a un país de la devastación anarcoliberal
significa debilitar el frente capitalista y fortalecer los movimientos de masas
anticapitalistas de otros países.
Más aún cuando
la cuestión de la soberanía nacional ha sido abordada en situaciones
específicas por gran parte de la izquierda global antiimperialista y
anticolonialista: América Latina, las guerras populares en China y Vietnam,
Argelia, Nicaragua, en Europa los vascos, las cuestiones irlandesas, catalanas,
corsas… Estos son sólo los ejemplos más obvios, pero todo el siglo XX estuvo
formado por estas revoluciones nacional-anticolonialistas.
Pero hoy la
izquierda liberal, los falsos anticapitalistas y los falsos verdes y
municipalistas, están con la Ucrania de los nazis banderistas, no con los
pueblos del Sahel. Por lo tanto, hoy la revolución postsoviética pasa por dos
posiciones:
–
Multipolarismo
–
Descolonización
Por el momento
no importa qué tipo de sistema este en este frente de lucha. Lo que importa es
la aceleración de la caída del dólar y del imperialismo atlantista. La lucha de
clases en cada país no termina, y tarde o temprano tendrán que rendir cuentas
los oscurantismos de las clases dominantes explotadoras de aquellos países que
por conveniencia han elegido el multipolarismo.
Lo que importa
es entender que darle golpes al imperialismo, venga de donde venga, significa
abrir la oportunidad a procesos revolucionarios, significa acercarse a la
posibilidad del socialismo, continuar la lucha de clases en una etapa más
madura, porque hay otras contradicciones en la base de la sociedad: entre el
proletariado y la burguesía, entre los compradores y los campesinos … Y en un
frente nacional amplio la lucha de clases no cesa: es parte de la batalla
política por la hegemonía.
Detrás del
mundo que Wagenknecht nos abre no hay nada de rojopardismo, sino la
reafirmación de los intereses del 90% de la población, la afirmación del Estado
social, de los bienes comunes, de una redistribución más equitativa de la
riqueza social, de cooperación pacífica entre pueblos y países respetando su
historia y su identidad comunitaria.
Evidentemente,
como comunistas también debemos ir más allá y efectuar análisis más precisos de
la clase y de la situación concreta. Pero el humanitarismo, la nueva falsa
conciencia de una izquierda que ha abandonado su vocación original ciertamente
no es la caja de herramientas para una política revolucionaria que afecta el
equilibrio de poder entre explotados y explotadores
Fuente: Observatorio
de la crisis
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